viernes, 26 de marzo de 2010

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DEBATE: EL JUDAÍSMO OFICIAL Y LA DICTADURA

 

     El 15 de noviembre último, en la sede de la AMIA, la dirección de la comunidad judía rindió homenaje a los desaparecidos judíos durante la dictadura.

 

    El periodista Herman Schiller salió al cruce a esa iniciativa con una nota publicada en "Página 12" el 27-XI-09 con el título de "El judaísmo oficial, y la dictdura y el Pirkei Avot".

 

    Cuatro días después, el 1-XII-09, apareció en el mismo rotativo una réplica a esa nota suscripta por la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina con el título de "Ninguno es iluso".

 

   Pasaron algunas semanas y Schiller envió a "Página 12" una "réplica a la réplica" que la dirección de ese diario decidió no publicar aduciendo que "ya había pasado demasiado tiempo".

 

   Entonces Schiller remitió ese texto al diario "Crítica" y, después de varios días, cuando ya parecía que esa réplica tampoco encontraría eco en el diario fundado por Lanata, súbitamente apareció integramente el 15 de enero de 2010. Aunque cabe destacar que fue publicada no como columna de opinión sino en la sección "Cartas".

 

  A continuación reproducimos todo el debate: la primera nota de Schiller, la respuesta del citado grupo de familiares y la segunda nota de Schiller. Y, como complemento, un comunicado suscripto al principio del conflicto (en noviembre) por Oscar Kuperman, referente de CUBA-MTR (Coordinadora de Unidad Barrial-Movimiento Teresa Rodríguez). Ese comunicado lleva el título de "Hipocresía"

 

 

 

 

Opinión

 

                           El judaísmo oficial,

                           la dictadura

                          y el “Pirkei Avot”

                                            

                                                    Por Herman Schiller  (Nota aparecida en "Página 12" el 27-XI-09)

 

      Durante el acto de homenaje a Nueva Presencia realizado hace un año en la calle Castelli con la presencia  de Osvaldo Bayer, David Viñas, Victor Heredia y otros, la señora Frida Rosental, madre de Luis Ricardo, secuestrado el 31 de agosto de 1976, leyó un comunicado que suscribieron quince familiares de detenidos-desaparecidos judíos. El texto era muy claro y diferenciado de las historietas  que el judaísmo oficial ha puesto en movimiento de un tiempo a esta parte para autoblanquearse respecto al papel jugado durante la dictadura.

 

    “La alta jerarquía de la Iglesia y las fuerzas armadas   --decía el comunicado--, dos de los protagonistas de la criminalidad de la dictadura militar, pidieron perdón. Sabemos que fue un acto hipócrita, para adaptarse a los nuevos vientos políticos, porque de ningún modo están arrepentidos de lo que hicieron como autores y cómplices. Y, seguramente, si se les presentara otra oportunidad, lo volverían a hacer. Pero, al menos, trataron de disimular. En cambio, los ‘nuestros’, los del quehacer institucional judeoargentino y los distintos gobiernos israelíes, ni siquiera eso. Y en los últimos tiempos han desatado una feroz ofensiva de autoblanqueo para ocultar su complicidad. Los abajo firmantes, representantes de los casi 2000 judíos detenidos-desaparecidos que sufrieron el antisemitismo de los asesinos, denunciamos esta actitud oportunista de los dirigentes judíos locales y de los gobernantes israelíes. Renée Epelbaum, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, acuñó aquella frase que se hizo carne entre nosotros: ‘No quisiéramos enterarnos que nuestros hijos judíos fueron asesinados con armas israelíes’. Además, recordamos muy bien el manoseo despiadado que recibíamos en la sede de la DAIA cuando acudíamos solicitando auxilio en aquellos días de dolor e incertidumbre y nos lanzaban una cachetada en forma de reproche: ‘A ustedes les pasó ESTO porque no les dieron a sus hijos educación sionista’. Hoy, al pretender falsificar la historia y disfrazarse de héroes de los derechos humanos, están haciendo desaparecer a nuestros familiares por segunda vez”.

 

     Bastante tiempo atrás, otra madre judía, María Gutman, integrante de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y madre de Alberto, secuestrado el 28 de noviembre  de 1976, publicó en el periódico Nueva Sión que se edita en Buenos Aires (diciembre de 2001, página 10) una crítica parecida a raíz de las movidas que en esos días generó el gobierno de Israel.

