lunes, 28 de febrero de 2011

infusión argentino uruguaya

Che mate y bombilla.jpgfoto:  Ernesto Che Guevara.

 

Queridos hermanos cubanos:  es una satisfacción y un orgullo poder compartir con ustedes poesía argentina

de la mejor.

Con un tubito hueco (bombilla), una pequeña calabaza hueca (mate) en la que colocaba yerba mate

(planta argentina) molida y el agregado de agua bien caliente, el argentino cubano de la foto chupaba mate.

 

Pero cuanto mejor se explica esto al leer al poeta.

                                                                                        Fraternalmente     Eladio González  toto  director

                                                                                                    Museo Ernesto Che Guevara de Buenos Aires

 

 

Digo el mate

 

PORQUE sábado es hoy y la mañana

como una fruta desde el tala cae,

y soy joven y sano, y me navegan

tradiciones y música en la sangre,

quiero ser otra vez entre vosotros

para decir y celebrar el Mate:

 

De Guarania nos vino con la Yerba

que resume fragancias tropicales,

y ese barro de América que un día

vió que llegaban sigilosas naves,

con cadenas, y perros, y arcabuces,

y duras voces vulnerando el aire;

Verde Yerba de América, divina

como todas las cosas naturales;

Santa Yerba de América, sembrada

por quien hizo los ríos y las aves,

y tendió la llanura hacia naciente,

y hacia poniente levantó los Andes,

y la Coca sembró para los Quichuas,

y el Algarrobo para pan del Huarpe.

 

Yo era niño ‑recuerdo‑ y la primera

memoria verde se remonta al Mate,

en mi casa de Merlo, donde el día

comenzaba a girar cuando mi Madre

sorprendía el hervor de la tetera

entre volutas de vapor quemante.

Y era luego la lenta ceremonia,

vieja suma de gestos y ademanes,

aquel ir y venir de la cuchara,

la visión del azúcar, el fragante

esplendor de la Yerba, la bombilla

con doradas virolas y espirales,

y el porongo de plata que tenía

curva de seno adolescente y grácil,

y cobraba, de pronto, en la penumbra

nítida luz de religioso cáliz;

Ubre dulce me fue, mi vino verde,

mi pan primero, mi nodriza amante.

Yo recuerdo sus íntimos sabores,

Y también sus diversas variedades:

Dulce Mate del alba que se bebe

amorosamente al emprender un viaje,

en la puerta de casa mientras miro

entre neblinas despertar el valle;

Y aquel Mate primero del retorno

por la sombra con grillos de la tarde,

que nos vuelve liviana la fatiga

sobre los hombros como un ala de ave;

Y ese Mate que beben los Troperos

Cuando regresan de Salinas Grandes;

Y aquel Mate nocturno que me diera

Una muchacha cuya boca suave

Daba un beso primero a la bombilla

Como manera de poder besarme;

Y aquel Mate gustado en la cocina,

Escuchando al viejito Magallanes,

Dibujar sobre el humo las historias

Del Niño Ladino y Urdemales;

¿Y aquel Mate que sabe a beramota?

Y el que a mastuerzo y mejorana sabe;

Y el que guarda memoria del husillo;

Y el que una gota de aguardiente trae;

Y ese Mate gustado en la penumbra

Que conforman higueras y nogales,

Mientras crece la siesta, y la cigarra

El masculino corazón me tañe;

Y aquel Mate de bodas, con un gusto

A rama nueva, a porvenir, a encaje;

Y ese Mate bebido en Carolina;

Y el que bebí en la Sierra del Gigante;

Y el que un día me dieron en Trapiche;

Y el que supe gustar en Rumi-Huasi,

Y aquel fúnebre Mate que bebimos

en el velorio de Adelaida Chávez,

lamentando su muerte y admirando

su juventud de porcelana frágil….

Pueblo somos, por El ;  desde centurias 

su costumbre nos forma, como sabe

modelar un cacharro el alfarero

con la destreza de su mano suave;

El nos dio, generoso, las virtudes

que entrelazan raíces esenciales

en el nudo del ser, y nos perfilan

un idéntico rostro innumerable;

Porque en El se juntaba la Familia,

como el agua diversa sobre el cauce,

y al juntarse quebraba el egoísmo,

el monólogo torpe, las cobardes

galerías del odio, y frutecía

sobre mazorcas de granar afable;

Y nos fue profesor de democracia,

a pesar de los hierros coloniales,

porque supo igualar en la bombilla

la sed del Hijo con la sed del Padre,

el dolor de la criada y la señora,

la hartura del rico con el hambre

milenaria del pobre, de tal modo,

que supimos medir en lo que vale

la celeste razón que nos convierte

en ciudadanos civilmente iguales.

 

Y por qué no decir las Cebadoras,

que vestidas de sedas o percales,

o calzadas de tímida alpargata,

o con zapatos de charol brillante,

bajo el sol y la luna de la Vida

supieron darme los mejores mates;

viejas eran algunas, con el rostro

a corteza del molle semejante,

lindas eran algunas, otras feas,

desgarbadas, coquetas, elegantes,

con cabello retinto como el ala

voladora de tordos y zorzales,

o teñido por leve plenilunio,

o lo mismo que sombra de trigales,

pero en todas igual se prodigaba

la gracia criolla como miel amable.

Sólo nombres conservo, como guarda

de las flores su olor el caminante:

Doña Mercho Cornejo, Lola López,

Francisca Cuello, Evangelina Páez,

Reginalda Lucero, Pancha Orozco,

Adelina Yanzón, Rosario Baez,

Clara Chirino, Petronila Gómez,

Minerva Leyes – prima de mi padre –

Doña Delia Baigorria, Doña Isaura,

Sara Bedoya, Encarnación Morales,

y una anónima joven de Punilla,

y la por siempre recordada Carmen.

 

¿Por dónde andarán ahora que las digo,

Y las vuelvo una esencia para el Arte?

¿Cuál cocina gobiernan?  ¿Qué alacena

Acomodan y limpian? ¿Qué zaguanes

Las contemplan barrer por la mañana

Con las escobas de pichana? ¿Cuáles

Los arcones que ordenan en domingo?

¿Qué chirigua las oye entre los sauces?

¿Dónde sueñan, o lloran? ¿Dónde ríen?

¿Bajo cuál piedra con su nombre yacen?

 

De repente me callo porque siento

Una voz que me nombra, y acercarse,

Sobre un tímido andar y una mirada,

Cálido, y dulce, y nacional, el Mate….

 

                  Antonio Esteban Agüero

Argentino, puntano, de la Provincia de San Luis.