sábado, 26 de febrero de 2011

TRAWUN Tatu propuesta argentina Febrero 2011

Para Leer y Analizar.

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TRAWUN    Nº  88  Febrero  2011 AÑO II

( TRAWUN significa REUNION en  Mapudungun Idioma Mapuche )

Direcc. de Prensa :  Dra. Martina Ochoa.

Correo : pt-3@uolsinectis.com.ar

 

 

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La unidad de la América indo-española

José Carlos Mariátegui
Perú, 1895-1930
1925


Los pueblos de la América española se mueven, en una
misma dirección. La solidaridad de sus destinos
históricos no es una ilusión de la literatura
americanista. Estos pueblos, realmente, no son solo
hermanos en la retórica sino también en la historia.
Proceden de una matriz única. La conquista española,
destruyendo las culturas y las agrupaciones
autóctonas, uniformó la fisonomía étnica, política y
moral de la América Hispana. Los métodos de
colonización de los españoles solidarizaron la suerte
de sus colonias. Los conquistadores impusieron a las
poblaciones indígenas su religión y su feudalidad. La
sangre española se mezcló con la sangre india. Se
crearon, así, núcleos de población criolla, gérmenes
de futuras nacionalidades. Luego, idénticas ideas y
emociones agitaron a las colonias contra España. El
proceso de formación de los pueblos indo-españoles
tuvo, en suma, una trayectoria uniforme.

La generación libertadora sintió intensamente la
unidad sudamericana. Opuso a España un frente único
continental. Sus caudillos obedecieron no un ideal
nacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud
correspondía a una necesidad histórica. Además, no
podía haber nacionalismos donde no había aún
nacionalidades. La revolución no era un movimiento de
las poblaciones indígenas. Era un movimiento de las
poblaciones criollas, en las cuales los reflejos de la
Revolución Francesa habían generado un humor
revolucionario.

Mas las generaciones siguientes no continuaron por la
misma vía. Emancipadas de España, las antiguas
colonias quedaron bajo la presión de las necesidades
de un trabajo de formación nacional. El ideal
americanista, superior a la realidad contingente, fue
abandonado. La revolución de la independencia había
sido un gran acto romántico; sus conductores y
animadores, hombres de decepción. El idealismo de esa
gesta y de esos hombres había podido elevarse a una
altura inasequible a gestas y hombres menos
románticos. Pleitos absurdos y guerras criminales
desgarraron la unidad de la América Indo-Española.
Acontecía, al mismo tiempo, que unos pueblos se
desarrollaban con más seguridad y velocidad que otros.
Los más próximos a Europa fueron fecundados por sus
inmigraciones. Se beneficiaron de un mayor contacto
con la civilización occidental. Los países
hispano-americanos empezaron así a diferenciarse.

Presentemente, mientras unas naciones han liquidado
sus problemas elementales, otras no han progresado
mucho en su solución. Mientras unas naciones han
llegado a una regular organización democrática, en
otras subsisten hasta ahora densos residuos de
feudalidad. El proceso de desarrollo de todas estas
naciones sigue la misma dirección; pero en unas se
cumple más rápidamente que en otras.

Pero lo que separa y aísla a los países
hispano-americanos, no es esta diversidad de horario
político. Es la imposibilidad de que entre naciones
incompletamente formadas, entre naciones apenas
bosquejadas en su mayoría, se concerte y articule un
sistema o un conglomerado internacional. En la
historia, la comuna precede a la nación. La nación
precede a toda sociedad de naciones.

Aparece como una causa específica de dispersión la
insignificancia de vínculos económicos
hispano-americanos. Entre estos países no existe casi
comercio, no existe casi intercambio. Todos ellos son,
más o menos, productores de materias primas y de
géneros alimenticios que envían a Europa y Estados
Unidos, de donde reciben, en cambio, máquinas,
manufacturas, etc. Todos tienen una economía parecida,
un tráfico análogo. Son países agrícolas. Comercian,
por tanto, con países industriales. Entre los pueblos
hispano-americanos no hay cooperación; algunas veces,
por el contrario, hay concurrencia. No se necesitan,
no se complementan, no se buscan unos a otros.
Funcionan ecónomicamente como colonias de la industria
y la finanza europea y norteamericana.

