Año 9 Número 65 | Fecha 2011-08-16 |
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FIDEL EN SUS 85 | por Atilio A. Borón | Fidel, lúcido como siempre y más sabio que nunca. El paso de los años acompañado por una notable capacidad para reflexionar sobre las vicisitudes de su vida y el mundo lo han enriquecido extraordinariamente. Su mirada, que siempre tuvo el privilegio de internarse en el horizonte histórico-universal se ha tornado más aguda: Fidel ve donde los demás no ven, y lo que ve son las esencias y no las apariencias. Tenía razón García Márquez cuando dijo de él que es "incapaz de concebir cualquier idea que no sea descomunal." Retirado de todos sus cargos al frente de la revolución cubana sigue siendo, sin la menor duda, "el Comandante". No sólo del glorioso "Movimiento 26 de Julio" o de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas, sino de un ejército mundial de mujeres y hombres que luchan por su vida, por su dignidad y por la supervivencia del género humano, hoy amenazada por un arsenal nuclear de incalculables proporciones una pequeñísima parte del cual sobraría para arrasar con toda forma de vida en el planeta Tierra. Sobrevivencia también comprometida por la furia predatoria de un sistema, el capitalista, que todo lo que toca lo convierte en mercancía, en un simple objeto cuya excluyente finalidad es producir un lucro. A favor de esa visión de águila, que en su momento Lenin reconociera en Rosa Luxemburgo, pudo denunciar, casi en soledad, la crisis ecológica que hoy nos abruma así como los peligros de la demencial carrera armamentística desencadenada por el imperialismo estadounidense. Algunos seguramente recordarán su intervención en la Primera Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro en 1992, cuando el Comandante alertó sobre el riesgo ecológico en que ya se hallaba el planeta. Mientras el presidente de Estados Unidos George Bush se negaba a firmar los protocolos de Río, Fidel denunciaba que "Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre." Y proseguía su análisis diciendo que el desenfrenado consumismo y el irracional derroche que propicia la economía capitalista son los responsables fundamentales de esta situación: "Con sólo el 20 por ciento de la población mundial… (los capitalismos metropolitanos) consumen las dos terceras partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer. Los bosques desaparecen, los desiertos se extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la Naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer, naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto." Por supuesto, sus palabras fueron desoídas por la casi totalidad de los jefes de Estado allí convocados -¿quién recuerda ahora sus nombres?- que siguieron bailando desaprensivamente en la cubierta del Titanic. Sabio como pocos, Fidel se preguntaba en ese mismo discurso: "Cuando las supuestas amenazas del Comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del Planeta?" Va de suyo que conocía perfectamente bien la respuesta, tal como la expusiera en miles de ocasiones: el impedimento radica en la esencia misma del capitalismo como sistema, y en el imperialismo como su forma actual. Lúcido y valeroso combatiente de este flagelo, en la práctica pero también en el plano de las ideas, Fidel ha denunciado sus horrores ya desde antes del asalto al Moncada y su extraordinario alegato en defensa propia. Testigo y a la vez excepcional protagonista de la lenta pero inexorable decadencia del imperialismo estadounidense, sus iniciativas prácticas así como sus didácticas reflexiones ofrecen a los pueblos un riquísimo arsenal de ideas e informaciones, recogidas con la minuciosidad propia de un Darwin, sabedor de que para cambiar la compleja realidad de nuestro tiempo de nada valen esquemas preconcebidos o rotundas simplificaciones. Retirado de sus cargos oficiales, el infatigable soldado continúa luchando sin cuartel en la crucial "batalla de ideas", un frente que, lamentablemente, la izquierda descuidó durante mucho tiempo pero que ahora cuenta con numerosos combatientes. Y desde allí ilumina el esperanzado camino que conduce hacia la emancipación humana y social. Como dice la canción popular mexicana, Fidel, "feliz en tu día, y que vivas muchos más." | Fuente: Página 12 | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
