miércoles, 21 de diciembre de 2011

abrazar a MAMA tras diecisiete años Libano Cinco Héroes Palestina Che Guevara

Una creencia me aferra a la sonrisa 

19-12-2011 TRABAJADORES

 

Anwar Yassine está identificado con los Cinco, “es como si en cada uno de ellos estuviera yo mismo” 

09:14 Ana Margarita González y Rafael Hojas Martínez. Foto: De la autora / 19-12-2011

Nunca pensó sobrevivir a tanta brutalidad;  al odio, al dolor, al miedo, al desamparo.   De vuelta a la libertad, decidió enfrentar   al enemigo con su felicidad. “La   lucha armada es la acción más grande y expresiva   del ser humano, pero usted derrota al adversario   con cada gesto, un modo de vida, una forma de ser.   Esa creencia es la que me hace aferrarme a la sonrisa”.  

 Anwar Yassine*, Héroe de la Resistencia Nacional   Libanesa, se hace querer desde el primer abrazo.   Esquiva la pregunta porque “lo primero es el   saludo a los lectores, al pueblo de Cuba, a los amigos   de la Revolución y de los Cinco Héroes prisioneros   del imperio.   

“Nosotros nos criamos en el amor por Cuba y   por sus líderes; eso hizo que abrazáramos la Revolución   cubana. La influencia me llegó por el Partido   Comunista Libanés, que ve en ella la meca de   las revoluciones, la fuente de los valores más sublimes;   también porque mi hermano mayor recibió   una preparación política sólida en Cuba.   

Era el final   

“Sus enseñanzas me permitieron sumarme al Frente   de la Resistencia Libanesa (creado en 1982) a los   18 años. Una de las tareas que cumplí fue monitorear   un puesto de la ocupación militar israelí. Yendo   hacia él nos interrumpió un comando que desembarcaba   en un helicóptero.   

“Era la noche del 15 de septiembre de 1987, y   hasta la madrugada del 16, la avanzada de mi grupo   y los soldados israelíes sostuvimos un fuerte tiroteo;   murieron dos oficiales y dos soldados israelíes   y otros cinco fueron heridos.   

“Logramos que la retaguardia se retirara,   pero caí gravemente herido. Solo escuchaba mi   arma disparando y pensé que mis dos compañeros   habían muerto. Al cabo de los años supe que   se habían retirado y se salvaron. Yo estaba escondido   entre las rocas; casi al amanecer mi fusil   se rompió y con la luz del día fui descubierto y   me capturaron; esperaba la muerte, una muerte   digna. Era el final.   

“Me torturaban, me estaba muriendo; a un oficial   le escuché una palabra clave: paren. No me   mataron no por razones morales o por valores humanos   sino porque necesitaban mi información.   Estuve tres días con las heridas abiertas y practicaban   torturas sobre ellas.   

“Me llevaron a un hospital de campaña y me   cosieron sin anestesia. En el centro de investigación   estuve 100 días bajo torturas, luego me trasladaron   al centro de detención acusado de asesinar a   oficiales y soldados israelíes, portar armas ilegalmente   y ser miembro de un partido que para ellos   era ilegítimo.   

“Las acusaciones eran falsas: pertenezco a un   partido fundado en 1924, cuando no existía el Estado   de Israel; soy libanés y usaba armas para defender a   mi país. Me llevaron al tribunal durante seis meses.   Con esa máscara que usan de gobierno democrático,   me ofrecieron un abogado, pero lo rechacé categóricamente.   El hombre me dijo: ‘aun siendo ese tribunal un   teatro, soy un actor en esa pieza y tengo que jugar mi   rol’. Fui mi propio abogado”.   

Le tiré un libro sagrado al juez   

“Los días del juicio fueron una odisea. Me llevaban   en el carro de los prisioneros y en el tribunal me   metían en una jaula, porque supuestamente somos   peligrosos, terroristas. Cuando decían ¡de pie!, me   sentaba en el piso, los del tribunal se enfadaban y   un día dijeron ‘para la próxima te pondremos donde   no puedas sentarte’.   

“Me colocaron entre los testigos y la secretaria,   esposado y con cadenas en los pies. Tenía   cerca uno de los libros sagrados y cuando   escuché la sentencia, lo único que mis manos   pudieron coger fue el libro; se lo tiré al juez  y   los insulté. Me agredieron, quedé aturdido por   los golpes; allí estaba la prensa, filmaron todo   y en el Líbano se enteraron de lo que había   hecho.   

“Pidieron cadena perpetua; el proceso terminó   con una sentencia de 30 años, un teatro que no   concuerda con ningún tipo de ley. Una vez condenado   terminaron las torturas corporales y la vida   entre los prisioneros fue como estar en brazos que   me amparaban”.   

Plantón de una sola mujer   

“No recibí visita de familiares o amigos durante   17 años. Cuando mi familia supo que había sido   capturado por los israelíes, enviaron una carta   a la Cruz Roja Internacional pidiendo su intervención   para salvar mi vida. Además, contactaron   a tres abogados franceses, y gracias a todo   eso mi causa fue adoptada por 140 asociaciones,   comités y foros internacionales de derechos humanos.   