 

     “He leído con atención este escrito aberrante que es el ‘Informe oficial de Israel sobre desaparecidos judíos en la Argentina ’”, señaló la señora Gutman para agregar a renglón seguido: “No me sorprende el descaro y la desfachatez de las autoridades israelíes, que no dicen absolutamente nada de su nefasto papel en esa época. Israel, al igual que sus patrones norteamericanos, le dieron a la dictadura apoyo económico, político, moral y armamentístico. Nuestros queridos hijos sufrieron una doble persecución: por parte de los fascistas uniformados, que los torturaron y los hicieron desaparecer. Y, también, por parte de los fascistas judíos, que armaron a los asesinos. Con el agravante de que los fascistas judíos le reprochaban a nuestros hijos su militancia con el argumento terrible y sectario de que ‘no recibieron educación sionista’. ¿Cuántas veces nos dijeron a las Madres semejantes tonterías? Infinidad de veces. Y nosotras, además de haber sufrido la tragedia de la desaparición de nuestros hijos, teníamos que soportar  --encima--  los reproches de los burócratas del aparato sionista (…). Cuando en 1982 el primer ministro Shamir vino a Buenos Aires, no nos quería recibir. La delegación de madres era muy numerosa (había judías y no judías) y después nos atendió unos pocos minutos por compromiso, cuando lo presionamos para que nos atendiera a todas y no a dos o tres como él pretendía. Shamir es un fascista y yo soy antifascista. También lo era  mi  hijo. Y yo estoy profundamente orgullosa de los sueños revolucionarios y de las luchas de mi hijo. Que era judío y, a lo mejor, fue asesinado con armas israelíes”.

 

 

     Frente al oportunismo e hipocresía con que el judaísmo oficial pretende en los últimos años abordar este tema, suelo habitualmente, en discursos y escritos, esgrimir todos mis argumentos para denunciar la falsedad de la pretensión. Hoy, frente a un nuevo acto convocado por los dirigentes de la AMIA para rendir “homenaje y recordación a los desaparecidos judíos en la Argentina ”, preferí transcribir los conceptos vertidos por dos madres judías. Me parece que son mucho más categóricos e irrefutables   --y con mucho mayor  peso en calidad de testimonio y documentación--    que lo que pueda decir alguien como yo, profundamente involucrado en esta historia, pero no directamente afectado por la tragedia.

 

     De todos modos quiero agregar un par de anécdotas que, al menos por ahora, completan el panorama.

 

El secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde,  hace algo más de seis años, cuando todavía era juez federal, participó conmigo (y con María Gutman)  en un programa televisivo de la comunidad judía conducido por el periodista Daniel Schnitman.

 

     Duhalde, en su intervención, narró de qué modo, sobre los finales de la dictadura y junto al poeta Vicente Zito Lema, entrevistaron en Europa a Peregrino Fernández, un policía que se quebró y confesó buena parte de las atrocidades cometidas por él y sus compinches durante la égida del terrorismo de Estado. Duhalde transmitió que Peregrino, durante la extensa confesión, dio pormenores de cómo Herzl Inbar, ministro consejero de la embajada de Israel en la Argentina , les daba “instrucciones antisubversivas”.

 

    Recuerdo muy bien el episodio. Las declaraciones de Peregrino se habían registrado a mediados de 1983 y, al tomar estado público, familiares de desaparecidos judíos se dirigieron a la embajada de Israel (entre ellos Fanny Bendersky, que luego trabajó durante muchos años en el CELS) para que ratifiquen o rectifiquen la afirmación de Peregrino. Nunca hubo una respuesta.

 

    Pero para entender mejor la filosofía existencial de la dirección de la comunidad judía, vale la pena recordar un hecho que protagonizaron en noviembre de 2001. Por loco que pudiera parecer, los dirigentes de la DAIA , en aquellas horas de auge de las luchas populares previas al Argentinazo del 19 y 20 de diciembre, rindieron homenaje a la policía. Y uno de los homenajeados (que recibió diploma, medalla y beso) fue nada menos que el comisario Jorge Palacios (alias Fino), que por aquel entonces era el jefe de la denominada “unidad antiterrorista”, un organismo plagado de elementos fascistas.

 

    “Fino” Palacios, que hoy está donde tiene que estar, había integrado antes el POC (Policía de Orden Constitucional), sucesora de una tétrica repartición como fue “Coordinación federal”, famosa por sus torturas y sus crímenes. El POC, que durante mucho tiempo negó la masacre de la AMIA y argumentó que en realidad lo que había ocurrido allí fue el “estallido de un  calefón” (sic), sospechosamente perdió 70 cassettes con escuchas telefónicas y las agendas de Telleldín que comprometían a mucha gente. También perdió el llavero de oro que la policía le había regalado a Alfredo Monjo, el revendedor de coches usados, que trabajaba para las fuerzas policiales y que, todo parece indicar, que fue el hombre que vendió la Traffic usada en la masacre.

