LOS PELIGROS POR TRATAR DE DÁRSELA DE "FISTO". / Ya lo decíamos: el potentado Alfredo Hornedo, era dueño de un periódico con tremenda circulación, un hotel de primerísima en Miramar, y un teatro de lujo y dimensiones colosales. En fin, estaba podrido en plata, como dice el pueblo. Ah, pero también había logrado en su cráneo el vacío perfecto, si de cultura hablamos. / Recordada esta particularidad, dígase que una vez asistía Hornedo a un BUFÉ de la JÁIG LÁIF, la llamada "alta sociedad" habanera. / Los criados circulaban con bandejas rebosantes de golosinas, y cada invitado, al tomar su porción, para agradecer susurraba un MERCÍ, tan del gusto de gentes con inclinaciones afrancesadas. / Al llegarle su turno a nuestro "héroe", puesto que no apetecía manjar alguno, se disculpó bramando un... ¡MER..NÓ!
EL EXTRAÑO CASO DE LOS "GÓNDOLOS". / Ya lo decíamos: el ricacho Alfredo Hornedo se hubiese llevado las palmas del triunfo en caso de convocarse unos juegos olímpicos de la burrada en la era republicana. / Se cuenta que por los años cincuenta del pasado siglo, hubo de ser convocada la Asociación de Propietarios de Miramar, cuyos miembros estaban interesados en hermosear el litoral marianense. / Tenía allí Hornedo sobradas y valiosísimas propiedades, de manera que, según era de esperar, acogió con alborozo un singular proyecto: traer unas góndolas para embellecer esa costa. / Ah, pero lo inaudito, lo inusitado, vino después. Tras expresar su entusiasta aceptación, Hornedo cometió el error de no callarse. No, vehemente, agregó a voz en cuello: "¡Pero traigan también unos góndolos, pa´ que hagan cría!". UNA INCONGRUENCIA CEMENTERIAL. Como a menudo hago, ayer me llegué por esa joya que es la habanera necrópolis de Colón, el más importante conjunto escultórico-monumental del ámbito capitalino. Y... qué casualidad... ¿saben ustedes con qué me tropecé? Ah, amigas y amigos, nada menos que con la tumba del potentado Hornedo. / Sobre el sepulcro aparece esculpido, por mano de artista italiano, y diseñado en níveo mármol de Carrara, con vestidura talar y rodeado de vestales, el ARCHI-BRUTO Hornedo. /Pero –de esto sí hay que asombrase, caballeros--, ¿saben lo que está haciendo la efigie? Pues... ¡leyendo un libro! Él, que jamás recorrió una página impresa, ni siquiera las de su periódico El Crisol. / Y, ante tamaña incongruencia, hay que exclamar aquella frase criollísima: "¡Le zumba el merequetén !".