martes, 30 de diciembre de 2008

Pablo Kilberg y la revista Tricontinental nos traen Profundas raíces del internacionalismo de los cubanos Chaubloqueo Toto Museo Che Guevara


foto archivo Museo Che Guevara - en Valle Grande periodistas del mundo y los padres de Regis Debray el francés que delató al Che Guevara























FUENTE: REVISTA TRICONTINENTAL - www.tricontinental.cubaweb.cu/REVISTA/texto22.html gracias Pablo Kilberg
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Dos siglos de solidaridad entre pueblos

Las profundas raíces del internacionalismo de los cubanos

Jorge Risquet Valdés, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y del Consejo Asesor de la revista Tricontinental

Cuando en la mayor de las Antillas no había cuajado aún la conciencia nacional y España la calificaba como “la siempre fiel Isla de Cuba”, no pocos hombres nacidos en esta tierra pelearon como combatientes internacionalistas en las guerras de independencia de América. Decenas de cubanos se incorporaron al ejército libertador de Simón Bolívar en la larga y cruenta campaña bélica para expulsar de América Latina al colonialismo español.

Un solo nombre bastaría para aquilatar la pasión con que aquellos hijos de un país esclavo abrazaban la causa emancipadora de Nuestra América: el general José Cedeño Infante, mulato bayamés caído en la batalla de Carabobo que dio la independencia a Venezuela.

Es el propio Bolívar, el polvo ensangrentado del combate aún en su uniforme, quien escribe al día siguiente de la decisiva victoria: …murió del modo heroico que merecía terminar la noble carrera el Bravo de los Bravos de Colombia.

Tres grandes jefes comandaron las tropas del Libertador en la histórica batalla: los generales Páez y Cedeño y el coronel Plaza. Solo José Antonio Páez sobrevivió a la enconada contienda.

Poco antes de iniciarse en 1868 nuestra primera gesta independentista, las guerras justas atrajeron la audacia y la sed de libertad de valientes cubanos. Los hermanos Adolfo y Federico Fernández Cavada se destacaron en las fuerzas de Abraham Lincoln durante la Guerra de Secesión contra el sur esclavista. Adolfo alcanzó el grado de capitán. Federico se enroló en 1861 y por su bravura ascendió a capitán, luego a comandante, y finalmente a teniente coronel jefe del Regimiento de Pennsylvania. Hecho prisionero en la gran batalla de Gettysburg, liberado mediante canje, se reincorporó a la lucha hasta el final en abril de 1865.

La experiencia militar de ambos sería de gran utilidad en los campos de Cuba, donde encabezaron el alzamiento de la región suroccidental de Las Villas en febrero de 1869. El mayor general Federico Fernández Cavada fue hecho prisionero y fusilado por el mando español. Adolfo, que alcanzó igual grado militar, murió en la manigua de fiebres, ambos en 1872.

Cuando en Guáimaro el Gobierno de Cuba en Armas le confiere el cargo de general en jefe del Ejército mambí a Manuel de Quesada Loynaz, recién llegado a Cuba al frente de la expedición del “Galvanic”, se tuvo en cuenta la larga y heroica hoja de servicios que había prestado al hermano pueblo mexicano.

En la lucha contra la invasión europea y el establecimiento en México en 1864 de la monarquía católica de Maximiliano, archiduque de Austria, Benito Juárez, líder de aquella resistencia nacional, tiene en Quesada un bravo y brillante oficial que había dirigido el primer combate contra la invasión francesa en Veracruz, en 1862. Su cuerpo de caballería, Lanceros de Quesada, libra múltiples combates victoriosos contra las fuerzas napoleónicas. Al triunfar la causa patriótica en 1867, con el fusilamiento del emperador europeo, Manuel de Quesada era general de división.

II

La participación de hombres de otras tierras en nuestras dos guerras de independencia fue tan numerosa como variada, por el origen de aquellos combatientes internacionalistas. Se calculan en unos tres mil procedentes de once naciones. Por centenares se sumaron españoles amantes de la libertad radicados en la isla y chinos traídos a mediados de siglo como coolies, entre los que nunca hubo un traidor. Acudieron voluntarios de más de una veintena de países. Otras cifras son elocuentes: 24 alcanzaron el grado de general y 14 el de coronel,.

Muchos nombres podrían representar esta miríada de generosos peleadores por nuestra independencia: de los internacionalistas que cayeron en la primera guerra, ninguno más joven, bravo, intrépido, audaz, abnegado, brillante y exitoso en el combate que el norteamericano Henry Reeve.

Incorporado a las huestes de Lincoln, aún adolescente, como tambor de un batallón de voluntarios de Nueva York, apenas había cumplido los 19 años cuando llega a Cuba en la expedición del “Perrit” en mayo de 1969. Al quinto día del desembarco se produce el primer encuentro con el enemigo. Reeve se destaca por su osadía y recibe balazos en un brazo y en el tórax. A fines de ese mismo mes, junto a un grupo de mambises prisioneros, es acribillado y dado por muerto. Reeve recibe cuatro balazos, pero no resultan fatales. Recobra el conocimiento, se escabulle dentro del montón de cadáveres. Vaga por campos que no conoce donde las personas hablan un idioma que no entiende. Al fin se encuentra con una patrulla mambisa y es llevado a un hospital de sangre. Luego es ascendido a sargento.

Se traslada a Camagüey, conoce a Ignacio Agramonte, a cuyas órdenes combate durante tres años hasta el día aciago del 11 de mayo de 1873 en que El Mayor cae en Jimaguayú. El Inglesito, como cariñosamente le llamaban los mambises, ascendió peldaño a peldaño hasta el grado de coronel. A las órdenes de Máximo Gómez, dirige la caballería en el combate victorioso de Santa Cruz del Sur donde es gravemente herido. Desde entonces, le quedó una pierna completamente inútil. No podía combatir de otra forma que amarrado a la montura de su caballo.

Solo una vez pelean juntos los brigadieres Antonio Maceo y Henry Reeve, a las órdenes del mayor general Máximo Gómez, el 4 de julio de 1874, aniversario 98 de la independencia de Estados Unidos: en Camujiro, cerca de la ciudad de Puerto Príncipe. La tropa colonialista es derrotada, deja sobre el campo 60 muertos. Reeve recibe dos heridas.

En enero de 1875 cruza con Gómez la trocha de Júcaro a Morón. En Yaguaramas, cercado por la fuerza contraria y muerto su caballo, usa la última bala de su revólver para no caer prisionero el 4 de agosto de 1876. El general jefe de la División de Occidente y Colón había participado en 400 acciones combativas.

