foto: Ernest Hemingway norteamericano, posa en la habitación que albergó alguna vez al Arq. Rodolfo Livingston argentino
Medio siglo de revolucionaria arquitectura por Toto
Buenos Aires, calle Talcahuano 1261, Biblioteca Guiraldes.
Son las 19 horas y la familia, muchos amigos y algunos clientes del arquitecto Rodolfo Livingston, convocados simultáneamente por Adriana Schotlender y la Dirección de Bibliotecas de la Ciudad, ven llegar al homenajeado que cumple sus 50 años con la arquitectura, exhibiendo orgulloso su mejor obra llamada Nidia Marinaro con el flamante heredero de ambos, en brazos.
La atemporalidad de Rodolfo se ve en la presencia de sus primeros hijos nacidos en otro siglo y en su aseveración: “no pienso morirme” lanzada dentro de un conciso, inteligente y emocionante discurso, con que nos homenajeó a todos los presentes.
Parado sobre un cantero que ofició de escenario en el jardín trasero del antiquísimo palacete donde funciona la biblioteca, compendió las 5 décadas de su trayectoria con simples y emocionantes conceptos.
Quien hizo de su humanidad y profesionalidad un todo, presenta al anciano que fuera gran amigo de su padre y saluda agradeciendo la presencia del dramaturgo Tato Pavlovsky, el periodista Ricardo Horvath, y otras personalidades de la cultura y el arte.
Lamenta la ausencia de la Embajada de Cuba, por el amor que lo une con la isla, pero desdiciéndolo el cubano Jorge Luis Mayo, segundo en la Embajada, se despega del grupo de gente y trepa al cantero junto a Rodolfo para expresar el agradecimiento, respeto y admiración del pueblo cubano todo. Honor a quien honor merece. Luego Livingston pide que sean los invitados quienes se expresen y especialmente pide “críticas desde sus clientes”. Como alguna vez lo fuí, lo acuso puntualmente de eternizar a mi hijo mayor en mi hogar, el que a pesar del refrán “el casado casa quiere” y enamorado de las reformas que nos hizo el arquitecto, nos trajo su esposa de inquilina y no se quiere ir más.
A pesar de ello le obsequio un antiguo compás escolar de chapa (circa 1948) que posee en la pata opuesta a la púa un receptáculo para un lápiz. Otras clientas-oradoras se deshacen en elogios a su talento profesional y el clima se hace más y más familiar cuando la oscuridad gana el jardín y nos pone a todos una máscara común.
Al pié de la escalera que lleva a los salones de la biblioteca, nos repartimos y acomodamos para escuchar, a quienes ahora desde micrófono y amparados por el ocaso dejan solo oir su voz y opinión sin que se los distinga. Espoleado por dichos de una periodista que confiesa “admirar al arquitecto por la pasión que él pone en su actividad y en los reportajes que ella le ha hecho” y quererlo “a pesar de su castrismo” vuelve a la carga el representante del pueblo que adoptó al arquitecto y a su método, que es utilizado oficialmente de extremo a extremo de la isla y hasta lo presentó como “cubano” en la Cumbre Hábitat celebrada en Budapest.
Jorge Luis Mayo segundo del Embajador toma la pequeñita frase anticastrista y comienza a desdoblarla deshaciendo sus pliegues y mostrándonos con acertadas y sabias palabras como Livingston llegó a ellos, como los fue estudiando, como les fue enseñando, criticando, ayudando, aprendiendo, con humildad, sagacidad, dedicación y valentía, cosas inherentes a Rodolfo pero que relacionadas con Cuba adquieren mayor dimensión. Hombre que hermanó pueblos, compendia Mayo y cierra su alocución “ por que el Arquitecto Rodolfo Livingston nos quiere bien”.
Brillante y efectivo como un yudoca que utilizando la fuerza del adversario lo derrota más efectiva y rápidamente.
Como broche de oro la argentina Irene Perpiñal, fundadora, hacedora y directora de la Escuela de Solidaridad con Cuba “Chaubloqueo” acusa como en un juicio oral al reo Livingston (de camisa blanca recostado contra el muro) cuanto le debe el pueblo argentino, por la valiente actividad que desarrolló por Cuba y su libro “Cuba Existe, es Socialista y No está en Coma” que utilizó para demoler el muro del bloqueo, entre los dos pueblos. Serena y cariñosamente Irene le endosó responsabilidad, en las casi 3 mil toneladas de solidaridad material enviadas a la isla, que fueran aportadas por los lectores de su libro y la creación del primer Museo Suramericano “Ernesto Che Guevara” nacido como inevitable fruto de “Chaubloqueo”.
Irene habló con mucho amor del pueblo cubano y aunque no pronunció el nombre Fidel, los presentes no pudieron evitar construir mentalmente, con esos conceptos y ejemplos, una imagen épica, barbada, inclaudicable, valiente, muchas veces profética y que también como el homenajeado de hoy, lleva 50 años de desarrollar, defender, profundizar, mejorar, retocar y hacer admirable a los ojos del mundo su admirable obra la Revolución cubana.
Eladio González (toto) 15 Diciembre 2006