lunes, 22 de diciembre de 2008
Raúl Castro amigo del Che Guevara habló ante Lula presidente de Brasil y sus diplomáticos Cuba Revolucionaria entro al Grupo Río seremos libres
Intervención de Raúl Castro en almuerzo ofrecido por Lula
2008-12-19
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Palabras pronunciadas por el Presidente de Cuba, Raúl Castro, durante el almuerzo de honor ofrecido la víspera por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, como parte de la visita oficial que realizó a este país.
Querido presidente Luiz Inácio Lula da Silva;
Amigas y amigos brasileños;
Distinguidos representantes del Cuerpo Diplomático y de las diferentes instituciones del Estado brasileño:
Constituye para mí un motivo de profunda satisfacción encontrarme hoy en Brasil, cumpliendo la visita oficial que prometí a nuestro amigo, el presidente Lula, y con la que nos hemos propuesto contribuir a la profundización de las relaciones históricas entre nuestros pueblos.
Los lazos de hermandad entre Cuba y Brasil continuaron afianzándose a lo largo de los años, enriquecidos por una identidad cultural nacida de nuestras raíces. Solo faltaban a esa cercanía humana el incremento de los nexos económicos, que se multiplicaron con el gobierno que encabeza el presidente Lula.
Quisiera expresar mi gratitud por la inmediata ayuda solidaria del gobierno brasileño hacia el pueblo cubano tras el paso de los tres huracanes que afectaron a nuestro país este año y ocasionaron millonarias pérdidas materiales, cercanas al 20% del Producto Interno Bruto del presente año; o sea, cercanas a los 10 000 millones de dólares.
Estar en Brasil me permite expresar personalmente lo que ya manifesté en carta al presidente Lula: nuestro pesar por las pérdidas de vidas humanas y los daños materiales causados por las inundaciones en el estado de Santa Catarina. Lo hago en nombre de un pueblo que sabe muy bien lo que significa enfrentar desastres como esos.
Agradezco también el permanente rechazo de Brasil al bloqueo económico que se nos ha impuesto por casi 50 años y las recientes declaraciones de solidaridad y demanda de respeto para Cuba del Congreso brasileño.
Paso a paso, los cubanos y los brasileños, con voz propia, con respeto y sin intermediarios, compartimos posiciones comunes en defensa del Derecho Internacional, del multilateralismo, el derecho a la libre determinación de los pueblos, el rechazo a todo intento de imposición de la voluntad de un Estado sobre la de otros, y juntos abrigamos la firme convicción de trabajar por una mayor concertación política latinoamericana y por una integración más comprometida con la justicia social y la dignidad de los seres humanos.
En la reciente reunión que celebramos comentábamos que ya los latinoamericanos somos mayores de edad, que ya queremos tener voz propia y decirlo tanto a los vecinos del norte de nuestro continente como a Europa, a Asia, al mundo entero, y tenemos que dar los pasos que conduzcan a esa situación a que aspiramos desde hace siglos.
La reunión que concluimos las cumbres, porque fueron cuatro, de las cuales Cuba participó en tres de ellas constituye el primer paso de ese largo camino, pero ya hemos recorrido del largo camino un trecho muy grande; lo que queda no es tan largo, depende de los latinoamericanos, depende de que nos quitemos nuestro complejo, depende de que tengamos la firmeza de representar los intereses de nuestros pueblos ante potencias de las más grandes del planeta.
Cuba ha sido una experiencia en este medio siglo. Aceptamos la amistad y la diferencia con los demás. Hemos tenido que vivir parte de estos 50 años arrinconados, pero defendiéndonos con firmeza.
Esa firmeza ha demostrado que fue justa nuestra causa. Por eso puedo estar hablando en nombre de un pueblo libre e independiente, ante los queridos hermanos mayores del continente latinoamericano: el pueblo de Brasil, la próspera y cada vez más potente nación de Brasil.
No me voy a extender mucho. Se suele decir que los discursos de Fidel eran largos, no tanto como los de Chávez, y yo tengo fama de ser más concreto, soy menos inteligente que ellos y no puedo hablar de muchas cosas, ni mucho menos improvisarlas ; pero no es necesario, en este caso, extenderme mucho.
No voy a hablar de los intercambios comerciales, el progreso que se va logrando, el desequilibrio que poco a poco iremos equilibrando, hasta la medida de nuestras posibilidades de país pequeño frente a Brasil, pero se va logrando y el compañero presidente Lula se ha referido a este aspecto, con quien comparto todas sus palabras, desde que comenzó hasta que terminó, yo creo que eso merece un pequeño aplauso (Risas y aplausos).