Herido en diez combates, el único que acumuló más cicatrices de guerra fue el general Antonio Maceo.

Reeve fue el oficial mambí que llegó con sus fuerzas al punto más occidental en la isla durante la Guerra de los Diez Años. Vanguardia de las tropas de Gómez en su campaña de Las Villas y en el empeño de realizar la invasión, su caballería cruza el Hanábana en noviembre de 1875 y permanece en la región de Colón hasta el mes de julio de 1876. Sus diarias acciones combativas siembran el pánico y el asombro del Gobernador español en Cuba llegó hasta Madrid.

Si El Inglesito es excelso ejemplo de los combatientes internacionalistas en la Guerra Grande, otro gigante dominicano desde la primera carga al machete, el 4 de noviembre de 1868, hasta el último disparo en la Guerra del 95, simboliza en el más alto grado la entrega plena e incondicional a la causa de la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba, a la que dio toda la energía de su carácter y su genio militar incomparable: El Generalísimo, Máximo Gómez Báez.

III

Jamás hubo discriminación o celo por parte de los mambises hacia estos hermanos que vinieron a dar su contribución voluntaria y desinteresada. El pueblo cubano en armas agradecía el gesto sublime de aquellos hombres y adquiría conciencia de la deuda contraída.

Carlos Manuel de Céspedes, en su condición de presidente de la República en Armas, así lo expresaba en conmovida carta de pésame al venezolano F. Aurrecochea, cuyos dos hijos murieron en la manigua. Uno de ellos, José María Aurrecochea Irigoyen, cayó en 1870 con el grado de general. El otro, Enrique, que había sido ayudante del Padre de la Patria, dejó de existir dos años más tarde: “…sus valientes hijos” –escribe desde la Residencia del Ejecutivo, el 21 de julio de 1873– “han pagado el tributo común de la humanidad por servir generosamente la causa de un pueblo hermano que en los días de su prosperidad indudablemente no echará en olvido su abnegación y sus servicios”.

José Martí y Antonio Maceo abrazaban el mismo ideal internacionalista que el expresado por el Padre de la Patria. Martí lo definiría: “Patria es humanidad”. Maceo compartía ese noble sentimiento: mi alma y mi corazón siempre han sido para Cuba y para bien de la humanidad.

El Apóstol, al constituir el Partido Revolucionario Cubano en 1892, define que se funda para liberar a Cuba y contribuir a la liberación de Puerto Rico. Fiel a este objetivo, el Titán de Bronce afirma: Cuando Cuba sea independiente solicitaré del gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esta porción de América.

José Martí, en vísperas de su caída de cara al sol en Dos Ríos, escribe: “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”

IV

En la república neocolonial de la Enmienda Platt, luego del letargo en que el pueblo cubano quedó sumido por la frustración de su lucha por la verdadera independencia, resurge en la década de los años veinte el espíritu internacionalista. Rubén Martínez Villena publica la revista Venezuela Libre –para denunciar a la tiranía de Juan Vicente Gómez en la patria natal de Bolívar–, que más tarde se convertiría en América Libre, vocero de la Liga Antimperialista de Cuba.

Julio Antonio Mella organiza el Primer Congreso Nacional de Estudiantes en 1923, cuya declaración final se pronuncia “contra todos los imperialismos y especialmente en contra de la intromisión del imperialismo yanqui en nuestros asuntos interiores (…) contra la aplicación y existencia de la Enmienda Platt”, y por el establecimiento de las relaciones con la Unión Soviética. Mella cae asesinado en 1929 en México, cuando desarrollaba una lucha continental contra el imperialismo.

En la década de los años treinta, para decirlo con las palabras de Fidel Castro en el informe al Primer Congreso del PCC, “el movimiento revolucionario internacional concentra su atención en la lucha antifascista.

“Surge en el año 1936, la guerra civil en España, donde los enemigos de la República son apoyados en la sublevación por Hitler y Mussolini. Se movilizan las Brigadas Internacionales que allí escribieron una de las más hermosas páginas del internacionalismo proletario. Nuestro pueblo envió casi mil combatientes a luchar en España contra el fascismo. Nunca podremos olvidar que allí dieron su vida generosa hombres del calibre y la dimensión humana de Pablo de la Torriente Brau. Esta es, a nuestro juicio, una de las más nobles y heroicas contribuciones al movimiento revolucionario mundial de nuestro primer Partido Comunista, inspirador de esta acción solidaria.”

En Cuba el sentimiento internacionalista tendría dos expresiones muy tangibles en un joven estudiante que, un lustro más tarde, asumiría frente a los muros del Moncada el rol histórico de líder de la Revolución Cubana.

Fidel Castro al enrolarse en la llamada expedición de Cayo Confite, en el verano de 1947, organizada supuestamente con el propósito de ayudar al pueblo dominicano a derrocar la satrapía de Trujillo, expresa en los hechos su vocación latinoamericanista y sentirse deudor de Máximo Gómez, Modesto Díaz, los hermanos Luis, Francisco y Félix Marcano y otros dominicanos, que nos enseñaron a pelear junto a los mambises por la independencia de Cuba.

En Bogotá estalla la insurrección popular ante el asesinato del líder Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948. Fidel, de visita en el país en tareas de la organización estudiantil, se suma a la indignación reinante, logra empuñar un fusil, es un internacionalista que voluntariamente se une a la lucha de un pueblo hermano.

V

El yate “Granma” llega a las costas de la patria el 2 de diciembre de 1956. Entre los 82 expedicionarios encabezados por Fidel venían varios combatientes internacionalistas, uno de ellos los representa a todos: Che Guevara.

La Revolución Cubana triunfa tras dura lucha 25 meses después, el Primero de Enero de 1959, gracias al heroísmo, el sacrificio, la creciente unidad del pueblo y la certera dirección de Fidel Castro. Nuestras propias fuerzas fueron suficientes para derrotar a la tiranía pese a su enorme superioridad militar.

El imperio norteamericano puso en juego inmediatamente todos sus recursos, desde la agresión militar hasta el bloqueo económico, para liquidar a la revolución. Durante aquellos años cruciales, la solidaridad multifacética del campo socialista europeo y muy especialmente de la Unión Soviética, así como de China y Corea del Norte en Asia, nos ayudó a hacer frente en todos lo campos a la embestida imperialista, a resistir y a vencerla.

Jamás olvidaremos aquella ayuda generosa y oportuna.

En el mismo año 1959, el tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo protagonizó una conspiración contra nuestro país. Todo terminó en un vergonzoso fracaso para el dictador quisqueyano.

