EL INDIO
El indio entremuriéndose en las calles
del Perú, de Bolivia,
por los montes de América,
con tantos hilos de oro en el museo,
con tanta ropita en la historia,
y aquí va el pobre y viene
ya sin voz y sin trigo y sin zapatos.
¡Levantate, grandulón, vamos!
Andate de una vez a tu agujero
en la tierra, ya sabes
que tú no tienes cielo.
¡Vamos! ¡Vive!
Yo te exijo que dejes de ser piedra,
que dejes de ser río,
pluma de pájaro que ya no existe,
que voló con los años.
Ahora,
vamos, quítate la polvorienta
máscara que confunde
tu viejo corazón con los caminos,
con los muros que ya cayeron.
Ponte los pantalones y vamos!
Yo sé de qué se trata, y no hay destino.
No hay más destino que el que nos haremos
a pura sangre, a mano,
y no es hacia abajo ni hacia atrás la vida,
no hay carretera en el silencio,
no tienes, no tenemos nada que recordar.
Para que no te pierdas
no te mires, ni mires tanto el polvo:
el mundo fue creciendo desde entonces,
desde que te mataron, y ahora hay sitio
para que te retrates resurrecto.
Ay sí solamente
no hubieras nunca sido
qué limpios andaríamos viéndote
perder, perderlo todo cada día,
perder el reino, perder los pies, perder a cada rato,
y quedarte solo con tu mortaja, andando,
con los ojos más tristes de la tierra.
De repente sabemos
que estás ahí, en la puerta,
esperando, o adentro de nosotros,
también, en todas partes, esperando,
bajo la lluvia y sin comer.
Ahora
todos golpean, todos, menos tú.
Todos piden, hacen cuentas en sus libretas,
se enojan mucho, gritan o no aguantan,
no aguantan más, eso se sabe,
y tú, sin patria, con tu gallinita
esperando que por fin, te la compren
para volver a donde ya no vives,
para soñar ya ni siquiera sueños.
Vamos, tontón, no creas
que todos son tan listos,
que sólo tigres hay en la casa del justo.
Es difícil contarte,
pero ha cambiado todo:
ahora tienen miedo
estos señores con bigote y bala,
todos estos señores con cadena,
estos señores con sillón eléctrico,
esta gente tan rica,
tienen miedo.
De pronto despiertan,
corren a la ventana,
sólo es de noche afuera,
no pasa nada
pero tienen miedo,
tienen miedo de todo y, parece mentira,
también a ti te tienen miedo,
olvidado
de los Andes, también
temen a tus harapos,
y ahora recuerdan que ellos te los dieron
y tienen miedo y no comen tranquilos.
Ellos saben
que las cosas cambiaron,
y se sabe
que ahora en alguna parte
se sienta el indio
como todo el mundo,
y entra y sale y sonríe,
tiene escuela y sonrisa,
tiene pan y figura,
y eso, amigo, no sucede en el cielo,
porque en el cielo no sucede nada.
Ya se sabe,
se sabe,
que esto pasa en la tierra.