foto de Leonor Pérez Cabrera, madre de José Martí y Pérez
Tres Madres
Por Adys M. Cupull
Cuba en el II Seminario del Pensamiento Iberoamericano de Mujeres Ilustres.
La acción de tres madres en la Historia de América Latina, es el motivo de mi intervención en el II Seminario sobre el Pensamiento Iberoamericano de Mujeres Ilustres que desarrolló el departamento de Antropología Social y Pensamiento Filosófico Español de la Universidad Autónoma de Madrid. “Las madres son el taller humano donde se forja la vida y también es taller que forja los sentimientos y el pensamiento.” Para hablar de ese taller, acudo a algunos conceptos de José Martí. El expresa que las familias son como las raíces de los pueblos, y quien funda una, y da a la Patria hijos útiles, tiene al caer en el último sueño de la tierra, derecho a que se recuerde su nombre con respeto y cariño. Leonor Pérez Cabrera, Lina Ruz González, y Celia de la Serna Llosa, fueron las tres madres escogidas y entrelazadas en la exposición con la vigencia del pensamiento martiano.
Leonor Pérez Cabrera, española, nacida en Santa Cruz de Santiago, en Tenerife es la madre de José Martí Pérez, el Héroe Nacional de Cuba, él afirma haber heredado la entereza y rebeldía de sus padres. Calificó a Leonor de valiente y nobilísima. Subrayó entre otros escritos referidos a ella: “…pues mi madre, Sres, aunque por su heroica entereza y clarísimo juicio, la tenga yo por más que princesa y más que reina, es una mujer humilde…” 1) estas y otras virtudes que heredó, le permitieron a José Martí elegir el Bien, entre las dos insignias de la vida.
En las particularidades de Leonor, señaladas por su hijo, hay semejanzas con otras madres, que dejaron como herencia a su familia, parecidas virtudes, entre estas mujeres se encuentra la cubana Lina Ruz González, madre de Fidel Castro Ruz, Comandante en Jefe de la Revolución Socialista de Cuba, y la argentina Celia de la Serna Llosa, madre del Comandante Ernesto Che Guevara.
Ellas abrazaron el ideario de La Revolución Cubana, continuadoras en su tiempo, del ejemplo de Mariana Grajales, a quien Martí señala como la Madre de todos los cubanos que luchaban por la Libertad.
Al hablar de las tres madres, agradecí el gesto precursor, que tuvieron los organizadores de este Seminario sobre el Pensamiento Iberoamericano de Mujeres Ilustres al incluir en el evento, el estudio de sus vidas y obras, espacio donde fueron enaltecidas junto a otras grandes mujeres hispanas.
El estudio de sus vidas y pensamiento lo concebí en un esquema de forma piramidal en cuya base se encuentran sus nombres. Destaqué las concepciones que intervinieron en la formación de cada una, la coincidencia de sus ascendencias españolas, y el momento en que existieron con vida las tres, sin conocerse: Una ya anciana, Leonor Pérez Cabrera; otra, de tres años, Lina Ruz González, y Celia de la Serna Llosa, de un año, tiempo transcurrido entre los meses de junio de 1906 en el cual nace Celia, y julio de 1907 fecha en que fallece Leonor.
Señalé en la pirámide los lugares de nacimiento, los nombres de sus ascendientes españoles, más cercanos. Luego hacia la cúspide, los valores que ellas defendieron en sus hogares, y priorizaron en la educación de sus hijos, destacando los pilares coincidentes en las tres, que son: la unidad en la familia; el trabajo para su sostenimiento; y el estudio permanente para salvaguardar los logros y ser útiles en el hogar y en la sociedad.
En la vida de cada una sobresalen ejemplos de valores que practicaban tales como: la voluntad de vencer, disciplina, honradez, entereza, la veracidad, sinceridad, autoestima, ternura, sencillez, lealtad, amor a la lectura, amor a la naturaleza, a los animales, sentido de justicia, rebeldía, solidaridad, humanismo, sentido de dignidad y de la Libertad.
El pensamiento de José Martí Pérez, resaltó de vez en vez, como hilo conductor, de una a otra época, sus palabras salen de escritos referidos a las madres, entre ellos el poema Yugo y Estrella, el drama Abdala, su escrito El Presidio Político en Cuba, y el dedicado al crimen detestable que España cometió contra los Ocho Estudiantes de Medicina, el 27 de noviembre de 1871, asesinados para satisfacer la sed de sangre y el odio de los colonialistas llamados Voluntarios de La Habana. Ese día fusilaron a ocho inocentes estudiantes universitarios, hijos de padres españoles, cuyo único delito era ser cubanos, en ellos se ensañó la jauría sádica que pedía represalia, y muerte a inocentes.
Ya José Martí, había publicado sus escritos y poemas patrióticos. En su drama Abdala, expresa que “Nubia”, o sea, Cuba lo reclamaba, su madre también, pero a ella le responde que el amor a la Patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca. Tras una adversa acusación el joven fue condenado a la prisión política en las canteras y luego fue desterrado a España.
