jueves, 17 de junio de 2010

Chaco pudo masacrar en Margarita Belén Argentina genocida

 

La búsqueda y la vida

Carlos Girotti *


En su blog  Mario Burgos, psicólogo de profesión y expreso político desde 1975 hasta el final de la Dictadura Genocida, insertó el 3 de junio un escrito que había redactado 6 años antes. “Hoy comienza el Juicio y renuevo mi esperanza de Justicia.” 

 


            
    Se refiere al Juicio por la Masacre de Margarita Belén, Chaco, ocurrida el 12 de diciembre de 1976. Con palabras que caen verticales como plomadas, Burgos rememora ese domingo tórrido en la Unidad Penitenciaria 7, el penal de Resistencia, conocido también por el absurdo nombre de Villa Libertad. Néstor Sala, Parodi Ocampo, Fransen, Duarte, Cuevas, Tierno y Barco son los apellidos voceados por los carceleros y el eco se agiganta en los pasillos y en las celdas. Son los militantes llamados a prepararse de inmediato para un traslado. 

 


                 “En todos los pabellones –señala Burgos– comienza la discusión acerca de qué hacer. Es domingo, llevamos varios meses de aislamiento, sin visitas ni otro contacto con el exterior, corren rumores sobre asesinatos contra otros Compañeros detenidos. Todo confluye a pensar que la vida de los Compañeros llamados a traslado está en peligro.” 


                  La Ley de Fuga, ese tenebroso eufemismo aplicado por los genocidas para asesinar a presos políticos legalizados por el régimen, es una certeza incontrovertible para los detenidos en la U7.   Dos de los 7 prisioneros que reciben la orden, Carlos Alberto “Carao” Duarte (24) y Luis Arturo Fransen (22) conviven con Mario Burgos en el mismo pabellón.   De inmediato tiene lugar una reunión: Carlos Kunkel, por los Peronistas, Alberto Petete Assadurian por el PRT, y el propio Burgos por el resto de la izquierda deben decidir qué hacer. Los 3 representan a los demás habitantes involuntarios de aquel pabellón y saben que lo peor, lo más temido, puede suceder y, tanto ellos como el resto, no quieren que Duarte y Fransen salgan. 


                 Es más: Piensan que lo mejor es resistir, llamar la atención, hacer tiempo hasta el lunes para que la  presencia de algunos familiares y 1 repercusión periodística en la Ciudad impidan que los Milicos se lleven a los Compañeros en sigilo. Pero dudan. La responsabilidad es enorme: “Nunca pude saber el tiempo que nos llevaron estas deliberaciones y cada vez que se menciona a Margarita Belén vuelvo a vivir esa desazón insoportable de tener la vida de varios Compañeros en nuestras manos. Cualquiera que se hubiera cortado por la libertad podía desatar una situación sin retorno. Pero todos aguantamos en la espera. Estábamos convencidos de que iban a asesinarlos". 


                 Mientras tanto, afuera del pabellón, la presión crecía. Los guardias les hacían saber que si ellos "No sacaban a los 7 la Gendarmería entraría a sangre y fuego”. Muchas eran las vidas que estaban en juego. Toda la población del Penal peligraba ante un hipotético conato de motín y ya no sería sólo la suerte de los 7 la que se decidiría en esas circunstancias pues, con toda seguridad, la Ley de Fuga se cobraría más víctimas indefensas. 


                 Los “yugas” (Carceleros) hacían correr el rumor de que tropas del ejército estaban estacionadas a la entrada de la prisión y eso no hacía más que acrecentar la duda entre los 3 responsables. No había cobardía en ello. Militantes templados en las horas terribles de la tortura y el desamparo, aquellos hombres eran perfectamente conscientes de la disparidad de fuerzas.     Una cosa había sido la solitaria determinación de cada 1 frente sus respectivos verdugos, de sostener sus convicciones y sus secretos más allá de la frontera marcada por picanas, submarinos secos y esa sed asesina que les secaba las gargantas cuando los estragos del choque eléctrico estaban a punto de destruirlos; pero otra cosa muy distinta era decidir por el resto.

 

 
                “Al fin –relata Burgos– comunicada nuestra indefinición a los jefes políticos de otros Pabellones, llegó un mensaje.” El alfabeto de los presos comunes y políticos, similar al de los sordomudos, señas y gestos lanzados desde remotas ventanas y atrapados en el aire por un receptor experto y furtivo.  La escritura es concisa y no se distrae en precisiones ni malgasta adjetivos. “Los Compañeros salen  –les dicen desde el Pabellón los otros miembros de la conducción Peronistas– y el Carao y Fransen comenzaron a abrazarnos  uno por uno sin vacilaciones, sin darnos tiempo casi a volver a discutir nada.” 

 


                  De hecho, el tiempo transcurriría más veloz que nunca. Ya para el día siguiente, los “yugas” tendrían  y les transmitirían la noticia de que eran 22 los trasladados y no 7 como habían creído; Que los habían llevado a la Alcaidía Policial; que allí los del Ejército los habían torturado una vez más; que luego los transportaron en camiones y que en 1 lugar denominado Margarita Belén los asesinaron a todos. 

 


                 “Transcribo sus nombres, sus edades y me abruma comprobar su juventud y la mía. Yo, con 26 años, me sentía joven en aquel tiempo y era más viejo que la mayoría de estos Compañeros, llenos de vida, capaces de cualquier logro con sólo proponérselo […] Pero su alegría, su inteligencia y la vida en sus cuerpos fueron alcanzados por 1 genocidio racional y determinado a eliminar todo vestigio de memoria y dirigencia, para que todo nos cueste más a los que nos queda el privilegio y la responsabilidad de estar vivos.” 

 


                 Los acusados por aquella masacre están siendo juzgados, señal de que los crímenes que perpetraron no les bastaron para arrancar de raíz la memoria infatigable del Pueblo. Pero también, de a poco o en ramalazos de esperanza, es posible hoy comenzar a juzgar el valor de aquellos que ofrendaron sus vidas y de aquellos que, como Mario Burgos, sobrevivieron a fuerza de mantener incólume su afán de justicia y reparación histórica. No puede haber desmemoria para todos ellos  ni actitudes que pretendan sepultar en el olvido que la Patria es siempre un torbellino de persistentes recuerdos, sangre popular derramada y escrituras trazadoras de futuro 


                ¿Cómo explicar si no la pertinaz negativa de la Sra. Ernestina Herrera de Noble a brindarle al Estado toda su cooperación para dilucidar la verdadera identidad de sus hijos apropiados? ¿Acaso esa negativa no contiene 1 relato de la Patria que excluye por siempre y para siempre a quienes, como en Margarita Belén, dieron todo lo que podían dar en pos de 1 mañana mejor? ¿No hay en esa Patria para pocos 1 vínculo genético, 1 histocompatibilidad positiva, con el autoritarismo y, más grave aún, con el Terrorismo de Estado? 


                 La búsqueda y la vida laten con insistencia al compás de estos interrogantes porque, como dice  Mario Burgos, “Nuestro Pueblo siempre construye 1 después, aunque se tarde en encontrar las respuestas".


* Sociólogo, Conicet

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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