Mientras tanto, un grupo de revolucionarios dominicanos e internacionalistas cubanos se preparaban en nuestros campamentos para trasladarse a la isla vecina e iniciar la lucha armada contra el régimen más sanguinario que había conocido Latinoamérica hasta entonces. El intento fracasó ya que el traidor Díaz Lanz informó a la CIA, de la cual era agente, y esta a “Chapita” Trujillo.

Conocida es la identificación y la solidaridad de nuestro partido con los hermanos pueblos de Centroamérica y sus organizaciones revolucionarias, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua; el frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador (FMLN) y la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG), durante las últimas cuatro décadas.

Los combatientes contra las sangrientas tiranías de Pinochet en Chile y de los gorilas de Argentina y de Uruguay, contaron siempre con la solidaridad política y material de la Revolución Cubana.

Igualmente Cuba brindó su más decidido apoyo a gobiernos progresistas como el de Omar Torrijos en Panamá y su lucha por el rescate del canal; al heroico presidente socialista de Chile, Salvador Allende, como hoy lo hace con el de Lula en Brasil y el de Chávez en la República Bolivariana de Venezuela, por citar los casos más destacados.

Para culminar este capítulo de la solidaridad con los pueblos de Nuestra América, es obligado referirse a la más alta, audaz y heroica expresión de internacionalismo de estos tiempos: la columna guerrillera del Che en Bolivia, bien conocida gracias a que Cuba, sin temor a revelar las relaciones de nuestra revolución con esta epopeya, publicó el Diario del Che en Bolivia, prologado por Fidel, con un insuperable análisis de lo ocurrido en los once meses exactos que recogen las incidencias del texto.

Tal como Fidel vaticina en el prólogo, el Che y su ejemplo cobran extraordinaria fuerza cada vez mayor en el mundo, como su nombre y sus banderas de lucha contra la injusticia entre los oprimidos y explotados.

Guevara reclamaba en su mensaje a la Tricontinental: “…que se desarrolle un verdadero internacionalismo proletario (...) que la bandera bajo la cual se luche sea la causa sagrada de la redención de la humanidad (...) Cada gota de sangre derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha nacido, es experiencia que recoge quien sobrevive para aplicarla luego en la lucha por la liberación de su lugar de origen.”

El pensamiento del Che parece referirse a los hermanos Federico y Adolfo Fernández-Cavada, a Manuel Quesada, y coincide con el emotivo mensaje de Céspedes al venezolano Aurrecochea. Es el mismo pensamiento internacionalista de Martí, Maceo y Gómez, de Mella y de Rubén, de Pablo de la Torriente Brau y de Fidel Castro.

VI

Los revolucionarios cubanos desde la Sierra Maestra habían seguido la epopeya de la Revolución Argelina, su heroica lucha por la independencia del yugo colonial francés.

En 1961 se establecen relaciones con los dirigentes del Frente de Liberación Nacional. En enero de 1962 la nave cubana “Bahía de Nipe” desembarca armamento en el puerto mediterráneo de Casablanca: más de un millar y medio de armas para los patriotas argelinos del FLN. Los fusiles de fabricación norteamericana habían sido capturados al ejército batistiano. Las piezas de artillería eran de origen europeo adquiridas por Cuba. El barco trae a su regreso casi un centenar de guerrilleros heridos y de niños huérfanos.

Después de lograda la independencia, en septiembre de 1963 la monarquía expansionista marroquí ocupa puestos fronterizos dentro del territorio argelino y amenaza continuar la agresión si no son satisfechas sus reclamaciones territoriales. La República de Argelia no cuenta con armas modernas ni organización militar idónea que impida el avance del agresor y solicita colaboración cubana para salvaguardar la integridad territorial. El gobierno cubano responde positivamente, sin dilaciones, al pedido del presidente Ben Bella. Envía hacia Argelia una avanzada de cuadros militares por avión y una fuerza blindada de 700 efectivos que viaja en los buques “Aracelio Iglesias” y “González Lines”. El primero llega al puerto argelino de Orán el 22 de octubre y el segundo una semana después.

Hombres y armas se concentran en Bedeau y logran rápidamente la plena disposición combativa. La presencia del Grupo Especial de Instrucción –como es bautizado el contingente– constituye un disuasivo para la monarquía de Rabat. Ambas partes llegan a un acuerdo de alto al fuego. Marruecos desiste de sus reclamaciones. Posteriormente entrega el territorio ocupado.

Durante seis meses, los oficiales cubanos entrenan a los combatientes argelinos en el manejo de los tanques, morteros, artillería terrestre y aérea; entregan todo el armamento a Argelia y emprenden el regreso a la patria.

VII

En el primer trimestre de 1965 el comandante Ernesto Guevara realiza un recorrido por siete países de África, en el cual recepciona peticiones de ayuda militar de parte de tres movimientos revolucionarios armados: el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el Partido Africano para la Independencia de Guinea Bissau y Cabo Verde (PAIGCV) y el Consejo Supremo de la Revolución Congolesa (CSRC), que agrupa a los lumumbistas de la ex colonia belga. Por su parte, Massemba Debat, presidente del Congo ex francés, pide el envío de una fuerza militar cubana frente al peligro de una agresión del régimen vecino de Tshombé-Mobutu-Kasavubu del otro Congo.

La dirección de nuestro país acepta ofrecer la ayuda solicitada fiel a su doctrina internacionalista y su repudio al colonialismo y al racismo. El propio Che encabeza la columna que colabora con el movimiento lumumbista. El 24 de abril de 1965 cruza junto a otros trece compañeros el lago Tanganika desde la orilla tanzana hasta la congolesa.

Se inicia la epopeya de Cuba en África Subsahariana, que se prolongaría por un cuarto de siglo, más un año, un mes y un día.

La columna del Che llega a tener unos 120 combatientes cubanos y permanece en el este del Congo hasta el 21 de noviembre. En los siete meses la columna cubana, junto con los guerrilleros lumumbistas, libra numerosos y desiguales combates en más de cincuenta acciones, donde el enemigo sufre varias decenas de bajas. Por nuestra parte seis cubanos ofrendaron sus vidas en aquella gesta.

Actuando en nombre de los Acuerdos de la Cumbre de la OUA en Accra, que confía en la promesa de Kasavubu de que el millar de mercenarios blancos pagados por Estados Unidos que luchan contra la rebelión lumumbista abandonarían el país, Tanzania plantea a la columna cubana que debe salir del Congo, petición que es confirmada por los jefes lumumbistas sobre el terreno, quienes decidieron recesar la lucha dadas las desfavorables condiciones.

