Amadou Sanogo (Mali), Sans-Tete [Sin cabeza]
(2016).
Estimados amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El 18 de agosto, soldados del cuartel de Kati, situado a
las afueras de Bamako (Mali), dejaron sus puestos, arrestaron al
presidente Ibrahim Boubacar Këita (IBK) y al primer ministro Boubou
Cissé, y establecieron un Comité Nacional para la Salvación del Pueblo
(CNSP). En efecto, estos soldados realizaron un golpe de Estado. Este
es el tercer golpe en Mali, después de los golpes militares de 1968 y
2012. Los coroneles que dirigieron esta operación —Malick Diaw, Ismaël
Wagué, Assimi Goïta, Sadio Camara, y Modibo Koné— dijeron que
renunciarán al poder apenas el país sea capaz de organizar una elección
fiable. Se trata de hombres que han trabajado en estrecha colaboración
con fuerzas militares desde Francia hasta Rusia, y que, a diferencia de
los golpistas de 2012 —liderados por el capitán Amadou Sanogo—, son
diplomáticos sofisticados, que ya han demostrado sus habilidades para
manipular a los medios de comunicación.
Ibrahima Kebe de L’association politique Faso Kanu dijo
“IBK cavó su tumba con sus propios dientes”. IBK, un político con
experiencia, llegó al poder en 2013 cuando Mali había perdido su
soberanía debido a una intervención militar liderada por Francia,
llamada Operación Serval. Los franceses afirmaron que estaban
interviniendo para proteger a Mali de un ataque islamista en el norte
del país. Sin embargo, en realidad, el acicate del deterioro de Mali
viene de una serie de factores, entre los que destaca la decisión de
Francia y Estados Unidos —a través de la OTAN— de destruir Libia a
comienzos de 2011. La guerra en Libia desestabilizó la situación en la
región africana del Sahel, donde los países —ya debilitados por las
turbulencias económicas y la presión del Fondo Monetario Internacional
(FMI)— se encontraron y se encuentran ahora sin capacidad de frenar las
intervenciones militares de Francia y EE. UU.
Malick Sidibé (Mali), Les Retrouvailles au bord du
fleuve Niger [El reencuentro a orillas del río Níger], 1974.
Mali obtuvo su independencia en 1960 con una gran
promesa, ya que su primer presidente —Modibo Keïta— dirigió el proceso
con una perspectiva socialista y panafricanista. Los años de Keïta
estuvieron marcados por políticas económicas de sustitución de
importaciones y una administración honesta que intentó crear un sector
público que suministrara bienes sociales. Pero el país dependía de un
cultivo (algodón) para más de la mitad de su PIB, tenía poca capacidad
de procesamiento e industria, y prácticamente no tenía fuentes
energéticas (todo el petróleo es importado, y las plantas
hidroeléctricas de Kayes y Sotuba son modestas). La pobreza del suelo y
la falta de acceso al agua en la parte norte de Mali ejercen presión en
la agricultura, mientras que la distancia del país respecto al mar hace
difícil llevar sus productos agrícolas al mercado externo. Además, el
régimen de subsidio al algodón tanto en Europa como en EE. UU. golpeó
al corazón del intento de Mali de desarrollar su ya diezmada economía.
Un golpe en 1968, apoyado por los imperialistas, sacó del poder a Keïta
(quien murió nueve años más tarde en prisión). El nuevo gobierno, con
el inquietante nombre de Comité Militar para la Liberación Nacional,
dejó de lado las políticas socialistas y panafricanas, persiguió a
sindicalistas y comunistas, y entregó a Mali de vuelta a la órbita
francesa. La sequía de 1973 y la entrada del FMI en 1980 hicieron que
el país entrara en un ciclo de crisis, que culminó en el levantamiento
democrático de marzo de 1991. Esas protestas callejeras —magníficas en
su entusiasmo— llevaron a la victoria de la Alianza por la Democracia
en Mali (ADEMA), liderada por Alpha Oumar Konaré.