LA LEGITIMIDAD DEL SOCIALISMO EN CUBA | por Jesús Arboleya Cervera | Recientemente, en uno de mis artículos para Progreso Semanal, afirmé que la capacidad de resistencia demostrada durante medio siglo, confirmaba la "voluntad popular" de la mayoría de los cubanos a favor del socialismo. Aún creo que esta es la mejor evidencia, sin embargo, para algunos esto no es suficiente y argumentaron la supuesta falta de legitimidad de un régimen que, en su opinión, no cumple con los "estándares democráticos" exigidos en el mundo. Está claro que partimos de premisas distintas para analizar la legitimidad de un sistema político. No obstante, traté de adaptarme a su lógica para responderles y entonces descubrí que el problema ni siquiera radica en las premisas, sino en la utilización de parámetros diferentes para evaluarlas. Decidí entonces emprender el ejercicio teórico de comparar los instrumentos formales de la democracia cubana con la estadounidense, considerada por muchos la "democracia perfecta", aquella que los demás deben imitar, si no quieren correr el riesgo de que le caigan a cañonazos. Para refrendar el socialismo en Cuba, existe una Constitución votada mediante plebiscito por más del 90 % de la población en 1976. Aún así, algunos la consideran menos legítima que la Constitución de Estados Unidos, tan sagrada como la Biblia, a pesar de fue refrendada por un pequeño grupo de personas, cuando en el país aún existía la esclavitud y nunca ha sido objeto del escrutinio popular. No digo que, por ello, la Constitución norteamericana no sea legítima, de hecho, su legitimidad está confirmada por la historia del país, pero el mismo patrón debiera regir para analizar a la cubana. Igual ocurre con las elecciones, mientras que el alcalde de Miami-Dade recientemente fue electo con menos del 20 % de participación de los electores, en Cuba siempre supera el 80 %. Es cierto que no está establecido el voto directo para elegir al presidente de Cuba, sino que ello es decisión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cuyos diputados son electos por el voto directo y secreto de los electores, pero lo mismo ocurre en Estados Unidos, donde un presidente puede resultar electo a pesar de no contar con la mayoría del voto popular y en varias ocasiones ha sido así, sin que ello sea considerado una demostración de ilegitimidad. Ni los peores críticos del sistema han planteado que existe el fraude en los procesos electorales cubanos. Sin embargo, es bastante común en las elecciones norteamericanas, ya sea a nivel local o nacional, que alguna de las partes acuse ser víctima de fraude. Baste recordar el escándalo monumental que constituyó la elección de George W. Bush, en el que mucho tuvo que ver, por cierto, la maquinaria de la extrema derecha cubanoamericana. Aún así, en la comparación pierde Cuba, porque se aduce que los elegidos son "instrumentos del régimen", como si Bush y tantos otros, incluyendo al "popular" Obama, sirvan a otra cosa que no sea los grandes intereses económicos del país. No creo que el sistema político cubano esté exento de insuficiencias, pero ello no radica en la organización del sistema electoral, ni en la legitimidad de los elegidos. Casi nadie se ha detenido a analizar que mediante este sistema, si los opositores tuviesen respaldo popular, sus candidatos ganarían fácilmente en muchas localidades. El problema radica en su funcionamiento, donde es limitada la capacidad de los electos, sobre todo a nivel de base, para satisfacer las demandas de sus electores, algo por resolver, en tanto se aspira a una democracia popular con todos sus atributos. No obstante, no estamos hablando de la demagogia que caracteriza a los políticos norteamericanos, algo tan "normal" que nadie espera que cumplan lo que prometen en sus campañas. Tampoco, ante la opinión de sus críticos, para legitimar el socialismo en Cuba, puede invocarse el respaldo expresado en manifestaciones o consultas populares, ni siquiera la participación del pueblo en la defensa del país. Se trata simplemente de "manipulaciones" del gobierno o resultado de la represión imperante, como si los cubanos, que en apenas un siglo hicimos cuatro grandes revoluciones armadas, fuésemos unos cobardes corderitos, controlados por gobernantes que ni siquiera tienen necesidad de caernos a palos, como vemos frecuentemente en la televisión, por parte de gobiernos considerados perfectamente "legítimos". Tampoco sirve el argumento del desarrollo humano alcanzado, porque el acceso universal a la educación, la salud pública y la protección social, aunque constituyen aspiraciones fundamentales de todos los pueblos del mundo, incluso en los países desarrollados y en los propios Estados Unidos, en el caso de Cuba son, cuando más, reconocidos como "logros menores" del sistema, que no alcanzan para explicar el apoyo de los cubanos al socialismo, ya que, al