En realidad la rebelión estaba ahogada por los mercenarios blancos y las fuerzas que estos encuadran con superior armamento y empleo de la aviación de guerra. Las fuerzas mercenarias–mobutistas tenían pletórico respaldo logístico y cuatro aviones C 130 de Estados Unidos con tripulación y custodia de marines, todos norteamericanos, para abastecerlas y transportarlas.

El Che resume la experiencia de este episodio africano en su breve libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria: Congo, y comienza su preparación para el nuevo reto: Bolivia.

El batallón “Patricio Lumumba” –segunda columna en la cuenca del Congo– actúa en la ex colonia francesa. Para agosto de 1965 tenía 260 efectivos y estaba dotada de artillería ligera terrestre y antiaérea, lo necesario para cumplir sus múltiples misiones: defender el país junto a su pueblo en caso de una agresión extranjera; organizar batallones de milicias para fortalecer la capacidad de enfrentamiento al enemigo externo y el proceso político interno; colaborar con el MPLA, tanto instruyendo y peleando junto a sus guerrilleros en Cabinda como organizando columnas que penetren en la profundidad de Angola; organizar y enviar una fuerza lumumbista para el frente del líder guerrillero Pierre Mulele en la región del Kwilo; y lo más importante, cruzar el río Congo tras la Columna No.1 del Che si el curso de la rebelión lumumbista así lo aconsejaba.

Todos los objetivos fueron cumplidos, incluida la evitación de un golpe militar contra el gobierno. Otras tareas imprevistas también se suman, tales como la labor del grupo médico del batallón en el hospital de Brazzaville y su campaña de vacunación contra la poliomielitis, así como el envío a Cuba de 254 jóvenes congoleses, primer gran contingente de becarios extranjeros que recibe nuestro país. Sin embargo, no se pudo cumplir el objetivo más importante, la unión de ambas columnas, dado el ocaso del movimiento armado lumumbista. Nuestro batallón en su composición completa permanece en Brazzaville y en otros lugares del país durante diecisiete meses.

El primer cargamento de armas enviado a los guerrilleros de Guinea Bissau llega a Conakry en el barco “Uvero” el 14 de mayo de 1965, solicitado por el líder de PAIGCV, Amílcar Cabral al comandante Guevara. Un año después, cumpliendo una petición de Amílcar a Fidel, el 14 de junio de 1966 arriba el primer grupo de 31 voluntarios cubanos, instructores–guerrilleros y médicos-guerrilleros. Al año siguiente la cifra se eleva a 60. Una fuerza de tal dimensión se mantiene permanente en Guinea Bissau, aunque el personal es relevado a los dieciocho meses o dos años.

El PAIGCV convoca, en octubre de 1972, la Asamblea Popular Nacional en las áreas liberadas y proclama la República. Al mes siguiente la Asamblea General de la ONU reconoce su legitimidad.

En enero de 1973, el máximo líder del PAIGCV es vilmente asesinado por agentes al servicio de Portugal. En su homenaje se realiza la Operación Amílcar Cabral que causa una enorme cantidad de bajas a los colonialistas, cuya presencia se reduce a la ciudad capital.

En abril de 1974 se produce en Portugal la Revolución de los Claveles. El gobierno lusitano surgido tras el derrocamiento de la tiranía fascista reconoce a la República de Guinea Bissau meses después.

Un nutrido grupo de instructores militares cubanos permanecen en el país, en la tarea de convertir las fuerzas guerrilleras en el Ejército Nacional de la flamante república.

Entre el 28 de diciembre de 1973 y el 15 de enero de 1975 una brigada de tanques de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) combate junto a las fuerzas de Siria, a petición de su gobierno, enfrentando la agresión de Israel. Tres décadas después de aquella criminal invasión israelí, parte del territorio sirio, las Alturas de Golán, permanece ocupada por las tropas sionistas con el apoyo de Estados Unidos.

VIII

El reconocimiento de la independencia y de las autoridades que ejercerían en gobierno transcurre también sin problemas en Mozambique con el FRELIMO. No obstante en el caso de Angola, además del MPLA, única organización verdaderamente patriótica, no tribalista ni racista, con un programa popular de desarrollo para el nuevo Estado, existían dos organizaciones títeres, el FNLA y la UNITA. Portugal las trata a todas por igual e impone las condiciones: un año más de permanencia de sus tropas en Angola y, mientras tanto, instala en enero de 1975 un gobierno de transición cuatripartito –la metrópoli y los tres movimientos– para la preparación de elecciones a una Asamblea Constituyente y el acceso a la independencia.

En marzo tropas zairotas entran en Angola. A fines de ese mes, junto a las bandas del FNLA, atacan a las del MPLA en Luanda, sin que el ejército portugués interviniera, como era su obligación. Detrás está la mano de la CIA. El gobierno de Estados Unidos decide llevar a cabo una operación encubierta en Angola para evitar que el MPLA acceda al poder. Para ello cuenta con la participación del gobierno de Mobutu en Zaire y del régimen del apartheid en Sudáfrica. Pese al descarado apoyo al FNLA y a la UNITA en armas e instructores de Estados Unidos y Sudáfrica y de las tropas zairotas, el MPLA se enfrenta resueltamente a esta coalición que Kissinger personalmente auspicia y supervisa. En septiembre el MPLA domina toda la costa, desde Cabinda hasta Mozámedes y 12 de las 16 provincias del país.

Cuba satisface la urgente solicitud del MPLA. Envía al país medio millar de instructores así como armas y demás suministros para formar 40 unidades a nivel de batallón y batería destinadas al nuevo ejército que el naciente Estado pondría en pie para su defensa.

En la primera semana de octubre, arriban nuestros hombres y el cargamento bélico en tres barcos e inmediatamente se crean cuatro centros de instrucción en diferentes direcciones del extenso país y se empiezan a entrenar las primeras unidades. El día 14 un peligro mortal se cierne sobre Angola. Una poderosa columna blindada sudafricana penetra en el país e inicia su rápido avance hacia el norte en dirección a Luanda.

La primera resistencia la encuentran en Caporolo, una fuerza de infantería integrada por angolanos y cubanos del centro de instrucción del sur de Benguela, el 2 de noviembre. En esta acción el enemigo pierde cuatro blindados y sufre sensibles pérdidas, pero dada su superioridad logra proseguir su marcha. En el combate caen cuatro cubanos, hay varios heridos y desaparecidos; las bajas angolanas son más numerosas: sangre de los dos pueblos se funde sobre tierra africana.

El día 4, al conocerse en Cuba la noticia, la dirección del país, encabezada por el Comandante en Jefe, toma la histórica decisión de enviar las primeras unidades de combate hacia Angola: por vía aérea un batallón de tropas especiales y por mar un regimiento de artillería. Se inicia la Operación Carlota.