El gobierno de Konaré heredó una deuda criminal de más
de 3.000 millones de dólares. El sesenta por ciento de los ingresos
fiscales de Mali fueron a parar al servicio de la deuda. No se podían
pagar los salarios, no se podía hacer nada. Konaré, quien comenzó
siendo un marxista en su juventud pero llegó al poder como liberal,
rogó a EE. UU. la condonación de la deuda, pero no tuvo éxito. Mientras
más se endeudaba el gobierno de Mali, menos capaz era de contratar una
burocracia honesta, y así fue cayendo en la corrupción. Esto era
aceptable para Francia y EE. UU., ya que un gobierno corrupto
significaba interlocutores más fáciles para que las mineras
transnacionales —como Barrick Gold de Canadá y Hummingbird Resources
del Reino Unido— extrajeran las reservas de oro de Mali a precios
bajos. Detrás de todo lo que sucede en Mali están sus reservas de oro,
las terceras más grandes del mundo. Un reportaje de Reuters que se publicó un día después
del golpe tenía el reconfortante titular: “Las mineras de oro de Mali
siguen cavando a pesar del golpe de Estado”.
Abdoulaye Konaté (Mali), Non à la Charia au Sahel [No
a la Sharía en el Sahel], 2013.
Desde su independencia, Mali ha luchado por integrar su vasto territorio, que es
el doble del tamaño de Francia. Las comunidades Tuareg comenzaron una
rebelión en las montañas idurar n Ahaggar en 1962, exigiendo
mayor autonomía y negándose a aceptar las fronteras que dividen sus
tierras entre Argelia, Libia, Níger y Mali. El deterioro de la tierra
alrededor del desierto durante un siglo, agravado por las sequías de
1968, 1974, 1980 y 1985, devastó la forma de vida pastoral, forzando a
muchas personas tuareg a buscar sustento en las ciudades de Mali y en
el ejército de Libia, así como en el sector informal. Los acuerdos de
paz firmados entre Mali y los rebeldes Tuareg en 1991 y 2006 se
desmoronaron debido a la debilidad del ejército de Mali (los salarios
de los soldados se mantuvieron bajos debido a presiones del FMI) y a la
llegada a la zona de diversos grupos islamistas expulsados de Argelia.
Estos islamistas —el Grupo para el Apoyo del Islam y los
Musulmanes (JNIM), el Estado Islámico del Gran Sahara (ISGS) y Al-Qaeda
en el Magreb Islámico (AQIM)— se fusionaron y se hicieron cargo del
norte de Mali en 2012-13. Estos grupos —especialmente AQIM— se habían
vuelto parte de las redes de contrabando transaharianas (de cocaína,
armas y personas) y recaudaban ingresos a través de secuestros y
extorsiones a cambio de protección. La amenaza que representan estos
grupos fue utilizada por Francia y Estados Unidos para acuartelar a los
países del Sahel, desde Mauritania hasta Chad. En mayo de 2012, los
franceses aprobaron un plan para intervenir en la región, que fue ocultado
tras la hoja de parra de la Resolución 2085 de la ONU de diciembre de
2012. El acuerdo del G5 en el Sahel incorporó a los países de Burkina
Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger a la agenda de seguridad de
Francia y EE. UU. Las tropas francesas entraron a la antigua base
colonial de Tessalit (Mali), mientras EE. UU. construía la base de drones más grande del mundo en
Agadez (Níger). Construyeron un muro por todo el Sahel —al sur del
Sahara— como la frontera efectiva del sur de Europa,
comprometiendo la soberanía de los países africanos.
Penda Diakité (Mali), Bouana (2019).