parecer, también somos bastante tontos. Como para los fundamentalistas del capitalismo no son aceptables estos argumentos, preferí entonces recurrir a uno que proviene de una fuente que me parece irreprochable, por tratarse del peor enemigo de la Revolución cubana, a saber, el propio gobierno norteamericano. Y está referido a indagar la razón por la cuál Estados Unidos, que invade a cualquiera, no se ha decidido a invadir a Cuba. Una razón es que están seguros de la resistencia que ofrecería el pueblo cubano, validando mi principal argumento, pero, aún así, es evidente que la capacidad militar cubana no es lo que ha contenido a las siempre dispuestas y poderosísimas tropas norteamericanas, sino el impacto político que tendría esta resistencia a escala mundial, como resultado de la legitimidad de la Revolución en todas partes. Esto no es lo que refleja la prensa mundial y la opinión de algunos "expertos", pero, por suerte, los gobernantes estadounidenses no dependen de ellos para hacer sus juicios y, en este caso, han sido bien aconsejados, hasta ahora. Como dijo el reconocido intelectual mexicano Pablo González Casanova, el socialismo es un proyecto que, como meta, se identifica con el comunismo, dígase una sociedad sin diferencias de clases y, a la vez, es un proceso social para alcanzar este cometido, por lo que los errores, incongruencias o las dificultades del proceso, no deslegitiman la calidad del proyecto socialista. Claro está que este razonamiento es válido para analizar cualquier otro proyecto social, incluso el capitalismo, por eso, estamos en presencia de un debate ideológico respecto al ideal de sociedad que se pretende alcanzar. En esto radica la dificultad para ponerse de acuerdo los ponentes de una y otra ideología, así como las manipulaciones interesadas en adulterar la práctica, con tal de descalificar la teoría. Sobre todo cuando se trata de los dogmáticos de cualquier bando, porque el ideal se convierte en un acto de fe y ello los inhabilita para analizar las cualidades de los procesos con la objetividad requerida, como ocurre frecuentemente en el caso cubano. Aún así, la solución no es evadir el escrutinio, porque la legitimidad no es algo que solo aporta la virtud de la idea, la historia de lucha, ni siquiera los beneficios alcanzados, los cuales justamente son asumidos como derechos conquistados, formando parte de la vida cotidiana de la gente, que siempre se plantea metas superiores. Tampoco es una condición inmutable, sino dialéctica, que tiene que renovarse día a día, avanzando en el desarrollo social y construyendo el consenso popular, sin el cual es insostenible el proyecto socialista, por su propia naturaleza. Montones de tropiezos tiene este camino, pero la idea de avanzar hacia ese ideal no está solo en las consignas oficiales, muchas veces contraproducentes, porque simplifican el mensaje hasta adulterarlo, sino que forma parte de una conciencia social integrada a la identidad del cubano actual. La cultura popular también es un factor que aporta legitimidad al socialismo en Cuba, porque vive en la mente de los cubanos, aunque algunos no se percaten de ello y otros pretendan negarlo. | Fuente: Progreso Semanal | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
EL YANQUI SIGUE SIN ESCUCHAR | por Manuel E. Yepe | En 1960, se publicó en los Estados Unidos un libro titulado "Escucha, Yanqui" (Listen, Yankee) que pretendía ser una advertencia al gobierno y a la opinión pública de ese país acerca del error histórico en que incurrían por su incomprensión del alcance y contenido de la revolución cubana. El valor mayor de la advertencia estaba en que provenía de Charles Wright Mills (1916-1962), el sociólogo más avanzado de su época en Estados Unidos. Tres días y medio de conversaciones con el entonces Primer Ministro Fidel Castro y cinco o seis días más con el delegado del Instituto Nacional de la Reforma Agraria en la provincia de Oriente, René Vallejo, amén de encuentros con muchos otros dirigentes cubanos y un buen número de campesinos, obreros, estudiantes, amas de casa, todo en el mes de agosto de 1960, argumentaron la obra. Se percibe como eje conductor una advertencia a la sociedad estadounidense, más que al gobierno de ese país, de que la revolución cubana podría no ser un accidente aislado sino el inicio de una sucesión de similares escenarios en todo el mundo subdesarrollado, especialmente en Latinoamérica. Wright Mills formulaba la recomendación en ocho cartas sucesivas de un imaginario revolucionario cubano que, a veces con soberbia y otras con serenidad, pero siempre con mucho orgullo, expresaba