domingo, 19 de diciembre de 2010

Lina Ruz González madre de Fidel Castro

De: froilan y adys [mailto:lfroilan@enet.cu]

V i c i s i t u d e s

 

  Pensamiento iberoamericano de Mujeres Ilustres, continuación, Tres Madres.

 Por Adys Cupull

 

                                        

 

El Sendero decoroso y firme      

 

“…Toda madre se siente orgullosa de sus hijos aunque estos no tengan más virtud que la de ser sus hijos  y nada más, pero ese no es mi caso, pues tengo en Uds. más que a mis hijos a los héroes imborrables de toda una juventud y de todo un pueblo que tiene cifradas sus esperanzas y su fe en aquellos que salieron de mis entrañas y a los cuales vi crecer  bajo la mirada que sólo tenemos las madres, hasta llegarse a forjar su propio camino recto y sin manchas y al mismo tiempo les indicabas a tus hermanos (los cubanos) el único sendero decoroso y firme que sin duda es el que están siguiendo en estos momentos. EL DE LA REVOLUCIÓN  LIMPIA Y JUSTICIERA…”

1)     

         Lina Ruz González

 

Nació en  Las Catalinas, término municipal de Guane, provincia de Pinar del Río, el 23 de septiembre de 1903, un pobladito fundado a orillas del río Cuyaguateje, donde resplandece el verdor de las hojas de tabaco.

 

Los cubanos nacidos en los primeros años del siglo XX tuvieron la dicha de coexistir con los hombres y mujeres protagonistas o testigos de las luchas libradas durante la Guerra de  independencia de Cuba, obtenían los conocimientos a través de esas fuentes primarias en la que los mayores narraban sobre los valientes mambises, basados en sus vivencias y en la realidad.

 

 Los niños como Lina crecieron escuchando las anécdotas sobre  el paso de  las  tropas de Antonio Maceo  por aquella zona, de cuando llegaron al pueblo y lo liberaron. Historias que pasaron de una a otra  generación fortaleciendo la conciencia de los  pobladores, el sentimiento de nación, de patria  y la necesidad de continuar la  lucha contra la ocupación de los Estados Unidos y la sustracción de los recursos naturales. 

 

Lina Ruz González aprendió de alguien más, de  Dominga, su madre, cuya cultura  y nobleza estaba basada en la lectura permanente de los  pasajes bíblicos. Entregada a las labores del hogar repetía frases de la ética campesina  en las que se afirmaba que  más importante que ser ricos, era ser honrados y limpios. Francisco, su padre, era imagen de la honestidad del obrero campesino, cuentan que transportaba cañas en una carreta de bueyes, desde el campo hasta el sitio de embarque, donde pesaban el bulto en una grúa.

 

El  abuelo materno tenía ascendencia asturiana. El abuelo paterno tenía sus raíces en Cádiz pero la abuela paterna, Rafaela Vázquez Rivera era originaria de Candelaria, en Las Islas Canarias.

 

Estudió en la pequeña escuela rural de Las Catalinas, en Guane, allí aprendió  a leer y a escribir. Sus primeros amigos de juego fueron niños campesinos. Tenía una hermana mayor y luego nació Alejandro.

 

La fragua de su vida

 

“Esta muchacha, cará, sí parece que tiene la fuerza de un rabo de nube”2) De esta forma la describió su padre.

Después de enfrentar el desastre del ciclón de 1910, su padre y otros familiares se trasladaron a otra provincia de mayor desarrollo, para mejorar la subsistencia de la familia; durante los años 1912 a 1913 pasaron por  diferentes pueblos mientras  la pobreza aumentaba, y los hijos también,  sin esperanzas de un lado para otro; fueron años duros hasta que  Francisco y su hermano, decidieron trabajar  con el señor Ángel Castro Argiz, oriundo de Galicia, quien nació en 1875, era propietario de una fonda y algunas fincas por la zona de Birán en la provincia de Oriente.

 

 Lina y sus hermanos crecieron en el ambiente natural que da vida y obliga a sentir y apreciar el trabajo para adquirir conocimientos y resistir a la muerte. Era una jovencita cuando  se escuchó la descripción de su padre: “Esta muchacha, cará, si parece que tiene la fuerza de un rabo de nube”3) cuando la observaba serena, ante los gritos de los  grupos de los partidos políticos de la época, liberales y conservadores. 