Las protestas contra la reelección de Ibrahim Boubacar
Këita en marzo de 2020 se intensificaron con la salida a las calles de
sindicatos, partidos políticos y grupos religiosos. La atención de los
medios se centró en el carismático predicador salafista Mahmoud Dicko (llamado sensacionalistamente “el
Jomeini de Mali”), pero Dicko representaba solo una parte de la energía
en las calles. El 5 de junio, estas organizaciones —como el Mouvement
espoir Mali Koura y el Front pour de sauvegarde de la démocratie
[Movimiento de Esperanza Mali Koura y Frente para la Salvaguarda de la
Democracia], junto con la asociación de Dicko— hicieron un llamado a
una protesta en la Plaza de la Independencia de Bamako. Formaron el
Movimiento 5 de junio – Unión de Fuerzas Patrióticas (M5-RFP), que
continuó presionando para que IBK renuncie. La violencia policial
(incluyendo el asesinato de 23 personas) no detuvo las protestas, que
llamaban no solo a la renuncia de IBK, sino también al término de la
interferencia colonial y luchaban por una transformación total del
sistema de Mali. El M5-RFP había planeado una manifestación el sábado
22 de agosto, pero el golpe militar sucedió el jueves 18. No obstante,
la energía de las calles no se ha disipado, y los líderes del golpe lo
saben.
Francia, Estados Unidos, la ONU, la Unión Africana y el
bloque regional (Comunidad Económica de Estados de África Occidental, o
CEDEAO) condenaron el golpe y llamaron, de un modo u otro, al retorno
al status quo, lo que es inaceptable para el pueblo. L’Association
politique Faso Kanu ha propuesto una transición política de
tres años impulsada por los nuevos líderes producidos por el M5-RFP,
con organismos transicionales creados fuera de la estructura estatal
para fortalecer la debilitada soberanía nacional. “Solo la lucha del
pueblo liberará al país”, señalan.
En 1970, la marxista sudafricana Ruth First —quien fue
asesinada el 17 de agosto de 1982 por el régimen del apartheid— publicó
Barrel of a Gun: Political Power in Africa and the Coup d’État
[El cañón de un arma: El poder político en África y el golpe de
Estado]. Analizando diversos golpes, incluyendo el de 1968 en Mali,
First sostenía que los funcionarios militares en el África poscolonial
tenían diversas posiciones políticas y muchos de ellos llegaban al
poder para cumplir los sueños de liberación nacional de sus pueblos.
“La facilidad de la logística de los golpes de Estado y la audacia y
arrogancia de los golpistas son equiparables a la inanidad de sus
objetivos, al menos como muchos eligen presentarlos”, escribió First.
No hay ningún indicador de que los actuales líderes del golpe de Estado
en Malí tengan esa orientación; independientemente de su propio
carácter y de sus propios patrocinadores externos, tendrán que enfrentarse
a una población que una vez más está ansiosa por romper con el pasado
colonial y con las miserias de la pobreza.
El imperialismo marca la historia viva del Sur Global,
así como lo hace la persistente resistencia en su contra. Nuestra tercera convocatoria para la Exposición de
Afiches Antiimperialistas es sobre el tema del
“imperialismo”. La exposición será lanzada en conjunto con las acciones
de la Jornada Internacional de Lucha
Antiimperialista, planeadas para octubre de 2020. Les invitamos a
compartir la convocatoria y a enviar sus afiches. También pueden leer
la reseña de la exposición sobre “neoliberalismo”,
escrita por el colectivo curatorial de la Exposición de Afiches
Antiimperialistas.
“pintamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
pintamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota”
(adaptado del poema “Por qué cantamos” de Mario Benedetti).
Cordialmente, Vijay.
Yo soy
Tricontinental:
Pindiga
Ambedkar (@ambhisden),
investigador. Oficina Nueva Delhi:
Acabo de terminar el trabajo de campo de un proyecto de
investigación, para un sindicato, sobre trabajadorxs de la confección
en las zonas de exportación de India. También estoy trabajando en la
transformación del dossier sobre policlínicos populares en un pequeño
libro, que abordará las iniciativas de salud del movimiento comunista.
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