Por muy escaso crédito que se conceda a la concepción
materialista de la historia, no se puede desconocer
que las relaciones económicas son el principal agente
de la comunicación y la articulación de los pueblos.
Puede ser que el hecho económico no sea anterior ni
superior al hecho político. Pero, al menos, ambos son
consustanciales y solidarios. La historia moderna lo
enseña a cada paso. ( A la unidad germana se llegó a
través del zollverein . El sistema aduanero, que
canceló los confines entre los Estados alemanes, fue
el motor de esa unidad que la derrota, la postguerra y
las maniobras del poincarismo no han conseguido
fracturar. Austria-Hungría, no obstante la
homogeneidad de su contenido étnico, constituía,
también, en sus últimos años, un organismo económico.
Las naciones que el tratado de paz ha dividido de
Austria-Hungría resultan un poco artificiales,
malogrado la evidente autonomía de sus raíces étnicas
e históricas. Dentro del imperio austro-húngaro, la
convivencia había concluido por soldarlas
económicamente. El tratado de paz les ha dado
autonomía política pero no ha podido darles autonomía
económica. Esas naciones han tenido que buscar,
mediante pactos aduaneros, una restauración parcial de
su funcionamiento unitario. Finalmente, la política de
cooperación y asistencia internacionales, que se
intenta actuar en Europa, nace de la constatación de
la interdependencia económica de las naciones
europeas. No propulsa esa política un abstracto ideal
pacifista sino un concreto interés económico. Los
problemas de la paz han demostrado la unidad económica
de Europa. La unidad moral, la unidad cultural de
Europa no son menos evidentes; pero sí menos válidas
para inducir a Europa a pacificarse ).

Es cierto que estas jóvenes formaciones nacionales se
encuentran desparramadas en un continente inmenso.
Pero, la economía es, en nuestro tiempo, más poderosa
que el espacio. Sus hilos, sus nervios, suprimen o
anulan las distancias. La exigüidad de las
comunicaciones y los transportes es, en América
indo-española, una consecuencia de la exigüidad de las
relaciones económicas. No se tiende un ferrocarril
para satisfacer una necesidad del espíritu y de la
cultura.

La América española se presenta prácticamente
fraccionada, escindida, balcanizada . Sin embargo, su
unidad no es una utopía, no es una abstracción. Los
hombres que hacen la historia hispano-americana no son
diversos. Entre el criollo del Perú y el criollo
argentino no existe diferencia sensible. El argentino
es más optimista, más afirmativo que el peruano, pero
uno y otro son irreligiosos y sensuales. Hay, entre
uno y otro, diferencias de matiz más que de color.

De una comarca de la América española a otra comarca
varían las cosas, varía el paisaje; pero casi no varía
el hombre. Y el sujeto de la historia es, ante todo,
el hombre. La economía, la política, la religión, son
formas de la realidad humana. Su historia es, en su
esencia, la historia del hombre.

La identidad del hombre hispano-americano encuentra
una expresión en la vida intelectual. Las mismas
ideas, los mismos sentimientos circulan por toda la
América indo-española. Toda fuerte personalidad
intelectual influye en la cultura continental.
Sarmiento, Martí, Montalvo no pertenecen
exclusivamente a sus respectivas patrias; pertenecen a
Hispano-América. Lo mismo que de estos pensadores se
puede decir de Darío, Lugones, Silva, Nervo, Chocano y
otros poetas. Rubén Darío está presente en toda la
literatura hispano-americana. Actualmente, el
pensamiento de Vasconcelos y de Ingenieros tiene una
repercusión continental. Vasconcelos e Ingenieros son
los maestros de una entera generación de nuestra
América. Son dos directores de su mentalidad.

Es absurdo y presuntuoso hablar de una cultura propia
y genuinamente propia en germinación, en elaboración.
Lo único evidente es que una literatura vigorosa
refleja ya la mentalidad y el humor
hispano-americanos. Esta literatura -poesía, novela,
crítica, sociología, historia, filosofía- no vincula
todavía a los pueblos; pero vincula, aunque no sea
sino parcial y débilmente, a las categorías
intelectuales.

Nuestro tiempo, finalmente, ha creado una comunicación
más viva y más extensa: la que ha establecido entre
las juventudes hispano-americanas la emoción
revolucionaria. Más bien espiritual que intelectual,
esta comunicación recuerda la que concertó a la
generación de la independencia. Ahora como entonces,
la emoción revolucionaria da unidad a la América
indo-española. Los intereses burgueses son
concurrentes o rivales; los intereses de las masas no.
Con la Revolución Mexicana, con su suerte, con su
ideario, con sus hombres, se sienten solidarios todos
los hombres nuevos de América. Los brindis pacatos de
la diplomacia no unirán a estos pueblos. Los unirán,
en el porvenir, los votos históricos de las
muchedumbres.

* Publicado en Variedades: Lima, 6 de diciembre de
1924. Reproducido en El Universitario, Buenos Aires,
diciembre de 1925.