 

Dominga al igual que otros familiares  se refería a ella con orgullo “era el vendaval, el genio, la energía”4). Su padre  la consideraba  ejemplo de una estirpe ancestral. Hábil para subir y montar a  caballo, aún aquellos corceles rebeldes para los que se requería destreza y valentía, que ella  poseía.

 

Aprendió nociones de la medicina natural  que le trasmitió su madre para curar a los enfermos,  por eso,  cuando alguien padecía de dolores u otros males  acudía a Lina, que  decidida  aplicaba los fomentos, o yerbas medicinales a su alcance, o  gestionaba para ver al médico más próximo.

Así la conoció Don Angel  servicial, y valiente hecha en el trabajo y el amor de Dominga y de Francisco, enfrentando las vicisitudes que le obligaban a aprender cada día más acerca de los quehaceres de una casa,  de la familia, y hasta de una hacienda.

 

Todos admiraban y respetaban  a Don Angel, Aquel  hombre, que vestía elegantemente y llamaba la atención por su manera de comportarse abierta y franca,  vivía solo, y Lina no estaba excluida de la observación.

  

Creadora de virtudes

 

Su temprana  madurez,, le ayudó a consolidar el matrimonio con Don Angel, que algunos consideraron difícil de enfrentar, y lo era, más, ante la fecunda unión, creadora de siete descendientes: cuatro mujeres; Juana, Angela, Agustina, Enma, y tres hombres: Ramón, Fidel y Raúl. Su diminuta figura, aparentemente frágil estaba  preparada para la  atención a una casa grande y hasta el aprendizaje de nuevas técnicas como fue velar por la administración de la hacienda y hasta  conducir el  auto de la familia.

 

Lina tenía el sabio criterio de prever  una crisis económica en el hogar. Colaboraba con todos, pero protegía y velaba la administración de la  economía familiar. Su sentido de la justicia y solidaridad  hacía  que siempre asistiera  al llamado de los enfermos, de cualquier familia del batey,  y asumía los gastos cuando se trataba de niños, de la localidad. Actos que repercutía en la formación de sus hijos quienes compartían por igual con los hijos de trabajadores, campesinos, e inmigrantes, españoles y haitianos.

 

Era respetada y querida,  se enfrentaba a los soldados del Puesto Militar, a quienes no permitía el trato injusto que daban a los campesinos y trabajadores. A través de la obra de Katiuska Blanco se conoce su intervención ante algunos hechos, indebidos, abusivos que los guardias cometían contra los trabajadores. Sus  hijos siguieron el mismo ejemplo que daba Lina, no admitían el maltrato a los trabajadores tampoco lo admitía don Ángel. 

 

En el hogar, la disciplina era un principio aplicado para lograr la  unidad, hacía compartir a los hijos, encontrarse, en  una mesa para comer juntos. Integraba a los dos hijos de  Ángel con su primera esposa, María Lidia y Pedro Emilio, esta fue una de sus enseñanzas. Otros familiares participaban también y algunas veces se vio necesitada de imponer mayor exigencia a la muchachada, entonces, aplicaba recursos  rígidos, que ayudaron a crear el hábito de acudir al placer  de reunirse, conversar, conocerse.

 

Ráfagas de la Guerra Civil de España

 

La  Guerra Civil española estuvo presente en Birán, durante los años 1936 a 1939 a través de  los comentarios de los españoles que trabajaban en  la hacienda, unos simpatizaban con los  militares, y  otros  con los republicanos, específicamente, Antonio García, anciano analfabeto, muy querido por Lina,  a quien su hijo Fidel leía la prensa y mantenía al día de los acontecimientos anunciados en la prensa. Los periódicos llegaban invariablemente a Birán, tales como  El Mundo, Información, El País, El Diario de Cuba. Los  sentimientos de Lina apegados a la justicia, no podían estar ajenos, resulta interesante la atención que ella dio al español antifascista, antimilitarista convencido, Antonio García.

 

Cuando Antonio enfermó, Lina lo cuidó, como la mejor de las  hijas hubiera cuidado a un padre,  Ella era su médico, enfermera, le daba sus medicamentos y alimentos. García fue  el primer simpatizante de los republicanos que estuvo más cerca de  sus hijos y de ella. Él  consideraba  a los curas de España aliados a los terratenientes y culpables de  todo lo que estaba ocurriendo. Sus opiniones  fueron ráfagas de la Guerra Civil Española, que entraron a  Birán.