 

     Este hermoso y fino personaje fue homenajeado por la DAIA en el año 2001.

     

     Un tratado judío de la antigüedad, “Pirkei Avot”, escrito en idioma arameo, contiene un aforismo, un consejo, que debería guiar a todo buen judío: “Al titvadá larashut”, no te acerques al poder.

 

    La comunidad judeoargentina, en otros tiempos (por ejemplo, durante el pogrom de la Semana Trágica de 1919), cuando la mayoría de sus miembros eran obreros, artesanos o clase media baja, había mostrado una honrosa tradición de lucha y de confrontación con las autoridades. En las últimas décadas, obnubilada y manipulada por su dirección burguesa y reaccionaria, ha estado mimetizada con el poder de turno. Poder político y poder económico. Y casi nadie parece recordar el bello aforismo del “Pirkei Avot”.

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NINGUNO ES ILUSO

 

                 Por la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos  (Nota aparecida en “Página 12” el 1-XII-09)

 

      La columna de opinión del periodista Herman Schiller publicada el viernes 27 por este diario contiene algunas fallas anémicas del autor y otras de ausencia de información, para quien fuera cocreador de nuestra Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina.

 

     Las familias de los judíos desaparecidos nunca terminarán de agradecer a Herman Schiller el espacio que nos brindó en el periódico Nueva Presencia, mientras se publicó. Creemos que todavía no se le brindó el suficiente reconocimiento, debido a su valentía, los riesgos corridos y la dedicación en la lucha, cuando en los aciagos momentos la mayoría de la sociedad, incluyendo las instituciones centrales, nos daba la espalda.

 

     Pero ello no le da licencia a tratarnos con desprecio pretendiendo incluirnos en sus calificaciones sobre la dirigencia de la comunidad judía e insultar nuestra batalla, enarbolada siempre tras la bandera  de la defensa de los derechos humanos y tomando como motivos esenciales la Memoria , la Verdad y la Justicia.

 

     No somos los únicos familiares  judíos. Hay otros que, sin coincidir con nosotros, realizan sus luchas de manera distinta y en campos diferentes. Sus modalidades son tan respetables como lo son las nuestras. En este camino nadie es dueño de las certezas absolutas.

 

    En cuanto al Estado de Israel, éste realizó un acto de revisión y contrición respecto de sus  actitudes para con los familiares de los desaparecidos durante la dictadura y después de ella, en una reunión especial dedicada al tema en la que nos hicimos presentes. La Comisión Interministerial Israelí tiene elaborados tópicos no mencionados en la columna de Schiller, que incluyen aquellos planteados en nuestros testimonios y para los cuales exigimos su cumplimiento. A quien le interese, puede consultar la página web de la Comisión para informarse. Fuimos nosotros los que exigimos que  la AMIA hiciera su acto de arrepentimiento, reivindicando la lucha de nuestros hijos y respetando sus memorias. Eso no significa que la tarea haya concluido. La AMIA y la DAIA aún deben elaborar un documento historiográfico serio, que dé cuenta con nombres y apellidos del doloroso silencio durante el nefasto período de la dictadura. No nos satisface lo que hasta ahora publicaron. En un artículo de este diario el rabino Daniel Goldman indicó que “asumir con valentía las responsabilidades y no trasladarlas a las generaciones futuras es percibir el papel que la verdad juega en nuestras vidas”

 

     También queremos recordarle a Schiller que en diciembre de 2004 se inauguró un altorrelieve en memoria de los desaparecidos judíos en la plaza seca del edificio de la AMIA obra realizada por la artista Sara Brodsky, una de nuestras madres. Dicho acto contó con la presencia del presidente Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. A partir de ese año, en ese lugar, periódicamente se rinde homenaje a nuestros hijos. Vale aclarar que no es la AMIA la que organiza el acto, sino nuestra Asociación en el predio de la mutual. La AMIA nos asiste con la infraestructura funcional y su importante colaboración comprometida.

