martes, 21 de abril de 2020

Abanderados de Manuel Belgrano y del Che Guevara fueron muertos en Tucumán y en Salta Chaubloqueo museo Che Guevara Argentina toto

21 de Abril de 1859 fue muerto en la batalla de Tucumán el abanderado de Manuel Belgrano.   El mismo día de 1964 fue muerto el abanderado de Ernesto Che Guevara en Orán, Salta donde quería instalar una guerrilla.


AMISTAD CON JORGE  RICARDO  MASETTI   en 1951, relata Mario Silva Arriola  (2016)

Madrid 29 de Febrero de 2016. 
  
Estimado quiero aclararte algunos extremos.   La marina que nos reunió a Masetti y a mi, nada tiene que ver con la Marina que bombardeó la Plaza de Mayo en 1955 y que secuestró, torturó, asesinó a miles de personas durante la dictadura y que me repugna.  El Capitán Alicio Ogara que Comandaba nuestro buque, fue uno de los que se opuso al golpe militar del 55 contra Perón y nó por ser peronista sino por defender la legalidad constitucional.  Hundió chatas en la bocana del puerto para evitar que la flota de mar con el almirante Rojas al frente, avanzara sobre Buenos Aires o volara los depósitos de gas del puerto.   Algunos, creo que no son mas de dos, de los cadetes del barco, terminaron siendo la basura represiva que utilizó la triste marina de guerra del golpe del 76 y solo dos de los oficiales de entonces fueron cómplices del horror.  Jamás pensé que la Escuela de Mecánica donde yo juré bandera, se convertiría en el monstruoso centro en que se transformó. Es decir que mi recuerdo cariñoso de entonces no significa que refrende a la Marina criminal del 76, siendo yo mismo una víctima del golpe de Estado, que me encarceló, vejó y me mandó al exilio.  Que quede todo esto en claro.   No sé que es la Marina hoy día.  Ignoro todo lo que puede serle propio, salvo el hundimiento del Belgrano en 1982 durante la guerra de Las Malvinas (que conozco bien).   Entre otras cosas también tripulé el Belgrano en mis tiempos de marino. Recorrí todos y cada uno de los sitios donde estuvimos con Masetti y el barco, en mis 40 años en Europa y puedo decir que poco o nada queda de lo que vimos.  Añadí países y muchas experiencias a aquellos días, viví en varios de los sitios que había visitado (SUECIA,  ROMA,  PARIS, etc.) pero aquellas singladuras fueron otra cosa.  Desde Argel hasta Angola y desde Estocolmo a Moscú, pasando por mas de 60 países, todo lo he vivido y recorrido en Europa, América y Asia, pero siguen en mi memoria aquellas impresiones de los 17 años en una Marina de Guerra totalmente distinta al monstruo que después surgió.   Es decir, que lo que digo se basa en circunstancias que después variaron y no por mera inocencia o torpeza.   Reitero, que quede claro.  Un abrazo.  Te ruego comentes a Graciela (hija de Masetti) todo lo que te mando, considero que es la principal interesada.

