miércoles, 22 de agosto de 2007
Sociedad enferma contempla el infanticidio decidido por animales de cuello blanco y pulcra vestimenta
Los niños tienen miedo.
Uno arropa a este niño, lo abraza, pone los labios sobre su frente para ver si tiene fiebre, llama al médico... "le duele la barriguita, tiene tos..."
Se te anudan las tripas porque a este niño amado le duele la cabeza.
Ha faltado a la escuela.
Le silba un poco el pecho...
Una abraza a este niño y ruega a D-s que todos sus dolores se pasen a tu cuerpo.
Por el cielo de afuera pasa una nube blanca que parece una oveja.
Por el cielo de adentro ángeles invisibles se hamacan en el aire con olor a manzanas y amasan, como si fuera plastilina, las notas de la música que baila por la casa.
Allá no hay cielo.
Allá. Donde los chicos esperan el rayo de metal que los parta en pedazos.
Allá, donde les enseñan a usar una escafandra que los disfraza de monstruos. Y a aplicarse inyecciones entre ellos... Y ya no lloran de hambre, ni de frío, ni de dolor... sino de miedo.
Los niños tienen miedo.
Los han amenazado... señores con trajes impecables y corbatas bonitas. Señores que no parecen seres de otros planetas. Tienen dos ojos inexpresivos. Tienen la boca que pronuncia con desdén las palabras. Tienen apuro por comenzar la guerra porque estas armas de hoy están ocupando el lugar que ya está destinado para las armas nuevas, que fabrican con prisa.
Esos señores no tienen emociones. Para hacerlos, han clonado a las piedras. Cuando miran a un niño, no lo ven. Ven un bulto de andrajos, unas moscas molestas, unas llagas que nunca cicatrizan, y oyen ese quejido monocorde que se parece al llanto, a un llanto sordo, áspero, inaguantable... Deberán encontrar a un flautista que los guie hacia el borde del precipicio y termine con ellos como lo hizo con aquellas ratas...
Los niños tienen miedo. Se toman de las manos. Se apretujan. No quieren inyecciones ni escafandras. Máscaras parecidas al diablo. Huesitos que la piel apenas tapa. Y miedo, mucho miedo.
No miedo de las fieras de afilados colmillos, ni del diluvio, ni del terremoto...
Los niños tienen miedo de la camisa bien planchada, de los gemelos de oro, de la sonrisa de dientes perfectos con la que estos señores leen los titulares de los diarios y los discursos en los que la palabra libertad está marcada con resaltador amarillo... Y también tienen miedo de salir en las fotos que darán la vuelta al mundo mostrando su desesperación o sus tripas desparramadas por el suelo... porque han oído, alguna vez, y no lo han olvidado... que las fotos te roban el alma...
Poldy Bird