 

La superación de la familia.

 

No se detuvo en lo que había aprendido, ella y Ángel continuaron de forma autodidacta perfeccionando  sus conocimientos, lo consideraba necesario para poder administrar la  hacienda. Leían las  noticias, que llegaban a través de la prensa, escuchaban a través de la radio, se les veía en las prácticas de la lectura y caligrafía.

 

Lina hablaba aplicando la filosofía natural que se obtiene mediante la experiencia y la observación. Consideraba que el dinero, la riqueza, los bienes materiales no constituían el futuro, destacaba la necesidad de saber y tener conocimientos. Ahí estaba el  futuro, reiteraba convencida.

Insistía en la superación de sus hijos. Estuvo de acuerdo en  separarlos de su regazo para que cursaran los estudios  en  Santiago de Cuba. Al principio no le fue fácil aceptar el sacrificio.

 

 Su capacidad para prever y convencer sobre la importancia de la superación, hizo que vencieran  todas las dificultades  y contradicciones,  y sus hijos continuaron  los estudios en la ciudad. Tomó  la decisión, de apoyar a su hijo Fidel que anhelaba alcanzar los estudios universitarios;  y de convencer a don Ángel para que los demás regresaran a Santiago y luego a La Habana.  

 

 

Se enfrentó con entereza al sacrificio en su consagrado deber de madre. Sus hijos: Ramón, Fidel y Raúl, tuvieron  vidas plenas de luchas, principalmente en los tremendos años de la década de 1950, y otras acciones ocurridos en la década de 1940, en el ámbito de América Latina, en las que estuvo presente Fidel: La expedición de Cayo Confites y la histórica revuelta ocurrida en Bogotá, uno y otro hecho,  repercutieron en el mundo y en la familia, que se comportó comprensiva, ante los ideales de su hijo.

 

En 1953 reaparecía la  etapa insurreccional en Cuba, la continuidad de la lucha truncada en los dos últimos años del siglo XIX.  La madre ocultó su dolor ante el peligro que corrían sus hijos y actuaba serena. El 26 de julio de ese año,  Raúl y Fidel  estaban entre los asaltantes al Cuartel Guillermo Moncada.  Los soldados también estaban buscando al otro hijo, Ramón. Fue Angelita la que valientemente salió hasta Santiago y regresó con la noticia ¡Están vivos!

 

En la hacienda  sufrieron represión, acoso. Lina no podía olvidar  cuando la Guardia Rural entró a la Casa buscando a sus hijos, y diciendo que tenían que presentarse  en  la Jefatura Superior de Marcané  Había comenzado el suplicio, la angustia.

 

 “El viejo lloraba con desolación frente a la imagen del Sagrado Corazón, imploraba una y otra vez por la salvación de sus hijos. Lina soportaba el dolor sin dejarse arrastrar (…) Ella contenía las lágrimas y lo consolaba, asegurando que sus hijos saldrían con vida, mientras su interior se conmovía y vibraba exaltado por la duda. Las imágenes pasaban por su mente con una persistencia de goteo incesante desde que las noticias del asalto al Cuartel Moncada habían llegado a la finca y Lina, para calmar a don Ángel, le repetía una y otra vez: “Son hombres, viejo, son hombres.”

 

5) Luego, asistió a aquel juicio que trascendió y pasó a la Historia de América, Lina estuvo serena, fuerte. Al ver a Fidel, extendió los brazos y rompió el cerco de metralletas y hombres uniformados y abrazó a su hijo. Después la sanción, la cárcel, el desvelo intenso por sus vidas, la lucha junto al pueblo  por la amnistía, y en 1955 la excarcelación y el exilio en México. Tiempos muy difíciles para ella en que la familia fue asediada, vigilada. En este año, 1956, Don Ángel enfermó, y  falleció, se  había implantado el terror en Cuba.