Las fuerzas zairotas y el FNLA con refuerzos sudafricanos y de mercenarios blancos atacan el día 6, y con fuerzas mayores repiten la acción el día 10 en las posiciones patrióticas en Kinfangondo, 20 kilómetros al norte de Luanda con el objetivo de penetrar en la capital. En ambas ocasiones son rechazadas por unidades de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) y parte del personal cubano y angolano del centro de instrucción de N’Dalatando.

En esos mismos días, entre el 8 y el 11 culminan exitosamente los combates de rechazo a la invasión de unidades regulares de Zaire y mercenarios blancos en Cabinda, donde los instructores cubanos, sus alumnos angolanos del centro y otras tropas de las FAPLA aniquilan el intento enemigo que deja en su retirada cientos de cadáveres sobre el terreno. Luanda y Cabinda estaban salvadas. En el primer minuto del 11 de noviembre de 1975, el presidente Agostinho Neto, en medio de una impresionante multitud enardecida, anuncia al mundo el nacimiento de la República Popular de Angola.

El batallón de Tropas Especiales, cuya primera compañía llega al aeropuerto de Luanda el 9, se emplea en el frente sur, junto a los combatientes del centro de instrucción de Benguela y unidades de las FAPLA. Para el 14 de noviembre, los invasores sudafricanos y los fantoches de la UNITA son detenidos en la línea Porto-Amboim-Gabela-Kibala a 225-300 kilómetros de Luanda, baluarte defensivo que jamás podrían rebasar. A medida que nuevas unidades cubanas llegan a Angola, los racistas empiezan a retroceder hacia el sur, dejando tras de sí los puentes destruidos.

Cuando el 27 de marzo de 1976 el último soldado racista cruza el río Cunene, fronterizo con Namibia, más de 35 mil combatientes cubanos junto a miles de soldados de las FAPLA habían expulsado al enemigo de la tierra angolana en el sur, en el norte, en el este y en Cabinda. Angola estaba salvada.

Derrotada la agresión imperialista–racista, el ministro de las Fuerzas Armadas, comandante Raúl Castro, viaja a Luanda. Propone y acuerda con el gobierno angolano la retirada gradual de las tropas cubanas en un plazo de tres años, tiempo necesario para la construcción de unas fuerzas armadas capaces de defender el inmenso y codiciado territorio de la república. Antes del primer aniversario de la victoria, un tercio del contingente militar cubano ya había regresado a la patria.

Pero graves acontecimientos obligan a detener el plan de retirada: las llamadas primera y segunda guerras de Shaba en marzo de 1977 y mayo de 1978, que atraen a esa zona cercana a la frontera nororiental de Angola a tropas marroquíes y paracaidistas franceses y belgas, y la acción genocida de racistas sudafricanos, el 4 de mayo de ese último año en el campamento de refugiados namibios de Kassinga, en el sur del país, con un saldo de 600 muertos y 350 heridos graves, la mayor parte de ellos mujeres, ancianos y niños no beligerantes.

Desde entonces hasta 1987 más de 20 mil soldados cubanos permanecen en Angola con la tarea esencial de impedir una nueva invasión sudafricana a profundidad. El grueso de la tropa internacionalista, incluyendo su aviación, ocupa la línea Mozámedes, Lubango, Matala, Jamba, Menongue, que se extiende desde el Atlántico hasta la capital de la provincia suroriental de Cuando Cubango, fronteriza con Zambia y Namibia, a lo largo de 600 kilómetros y a unos 260 al norte de la frontera con Namibia ocupada por tropas de Pretoria.

En el curso de estos años tienen lugar numerosas batallas y combates donde cubanos y angolanos se defienden heroicamente y propinan la derrota del enemigo. En agosto de 1983, la 32 brigada ligera de las FAPLA acantonada en Cangamba, en el sureste del país, que cuenta con 92 asesores cubanos, resiste durante nueve días el cerco y asalto de fuerzas varias veces superiores, bandidos de la UNITA, armados y asesorados por Sudáfrica. El enemigo sufre unas 2 000 bajas entre muertos y heridos –en buena parte por la acción aérea cubana–, se retira sin recoger sus últimos muertos y tiene que desistir de atacar Luena, capital provincial de Moxico, donde pretendía proclamar la “República Negra del Sur de Angola”.

En Sumbe, capital de la provincia de Kuanza Sur, no hay tropas, solo 230 cooperantes civiles cubanos, de ellos 43 mujeres y la población angolana. En marzo de 1984 se produce el ataque de una fuerza de 1 500 facinerosos de la UNITA con el fin de secuestrar y someter a cautiverio a técnicos extranjeros, cubanos y de otras nacionalidades. Las autoridades provinciales angolanas y los dirigentes del contingente civil cubano tenían elaborado un plan para enfrentar a posibles agresores. Medio millar de hombres armados hacen frente a los bandidos que, sigilosamente, en la madrugada de aquel día domingo habían ocupado un sector periférico de la ciudad. Tras sufrir cuantiosas bajas, los bandidos detienen su avance. Aviones y helicópteros cubanos basificados en Luanda (270 kilómetros al norte) acuden en apoyo de los heroicos defensores. El enemigo huye precipitadamente.

La patria se siente orgullosa de ustedes e inclina sus banderas de combate ante los siete héroes caídos, expresó Fidel Castro en emotivo mensaje a los internacionalistas de Sumbe, constructores, educadores y médicos.

IX

La victoria de Angola frente a la invasión extranjera en 1976, la permanencia de las tropas cubanas en este país y la activa colaboración con los zimbabwanos, namibios y sudafricanos repercuten favorablemente en la solución futura de Zimbabwe, más tarde en Namibia y finalmente en Sudáfrica.

En un mensaje del Comandante en Jefe al presidente Neto, en febrero de 1977, del que fui portador, expresaba: El imperialismo ha de conocer lo que hace Angola por Zimbabwe; lo que hace Angola por Namibia; lo que hace Angola por África del Sur. En términos concretos, nada menos que entrenando en su territorio a 20 mil combatientes de esos tres países oprimidos por los racistas.

Con ello Angola corre un peligro, pero es un peligro que vale la pena correr; es un deber inexcusable de solidaridad e internacionalismo.

Esta preparación de los combatientes de los tres pueblos oprimidos por el régimen racista del apartheid y su criatura Ian Smith se mantiene durante toda la década de los años ochenta y constituye una ayuda decisiva a la lucha de los patriotas. En Angola, el gobierno presidido por Neto primero y Dos Santos después, y los de Cuba y de la Unión Soviética, colaboraron estrechamente en el empeño por la liberación de África de la opresión racista.