Conocí a Masetti en Febrero ó Marzo de 1951, siendo yo tripulante del guardacostas acorazado “Pueyrredón” de la ARA.  Nos aprestábamos a un largo viaje de instrucción para los Cadetes de la Escuela Naval Militar que egresarían como Guardiamarinas.  Desde Enero la actividad había sido febril a bordo.  Se hicieron pruebas de máquinas en navegación, se practicaron todos los zafarranchos (abandono, auxilio en puerto, incendio, combate) que eran simulacros para que la tripulación estuviera apunto en cualquier emergencia y que eran sorpresivos y agotadores, a cualquier hora del día o de la noche.  Cada uno tenía su puesto y en cuestión de segundos había que ocuparlo.  También ejercicios de tiro con todas las baterías de a bordo.  Se cargaron alimentos, municiones, repuestos para los distintos talleres, combustibles, armamento ligero, agua, provisiones, arena y minio, pinturas, etc, etc.  Todo era correr y correr.   Yo era uno de los servidores de una batería a babor, como artillero pertenecía a la 4ª. División de Artillería, pero también hacíamos de todo y colaborábamos en lo que fuera.  Para reforzar la dotación y estando en la rada de La Plata, haciendo ejercicios se sumó un grupo de marineros de la Base Naval de Río Santiago elegidos por su conducta y destreza.  En ese grupo vino Jorge Ricardo Masetti y desde un primer momento conectamos y lo ayudé en sus primeros momentos a bordo, en un buque nuevo para él, como me habían ayudado a mí cuando me sumé a la tripulación en Diciembre anterior.  Había una enorme camaradería.  Corría el año 1951.   Jorge era audaz, decidido, valiente, muy fuerte físicamente y moralmente estricto.  Suele suceder que cuando alguien destaca o alcanza notoriedad haciéndose famoso, los que lo conocieron o trataron le atribuyen dotes o facultades inexistentes basadas en el “pos” y ausentes en el “ante”.  Puedo jurar que en el caso de Jorge no es así.  Tenía un imán para hacer amigos y él sabía serlo con integridad.  En esa época, el 90 % de los marineros (me refiero a todos los que no eran oficiales e incluyo a muchos suboficiales) al margen de sus aptitudes en cada especialidad y en general como marinos, carecía de educación secundaria ó universitaria y algunos hasta de escolaridad.  Muchos eran chicos del interior, procedentes de pueblos remotos, perdidos en el mapa.  La minoría, como Masetti o como yo, eramos de grandes ciudades, habíamos podido estudiar o leer y teníamos intención de seguir haciéndolo.  Pese a ello ni Masetti ni yo ni otros pocos como nosotros, hallamos o establecimos barreras de ninguna clase, sintiéndonos por encima.  La mayoría por no decir, todos, nos sentíamos hermanados por el buque, que era la madre común y nuestra vida era fraterna.  La oficialidad en general no desentonaba.  El Comandante Alicio Ogara, Capitán de Fragata, era estricto pero también afable y comprensivo, nos respetaba mucho y su trato era cordial.  Los demás podían dividirse entre los cadetes, que tenían mas o menos nuestra edad y no causaban problemas, muy metidos en sus estudios y los oficiales de especialidades absolutamente técnicos, como médico, contable, máquinas, comunicaciones, etc.  Que no solo no se metían con los tripulantes, sino que necesitaban de todos nosotros. Solo dos o tres tenían pasta de déspotas o el militarismo metido en las venas, pero quedaban anulados por la dinámica de a bordo.  Masetti tenía un trato respetuoso y era respetado, como lo fui yo y a veces me decía que la disciplina tenía que imponerse, cosa que yo no aceptaba.  