“Indirectamente me llegaban informaciones de   que habían visto a mi madre; eso me daba fuerza,   era el único hilo de esperanza: saber que no estaba   solo y que alguien afuera reclamaba por mí. En   aquellos momentos oscuros y difíciles, de desespero,   sus noticias llegaban como suave brisa y me aliviaban.   

“El momento más difícil fue aquella única vez   que me dieron acceso a la televisión y vi a mi mamá   haciendo un plantón. La noticia la titularon ‘Plantón   de una sola mujer frente a la Cruz Roja’. Era mi   madre convocando con mi foto, nunca había visto   algo así de ella —era iletrada, pero tenía el corazón   muy grande—; y me dio un sentimiento que nunca   olvidaré.  

“Sentía miedo al pensar que allá afuera se hubieran   olvidado de mí. Por eso no podemos permitir   que los Cinco piensen que la gente fuera de la cárcel   se habitúa a que ellos estén presos, tienen que   saber siempre que nadie se resigna, que no lo aceptamos.   Cuando el prisionero político sabe eso puede   resistir 100 años con la moral muy alta”.  

Mi madre palestina   

“Un factor que ha ayudado muchísimo a los libaneses   prisioneros en Israel es el papel de las   palestinas que visitan a sus hijos y nos adoptan.   Yo tenía una madre palestina, me dijo: ‘a partir   de ahora eres mi hijo, te voy a visitar siempre’.   Me traía lo mismo que a su hijo. Así aliviaba el   encarcelamiento, fue como una colcha cálida en   una noche fría, la única ventana de contacto con   alguien que te dice que te quiere. Mi familia sabía   de mí a través de ella.   

“Lo más grande fue que antes de ver a su hijo   pasaba por mí, cruzando después 600 kilómetros.   Les ponen a sus hijos en otras cárceles para dificultar   sus vidas y las nuestras. Ella se preguntaba   qué dirá Anwar si no me ve. Una vez dijo: ‘te doy   prioridad porque mi hijo siempre será mi hijo y me   tendrá, contigo no puedo fallar’.   

“Esa es la fortuna que llevo, porque muestra   hasta qué punto no han podido matar la humanidad   que hay en nuestros corazones”.   

El renacimiento   

“En el año 2000 la resistencia capturó a tres soldados   israelíes en una operación contra la ocupación,   luego hicieron que un coronel de esa nacionalidad   viajara al Líbano pretextando darle información   de inteligencia; lo capturaron y planearon un canje   de prisioneros.   

“Supimos que había negociaciones por medio de   un tercer país, pero ninguno conocía a quien le tocaba.   Todos nos sentíamos fuera de la cárcel, era una   gran hazaña, pensábamos que el enemigo terminaría   poniendo en libertad a un gran número de nosotros.   

“Las negociaciones duraron tres años y unos   meses. Liberarían a 23 libaneses, 10 árabes y 400   palestinos, y los cadáveres de nuestros muertos en   Israel. Fui el único liberado de los 140 prisioneros   que había en aquella cárcel, pero todos estaban felices   y yo, que iba a quedar libre, era el más triste.   No se imaginan lo duro que es tener que marcharse   y dejar presos a esos compañeros.  

“Me concentraron con el resto en otra prisión y   nos llevaron a un aeropuerto en Tel Aviv con medidas   de seguridad que tenían más de revancha que   de otra cosa. En Alemania estuvimos cinco horas   encadenados dentro del avión, hasta que concluyó   el proceso de verificación de los cadáveres. Temíamos   que la transacción se echara para atrás, porque   un enemigo tan hipócrita y deshonesto como Israel   es capaz de hacer eso a última hora.   

“Cuando el avión aterrizó en Beirut, el 29 de   enero de 2004, nos sentimos libres. Estaba preocupado   por la impresión que causaría en mi mamá,   una persona mayor que se ha agotado mucho por   mi causa. Yo la dejé 17 años y ella pensó que nunca   más iba a verme. La abracé, el mundo entero estaba   en ese abrazo.  

“Solo les permitieron a mamá, a papá y a mi hermano ir al aeropuerto. Compartimos un rato y   ese día sentí que volvía a nacer, un renacimiento   en todo el sentido de la palabra, llegué a un nuevo   mundo. Todo había cambiado.   

“Fue altísima la responsabilidad de enfrentarnos   a la prisión. Por eso estoy tan identificado con los Cinco,   es como si en cada uno de ellos estuviera yo mismo,   somos nosotros a la hora de luchar y mi felicidad es   parte de eso, de la victoria continua que siento.   

“A un enemigo que solo tiene afán de sembrar   crueldad y muerte, sufrimiento y lágrimas lo derrotamos   con cada sonrisa y gesto de solidaridad   con las causas justas que libramos”.   

*El periodista de la cadena Al Jadid New TV, Anwar   Yassine, es miembro del Comité Central del Partido Comunista   del Líbano y de la directiva del Comité Libanés   por la Liberación de los Cinco.