En medio de ese esfuerzo en África Subsahariana en julio de 1977 se inicia la guerra de agresión de Somalia contra Etiopía. El gobierno revolucionario encabezado por Mengistu Haile Marian desarrolla una labor gigantesca por transformar ese país, asolado durante 40 años por la tiranía corrupta y rapaz del emperador Haile Selassie y convertido en una de las naciones más pobres del mundo.

Los expansionistas somalos del gobierno de Siad Barre reclaman más de 300 mil kilómetros cuadrados de suelo etíope en la región del Ogadén. Sus fuerzas, mejor armadas por el Sha de Persia, Egipto y otros países árabes reaccionarios y, más adelante, por la OTAN, habían logrado penetrar hasta las inmediaciones de Harar y Dire Dawa, donde los patriotas etíopes ofrecían una resistencia heroica.

Etiopía pide ayuda a Cuba en diciembre de 1977 para detener el avance somalo, empujarlo hasta sus fronteras y salvar la integridad territorial del gran país del Cuerno de África. El 22 de enero de 1978 entran en combate, junto a los etíopes, los internacionalistas cubanos. Es el bautismo de fuego de la Operación Protesta de Baraguá.

A más de 15 mil kilómetros de nuestra isla, para llegar por avión se necesitaban dos días y por barco tres semanas. Tropas blindadas cubanas junto a la valiente infantería etíope logran conjurar el peligro que se cernía sobre estas dos ciudades y hacer retroceder al enemigo. En 42 días de combates conjuntos y avance incesante las tropas de patriotas e internacionalistas toman el día 5 la ciudad de Jijiga, ocupada por el invasor desde septiembre del año anterior. La victoria sobre el último y principal bastión de los invasores quiebra el apetito expansionista del régimen somalo. Sus tropas se retiran en fuga hacia la frontera. La integridad territorial del país se restableció el 11 de marzo de 1978. Durante varios años un fuerte destacamento de tropas cubanas permanece en Etiopía hasta que el peligro de un nuevo intento somalo deja de existir.

X

En noviembre de 1987 fuerzas sudafricanas y bandas de la UNITA detienen una poderosa columna de las FAPLA que avanza hacia Mavinga, el punto más lejano del sureste angolano y emprenden la persecución de las fuerzas en retirada. En la zona de Cuito Cuanavale, donde se reagrupan las brigadas elite de la FAPLA que integran la columna, se crea una situación peligrosa para estas, pues el enemigo, dotado de gran cantidad de blindados y novedosos cañones G5 y G6 y fuerte aviación de combate, avanza con el propósito de liquidar la agrupación de tropas allí concentradas en posición defensiva.

En esta ocasión, los agresores sudafricanos no esconden su identidad como en 1975. Por el contrario, el presidente racista Pieter W. Botha, revista con un grupo de ministros sus tropas en el interior de Angola y le da publicidad a la visita. Tal arrogancia solo puede explicarse por el apoyo de Estados Unidos y la tenencia de seis bombas atómicas, “secreto” que sus aliados norteamericanos no desconocen y que la dirección cubana sospecha.

El presidente angolano Dos Santos solicita ayuda a Cuba para conjurar la debacle que puede sufrirse en Cuito Cuanavale. El 15 de noviembre, tras un cuidadoso análisis en reunión presidida por el Comandante en Jefe, se acuerda responder positivamente a la petición angolana. Las fuerzas que integran la línea Mozámedes–Menongue no debían debilitarse por lo que fue necesario el envío de nuevas fuerzas. De inmediato los mejores pilotos de Cuba se sitúan en la base de Menongue para desde allí golpear al enemigo.

Después de mes y medio de diario hostigamiento con artillería terrestre y fuego aéreo, el 13 de enero se produce el primer intento de asaltar las posiciones angolanas en Cuito Cuanavale. Logran penetrar pero tienen finalmente que retirarse. Para el segundo intento, igualmente fallido, el 14 de febrero, ya tropas cubanas combaten junto a las FAPLA en Cuito. Nuevamente en los días 19 y 20 de aquel mes son rechazadas las arremetidas de los blindados de Pretoria. El 25, en una nueva tentativa, los tanques enemigos caen en los campos de minas y sufren serias pérdidas. En dos nuevas acometidas, el 1ro y el 23 de marzo resultan derrotados los asaltantes.

Las andanadas artilleras de los racistas a cualquier hora del día o de la noche, iniciadas en diciembre, prosiguen durante todo un semestre; pero no hay nuevos intentos de ataques terrestres. Cuito Cuanavale se ha convertido en un bastión inexpugnable y una trampa para el enemigo.

Entretanto, el refuerzo cubano sigue llegando y su organización y avance hacia el suroeste tiene en cuenta la posibilidad de un golpe nuclear de un enemigo sin escrúpulos y desesperado, como es el régimen del apartheid. En tiempo récord se construye una pista de aviación en Cahama, que acerca nuestra fuerza aérea de combate a la frontera y posibilita incluso golpear los aeródromos militares del norte de Namibia.

Antes de mediados de año habían llegado desde la mayor de las Antillas todos los refuerzos. Se eleva a más de 50 mil la cantidad de combatientes cubanos en Angola. Estrechamente unidos con el grueso de nuestras fuerzas desplegadas en el sur, muchos miles de combatientes de las FAPLA y de la SWAPO forman cohesionadas unidades decididas a expulsar a los indeseables racistas.

XI

Ha surgido la posibilidad real de combates en la frontera o más al sur. Namibia deja de ser un refugio seguro para las tropas del apartheid. A principios de mayo con el auspicio de Estados Unidos, que funge como “mediador”, se inician en Londres las negociaciones entre Sudáfrica de un lado y Angola y Cuba del otro. Un segundo encuentro tiene lugar en el Cairo a fines de junio, en el cual se fija otro para la segunda semana de julio en Nueva York.

Dos días después de la reunión de Egipto, ante un ataque provocador sudafricano, pasado el mediodía del 27 de junio, en Calueque, poblado angolano ubicado a unos 15 kilómetros de la frontera, nuestros Mig-23 asestan un golpe demoledor contra la guarnición racista del complejo hidroeléctrico. De los 50 sudafricanos apostados allí, la mayoría es aniquilada, probablemente algunos logran escapar y uno queda con vida y ánimo para registrar el hecho en una pared, en idioma afrikáner (existe prueba fotográfica), con la siguiente frase lapidaria: Los Mig-23 nos han partido el corazón.