Tenía una moral católica acendrada y sin fisuras, era muy nacionalista y yo muy internacionalista, pero aceptaba la crítica y las bromas, que también hacía. Cuando nos vimos, ya después de la marina, creo que en 1956, había cambiado mucho, diría que había dado un giro de ciento ochenta grados, pero estaba agitado por ese afán de lucha que lo motorizaba.  Seguía igual, con su vozarrón, su porte altivo, las manos enormes, la mandíbula prominente y su rostro que rezumaba franqueza.  Dijera lo que dijera, era sincero y uno de esos tipos que tu sabes que jamás te va a traicionar, que habla de frente y sin vueltas y en el que puedes confiar. Todo esto no es un acopio de meras y superficiales impresiones mías, sino el resultado de analizar sus actos y gestos en los mil pequeños detalles de una vida diaria que duró casi un año.  Por ello puedo remarcar su naturalidad y la manera normal de aceptar la disciplina.  También su manera de no rehuir trabajos que no eran los que tenía asignados, por sentido de solidaridad y colaboración.  Siempre estaba dispuesto a ayudar.  Era muy ordenado y muy recto.   También me llamaba la atención los diversos ángulos con que comentaba lo experimentado en algún puerto que dejábamos atrás, en las reuniones que celebrábamos en “su” Gavetería.  Podía hablar de Holanda a través de nuestras andanzas por Amsterdan y alrededores y esto es solo un ejemplo, aplicable a Hamburgo, Estocolmo o Dakar.  Tenía visión de intelectual, político, humanista y también de marinero.  Diría que aquel fue un tiempo feliz, quizá porque teníamos 17 y 20 años.  Pero la vida a bordo no era un remanso de paz.  Era un torbellino.  Por eso disfrutábamos tanto  de los ratos libres.  En el mar no había sábados ni domingos, siempre era laboral.  Nos ganábamos los 7, 8 ó más días de libertad en Puerto para salir a pasear y recorrer, a veces con permiso para estar 4 y 5 días fuera del barco, sin regresar a la noche y sin guardias, como turistas.  Como anécdotas podría contar docenas, pero me quedaron grabadas las reuniones en la Gavetería (que creo le conté a su hija Graciela en una carta.  Alli Masetti tenía su “reino” particular, su “foro”, su “Reducto”.  Masetti era el encargado de la Gavetería, donde se lavaban platos, cubiertos, ollas, gavetas, etc. De la marinería únicamente.  Grandes pilas llenas de agua jabonosa, a lo largo de un pasillo estrecho y profundo, en la banda de babor, donde había dos o tres ojos de buey desde donde se veía el mar y cuando nos aproximábamos a puerto, la silueta del ignoto país al que llegábamos, los muelles, los edificios, la gente esperándonos.  Muchas noches mate por medio, matizado con galleta marinera (seca y dura), aceite, paté, roast beef, queso, o lo que alguno de los asistentes había podido aportar, afanándoselo de las despensas, charlábamos durante horas y Masetti tenía la voz cantante, mientras los demás escuchaban respetuosamente.  Los temas eran tan variados, como interesantes y nadie se iba decepcionado. Toda la “vajilla” era de metal, latón o aluminio y ayudábamos a Jorge a lavarla mientras la charla se estiraba.  Generalmente, como es natural se armaban círculos de amigos mas estrechos, en razón de las tareas, los artilleros con los artilleros, los de cubierta, los de máquinas, los de comunicaciones, los señaleros, etc.  Pero en el “club” de Masetti se rompían los moldes y venían de todas partes, hasta estar apiñados y no caber nadie mas. Todos podían intervenir y lo hacían, pero el maestro de ceremonias era Jorge.  Política, religión, mujeres, países, los que habíamos dejado y los que venían, costumbres, gentes, idiomas, aventuras, etc.   Jorge ya había hecho trabajos como periodista, en diarios, revistas y la radio y tenía mucha soltura y capacidad de análisis, en cierto modo actuaba de maestro.