En 1871, se encontraba desterrado en la patria natal de sus padres, tenía 18 años, allí conoció la noticia referida a los hechos del 27 de noviembre, José Martí consideraba a los estudiantes fusilados como sus hermanos. Entre los sancionados a prisión política en 1871 se encontraba su amigo Fermín Valdés Domínguez. En esos días Leonor intuía que su hijo pudo haber sido uno de aquellos estudiantes mártires. En 1872 para rememorar el injusto hecho escribió que las madres de los estudiantes de medicina aún buscaban la sonrisa de sus hijos, aún extendían los brazos buscándolos para estrecharlos en sus pechos, aún brotaban de sus ojos raudales de amarguísimo llanto; y se alzaban ante los matadores con el inmenso grito del juez que no se equivoca. Su manifiesto circuló en la ciudad, impreso, situado en algunas esquinas de la Corte de Madrid.
Este crimen hizo llorar a toda Cuba, Leonor Pérez Cabrera, sufrió, y lloró, tanto como las madres cuyos hijos habían sido asesinados, sentía el dolor por el hijo desterrado, enfermo, sin la esperanza de poder verlo. Después de 1895, vio a los nietos José Francisco y Alfredo alzarse contra el dominio de España. Así fue el siglo XIX. Llegó el siglo XX y el sufrimiento de Leonor continuó, vivió los días de la concentración y los primeros años de la injerencia e intervención de Estados Unidos en Cuba.
Comenzó otra etapa histórica de oprobios para las madres cubanas, el naciente imperio del norte revuelto se convirtió en el protector de los gobiernos sometidos a sus intereses, se hizo cómplice de las masacres, torturas, y persecuciones que estos realizaron contra el pueblo durante las cinco primeras décadas, en esos años se multiplicaron por miles los crímenes cometidos.
1950 es una de las décadas más dolorosas de la Historia de Cuba, los hijos les eran arrebatados a las madres y aparecían asesinados, torturados, se había ultrajado la Patria, se violó la Constitución que regía su destino, una tiranía cruel implantaba la represión. El ejército asolaba ciudades y campos, masacraba a los estudiantes, trabajadores, campesinos, se suspendieron las garantías constitucionales, fueron cerradas las universidades.
Se escuchó el reclamo de Abdala para liberar a Nubia: ¡Cuba! Los hijos de Lina Ruz González seguidos de una generación de jóvenes martianos, no esperaron la segunda llamada, y muchas madres, entre ellas, Lina, sufrieron el martirologio pero convencidas que la lucha por la emancipación de su pueblos era el único sendero decoroso y firme. Ella entre la angustia y el dolor, sintió satisfacción cuando reconoció el valor de sus hijos, de los que hicieron revivir las ideas de justicia y Libertad de José Martí Pérez, Autor intelectual del Moncada, en 1953, año de su Centenario.
Después del 26 de Julio de 1953, ser joven, era un delito, en la Patria de Martí, continuó la represión, detenciones, torturas, los intentos de asesinato, la incomunicación, el juicio de los asaltantes, la cárcel, la lucha del pueblo por la amnistía, y el exilio en México, ciudad que fue el lugar histórico en el cual se encontraron los hijos de Lina Ruz González con el hijo de Celia de la Serna Llosa: Ernesto Guevara. el joven nacido en la tierra de José de San Martín, que al hallarse con los combatientes cubanos en el exilio y específicamente con Fidel estudia el pensamiento anticolonialista, antifeudal y antimperialista del hijo de Leonor Pérez Cabrera, lee La Historia me absolverá. Conoce la Historia de Cuba e hizo suyas las ideas martianas, así lo escribió en el poema que dedicó a Fidel antes de partir como médico en la Expedición del Granma, en el que reafirma: “Vámosnos, ardiente profeta de la aurora, por recónditos senderos inalámbricos, a liberar el verde caimán que tanto amas, vámosnos, derrotando afrentas con la frente plena de martianas estrellas insurrectas, juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte 2)
Antes, en una carta a su madre le pide comprensión y señala:
“…la madre de los Maceo se lamentaba de no tener más hijos para ofrecer a Cuba. Yo no te pido tanto. Simplemente que mi precio o el precio de verme no sea algo que esté contra tus convicciones o que te hagan arrepentir algún día…” 3) Indudablemente su madre tenía sus mismas convicciones acerca de la libertad y la justicia. Los hijos de Leonor, Lina y Celia se pararon sobre el yugo, para lucir mejor en su frente la estrella que ilumina y mata, sostenida hoy en lo más alto por su pueblo.
“Yugo y estrella”.
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
“Flor de mi seno. Homagno generoso,
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo, quien lo acepta, goza.
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella.
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey torna a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que a la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, ¡crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo;
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón; cuando a los vientos
De Norte y Sur vertió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso mas sube en la sombra!”
-Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata. 4)
1) Adys Cupull y Froilán González Creciente Agonía, Editorial José Martí, 2007.p10
2) Estrellas Insurrectas, Galher, Madrid, España 1997, p. 22
3) Canto Inconcluso, Sur Editores, Quito, 2009 p 154
4) Creciente Agonía p. 138
Nota: José Martí explicó en carta a su amigo mexicano Manuel Mercado: “Cuando yo era niño comencé a escribir un poema, en cuya introducción se disputaban a un hombre que acababa de nacer: el Bien y el Mal: - después lloré como un niño al ver que, poco más o menos, éste era el pensamiento engendrador del Fausto.—el Bien, seguro de su dominio en la conciencia, abandonaba al Mal al hombre recién nacido.- ¿No parece, mi noble hermano, que el Mal ha apostado contra mí, y tiene empeño en ganar al Bien la partida? Afortunadamente, por si desoyese a mi alma, que habla alto, tengo en México un vivo ejemplo de honradez acrisolada, y modelo de hombres…”-