los sentimientos que el autor apreció en Cuba a solo un año y medio de la victoria popular de enero de 1959. En una de sus ocho enjundiosas misivas, el "revolucionario cubano" proclamaba que "nosotros somos parte de América Latina, no de Norte América. Nuestra historia no es parte de la de ustedes, es parte de la historia de América Latina. Y América Latina tiene 180 millones de personas y crece más rápido que ustedes, y cubre un territorio que es más de dos veces mayor que el de ustedes. Como toda América Latina, estamos cansados de sus corporaciones y de lo que sus gobiernos hacen aquí. Ya nos han dominado bastante, así nos lo hemos propuesto. Su gobierno apoyó a Batista hasta el último minuto de su régimen gansteril. Pero ya Cuba no es una isla más en el Caribe. El Caribe no es ya un lago norteamericano. Todo eso, se acabó." Es a partir de esta idea que C. Wright Mills advierte en la Introducción: "La voz de Cuba hoy es la voz de la euforia revolucionaria. Es también una voz airada. Algo de esto quiero expresar junto con las razones cubanas para ello. Porque sus razones no son solo las de ellos: son las razones de todo el mundo hambreado." Wright Mills identifica con claridad los antecedentes históricos, la raíz económica y el alcance universal del imperialismo estadounidense que se expresan en la política hacia Cuba del gobierno de su país, por ejemplo, cuando pone en boca del "revolucionario cubano" la afirmación de que "no puede haber paz –es decir, verdadero entendimiento- entre Norte y Suramérica mientras estas corporaciones yanquis sean dueñas de las riquezas de nuestros países (porque) la propiedad de nuestras riquezas significa el control de nuestras políticas. Esto no es ideología. Es simplemente un hecho concreto que hemos vivido en Cuba y que América Latina aún vive." El impúdicamente declarado objetivo imperialista de llevar a Cuba la democracia era ya rechazado por el "revolucionario cubano" creado por Wright Mills hace 51 años cuando afirma: "Nosotros no sabemos lo que ustedes entienden por la palabra democracia, pero si lo que nosotros estamos haciendo no es democrático, entonces nosotros no queremos democracia. Y si lo que ustedes llaman sociedad libre es lo que ustedes tienen en Norteamérica, por favor sepan que nosotros, no lo creemos así. Nosotros probamos esa forma de sistema político en Cuba. Quizás funcione con ustedes, pero con nosotros, no." C. Wright Mills no tenía militancia política; no era comunista ni anticomunista. "Si yo fuera cubano, no tengo duda de que estaría trabajando esforzadamente por el éxito de mi revolución. Pero yo no soy cubano, soy un yanqui…" Y como estadounidense trasladó a los gobernantes de su país una recomendación puesta en boca del ficticio protagonista de su libro: "Ustedes debían tomar el caso de Cuba como una experiencia que les sirva para establecer la forma en la que habrán de actuar cuando surjan revoluciones en los países hambreados de todas partes del mundo." Han pasado 51 años desde que C. Wright Mills formuló tan preclaras recomendaciones y ninguno de los once más recientes inquilinos de la Casa Blanca ha escuchado el mensaje, que mantiene toda su vigencia. | Fuente: Rebelión | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
QUINCE CONSIDERACIONES SOBRE EL RACISMO EN CUBA (FINAL) | por Juan Nicolás Padrón | 13. El pánico que ocasionó en la sociedad norteamericana la rebelión antisegregacionista de los 60, hizo que se adoptaran soluciones particularizadas y personalizadas, muy bien estudiadas desde todos los ángulos, especialmente en los años 70 y 80, y todavía con mayor cautela y exquisitez a finales del siglo anterior y principios de la presente centuria, cuando se perfeccionó el método para tornarse en fortaleza lo que históricamente había sido una debilidad del sistema. Aumentaron considerablemente los negros conservadores, sobre todo a partir del mandato de Ronald Reagan, y los líderes más rebeldes desaparecieron por diversas causas; otros fueron silenciados o acomodados por diferentes procedimientos; se estableció un régimen que, aunque no eliminó la disfuncionalidad social generalizada, ofreció ventajas económicas y sociales a los negros y un monitoreo constante sobre su situación mediante las reclamaciones jurídicas; se aprovechó la imagen fílmica y televisiva, con la presencia de héroes y protagonistas negros, que en los años 60 solamente habían alcanzado cierto liderazgo en los deportes y en la música. En Cuba, como el problema de la discriminación racial supuestamente estaba resuelto, salvo casos aislados no hubo una sistemática atención a este