Durante los siguientes seis meses se efectuaron negociaciones en diversas ciudades del mundo (Nueva York, Ginebra, Brazzaville) en medio de un alto al fuego, en que los sudafricanos pretendían ganar tiempo para efectuar sus elecciones municipales y regatear acerca de los términos del calendario de retirada de las tropas cubanas, toda vez que los plazos perentorios de salida de Namibia de las tropas de ocupación de Pretoria estaban determinados con precisión en la Resolución 475/78 de la ONU para la independencia de esta nación de África suroccidental.

El 22 de diciembre de 1988 se firman en la ONU los Acuerdos para la Paz en el suroeste de África. Tuve el honor de presidir la delegación cubana que participó de ese momento histórico en Nueva York, como antes lo había hecho en los encuentros iniciales de Londres y el Cairo. El 21 de marzo de 1990 el proceso de descolonización de Namibia culmina con el triunfo de la SWAPO en las elecciones y el ascenso de San Nujoma como jefe del Estado naciente.

Nuestra delegación vibró de emoción junto a todo el pueblo de Namibia cuando en Windhoek descendió del mástil la bandera del apartheid y se elevó soberana la enseña nacional de Namibia. Y otra emoción no menos intensa vivimos aquel día, el abrazo de Nelson Mandela, libre ya para siempre y al frente de la lucha de su pueblo victorioso.

Con 36 días de antelación a la fecha fijada en los Acuerdos de la ONU, el 25 de mayo de 1991 llegan a La Habana en cinco aviones los últimos cientos de combatientes internacionalistas que quedaban en Angola.

Termina exitosa la epopeya militar de Cuba en África negra, iniciada por el Che el 14 de abril de 1965. Se había extendido durante 26 años, protagonizada por 380 mil combatientes y 70 mil colaboradores civiles, 450 mil hombres y mujeres de nuestro pequeño país. Dos mil de ellos ofrendaron generosamente sus vidas por la causa de la libertad y el progreso de África.

XII

En los doce y medio años siguientes, desde aquel 25 de mayo de 1991 hasta hoy, Cuba sigue prestando su colaboración internacionalista a África. El uniforme verde olivo del combatiente fue sustituido por la bata blanca del médico, de la enfermera, del laboratorista.

El espíritu solidario de la Revolución Cubana hacia los pueblos hermanos no se expresa solo en la colaboración con la lucha armada por la liberación y la defensa de su territorio soberano, sino en la ayuda en las esferas de la salud pública, la educación, la construcción y en numerosos otros campos de la ciencia y la técnica, así como en el auxilio urgente en casos de desastres naturales.

Hoy vivimos en un mundo unipolar. Somos víctimas de una guerra económica genocida por parte de Estados Unidos que ya dura más de cuatro décadas y amenazados de una guerra de agresión, preventiva y sorpresiva, tal y como lo proclama la nueva doctrina militar neofascista de W. Bush. El campo socialista y la URSS desaparecieron hace mucho tiempo y la Unión Europea se pliega a la política hostil norteamericana contra esta pequeña isla.

La opinión pública mundial podría considerar que no estamos en condiciones de brindar ayuda solidaria a otros pueblos, en la actual situación que enfrenta nuestro país y el universo. Sin embargo, los que así piensen se asombrarán con los siguientes datos:

Hasta el 30 de octubre de 2003, 13 mil 291 cubanos y cubanas brindan el concurso de sus modestos esfuerzos, dicho con las palabras del Che, en un centenar de países del mundo. El desglose de estas cifras es el siguiente:

En América y el Caribe 10 366 colaboradores en 39 repúblicas; 2 574 en 29 Estados africanos; 136 en 18 naciones de Asia y Medio Oriente y 135 en 15 países de Europa.

Más del 35% de estos trabajadores internacionalistas corresponde a médicos y técnicos de la salud, que previenen y curan enfermedades y salvan vidas en 64 países del orbe. Al mismo tiempo parte de este personal ejerce la docencia en facultades de medicina y escuelas de enfermería en 17 países. Las dos terceras partes de la colaboración en el terreno de la salud que Cuba presta, es con carácter gratuito. En otros casos, se trata de naciones con recursos para compensar la prestación de esos servicios o son patrocinados por organizaciones internacionales.

A esta cifra habría que agregar más de 10 mil médicos y de otras especialidades de la salud que a lo largo del segundo semestre del año 2003 llegaron a la República Bolivariana de Venezuela. Se trata de un personal con 10 o más años de graduado que ha realizado anteriormente, al menos, una misión internacionalista.

Ello quiere decir que la revolución, pese a sus dificultades de Periodo Especial, mantiene la misma política que inauguró el 24 de mayo de 1963 cuando llegó a Argelia, recién liberada del yugo colonial, una misión médica cubana integrada por 45 hombres y 10 mujeres: 29 médicos, 3 odontólogos, 15 enfermeros y 8 técnicos medios de la salud.

En aquellos años Cuba contaba con solo 3 000 médicos, ya que una cantidad similar había emigrado a Estados Unidos, cuyo gobierno hacía todo lo posible por dejarnos sin profesionales en todas las esferas y especialmente en esta, la más humanitaria y necesaria de todas, lo cual subraya el carácter inescrupuloso y criminal de la política imperialista contra Cuba.

Para no abrumar con datos, diremos que en cuarenta años transcurridos 54 mil 968 trabajadores de la salud han prestado sus generosos servicios en 94 países del mundo, sin contar el actual contingente que labora en Venezuela.

XIII

Si en cualquier lugar del universo acaece un desastre natural de envergadura, Cuba está dispuesta a prestar su urgente auxilio sin tener en cuenta para nada el régimen social o el carácter del gobierno del territorio afectado. Ejemplo de ello es la ayuda brindada al pueblo de Chile cuando sufrió los terremotos de 1960 y 1971. A Perú en 1970, hacia donde se envió no solo ayuda médica de urgencia, sino también la sangre que 100 mil cubanos donaron para las víctimas del desastre. Posteriormente, brigadas cubanas de la construcción edificaron 15 centros hospitalarios en el país andino.

Cuando el terremoto que asoló a Nicaragua en 1972, gobernaba allí el odiado tirano de la dinastía de los Somoza. Ello no fue óbice para que inmediatamente llegara el hospital de sangre, el personal de salud y los medicamentos necesarios en estos casos. Desgraciadamente, los medicamentos fueron objeto de la voracidad financiera de Somoza.

Honduras en 1974 recibió igual solidaridad, en este caso el desastre fue un ciclón. Argelia en 1980, México en 1985, El Salvador en 1986, Ecuador en 1987, Armenia en 1988 e Irán en 1990, contaron con nuestra presencia solidaria ante los terremotos que los asolaron.