Tomado de José Carlos Mariátegui: Obras, Tomo II.
Selección Francisco Baeza. Colección Pensamiento de
Nuestra América, Casa de las Américas, Cuba, 1982
 


 

Fernando Martínez Heredia

(Yaguajay, 1939)
Filósofo y ensayista. Premio Nacional de Ciencias Sociales 2006

 

 

La obra de este destacado pensador cubano es considerada patrimonio de las ideas de izquierda en Cuba, de cómo puede y debe pensarse la renovación del socialismo, de las maneras revolucionarias de interpretar a Che Guevara y de vivir con los ideales a cuestas, de cómo analizar el país que es Cuba e imaginar el que debiera ser. Ha propuesto una intelección de Cuba y de su Revolución que permite no solo comprender las claves de la resistencia cubana, sino que constituye en sí misma un programa político sobre el socialismo, no meramente a defender, sino también a re-crear.

Tiene publicados, entre otros, los textos Desafíos del socialismo cubano (1988); El mes más crudo de la siembra. Ensayos sobre historia de Nicaragua (1990); Cuba en los noventa: Realidades, proyectos, alternativas (1991); Che, el socialismo y el comunismo (1989), que resultara Premio de Ensayo Casa de las Américas; En el horno de los 90 (1999); Repensar el socialismo (2001); El corrimiento hacia el rojo (2001) y Revolución Cubana del 30 (2007). Es autor además de diversos artículos y ensayos que han aparecido en publicaciones seriadas y compilaciones cubanas y extranjeras, y ha participado en un gran número de investigaciones sociales desde 1964 hasta hoy, la mayoría sobre realidades contemporáneas, la historia de Cuba y numerosos temas de América Latina.

En la lectura de sus textos y escuchando sus infinitas intervenciones, se ha formado más de una generación de jóvenes intelectuales que reconocen en él una inspiración política y un magisterio intelectual. Por el valor y trascendencia de su labor y obra se le dedica la 20a. Feria Internacional del Libro, Cuba 2011.

 

 

 

 

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Carta a los gobernantes de América

Augusto César Sandino

Los pobres de la tierra.org

1928

El Chipotón, 4 de agosto de 1928

Señores presidentes:

Por ser los intereses de esos quince pueblos los que
más afectados resultarían si se permite a los yankees
hacer de Nicaragua, una colonia del Tío Samuel, me
tomo la facultad de dirigiros la presente, dictada no
por hipócritas y falaces cortesías diplomáticas, sino
con la ruda franqueza del soldado.

Los yankees, por un resto de pudor, quieren
disfrazarse con el proyecto de construcción de un
canal interoceánico a través del territorio
nicaragüense, lo que daría por resultado el
aislamiento entre las repúblicas indohispanas; los
yankees, que no desperdician oportunidad, se
aprovecharían del alejamiento de nuestros pueblos para
hacer una realidad el sueño que en sus escuelas
primarias inculcan a los niños, esto es: que cuando
toda la América Latina haya pasado a ser colonia
anglosajona, en el cielo de su bandera tendrá una sola
estrella.

Por quince meses el Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional de Nicaragua, ante la fría indiferencia de
los gobiernos latinoamericanos, y entregado a sus
propios recursos y esfuerzos, ha sabido, con honor y
brillantez, enfrentarse a las terribles bestias rubias
y a la caterva de traidores renegados nicaragüenses
que apoyan al invasor en sus siniestros designios.

Durante este tiempo, señores presidentes, vosotros no
habéis correspondido al cumplimiento de vuestro deber,
porque como representantes que sois de pueblos libres
y soberanos, estáis en la obligación de protestar
diplomáticamente, o con las armas que el pueblo os ha
confiado, si fuere preciso, ante los crímenes sin
nombre que el gobierno de la Casa Blanca manda, con
sangre fría, a consumar en nuestra desventurada
Nicaragua, sin ningún derecho y sin tener más culpa
nuestro país que no querer besar el látigo con que le
azota, ni el puño del yankee que lo abofetea.

¿Acaso piensan los gobiernos latinoamericanos que los
yankees sólo quieren y se contentarían con la
conquista de Nicaragua? ¿Acaso a estos gobiernos se
les habrá olvidado que de veintiuna repúblicas
americanas han perdido ya seis su soberanía? Panamá,
Puerto Rico, Cuba, Haití, Santo Domingo y Nicaragua,
son las seis desgraciadas repúblicas que perdieron su
independencia y que han pasado a ser colonia del
imperialismo yankee. Los gobiernos de esos seis
pueblos no defienden los intereses colectivos de sus
connacionales, porque ellos llegaron al poder, no por
la voluntad popular, sino por imposición del
imperialismo, y de aquí que quienes ascienden a la
presidencia, apoyados por los magnates de Wall Street,
defienden los intereses de los banqueros de Norte
América. En esos seis desventurados pueblos
hispanoamericanos sólo habrá quedado el recuerdo de
que fueron independientes y la lejana esperanza de
conquistar su libertad mediante el formidable esfuerzo
de unos pocos de sus hijos que luchan infatigablemente
por sacar a su patria del oprobio en que los renegados
la han hundido.