asunto. Los negros no subieron mucho su estándar de vida en relación con los blancos, y a pesar de que se comenzaron a tomar algunas medidas en los 80 para equilibrar esas diferencias, como se encaminaron solo a la representatividad en las instituciones políticas y sociales bajo una forzada proporción numérica, tal medida aislada, como era de esperarse, no resolvió el complejísimo entramado de la discriminación racial, que responde a causas económicas profundas y supone una complejidad social que debe tratarse en su multilateralidad. A finales de la década de los 80 y principios de los 90, las autoridades tomaron real conciencia de este grave problema, a pesar de las deficiencias y deformaciones que han padecido históricamente las estadísticas en el país. Por otra parte, se hicieron visibles o más conscientes en una parte de la intelectualidad cubana, algunos factores como: la falta de imagen del negro en los medios televisivos y en la prensa; el escaso abordaje de estos temas en el medio académico y mucho menos en el escolar; la tendencia a politizar el asunto, tanto por casi toda la contrarrevolución miamense como por la actitud defensiva de una buena parte de las autoridades revolucionarias; la ausencia de debate conceptual e integral, es decir, de estudios multilaterales que profundicen en sus causas y dimensiones, y aporten soluciones reales a corto, mediano y largo plazo. No había razones para no hacerlo, pues se partía de una Revolución que siempre tuvo la voluntad de eliminar cualquier forma de injusticia social, y de una nación que posee una historia híbrida desde su nacimiento, y que adoptó la integración, no solo de las racialidades, sino de casi todo lo humano, para fundar, sobrevivir y triunfar. 14. En la actualidad, aún son pocas las investigaciones de fondo sobre racialidad en Cuba, a pesar de que se trata de un tema de sumo interés para la sociedad civil y para la proyección política del país; pero lo mismo puede decirse de la situación de otros sectores vulnerables. En una buena parte de los llamados sectores emergentes (turismo, corporaciones y firmas extranjeras) hay mayoría blanca, realidad condicionada fundamentalmente porque históricamente los blancos han disfrutado de más oportunidades y ventajas para llegar hasta allí, por causas que van desde la historia familiar y las condiciones económicas para estudiar, hasta el sistema de relaciones interpersonales laborales, pero también por el racismo oculto ante la alternativa de optar por un blanco y eliminar al negro, en actitud discriminatoria justificada por una inadmisible "cuestión de imagen", determinada por estereotipos "occidentales" reproducidos consciente o inconscientemente. Tales esquemas, muchos de ellos anquilosados o contrarios a la filosofía revolucionaria, han impedido abordar con objetividad el fondo de la cuestión, sin que sean solo privativos del análisis de la racialidad, sino aplicables asimismo a otros temas, por lo que no considero que sea solo discriminación racial, sino falta de voluntad para actuar ante un conjunto de causas culturales, entre las cuales se encuentra el racismo. Si bien es cierto que las deficientes estadísticas cubanas ocultan o enmascaran los datos para la investigación de estos asuntos, sucede igual con otros tópicos, como los relacionados con la economía, que tienen una implicación directa en la distorsión de planes y cumplimientos; por otra parte, la falta de sistematicidad es un mal frecuente que afecta a esta y a otras muchas esferas. La demanda de que las autoridades policiales suelen mantener un trato diferenciado y discriminatorio con los negros es cierta, como también los es que en ocasiones su falta de pericia afecta a otras cuestiones relacionadas con su trabajo: se trata de prejuicios discriminatorios, pero, además, y sobre todo, de falta de profesionalidad. Es igualmente cierto que muchos relacionan de manera directa y prejuiciosa a la delincuencia con los negros y mestizos, sobre la base estadística de la población penal; sin embargo, poco se indaga sobre las causas últimas que generan los ingresos a prisión, y no se ha establecido un programa general para resolver esta situación. Hay poca conciencia racial y poca visibilidad en los medios de estos problemas; no hay una percepción sobre la gravedad del problema, que casi siempre se atribuye, por el desconocimiento de su dimensión, a demandas de un sector. 