sábado, 28 de julio de 2007

Cuba viva su revolución de América la Perla irredenta, libérrima y humanista hasta la saciedad largo lagarto verde Antilla mayor Fidel Castro Ruz







Que viva la revolución cubana.

Casi medio siglo que lo seguimos repitiendo,
pero si bien es una expresión manida, pareciera que la historia es la que se
encarga de darle una y otra vez el brillo de la novedad. La vasta y
sangrienta epopeya de la liberación americana ve sus cabezas cortadas una y
otra vez, que vuelven a brotar en ensayos unas veces planificados otras
veces sorpresivos hasta para sus mismos protagonistas. Pero en todos estos
años la presencia concreta e innegable de la Revolución Cubana es el faro
que por su misma aparente fragilidad geográfica y geopolítica guía a las
diversas empresas libertarias del continente y de allende los mares. Décadas
de bloqueo, el derrumbe de las carcomidas burocracias del socialismo real
europeo, la aparentemente irresistible marea de la globalización neoliberal,
la instauración de la administración yanqui más fanática, agresiva,
belicista y desembozada se estrellan inefectivas contra esa isla caribeña
que se aprieta el cinturón y hace de la necesidad virtud para ir
construyendo algo todavía muy distante de la utopía y quizás plagado de
problemas, pero que tiene un dejo de su sabor, cuyo aroma todavía nos llega.
Pese a los altos y bajos, períodos especiales, bombardeada día a día por el
más poderoso aparato mediático y propagandístico a unos cuantos kilómetros
de sus costas, ensaya nuevas formas de medicina natural, agricultura urbana,
organización comunitaria, movilización cultural, haciendo llegar su
influencia y apoyando la frágil maravilla de otros sistemas que encierran el
germen de un socialismo inédito que da sus primeros pasos en las montañas,
las selvas, los llanos y las megaciudades latinoamericanas. En momentos en
que significativas masas del tercer mundo se debaten entre la rapacidad y la
exclusión explotadora del neocapitalismo neocolonial de horca y cuchillo y
las estructuras feudales y teocráticas de sus tiranos. Es mucho lo que se
podría decir a favor de la Revolución Cubana. Y mucho en contra. Ya sea
desde las trincheras del fetichismo democrático, que sanciona cualquier
producto de las urnas sin importar lo grotesco de su génesis, configuración
y operaciones, aunque sancionen formas de genocidio religioso, cultural,
ideológico, étnico e ideológico. Desde el campo del universalismo
mercantilista que pretende convertir al planeta en un reservorio de recursos
humanos y materiales transables, consumibles y exhaustibles en pro de la
ganancia en último instancia privada. Si algún destino histórico ideal le
está reservado a América Latina es la presentación de una tercera
alternativa de socialismo ambiental, autogestión y diversidad equitativa
social, étnica y cultural y su oferta al mundo agónico. La presencia de
Cuba como ejemplo e influencia en este escenario de ciencia ficción, pero ya
no tan tan inalcanzable, se da por descontada.