CON EL AVION EN EL AIRE
por Gustavo Espinoza
Alevoso en extremo
resultó ser el comportamiento de algunos gobiernos de la región que, con el
avión mexicano en el aire, le negaron la posibilidad de hacer una escala
técnica a fin de recargar combustible, o simplemente volar por el “espacio
aéreo” que les correspondía. Objetivamente, esas negativas jugaban con una
posibilidad macabra: que la nave militar azteca perdiera capacidad de vuelo,
y finalmente pereciera.
Luce inaudito que Jefes
de Estado de un país –gente que se supone elementalmente civilizada- obre a
conciencia para asegurar la caída de un avión tripulado, apenas por el odio
que les cause la identidad de las personas que morirían como consecuencia del
hecho.
No hay casi
antecedentes de esa magnitud por lo menos en nuestra región. De todos
modos, podría recordarse uno, ocurrido en otra circunstancia: el atentado
contra el vuelo de Cubana de Aviación -octubre de 1976- consumado por
Luis Posada Carrilles y otros, que eran enemigos jurados de la Revolución
Cubana y asesinos convictos y confesos. Esta vez, quienes obraron en el
límite de esa inconducta, fueron Jefes de Estado de países de América Latina,
en cumplimiento de “ordenes”, presumiblemente emanada de la Casa Blanca.
Reconstruyamos
brevemente los hechos: el gobierno de México resolvió conceder Asilo Político
Evo Morales, derribado por un Golpe de Estado en su país. Para concretar esa
voluntad envió un avión militar el 11 de noviembre por la mañana. La
ruta para llegar al país altiplánico y recoger al protegido, era un vuelo
directo: Ciudad de México-Lima-La Paz. Allí, conectarse con el afectado y
emprender el retorno por la misma vía. Eso, que resultaba comprensible para
cualquier escolar de primer curso, se convirtió en una verdadera odisea que
puso en grave riesgo la vida de Evo y sus compañeros, y la de los tripulantes
mexicanos encargados de tan delicada misión.
El gobierno peruano
originalmente tuvo una concesión, medrosa y timorata, pero inicialmente
positiva: aceptó –amparándose en un convenio internacional que data de 1954-
otorgar el permiso requerido para que la nave hiciera en Lima una Escala y
recargara, combustible. El hecho sucedió como estaba previsto, pero se
complicó porque el aparato no pudo ingresar al espacio aéreo boliviano por
falta de autorización. Probablemente el caos generado por el Golpe del día
anterior, y la ausencia de autoridades reconocidas en ese país, conspiró para
hacer posible eso. Debió entonces volver a Lima a la espera de las
autorizaciones requeridas.
Ya con Evo y sus
compañeros a bordo, el avión debió iniciar el retorno, pero se registró allí
el primer hecho inaudito: el Canciller peruano informó que el vuelo no podría
hacer escala en Lima como consecuencia de una “decisión política” adoptada
por el gobierno peruano. ¿Quién la dictó? Nadie lo ha explicado.
Presumiblemente, fue una “presión” ejercida por la Casa Blanca.
La Nave Aérea debió
volar entonces en dirección opuesta: a Asunción, donde gracias a las
gestiones del recientemente electo Presidente Argentino Alberto Fernández, el
gobierno guaraní aceptó la escala requerida. Desde allí, debía remontar al
norte. Brasil y Paraguay, aceptaron a regañadientes que el aparato se
desplazara por encima de la línea fronteriza de ambos países para no volar
propiamente sobre el territorio de ninguno de ellos. Operación compleja, pero
inevitable.
Superado el tramo, el
avión azteca no tenía sino que tentar otra vez la posibilidad del Perú. Y es
que la probabilidad de un Escala Técnica para un vuelo de nueve horas con una
autonomía de desplazamiento fijada en un máximo de once, lucía vital. La respuesta
peruana aludió sólo al “uso del espacio aéreo”: el avión podría desplazarse
por cielo peruano, pero no descender. No hubo alternativa.
La cosa no terminó
allí: Ecuador había concedido la escala requerida ubicándola en Guayaquil,
pero la autorización fue retirada sin explicación alguna. La nave, entonces,
debió “rodear” la Patria de Olmedo y seguir rumbo al norte, evitando, El
Salvador que se sumó a la siniestra maniobra.
El Presidente Vizcarra
ha dado una “versión de los hechos”. Pero no ha sido convincente. Ha omitido
el incidente con Evo a bordo, y “la razón política” esgrimida por el Ministro
Meza Cuadra. Lo han desmentido los hechos: el reporte del Canciller mexicano,
y el audio del piloto asegurando no tener “permiso peruano” para descender. ¿Por
qué habría obrado así Vizcarra?. Mantuvo buenas relaciones con Evo y le debe
diversos proyectos de colaboración y ayuda. No cabría causa alguna,
salvo las que deslizan sus biógrafos: una cierta tendencia, oportunista, a la
deslealtad. Y eso es grave.
Finalmente, diez horas
después de su partida de Asunción, la nave pudo arribar a su destino con Evo
y sus compañeros a bordo. Gran gesto del Presidente Andrés Manuel López
Obrador y de su canciller, pero macabro el juego de quienes urdieron planes
con la esperanza que fracasara.
Una última reflexión:
¿Por qué el Golpe?. Bolivia no estaba “en crisis”, no existían las “razones
humanitarias” usadas en otras circunstancias, no existía una dictadura, ni
convulsiones sociales. Hubo, sin duda, una mano aviesa que puso sobre la mesa
tres razones: la minería y el litio; el racismo y la ideología. Grandes
monopolio, una oligarquía blanca que no acepta el gobierno de “los
aborígenes” y el “sueño americano” que lleva a los Mesa y a los Camacho de
nuestro continente a obrar como si fueran yanquis.
“Razones” entonces,
intolerables en el mundo civilizado. Y más bien, propias de regímenes
segregacionistas, como el Apartheid en África de Sur, o fundamentos de la
camarilla sionista de Israel; alentadas por la locura del precario inquilino
de la Casa Blanca; y que derivan en un sangriento sainete con Guaidó,
Meche Araoz y Jeanine Añez como protagonistas. (fin)
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