jueves, 6 de noviembre de 2008
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escultura Che sostiene fotos periodistas asesinados por saber demasiado sobre droga o crimen organizado (política) en Argentina
PRENSA LATINA
PL Agencia Informativa Latinoamericana S.A.
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Resurge el mito del Che
por Sergio Berrocal, para Prensa Latina
Todos los periodistas que aquel día de octubre trabajábamos en la sede central de la Agencia France Presse (AFP) lo recordaremos como una jornada muy particular.
En la Plaza de la Bourse hacía frío, porque en el bello otoño de París las hojas abandonan los árboles y los mortales buscan cobijo debajo de un abrigo. A infinitos kilómetros de allí, en La Paz, capital de Bolivia, el corresponsal de la AFP iba a tardar poco en poner la Redacción de París al rojo vivo.
La tranquilidad otoñal no tardaría en saltar por los aires. Un teletipo repicó las campanillas de la noticia de máxima prioridad, el flash, no aconsejable más que para momentos que dejan huella en la humanidadâ?¦o para los resultados deportivos. Aunque como las oías de vez en cuando (ya se sabe, los resultados de fútbol) tampoco saltabas al techo.
El jefe de turno, hoy editor, que más bonito queda y más roces tiene con el ego,
sostenía con una mano sudorosa tres líneas fechadas en La Paz : "El Che ha
muerto, según la más alta fuente presidencial".
Sabíamos, como medio mundo, que Ernesto Che Guevara andaba por las montañas bolivianas en busca de un poco más de justicia. Pero a nuestros pocos veintitantos años, la información nos dejó sin habla. Alguien soltó una palabrota porque la ceniza del cigarrillo, emocionada, le había quemado la camisa de nylon.
En medio de un silencio que sólo rompía el monótono repicar de los teletipos y las interrogaciones que surgían en las cabezas del grupo de redactores que tenía en sus manos el scoop (la maravillosa exclusiva mundial, que te llega una vez en la vida, si es larga y tienes suerte) los reflejos funcionaron inmediatamente.
Mientras uno pedía a grito pelado a la operadora que le pusiera en comunicación telefónica con el corresponsal en Bolivia, otros medían las consecuencias de tamaña información. Y todos rezaban cuando decidieron lanzarla con las campanillas reglamentarias en un flash que paralizaría las rotativas de los periódicos y dejaría mudas a las radios y televisiones de los cinco continentes.
Empezó la calma cuando el corresponsal, que imaginábamos al otro lado del hilo pegando saltos de excitación, nos explicó lo que había sucedido.
El general boliviano René Barrientos ofrece una recepción al cuerpo diplomático en el palacio presidencial de La Paz.
Es tarde y la recepción está terminando. Detrás de un mueble de estilo colonial, un fotógrafo boliviano se ha arrodillado para guardar su material.
Está a punto de incorporarse para marcharse cuando sorprende una escueta pero curiosa conversación.
El presidente Barrientos está inclinado sobre el Nuncio Apostólico.
Cuando el reportero aguza el oído está a punto de derrumbar el mueble de la sorpresa.
El presidente acaba de decir casi en un susurro: " Eminencia, puedo asegurarle que el Che ha muerto ".
Como en una película mala, el fotógrafo empieza a moverse a cámara lenta hacia la salida, procurando que nadie lo vea. Cuando llega a su oficina descuelga el teléfono y llama a un periodista de una agencia de prensa internacional :
" Tengo un enorme scoop ". Veinte minutos después, en un lugar tranquilo, el fotógrafo repite la frase del general Barrientos contra algunos cientos de dólares.
En el mundo entero se esperan noticias del Che, cuya captura por las fuerzas bolivianas ha sido anunciada, pero no su muerte.
Cuando en un cuartel de la sierra boliviana ya han cortado a su cadáver las dos manos para que la CIA no pueda dudar de que los bolivianos han conseguido matarle, el corresponsal no sabe cómo dar la información de su muerte o, más bien, vacila en cómo atribuirla a una fuente suficientemente fiable pero sin que nadie pueda sospechar que se trata de un soplo.
Y opta por citar "la más alta fuente presidencial", fórmula que por su candidez
es digna de figurar en los manuales de periodismo.
Para los jovenzuelos que en aquella época formábamos el núcleo duro del servicio en español de la AFP, el Che era un mito, lo mismo que lo había sido Fidel Castro cuando entró en La Habana al mando de un grupo de barbudos que, a nosotros, muchachitos occidentales de buena familia, se nos representaba un Robin de los Bosques caribeños.
No hacíamos más que compartir el entusiasmo que manifestaban periodistas norteamericanos y de cualquier lugar del universo.
Cuarenta y un año después, en un multicine de esta estación balnearia llamada Fuengirola, donde el Mediterráneo se une a África, ví por primera vez al Che.
Estaba en la primera parte de la película que el realizador norteamericano Steven Soderbergh le dedica en dos partes con el título de "Che, el argentino".
El puertorriqueño Benicio del Toro quiso y luchó por encarnar al revolucionario cubano.
Y te deja frío. Sin palabras.
Los franceses fueron los primeros en apreciarlo. Le dieron un premio en Cannes.
En España el filme ha sido visto por aproximadamente un millón de personas en cosa de un mes.
En la pantalla, el mito de nuestra juventud te habla. Se ahoga por el asma cuando escala una montaña. Parece que se va a morir. Y tú buscas también el aire que a él no le llega a los pulmones.
Mi hijo, fotógrafo, apolítico y cristiano tiene grabada en la pantalla de su ordenador una frase: "Más vale vivir de pie que morir arrodillado".
Será porque los mitos son cada día más indispensables en un primer mundo donde las trifulcas de la política con el compromiso del dinero hacen que la gente se aparte de los políticos incapaces de generar la menor confianza.
El mundo en el que yo vivo está hoy convulsionado por una crisis económico-social-financiera que nos pone a todos al borde de la desilusión total.
Me pregunto si en la estación central de autobuses de Brasilia siguen apareciendo aquellos carteles que anunciaban la vuelta a la tierra de Jesucristo.
Los brasileños estaban convencidos, y yo también acabé por estarlo, de que Jesús desembarcará un día para ajustar cuentas con los fariseos que llevan a nuestro mundo a un cataclismo total.
ag/sb
PL-30
2008-11-06T07:06:13