 

    Nos llama la atención que el periodista aparentemente nos acuse de acercarnos al poder político y económico para refugiarnos en él cambio de “blanquear” situaciones, porque ¿no suena a desvarío imputar algún grado de corrupción al hecho de querer reivindicar los sueños y las utopías de nuestros hijos, justamente en un predio que sufrió un atentado? ¿De qué lucro económico podría supuestamente estar hablando, y a qué poder se refiere? Parece que Schiller olvida que hemos perdido lo mejor de nosotros, y que todavía los extrañamos. Parece que Schiller borra de su memoria la incansable lucha que llevamos desde hace más de 30 años.

 

     A esta dirigencia, así como a las anteriores, le requerimos que comparta nuestro dolor, que comprenda nuestra batalla y el malestar que nos provoca la mucha indiferencia  que todavía existe sobre el tema en el seno de la comunidad. Ahora podemos hacer estos actos, ya que algunos estratos de esta dirigencia (no todos) participan de nuestro padecimiento. Valga la diferencia. Si desde sus posiciones comunitarias comparten el espacio, no nos interesa que alguien crea que sea una actitud tibia, descarada y desfachatada, porque en verdad, nada alcanza para homenajear a nuestros jóvenes.

 

    Hemos gastado bastante suela de zapatos en esta senda. Somos grandes, Herman, pero ninguno es iluso. Recordamos quiénes nos acompañan todo el tiempo, sabemos detectar a los oportunistas y reconocemos a los reaccionarios de siempre, golpistas que hoy se disfrazan de republicanos exigiendo seguridad. Quédese tranquilo Schiller, porque con estos últimos no estamos dispuestos a compartir absolutamente nada. Amerita finalmente madurar en la reflexión, amigo. Pobre de aquel que confunde el pasado con el presente.

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     LA DIRECCIÓN JUDIA ENTRE VIDELA Y  POSSE   

 

                                          (Por Herman Schiller, nota aparecida en la sección "Cartas" del diario "Crítica" el 15-1-10)

 

   Después de treinta años de participar en sus luchas y contradicciones, Hebe Bonafini decidió echarme de su lado. Ocurrió en febrero de 2007. Mi delito, según ella, había sido “llevar enemigos del gobierno, como los trotskistas y otros” a las actividades masivas que coordinaba en la Universidad de Madres. Pero, en realidad, no era así. Aunque no lo parezca, no soy un provocador y, más allá de la dramática voltereta actual de la histórica líder de Madres de Plaza de Mayo, me limitaba en ese ámbito a coordinar debates sobre la situación nacional e internacional, donde muchas veces polemizaban partidarios del kirchnerismo y sus adversarios del campo popular. Nunca hubo  allí una sola opinión, ni siquiera cuando un referente de los jubilados cuestionó la política previsional de las autoridades. Pero no había caso. Hebe es partidaria del pensamiento único (y yo he sido uno de los grandes culpables de haber sido condescendiente durante muchos años con ese pensamiento único, porque, como se sabe, a los revolucionarios no se los discute) y aquellos debates   --pluralistas, críticos, controversiales--   fueron considerados por ella como una “afrenta  a las Madres”. Y yo resulté una suerte de “traidor”.

 

   Me volvió a la memoria este episodio cuando el 1º de diciembre último leí  (en Página 12)  la respuesta  de la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina (“Ninguno es iluso”) a mi nota del 27 de noviembre que, también en Página 12,  planteaba una posición crítica frente a la actitud genuflexa y cómplice con la dictadura militar del judaísmo oficial. Esa respuesta de los familiares, escrita con mucha cautela y sobriedad, dice que mi enfrentamiento a la dictadura no me da “licencia a tratarnos con desprecio”.

 

    Una y otra vez releí mi nota (“El judaísmo oficial, la dictadura y el Pirkei Avot”) y, por más esfuerzos que hice, no encontré nada que pudiera ser considerado un “desprecio” a los familiares. Y mi conclusión es que así como Hebe arguye que tomar distancias del kirchnerismo constituye algo así como un insulto a las Madres, parecería que este grupo de familiares judíos considera que criticar a los dirigentes de la DAIA es lo mismo que criticarlos a ellos.

 

    Y esta identificación me llenó de dolor y angustia, porque si bien es cierto que no tenemos la misma filosofía política para evaluar la coyuntura, siempre consideré a Brodsky, Wainstein y demás integrantes de esa Asociación no sólo como compañeros a quienes quiero mucho y con los que compartí en el pasado tantas luchas y sinsabores, sino también partícipes de mi propia trinchera.

 

   Por eso, si el misil hubiera venido del judaísmo oficial (Amia, Daia o embajada israelí), mi reacción hubiera sido inmediata. Así tardé un mes para poder mentalizarme.