Hablando de la cumbre que acabamos de efectuar en Salvador de Bahía, les decía que es un paso más en el complejo camino de la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe. Y en ese empeño, respetando nuestras diferencias, Cuba pondrá todas sus fuerzas en consolidar este objetivo.
Cuando el mundo entra en una crisis de consecuencias impredecibles, porque todos los premios Nobel de Economía y todos los que más saben de economía del planeta todavía no han coincidido dos o tres en cuál será el final de este camino, pero que golpeará con más fuerza a los más pobres, como siempre, vale la pena creer, como diría ese brasileño universal que es Oscar Niemeyer, que lo importante es tener siempre la idea de un mundo mejor dentro de nuestros corazones, y que si la miseria se multiplica y la oscuridad nos envuelve, ahí vale la pena encender una luz y arriesgar. Eso es lo que hemos hecho en Cuba.
Por todo ello, brindo por este abrazo en Brasilia, con la mente puesta en quien abrió el camino y nos acompaña desde La Habana, el compañero Fidel Castro, en su afecto por el pueblo brasileño y por ti, Lula, en la fe inquebrantable que siempre ha tenido en que prevalezcan las virtudes de los pueblos y los hombres, y en su convicción infinita, que es la misma de José Martí, de que solo unida nuestra América puede salvarse.
Llegué hoy de madrugada a Brasilia desde Salvador de Bahía, donde compartimos brevemente con tres presidentes más: Chávez, Evo Morales y el presidente Manuel Zelaya, de Honduras, y nos vamos igualmente de madrugada, en la próxima madrugada.
No me botan, me voy porque tengo miedo de enamorarme de Brasil y de su gente (Risas).
Muchas gracias (Aplausos).
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Salir del cerco
Arleen Rodríguez Derivet
2008-12-19
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Una cumbre histórica merecía un discurso histórico. Y Raúl lo hizo.
Fue el día en que América Latina le abrió los brazos a Cuba para que entrara con su dignidad, rotunda e intocada, en el concierto de las naciones del área, pero no en el antiguo, desprestigiado y obsoleto del que un día se desprendió bajo los impulsos de su libertad solitaria, sino en el de las repúblicas que hoy hacen presidentes mulatos, indios, mujeres, orgullosos de su origen y de su parentesco con la Isla solidaria.
Allí, donde lamentó “que no estuviera sentado Fidel” –acaso porque, más que absolviéndolo, estaba premiándolo la Historia-, el actual Presidente de Cuba puso a un lado el discurso escrito de antemano y con una sencillez que enmudeció a la sala, comprimió en solo segundos más de 50 años de cerco y resistencia, las razones del antes y el después de ese día, 16 de diciembre de 2008 que acaba de alcanzar rango de efemérides mundial, tal como lo fue desde el primer instante el suceso inverso, aquel que en 1962 se inventó para arrodillar a los cubanos por la osadía de intentar salirse del ministerio de colonias.
Girón, la Crisis, Kennedy, Krushov y un acuerdo perdido, Magosta, la guerra sucia, las bandas de alzados, las bombas y los incendios haciendo zafra de heridos y mutilados y el secreto compartimentado por la dura certeza de que a Cuba le tocaría en lo adelante defenderse absolutamente sola.
Entonces, quién sabe por qué, volvió atrás, a la noche de 52 años antes, al monte de las Cinco Palmas y al abrazo al hermano ¡vivo¡ pero “loco” –supuso él entonces- que tras contar siete fusiles y unos pocos hombres anunciaba la victoria de una guerra por comenzar contra uno de los ejércitos mejor pertrechados y más sanguinarios del hemisferio.
No, evidentemente no fueron ni casualidad ni la emoción las que trajeron a las palabras de Raúl el recuerdo de aquella noche, necesariamente oscura y fría –invierno en la Sierra Maestra- del 18 de diciembre de 1956. Pocas imágenes deben ser tan recurrentes en la vida del hombre soldado que reencuentra a su hermano jefe, tras soportar 13 días de persecución, hambre y cerco.
El “ahora sí ganamos la guerra” que Fidel pronuncia aquella noche alucinante, narrado por Raúl frente a sus colegas de América Latina ahora, adquiere nuevas resonancias y significados.
Cuando todos se disputan el abrazo al estadista cubano al final de las sesiones, no es posible escapar al simbolismo: se está reeditando en otra dimensión y en otro espacio la esencia del primer reencuentro.
En medio de la más espantosa oscuridad de los tiempos, cuando asedian implacables todas las crisis posibles para el planeta, con particular crueldad para los que menos tienen, hay en el abrazo de los hermanos otra celebración que parece afirmarse más en los sueños que en las certezas. Las naciones de América abrazan al país recién salido de 50 años de cerco. Y nadie tiene dudas otra vez de que ahora sí ganamos la guerra.
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