15. El racismo es una vergüenza del género humano, inaceptable éticamente, y sus presupuestos son falsos desde cualquier punto de vista; resulta injustificable porque los argumentos suelen basarse en la seudociencia biológica o la manipulación religiosa, social y política; formula un conjunto de propuestas arbitrarias que parten de sentimientos primitivos, como el miedo al diferente, la intolerancia al otro y el odio inculcado; mantiene la creencia de una absurda división de los seres humanos entre razas superiores e inferiores que los diferencia y separa para someter a unos y a otros con prácticas humillantes. La alternativa al racismo no puede sustentarse en un programa de venganzas sociales ni en un proyecto que diferencie y segregue. La discriminación racial crea modelos culturales bajo infundadas creencias de una supuesta eficacia o desarrollo de una sociedad sobre otra, y es caldo de cultivo para el aprovechamiento de conflictos políticos y religiosos sostenidos por perversas campañas publicitarias que apelan a los instintos más oscuros, cebándose en la desinformación, la ignorancia o en factores especulativos saturados de prejuicios, xenofobias y complejos de superioridad-inferioridad. El odio racial provocó el holocausto y los más grandes genocidios que ha conocido la humanidad; se erige en pecado y ofensa a Dios, según Juan Pablo II, y en enfermedad de la mente y el alma que deshumaniza a cualquiera que lo toca, según Nelson Mandela, uno de los líderes políticos más importantes del siglo XX porque luchó contra el racismo de los blancos hacia los negros y viceversa; ha servido para alimentar ideológicamente los procesos más dolorosos que conoce el ser humano, como el esclavismo, el colonialismo y el neocolonialismo, y puede generar una violencia incontrolable en cualquier contexto. Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y descienden del mismo tronco, que según las últimas evidencias nació en África, por lo que en última instancias, todos los humanos seríamos "afrodescendientes"; todas las divisiones de la especie son convencionales, arbitrarias y externas; los potenciales biológicos de los humanos para alcanzar cualquier nivel o posición en los sistemas económicos y sociales que organizan son equivalentes, y las diferencias étnicas y culturales del planeta deberían propiciar una educación y una cultura antidiscriminatoria, antirracista, y no solo multicultural, sino intercultural. Hoy el presidente de la primera potencia del mundo es negro; Barack Obama ha reconocido que "el dolor de la discriminación todavía se siente en Estados Unidos"; sin embargo, también les ha pedido a los negros que "¡dejen de decirles a sus hijos que, porque son de cierta raza, hay cosas que siempre les estarán limitadas!", y añadía: "Quiero que aspiren a ser científicos e ingenieros, doctores y maestros, no sólo jugadores de baloncesto o raperos", aunque sus políticas no parezcan precisamente encaminadas a ello. En Cuba urge establecer normas más eficaces para garantizar y nivelar la igualdad entre todos, así como una estrecha vigilancia sobre quienes aún padecen desventajas y evidentes asimetrías, pues deben ser los más favorecidos por los programas sociales; dentro del proyecto de la Revolución, un especial significado tiene la igualdad de los negros en relación con el resto de la población, que incluye factores económicos y culturales; sin asociar el color de la piel a ninguna categoría de privilegio, la racialidad requiere de un proyecto específico que borre el dolor ancestral sufrido, atienda reclamos postergados de sus dificultades para la igualdad, programe acciones reales y efectivas basadas en nuestra historia, y se propicie una educación integradora en la que los blancos sepan más de la historia y la cultura de los negros, y estos no se limiten solo a sus temas. Las soluciones hay que buscarlas para el futuro y en cualquier parte, pero debemos evitar dar pasos hacia atrás o tratar de copiar miméticamente otras realidades. La batalla por la igualdad social en Cuba debe tener en cuenta todas estas cuestiones y aún otras coordenadas que están por gestarse dentro de la transculturación, porque ese proceso, aquí, nunca termina. Nota: Juan Nicolás Padrón es filólogo, poeta, ensayista. Labora en Casa de las Américas. Este artículo está publicado en el foro El engaño de las razas (www.foroscubarte.cult.cu) organizado por la UNEAC y Cubarte. | Fuente: Periódico Cubarte | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