 

   Aunque en realidad la mejor respuesta no se la dí yo, sino el propio “establishment” judío que, apenas dos semanas después, el 15 de diciembre, mostró en realidad quién es el verdadero “despreciador”. Concretamente me refiero al almuerzo que la B ’Nai Brith (uno de los epicentros gravitantes de la comunidad judía argentina) le ofreció a Abel Posse, quien, obviamente, como lo ha hecho en otros lados y oportunidades antes de que la movilización popular lo obligara a renunciar, reivindicó allí la “lucha antisubversiva” del régimen militar y la necesidad de “reconciliación”. O sea, que se terminen los juicios a los genocidas.

 

   De todos modos, debe admitirse que se trata de una polémica nada fácil. Hay dos posiciones muy polarizadas: una, la del judaísmo oficial, que dice que “hicimos todo lo que pudimos y salvamos muchas vidas”. La otra responde que “ustedes apoyaron a la dictadura y fueron cómplices de las masacres con la venta de armas israelíes”.

 

    ¿Quién tiene razón? Lo significativo es que en la propia esfera de la comunidad judía se estaba comenzando a conocer la verdad. Fue cuando la DAIA , en uno de sus contradictorios arranques, le encargó al Centro de Estudios Sociales (CES) que investigue lo ocurrido con los judíos en aquella etapa. Pero ocurrió que la entonces directora de ese Centro, la licenciada Beatriz Gurevich, se tomó el trabajo en serio, con un gran sentido académico, e inicio su tarea con la grabación de centenares de casetes, que en su mayoría incluían declaraciones de familiares de detenidos-desaparecidos judíos de todas las tendencias, donde   --estoy convencido--  quedaba plenamente demostrado el comportamiento real de la dirección judía en esos años.

 

   ¿Qué pasó con la investigación? De pronto los casetes desaparecieron como tragados por la tierra. Al principio dijeron que se habían perdido (igual como había pasado con los famosos casetes con testimonios sobre la masacre de la Amia que la Side “perdió”) y, finalmente, ante el crecimiento del escándalo, aseguraron que “estaban en Israel”.

 

 

   Ya señalé en otras ocasiones que, durante mi visita a Israel en 1999 después que testimonié ante el juez Baltasar Garzón en Madrid, en un acto público llevado a cabo en “Tzavta” de Tel Aviv, dos integrantes del ala izquierda del laborismo, Iosi Sarid y Amnón Rubinstein, denunciaron “el papel nefasta de los diferentes gobiernos israelíes como cómplices de las peores dictaduras latinoamericanas y del apartheid sudafricano”. Y Sarid agregó: “Israel debería pedir perdón a todos los familiares de las víctimas de esos regímenes sangrientos”.

 

   Que yo sepa no se conoce ningún pedido público de perdón. Sólo prevalece una feroz campaña de autoblanqueo.

 

    A esta altura quiero volver a puntualizar una vez más algo antes de seguir adelante: no estoy tratando de levantar mi persona y de disminuir todo lo que esté enfrente. No es que en esa época yo era bueno y el grueso de la comunidad judía malo  --a lo mejor, y seguramente, debe haber sido al revés, porque no puedo ni debo omitir que cometí muchísimos y gruesos errores--,  sino que se trataba de los criterios filosóficos e ideológicos, absolutamente antagónicos, con los que se tomó el asunto desde el principio: para mí los desaparecidos eran mis compañeros de lucha, muchos de ellos combatientes de las organizaciones armadas populares, mientras que para el judaísmo oficial eran terroristas que estaban en la vereda de enfrente. Esto lo subrayo con la voz más alta que tengo para destacar de nuevo el oportunismo de los que hoy, tardíamente, pretenden subirse a la cresta de la ola de moda de los “derechos humanos”.

 

   En aquellos días de horror, casi la totalidad de liderazgo judeoargentino descalificaba a los desaparecidos con la clásica muletilla del sionismo de derecha: “Se trata de judíos antiisraelíes asimilados”. Hoy les respondo que todos los judíos detenidos-desaparecidos (hasta ahora se llevan contabilizados alrededor de 2.000), que entregaron su vida generosamente, y aunque no lo supieran o dijeran lo contrario, estaban para mí infinitamente más cerca de las utopías de justicia social de los profetas del antiguo Israel, como Amós o Isaías, que de los reaccionarios burgueses que desde añares vienen conduciendo las riendas institucionales judeoargentinas.