En noviembre de 1956, desde México llegó aquella noticia, que presentía  cercana: su hijo  Fidel daba a conocer que ese año  serían libres o serían mártires; Añoraba estar a su lado, abrazar también a Raúl, el más pequeño de los tres hijos. Y pronto llegó la noticia del desembarco. El Granma los combates, la persecución. Y de nuevo  la incertidumbre, de si estaban vivos o muertos. La búsqueda de información. Las detenciones, declaraciones, y llegó la noticia. Esta vez  fue Ramón quien salió hasta Santiago y regresó  para decirle: ¡Están vivos!

 

Y desde lo más alto pelearon: en la Sierra Maestra, esas montañas hacían que Lina volteara su mirada al sur y rogara a la virgen, a todos los santos, y actuara, para verlos, para escribirles, para enviarles lo que necesitaran.

 

Después del desembarco  la casa de Birán estuvo permanentemente controlada, Lina visitó La Habana, pero, decidió regresar a Birán.  

Fue una cubana de mente ágil y profunda, se narra  en la obra  citada Todo el Tiempo de los Cedros, de Katiuska Blanco, que burlaba con prontitud a  los adversarios, así lo hizo un día en que al ser detenido el transporte donde viajaba,  desinformó  a los soldados que iban para Birán. En un diálogo rápido con ellos, les dijo  que tuvieran  cuidado porque en Birán había más de mil hombres y que situaron una  bomba de dinamita en la guardarraya. Que ella y su hermano lograron pasar dando  una vuelta de una legua gracias a una escolta rebelde que los guió. El oficial ordenó la retirada.  Su hermano Alejandro,  le  repetía a Lina “¡Mira que tienes pantalones!” 

 

6)  “Los años y los sufrimientos no habían logrado apagar la vivacidad de sus ojos a pesar de que ya no era la misma. Ante  los otros tenía una hidalguía de mástil,  pero se derrumbaba a penas se quedaba a solas, entonces se sorprendía de su tristeza, ante los más mínimos detalles de la vida que en otro momento su espíritu resistía casi sin inmutarse. Era rigurosa consigo misma al reconocerse frágil; sin percatarse de la entereza con que asumía lo difícil. Sus hijas se encontraban ausentes: Enma vivía en México, Agustinita estudiaba en Suiza; desde febrero de 1957, Angelita se encontraba en La Habana con: Maritza, Tania, Tony, Mayito e Ileana. Juanita también se había marchado a la ciudad con la idea de viajar a los Estados Unidos. Todas participaban y colaboraban o integraban el Movimiento. Por sus hijas era feliz. Enma incluso, le escribía con entusiasmo sobre sus amores con el mexicano Víctor Lomeli, un hombre de buenos sentimientos, dedicado al  trabajo como ingeniero naval.”

 

 

7)  En 1957, las amenazas contra Lina y su hijo Ramón, que participaba con el Movimiento 26 de Julio, eran contínuas. Se  publicó que los habían  asesinado. La noticia trascendió. En Cuba hubo manifestaciones de repudio  y críticas. El tirano se vio precisado a responder que no era cierto y se destinaron oficiales para  ofrecer  la seguridad de que no se realizarían represalias en la familia  residente en Birán.

 Lina, visitó el II Frente, Frank País, cuyo Comandante era su hijo Raúl, “…viajó a la Comandancia de Las Calabazas a fines de septiembre. Sentó a Raúl en sus piernas como si fuera un niño. Habló con él,  con la misma ternura del rocío o las sombras cálidas del cedro al dejar pasar la luz. Raúl confesaría después que casi muere ese día de tantas emociones…”

 

8) Regresó a Birán hasta el triunfo de la Revolución “…como uno de los troncos de Caguairán en el firme de lo que fuera la sombra de la casa grande de Birán. Su apariencia casi a los 55 años, seguía siendo pujante y resuelta…”

 

 

9) Mantenía  la esperanza de vivir el regreso de sus hijos.  La hacienda donde vibró la alegría de la familia grande y fuerte que ella y Angel forjaron, estuvo bajo su cuidado. Lina se preocupó por mantener sus costumbres, cuidar los naranjales, cedros. Se entregó al sostenimiento de aquello que con tanto amor, trabajo y sacrificio habían creado. Su victoria también fue la  del 1ero de enero de 1959. Participó, apoyando a sus hijos, en las trasformaciones de los primeros años de la Revolución. Conoció y experimentó las angustias de las madres que perdieron sus hijos, en la fracasada invasión mercenaria que organizó el Gobierno de Estados Unidos por Playa Girón; Jóvenes cubanos cayeron defendiendo la Revolución Socialista.