ERROR 503: PROPIEDAD, IDEOLOGÍA E INFORMACIÓN | por Carlos González Penalva | Sobre la supuesta censura en Cuba. Hace unas semanas comenzó el traslado de los servidores de Nodo50 a Suecia, se mudaban físicamente los equipos, en furgoneta. El motivo, cuestiones legales y económicas, según informaban en su web. Lo llamativo no es que un "portal" de internet, que aloja a la mayoría de las páginas web de los movimientos sociales de España, se traslade por carretera a otro estado, sino que los nueve servidores (recomiendo visitar la página y ver el nombre de cada uno y su motivación) de Nodo50 no estén en el territorio donde se encuentran la mayoría de sus clientes. Motivos hay varios, el más contundente, la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico (LSSICE). Sin embargo no es una cuestión que pueda reducirse a lo legal. Lo que está en juego cuando hablamos de servicios de la sociedad de la información -y por extensión de las TIC- no son otra cosa que relaciones sociales de producción, de control de la información y de monopolio-manipulación de las telecomunicaciones a escala global -véase el "caso Murdoch", dónde la lucha por BSkyB se convierte en un espectáculo freaky al estilo News of the World. ¿Y qué son los servicios de la sociedad de la información? Al margen de lo pomposo de la nomenclatura, cuando hablamos de la Inter-Net, no estamos hablando de "nubes". Hablamos de medios de producción y propiedad de los medios, de relaciones sociales de producción, mercancía-dinero-mercancía, empresarios/as, trabajadores y trabajadoras, de Sociedades Limitadas (S.L) y Sociedades Anónimas (S.A), etc.: En definitiva; de la economía política de la información, la comunicación y la cultura. Y es desde la economía política desde donde vamos a enfocar la "censura"; la propiedad de los medios de (producción-reproducción-circulación) comunicación, (la producción social) de la ideología dominante que legitima la manipulación mas mediática y el tráfico de información (la forma mercancía; material e inmaterial) que se comercializa. No vamos a profundizar en esta cuestión, sólo señalar, o recordar, dos obviedades: a) La tecnología nunca es neutra, sino un instrumento. Una tecnología concreta tiene un valor de uso, objetivo, y un valor de cambio "ficticio". b) Quién posee los medios de producción y distribución (empresas de telecomunicaciones en este caso) de los servicios controla, en gran medida, sus usos y sus potencialidades. Isla es un concepto geofísico, no virtual Cuba, además de un "sistema" político y social, es una realidad física: una isla. Nos ahorraremos la definición de isla, pero concretamos; no es una cuestión filosófica, es geológica: La isla de Cuba es una extensión de tierra firme rodeada completamente por una masa de agua. Además, Cuba se encuentra geográficamente en el Caribe, no en América Latina o "en la costa este de EE.UU". El hecho de tener a los EE.UU de vecino y ser una isla tiene cierta importancia para entender el desarrollo de internet en Cuba: 1º) Para poder conectarse a una red, evidentemente, se necesita una red física, concreta, "un cable" y localizada en el espacio -dentro o fuera del planeta. La ideología del libre cambio, en el "caso cubano", parece quedar suspendida; el embargo norteamericano impide al estado cubano esta opción. 2º) Las conexiones a través de satélite son monopolio de un limitado grupo de empresas y su coste es muy elevado. Para el estado cubano esta opción fue la única posibilidad durante años. Así, con las dificultades señaladas, las conexiones a internet en Cuba han sido una constante fuente de "conflictos": Por una parte, al tener que pagar por el acceso vía satélite, el estado cubano se veía obligado a limitar el acceso en función de los recursos económicos del país. Por otra, con un servicio muy precario, el gobierno cubano ha tenido que definir prioridades en el acceso (personal sanitario, personal científico-investigador, etc.), lo cual, la ideología dominante a re-interpretado, traducido, y extendido intencionalmente como "censura". Hasta 2008, las conexiones a internet en Cuba han sido un constante foco de presión empresarial, esa forma de diplomacia que ciertos lobbys practican desde Washington a Bruselas, pasando por Abu Dabi. ¿Qué cambio en 2008?. Ese año el Gobierno de Venezuela y el Gobierno de Cuba firmaron un tratado para conectar por cable de fibra óptica ambos territorios desde La Guaira, lo que permite a Cuba (y por ende a Jamaica, Haití y Trinidad y Tobago, etc…) dotarse de la infraestructura necesaria para poder ofrecer una conexión amplía, con limitaciones técnicas, a internet. Este convenio no es un acontecimiento aislado, sino que responde a una política estratégica de ambos Gobiernos para garantizar su soberanía nacional frente a los múltiples intereses de la Administración norteamericana en la zona. Pero el "caso cubano" no es una excepción. Cuando comenzó a extenderse el "fenómeno internet" cada estado tomó una serie de decisiones, la mayoría al margen de la ciudadanía, sobre cómo gestionar este "medio". Un ejemplo, no un paradigma, en el año 2000 Cuba y el estado español compartían un ancho de banda similar (una velocidad y una capacidad de conectividad) de 65 megabytes para descarga y de 124 megabytes para subida. Diferencias: En Cuba el acceso era semi-gratuito, la "factura" la pagaba el estado cubano conectándose vía satélite -como cliente- y redistribuyendo la conexión a los usuarios institucionales. En el estado español, la conexión era a las "redes" privadas; el monopolio Telefónica, ya privatizado, distribuía la conexión a las "operadoras". La capacidad de la red era similar, limitando técnicamente el acceso y el precio el de un servicio privado, al alcance de una minoría (¿no nos acordamos de los esfuerzos de la Administración para convencernos de la necesidad, a particulares y empresas, de estar "conectados"?) Ciertamente, no es hasta 2006 cuando la conexión a la red se estabiliza, en números absolutos, en el estado español. En Cuba, es verdad, en 2008 ¿Dos años de diferencia, siendo gratuito en Cuba, dan para el debate? ¡Es Cuba! Siempre hay debate!. Pero en Cuba peor, siempre. ¿Siempre? La progresión de la "socialización" de esta nueva tecnología a nivel global puede parecer, a primera vista, una forma de establecer "rankings" de desarrollo: países "conectados" y países que están fuera de esta nueva hipermodernidad, la cuarta revolución industrial llegaron a definirla quienes vendían a sueldo esta tecnología en los medios de comunicación de masas "clásicos", televisión, radio, prensa, etc. Hemos asistido a "campañas" obscenas sobre la necesidad de comprar este electrodoméstico. ¿Los intereses y motivaciones son diferentes en Cuba? Evidentemente, cuando un estado tiene una demanda social, la conexión a un servicio (es indiferente que sea internet o el transporte público) la forma en que se gestiona muestra y demuestra la ideología dominante, la hegemonía política en dicho territorio: A) Modelo de capitalismo social europeo (aunque, a estas alturas, esta denominación le viene muy grande): Los medios de producción son propiedad del capital privado y el estado se limita a regular jurídicamente (LSSICE) y fácticamente el mercado (a veces y poco) de trabajo, producción y circulación de mercancías y servicios (esa es la clave de la negociación colectiva y no el despido) y los y las ciudadanas compran, si pueden (eso que repulsivamente denominan "poder adquisitivo") los servicios y las mercancías ofertadas; el hardware a Dell, el software a Microsoft, la conexión a Telefónica y los "servicios" a Google, etc. -los últimos de la cadena, siempre son los más visibles y, por lo tanto, los más vulnerables a la crítica social y a los caprichos del ciclotímico Capital, como se vio en la burbuja punto.com. B) Modelo de capitalismo neoliberal: Similar al anterior pero con escasa o nula recaudación impositiva y control gubernamental del proceso. C) Modelo poscapitalista ("a lo cubano"): Regulación democrática del acceso a internet, gratuidad porcentual y selectiva del mismo. Conclusión precipitada Si hubiese una potencial situación social, terminemos con un poco de política ficción, en la cual, los y las ciudadanas del estado español, tuviésemos que optar entre un precario acceso general y semi-gratuito a internet o el eficiente acceso actual (a una media de 50€/mes) particular y privado, posiblemente, el conflicto de la censura se extendería a nuestro territorio rápidamente (no hemos mencionado el recurrente "canon" ni la estrafalaria Ley Sinde por respeto a la inteligencia). La censura es siempre la excusa que utiliza el capital privado para apropiarse del capital social, bajo el capitalismo la exhibicionista libertad de expresión siempre será subalterna de la discreta libertad de empresa. Quienes fomentan, en nombre de la libertad de expresión, la libertad de empresa, proyectan un escenario de privatización del estado y su posterior venta a los, tristemente famosos, "mercados". No nos estamos jugando la "libertad de expresión", sino la "propiedad de los medios" y esa batalla tampoco se libra en internet, sino en la POLÍTICA. El autor es Presidente de la Asoc. Cultural Wenceslao Roces y Director de la Fundación de Investigaciones Marxistas de Asturias. Miembro de la Revista teórica del PCE Nuestra Bandera y colaborador de diversas publicaciones de filosofía. | Fuente: Un tábano llamado Penalva | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
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