La colonización yankee avanza con rapidez sobre
nuestros pueblos, sin encontrar a su paso murallas
erizadas de bayonetas, y así cada uno de nuestros
países a quien llega su turno, es vencido con pocos
esfuerzos por el conquistador, ya que, hasta hoy, cada
uno se ha defendido por sí mismo. Si los gobiernos de
las naciones que van a la cabeza de la América Latina
estuvieran presididas por un Simón Bolívar, un Benito
Juárez o un San Martín, otro sería nuestro destino;
porque ellos sabrían que cuando la América Central
estuviera dominada por los piratas rubios, seguirían
en turno México, Colombia, Venezuela, etcétera.

¿Qué sería de México si los yankees lograran sus
bastardos designios de colonizar Centro América? El
heroico pueblo mexicano nada podría hacer, a pesar de
su virilidad, porque estaría de antemano acogotado por
la tenaza del Tío Samuel, y el apoyo que esperara
recibir de las naciones hermanas no podría llegarle
por impedirlo el Canal de Nicaragua y la Base Naval
del Golfo de Fonseca; y quedaría sujeto a luchar con
el imperio yankee, aislado de los otros pueblos de la
América Latina y con sus propios recursos, tal como
nos está sucediendo a nosotros ahora.

La célebre doctrina Carranza expresa que México tiene
por su posición geográfica, que ser -y en realidad lo
es- el centinela avanzado del hispanismo de América.
¿Cuál será la opinión del actual gobierno mexicano
respecto a la política que desarrollan los yankees en
Centro América? ¿Acaso no habrán comprendido los
gobiernos de Iberoamérica que los yankees se burlan de
su prudente política adoptada en casos como el de
Nicaragua? Es verdad que, por el momento el Brasil,
Venezuela y el Perú no tienen problemas de
intervención tal como lo manifestaron en la discusión
del derecho de intervención en la Conferencia
Panamericana celebrada en La Habana en el año actual,
por medio de sus representantes; pero si esos
gobiernos tuvieran más conciencia de su
responsabilidad histórica no esperarían que la
conquista hiciera sus estragos en su propio suelo, y
acudirían a la defensa de un pueblo hermano que lucha
con el valor y la tenacidad que da la desesperación
contra un enemigo criminal cien veces mayor y armado
de todos los elementos modernos. Los gobiernos que se
expresan en horas tan trágicas y culminantes de la
historia en los términos en que lo hicieron Brasil,
Venezuela, Perú y Cuba, ¿podrán tener mañana autoridad
moral suficiente sobre los demás pueblos hermanos?
¿Tendrán derecho a ser oídos?

Hoy es con los pueblos de la América Hispana con
quienes hablo. Cuando un gobierno no corresponde a las
aspiraciones de sus connacionales, éstos, que le
dieron el poder, tienen el derecho de hacerse
representar por hombres viriles y con ideas de
efectiva democracia, y no por mandones inútiles,
faltos de valor moral y de patriotismo, que
avergüenzan el orgullo de una raza.

Somos noventa millones de hispanoamericanos y sólo
debemos pensar en nuestra unificación y comprender que
el imperialismo yankee es el más brutal enemigo que
nos amenaza y el único que está propuesto a terminar
por medio de la conquista con nuestro honor racial y
con la libertad de nuestros pueblos.

Los tiranos no representan a las naciones y a la
libertad no se la conquista con flores.

Por eso es que, para formar un Frente Único y contener
el avance del conquistador sobre nuestras patrias,
debemos principiar por darnos a respetar en nuestra
propia casa y no permitir que déspotas sanguinarios
como Juan Vicente Gómez y degenerados como Leguía,
Machado y otros, nos ridiculicen ante el mundo como lo
hicieron en la pantomima de La Habana.

Los hombres dignos de la América Latina debemos imitar
a Bolívar, Hidalgo, San Martín, y a los niños
mexicanos que el 13 de setiembre de 1847 cayeron
acribillados por las balas yankees en Chapultepec, y
sucumbieron en defensa de la Patria y de la Raza,
antes que aceptar sumisos una vida llena de oprobio y
de vergüenza en que nos quiere sumir el imperialismo
yankee.


PATRIA Y LIBERTAD

Augusto C. Sandino.

 

POR UNA VIDA DIGNA PARA TODOS

 

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