 

   Hace pocas semanas murió en Polonia Marek Edelman, que a los veinte años había sido uno de los comandantes de la rebelión del gueto de Varsovia. Sin duda, un héroe del pueblo judío. Edelman, sin embargo, era muy despreciado por buena parte del judaísmo oficial porque había decidido no hacer “aliá” (emigrar a Israel) y se quedó en su país para luchar por el socialismo y contra el stalinismo.

 

   Tiempo atrás había estado en Buenos Aires. Y durante una conferencia pública, Nora Cortiñas le preguntó qué opinaba del papel negativo cumplido por la Daia y otros dirigentes de la comunidad judía durante la dictadura. Marek Edelman hablaba en ídish y el que hacía las veces de traductor, no le tradujo la pregunta de Nora. Protesté y exigí que se le transmitiera la inquietud de una de las más conocidas referentes de la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Pero no hubo caso y la reunión fue levantada, porque sabían muy bien que el comandante habría dado la respuesta adecuada, poniéndolos patas para arriba.

 

   A los queridos familiares que no compartieron mi primera nota, les respondo: bienvenida la polémica. Hoy soy un judío piquetero que apoya los cortes de ruta que generan “caos en el tránsito” y comparte las calles con los desocupados que se tapan la cara para escándalo de TN, C5N y el diario La Nación. Dudo que me necesiten, pero si me necesitan ahí estaré como en los años de plomo. No para sumarme a los homenajes oportunistas, pero sí para luchar por la verdadera justicia.

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                                     HIPOCRESÍA

 

   Los dirigentes de la AMIA y de la DAIA , que en la época de la dictadura jugaron un papel nefasto como cómplices del terrorismo de Estado, persisten en su hipocresía.

 

   Y pretenden hoy rendirle “homenaje” a los detenidos-desaparecidos, cuando la verdad histórica es que compartieron con los asesinos su obsesión para descalificar a los compañeros, que fueron aguerridos luchadores antifascistas y no “terroristas”, como ellos decían.

 

  La inmensa mayoría de los familiares de los 2000 judíos detenidos-desaparecidos ya fueron harto elocuentes para describir y documentar el vergonzoso maltrato recibido por la cúpula de la comunidad judía.

 

   Esos detenidos-desaparecidos judíos lucharon por una patria socialista, sin explotadores ni explotados, sin discriminaciones y sin pobreza. Y nada tenían que ver con la filosofía reaccionaria, fundamentalista, medieval, a la que adhieren los dirigentes de la AMIA y de la DAIA.

 

   ¿Con qué derecho vienen hoy a hablar de “derechos humanos” y “homenajes” quienes, en los años de horror, estaban abierta y públicamente embanderados con los represores?

 

  ¿Con qué derecho insultan a los detenidos-desaparecidos judíos, cuando esos dirigentes compartieron la responsabilidad por la venta de armas israelíes a la dictadura?

 

   Hace un año, durante el recordado homenaje al semanario “Nueva Presencia” llevado a cabo en la calle Castelli, una madre de detenido-desaparecido judío, Frida Rosenthal, recordó la frase acuñada por René Epelbaum, una de las inolvidables iniciadoras de Madres de Plaza de Mayo, que tenía tres hijos detenidos-desaparecidos: “No quisiera enterarme que mis hijos judíos fueron asesinados con armas israelíes”.

 

  Llamamos a los sectores populares de la comunidad judía a no dejarse engañar por el oportunismo de estos representantes de la reacción.

 

  Y, al mismo tiempo, llamamos a rendirle homenaje a los judíos que lucharon junto al resto del pueblo contra la dictadura, la oligarquía y el imperialismo.

 

  Nosotros sí tenemos derecho a rendirle homenaje a los desaparecidos judíos. Desaparecidos como Rubén Kritzkautzky, Abraham Hochman, Saúl Micflik y tantos otros, que fueron nuestros compañeros de lucha hasta el último minuto.

 

  Y también rendimos homenaje a judíos revolucionarios como Simón Radowitzky, que hace exactamente cien años concretó un acto heroico de verdadera justicia popular, y Marcos Osatinsky, uno de los fundadores de las FAR, que participó, junto a las demás organizaciones armadas populares, en la lucha común contra la opresión.

 

  Reiteramos nuestro repudio a los dirigentes de la DAIA  y de la AMIA y denunciamos toda la mentira que esconde su pretendido “homenaje”.

 

                                           OSCAR KUPERMAN

                                           C.U.B.A.-M.T.R.

                           Coordinadora de Unidad Barrial

                           Movimiento Teresa Rodríguez