miércoles, 1 de octubre de 2008
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09/30/08 - OTROS ROSTROS DE LA TRAGEDIA
por Jorge Gómez Barata
De regreso a La Habana donde cursa estudios, una joven nativa de la Isla de
la Juventud, víctima y testigo de los huracanes que sucesivamente azotaron a
toda Cuba, contaba la tragedia y revelaba uno de sus rostros más sutiles.
Según el relato, realizado sin la menor intención de dramatizar, su padre,
guardabosque jubilado, ante un cuadro que no podía imaginar en la víspera,
se preguntaba:
¿Dónde están las cotorras? ¿En qué palmas anidaran las sobrevivientes? ¿Cómo se alimentarán los pájaros carpinteros que quedaron con vida? ¿Qué harán las torcazas, las codornices y las aves canoras que perdieron sus parejas y no saben vivir sin ellas?
La escena, seguramente repetida en Pinar del Río, Baconao, Puerto Padre, Guardalavaca, Camaguey o el Valle del Cauto y en decenas de lugares de Cuba,
impactada de un extremo a otro de su alargada geografía de más de mil
kilómetros por dos huracanes de gran intensidad, son otro rostro de una
tragedia nacional de inenarrables proporciones.
Es explicable que ante la inmensidad del drama humano, estadísticamente
generalizable pero que en realidad es uno por cada persona damnificada y por
cada familia privada del techo y del hogar, multiplicado por los maestros
sin aulas, los obreros sin sus centros de trabajo y los campesinos sin sus
siembras, pocos compartan las preocupaciones de aquel veterano obrero
forestal. No se trata de insensibilidad, sino de prioridades.
Los daños a la naturaleza, ocasionados por fenómenos también naturales, a
simple vista pudieran parecer tan paradójicos como aquellos que unos hombres
con poder y vocación para el mal hacen a otros. La diferencia radica en que
en la naturaleza no concurren bajas pasiones, no hay conciencia del daño y
la mala fe está ausente.
Además, se trata de procesos que ocurren en espacios no habitados, operan a escalas y períodos diferentes, afectan directamente a ecosistemas y no a sociedades y sus consecuencias se manifiestan en ciclos más largos.
En ese orden, el impacto mayor suele ocurrir en lo profundo de los bosques,
en los ríos y los deltas, el mar, las formaciones coralinas, y las cavernas,
afectando a criaturas sin capacidad para comunicar su dolor, pedir u ofrecer
ayuda. Se trata de la erosión de los suelos, donde viven decenas de millones
de microorganismos, de miles de árboles que no sólo son pies cúbicos de
madera sino el hábitat de aves, insectos y reptiles; de playas y de
kilómetros de costas que pierden toneladas de arena, de arrecifes, marismas,
manglares y bancos de coral que albergaban una rica biodiversidad de la que
son, a veces, sólo conscientes los especialistas.
Es cierto que los árboles volverán a crecer, aunque también lo es que
tardaran décadas, que las olas y las mareas depositaron arenas nuevas en las
playas, proceso que puede tardar siglos y que otra vez los corales crecerán
para formar barreras que contengan al mar y en los manglares revividos habrá
otra vez moluscos y microorganismos.
Incluso, aunque algún pragmático experto pudiera asumir el punto de vista de
que respecto a bosques, costas, humedales e incluso en relación con la flora
y la fauna silvestre, los huracanes forman parte de implacables mecanismos
de selección natural que suprimen a los ejemplares y organismos menos aptos,
permitiendo crecer y reproducirse a los más robustos y sanos; no obstante,
el hombre moderno, culto, solidario y compasivo no da la espalda a criaturas
que necesitan su protección, cosa que saben los expertos y los hombres de
campo habituados a la intima comunión con la naturaleza.
Afortunadamente en Cuba donde el saber sí ocupa lugar porque llena los espacios donde antes reinaba la ignorancia, cientos de expertos y trabajadores de las instituciones del sistema de preservación del medio ambiente, el manejo de los ecosistemas y la atención a la flora y la fauna silvestre, entre ellos:biólogos, botánicos, veterinarios, entomólogos, ornitólogos, ictiólogos, oceanólogos, espeleólogos y otros muchos, se aplican al estudio del impacto de los huracanes sobre el medio natural y de asistir a las criaturas de la naturaleza para contribuir a su más rápida e indolora recuperación.
De alguna manera, de la Nación forma parte también el medio natural y todos los seres que lo habitan. Desde una perspectiva así, el planeta es como una gigantesca Arca de Noe, en la que viajan todas las criaturas y todas las civilizaciones.
En ese peregrinar, quintaesencia de la eternidad, al hombre,corresponde no sólo conducir la nave, sino asistir a la naturaleza donde también hay tragedias.
Fuente: Barrigaverde.net