Recuerdo que cuando zarpábamos del puerto de Buenos Aires, iniciando el viaje, hubo una ceremonia oficial. Nuestros familiares y amigos se agolpaban en el muelle para despedirnos, poco antes habían estado a bordo dándonos los últimos besos y abrazos, madres, novias, amigos.  Toda la tripulación vestía de gala, oficiales, cadetes, marineros, cubriendo toda la arboladura del buque, sonaban marchas, la banda de a bordo se lucía a fondo y la guardia de infantería demostraba su marcialidad, cuando subió por la planchada, nada menos que EVA DUARTE DE PERON que tenía el honor de dar la orden de zarpada.  Saludó al Comandante y a todos los oficiales, luego a los Suboficiales, pero al tocarnos el turno a los marineros, decidió que iba a despedirnos “UNO POR UNO” y no solo eso, a cada uno unas palabras maternales “cuídate, acuérdate de tu madre..”,  “representas a la Patria, compórtate”,  “cuidado con las mujeres…” etc, etc, etc.  Con furia contenida los oficiales formados en cubierta, tuvieron que aguardar horas hasta que Evita saludó al último marinero y dio la orden de zarpar.   Esta despedida fue tratada en las reuniones en la Gavetería, con diversidad de opiniones, que sería muy largo analizar, pero Masetti y yo opinábamos distinto.  El apuntaba a su inquietud social y a su pasión por el periodismo.  Era duro de mollera, pero no fanático, firme pero dialogante y cuando lo vi, en nuestros escasos encuentros, creo que hasta 1956, fue reservado con relación a sus planes de futuro.  Hablamos de nuestros hijos, nos reímos mucho con el recuerdo de nuestras aventuras de todo tipo por el mundo que nos abrió el viejo barco.  Nos encontramos en el Zoológico de Buenos Aires, también en Once y una vez por Caballito.  Siempre a charlar y recordar.  Jorge había crecido como persona y como periodista y yo estaba a punto de egresar como abogado.   Su personalidad seguía siendo impactante.  Mantenía ese vigor y esa determinación de marinero.  Reitero que, por razones de la vida y desgraciadamente, nos vimos muy poco, pero hay personas que no necesitas ver para que su paso por tu vida haya sido fundamental.  No me extrañaron sus incursiones en Cuba, sus reportajes a Fidel y el Che, la creación de Prensa Latina, porque su tremenda capacidad era para eso y mas.   Giró a la izquierda y hacia el internacionalismo porque no era un obcecado sino un ser inteligente y sensible.  Me preguntaron por si sabía si era cierto que había militado en la Alianza Nacionalista, de triste recuerdo y dije que sí, que lo había hecho, pero salió de allí desencantado, herido en sus sanas convicciones y asqueado y creo que eso lo redime de aquel ocasional pecado de su juventud, llena de curiosidad y ávida de exploración.  Yo era mas joven aún.  Pero ambos fuimos constructores de un destino que al final nos alió en convicciones parecidas y aunque nos separó para siempre, me permite hoy, a mas de 60 años de distancia, hablar de mi amigo Masetti y de su enorme personalidad humana y social.  También me preguntaron si me importaba que saliera a la luz todo lo que digo.  No solo no me importa sino que resalto que jamás podría renegar de mi amistad con Jorge piensen lo que piensen los demás.  Me dolió su enigmática desaparición terrena, lo lloré y lo lloro, pero quiero creer que aun está allí, en “su” Gavetería del barco, dándonos lecciones y riéndose junto a aquella audiencia deslumbrada.
Por lo menos estoy vivo para dar testimonio, quizá el único posible, después de tantos años, sobre quien fue y como fue Jorge Ricardo Masetti.   Agradezco al destino el poder hacerlo y agradecería aun mas que trascendiera porque merece difundirse.   Si le pudiera escribir yo le diría:  Querido hermano: Me gustaría verte y darte un abrazo.  Quizá suceda. Leí que los sueños son el mejor manjar que se pueda servir en la mesa de la vida…. A nosotros nos sirvieron sueños en un barco y estoy seguro que sigues navegando persiguiendo sueños.   Te gustaría saber que Graciela, tu hija, que conocí cuando apenas se levantaba un palmo del suelo, está en contacto conmigo y que le he contado lo que, tal vez, ignoraba de ti.  Ahora se lo cuento a todos y entre todos vamos a decir al mundo quien eras y quien sigues siendo. Te gustará tras las muchas infamias que algún descastado ha dejado caer.  Te hecho de menos, como todo lo de aquel remoto tiempo en que nos hicimos mas hombres y mas fraternalmente unidos.  Estoy mas viejo, pero sigo siendo el “flaco” el “negro” que te llamaba “loco” “gavetero” y te llevaba galletas para las reuniones de mate y charla en la Gavetería.  El mar donde ahora navegas es mucho mas grande y envidiable y quiero que sepas que por acá te seguimos sintiendo cerca, muy cerca y que tu huella permanece imborrable. Te mando un abrazo, con una brújula para localizarte en la inmensidad y un hasta siempre querido amigo.       Mario  Silva Arriola  desde Madrid, España.