En abril de l986, el accidente nuclear en una de las plantas atomoeléctricas de Chernobil produjo una tragedia humana de enormes proporciones. Cuba ofreció inmediatamente ayuda médica a las niñas y niños afectados por el siniestro. El hermoso campamento de pioneros de Tarará, en el litoral habanero, se convirtió en sanatorio para los que sufrieron los efectos de la nube radiactiva. Además del personal médico allí situado, se utilizaron los servicios especializados de otros centros de salud.

Desde 1990 hasta la fecha 20 400 pacientes, en su inmensa mayoría menores de edad, han sido y continúan siendo tratados en Cuba procedentes de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, ya que hasta varias regiones de las tres repúblicas eslavas llegaron los efectos del desastre.

Nicaragua sandinista en 1988 sufrió un ciclón y recibió nuestra ayuda. Igualmente en 1990, por las intensas lluvias e inundaciones de la costa Atlántica de ese país, y en 1992 por la erupción del volcán Cerro Negro.

En el heroico Vietnam la Brigada Médica Cubana, bajo el emblema de la Cruz Roja, realizó en el periodo de mayo de 1972 a enero de 1973 un total de 1 969 operaciones en condiciones de guerra, muchas veces bajo los bombardeos yanquis, sin contar las curaciones y otras asistencias menores.

Por Vietnam, los cubanos estábamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre. Cientos de miles de voluntarios se inscribieron en Cuba para ir a pelear al país de Ho Chi Minh si era necesario. El pueblo vietnamita tenía suficientes combatientes. Solo aceptó ayuda material y la presencia de la brigada médica.

Asimismo en 1973, una fuerza militar cubana actuó en la República Árabe de Siria cuando su pueblo se enfrentaba a la agresión israelí.

El total de trabajadores internacionalistas cubanos que han marchado a colaborar con otros pueblos hasta hoy, desde la Brigada Médica de Argelia en 1963, es de 178 mil 501: cerca de 86 mil en África, más de 71 mil en América y el Caribe, más de 16 mil en Asia y Medio Oriente y casi 4 000 en Europa; 160 países en total de los cuales el 90 por ciento corresponden al Tercer Mundo.

Además del sector de la salud, la colaboración en la rama de la educación ha sido muy importante aunque solo ha alcanzado gran masividad en países de habla hispana y portuguesa, como Nicaragua y Angola. Actualmente un novedoso sistema cubano de alfabetización masiva, con la ayuda de la radio o de videocasetes se utiliza en varios países del mundo y de un modo particularmente exitoso en la República Bolivariana de Venezuela.

Las construcciones, por el número de trabajadores movilizados, resultan también de los aportes más importantes. En el deporte es muy solicitada la presencia especializada de Cuba. La industria azucarera, la agricultura marchan a la cabeza de las ingenierías de los más diversos perfiles.

Junto con el envío de técnicos y especialistas cubanos al exterior nuestra ayuda al Tercer Mundo se ha materializado en el número de becarios que han cursado en Cuba sus estudios de nivel medio y superior.

Durante muchos años la Isla de la Juventud, al sur de La Habana, fue el lugar donde los sueños de los jóvenes se hacían realidad. Por allí pasaron 52 mil 200 estudiantes de 44 países.

En su visita a la isla-escuela, Julius Nyerere, entonces presidente de Tanzania, afirmó emocionado No hay sitio más bello bajo el sol. Antes y después de la existencia del centro universal de enseñanza (1977-1997), todas las instituciones de estudios superiores de Cuba, institutos tecnológicos y escuelas de nivel medio superior han estado y están siempre abiertas para los jóvenes del mundo.

En cuarenta años se han graduado –desde 1963– más de 40 mil profesionales de otros países y se han adiestrado en especialidades alrededor de 12 mil. En el curso iniciado en 2002 se matricularon en Cuba 12 mil 698 estudiantes en diferentes niveles, procedentes de cuatro continentes (en estas cifras no está incluida la Escuela Latinoamericana de Medicina, ELAM).

Nuestro país, que al triunfo de la revolución contaba con una población de 6 y medio millones de habitantes, el 23,6 por ciento mayor de diez años era analfabeta, el 45 por ciento de los niños de 4 a 14 años no asistían a la escuela y la población mayor de 15 años presentaba un nivel educativo promedio inferior a tercer grado. Hoy posee un nivel medio general de noveno grado y desde 1959 se han graduado más de 700 mil profesionales universitarios.

XIV

Una nueva institución que hubiera hecho exclamar a Nyerere de nuevo es la Escuela Latinoamericana de Medicina.

El primero de noviembre de 1998 en la clausura del XII Fórum de Ciencia y Técnica, frescos aún los recuerdos de las más horrendas imágenes que los huracanes “George” y “Mitch” dejaron a su paso por Centroamérica y el Caribe, Fidel dio a conocer al mundo la creación de este proyecto maravilloso. En septiembre del año siguiente comenzó el primer curso con 1 933 alumnos.

Cuba había enviado brigadas integradas por cientos de médicos y personal de la salud a estos países tan cercanos y queridos, que se mantienen desde entonces, prestan sus servicios en los lugares más abruptos e inhóspitos donde en muchos casos nunca se había visto un médico y allí desarrollan un Programa Integral de Salud.

El proyecto consistía en ofrecer a jóvenes de esas localidades y países desfavorecidos becas para estudiar medicina, con el propósito de que regresaran a sus lugares de origen dentro de seis o siete años a sustituir a los médicos cubanos.

A cinco años de enunciado el propósito, hoy estudian en la ELAM jóvenes de 24 países, 19 de ellos latinoamericanos y caribeños y 4 africanos. El país número 24 es Estados Unidos de América, donde los pobres no pueden pagar los costosos estudios de medicina.

Cada año en la ELAM ingresan 1 500 nuevos alumnos y se llegará en los seis primeros años a un total de diez mil estudiantes. La mayoría provienen de familias humildes y de lugares apartados. Están representados más de cien grupos étnicos con sus culturas y costumbres, sus ideologías y creencias religiosas, todo lo cual se respeta, formándose esta gran diversidad en función de una unidad cultural que contribuye al enriquecimiento y formación de todos con la participación activa de cada uno de los integrantes.

Dentro de veinte meses se graduarán los primeros cientos de alumnos de la ELAM, que al concluir el sexto año de su carrera harán el examen estatal para recibir el título de Doctor en Medicina.

Con esta iniciativa, Fidel nos enseña una vez más, que la práctica del internacionalismo es pagar nuestra propia deuda con la humanidad.



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