Canta claro Víctor Heredia, argentino y compañero. toto
Hebe, la compañera.
De Víctor Heredia, el jueves, 09 de junio de 2011
Ochenta y tres años tiene la compañera, la madre que perdió a dos de sus hijos y a su nuera
a manos de la intemperancia política, de los duros, los mesiánicos, los adalides de las asonadas,
porque no fue sólo de los militares la dictadura que nos rompió el corazón a todos los argentinos.
Hubo otros cómplices que callaron a sabiendas, otros que impulsaron la matanza a favor de oscuros
intereses y otros que por inocencia y desinformación ignoraron lo que sucedía, pero los que nunca
serán juzgados son aquellos que intuían que algo pasaba y prefirieron quedarse quietos, ignorando
los gritos indubitables de los torturados y la agonía de los arrojados al mar, de las embarazadas
asesinadas después de su maternidad.
La compañera, junto con otros compañeros y compañeras, salió a la Plaza de Mayo a gritarnos en el
rostro que había que unirse para tratar de rescatar a los secuestrados y juzgar a torturadores y asesinos.
Esa mujer sencilla, común como mi propia madre, apenas leída y de lengua rápida y popular nos mostró
el camino a todos, a los pusilánimes y a los indecisos, a los distraídos y a los inconscientes de toda
conciencia ciudadana, humana y solidaria.
No tuvo empacho en negar la dádiva del estado: doscientos cincuenta mil dólares por cada hijo
asesinado. Es decir que se negó a recibir 750.000 dólares, si incluimos a su nuera, porque consideraba
que con la sangre derramada no se negociaba, otros no pudieron resistir la tentación, pero Hebe es así
de taxativa con su ideología y su dolor. Esa misma Hebe borró el nombre de los suyos del pañuelo, para
indicar que luchaba por los hijos de todos.
Hoy no entiendo la postura de quienes fueron sus compañeros de ruta tanto tiempo y, aunque acepte y
comprenda diferencias y desacuerdos que no vale la pena enunciar aquí, debo decir que entre todos,
poco tiempo atrás, siempre tratamos de zanjar esas instancias, porque está claro que el camino hacia
la verdad es difícil y está plagado de trampas, engaños, zancadillas y somos conscientes de ser falibles,
podemos equivocarnos en los análisis y en las propuestas y aprendimos por experiencia a sacar fuerzas
en conjunto, para ayudar a esclarecer al equivocado, para levantar al caído y no exponerlo a los buitres,
mucho menos aceptar que se lo inculpara gratuitamente, lo que no quiere decir tergiversar, tapar, ocultar
sino defender la verdad, sobre todo cuando la acusación pretende poner en tela de juicio la lucha por los
derechos humanos en todo su conjunto.
Eso suelen hacer los verdaderos camaradas, los compañeros. Todo ello nos hizo mejores cada día, más
sensibles, abiertos, capaces de manejar inteligentemente las pocas oportunidades que brinda esta terrible
realidad, el cerrado egoísmo del sistema, para avanzar en el proyecto común, popular y colectivo.
Hoy lamento decir que algo nos pasa, algo doloroso, incomprensible, pero también absolutamente peligroso
para todo lo avanzado cuando no defendemos abiertamente, desde organismos similares, a quien sólo trató
de seguir los pasos que le marcaba la sangre derramada de sus hijos: ser útil al prójimo, ayudar haciendo
casas para los más humildes, hospitales, salas materno-infantiles, escuelas, guarderías y fue, así parece
indicarlo todo, claramente estafada en su maravilloso y humanitario intento. Hebe va a salir airosa de esto
porque sencillamente es inocente por amor, por dar segundas oportunidades a quienes evidentemente no
lo merecían, por madraza testaruda, por confiada y crédula, su único y criticable error.
Me pregunto si los que se solazan con su equivocación o tratan de ponerse a salvo marcando distancias en
lugar de cerrar filas ante el evidente ataque a una institución que es símbolo entrañable de toda una época,
podrán sentirse igual de inocentes en el futuro, o por el contrario tendrán que golpearse el pecho arrepentidos
desde la vereda de enfrente, que es exactamente donde parecen dirigirse ahora.
Víctor Heredia
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