 

Y se indignó ante los actos terroristas que se gestaron desde Norteamérica contra el pueblo cubano. Lina también conoció  los momentos de peligros durante la Crisis de Octubre de 1962, y la heroica respuesta del pueblo.

 

Vivió  días felices como cuando se aprobó la Primera Ley de Reforma Agraria, y cuando Cuba fue declarada Primer Territorio Libre de Analfabetismo.

 

 La presencia de los nietos, relevo natural de la vida, alegró  momentos de estos años en Birán.         Falleció el 6 de agosto de 1963.

 

     

Lina Ruz González Seguirá siendo  vendaval,  genio, energía, ternura, firmeza, dignidad, y valentía prolongada  hacia el infinito de la Historia de su patria, porque fue  defensora del único sendero decoroso y firme, lo cual dejó escrito el 7 de agosto de 1958, en una carta  a su hijo Fidel,   testamento  fiel  de los ideales.

 

He aquí la carta:

 

7 de agosto de 1958.

 

Querido e inolvidable hijo  

 

  Ruego a Dios de todo corazón que al recibo de estas líneas y siempre, te encuentres gozando de una perfecta salud y que la buena suerte sea como hasta ahora tu eterna e inseparable compañera. Por aquí todos bien. G.A.D.

 

Te diré que tu hermano mayor fue a España, por iniciativa propia y voluntaria, yo me alegré mucho con ese viaje ya que ha trabajado mucho en estos años y en realidad necesitaba de ese descanso. Estoy muy contenta porque también Agustinita hizo un viaje muy favorable a Suiza para estudiar un año en un Colegio de ese País, todo esto cotizado por un buen señor que te admira mucho y quiso ayudarla.

 

Adjunto a esta carta te mando una foto donde estamos tu hijo y yo, esto fue a principios del mes de Abril que fui a visitarlo, como podrás ver está grandísimo y muy bonito, que Dios quiera tenga tus mismos ideales y tu gran valor.

 

Tengo siempre muy buenas noticias de mi otro hijo pues como está más cerca se me facilita mejor que las que recibo de ti.

 

Todos los días y a todas horas rezo y le pido al Señor porque muy pronto podamos abrazarnos todos juntos y llenos de felicidad, rodeados de la LIBERTAD que tanto amas al igual que todos los cubanos bien nacidos y que tengan un átomo de grandeza, decoro e idealismo. Toda madre se siente orgullosa de sus hijos aunque estos no tengan más virtud que las de ser sus hijos y nada más, pero ese no es mi caso, pues tengo en Uds. más que a mis hijos a los héroes imborrables de toda una juventud y de todo un pueblo que tiene cifradas sus esperanzas y su fe en aquellos que salieron de mis entrañas y a los cuales vi crecer  bajo la mirada que sólo tenemos las madres, hasta llegarse a forjar su propio camino recto y sin manchas y al mismo tiempo les indicabas a tus hermanos (los cubanos) el único sendero decoroso y firme que sin duda es el que están siguiendo en estos momentos.

 

 EL DE LA REVOLUCIÓN LIMPIA Y JUSTICIERA, por eso es que me siento doblemente orgullosa de mis hijos que son Uds.

 

Te pido de todo corazón que me escribas unas líneas cuando puedas pues me alegrarán mucho y me darán mucho más valor.

 

Sin más  por el momento me despido de ti con todo el cariño de una madre que desea verte pronto y que jamás te olvida.

 

Que Dios te bendiga.  10        )

 

                                                                                    Lina

 

Fuentes:

1-Katiuska Blanco Castiñeira, Todo el tiempo de los Cedros,  Editora Abril 2003 pp. 390 y 391

2- idem, p.61

3-idem p61

4-idem p. 63

5-idem pp. 307-308

6-idem p 378-379

7-idem p.389

8- idem 383

9- idem 390

10-idem pp. 390-391-392

Otras fuentes

-Katiuska Blanco Castiñeira, Ángel, la raíz gallega de Fidel Casa Editora Abril, 2008

-Ignacio Ramonet, Cien horas  con Fidel, Publicaciones del Consejo de Estado

- Fidel Castro, La Victoria Estratégica, Publicaciones del Consejo de Estado