Una creencia me aferra a la sonrisa
19-12-2011 TRABAJADORES
Anwar Yassine está identificado con los Cinco, “es como si en cada uno de ellos estuviera yo mismo”
09:14 Ana Margarita González y Rafael Hojas Martínez. Foto: De la autora / 19-12-2011
Nunca pensó sobrevivir a tanta brutalidad; al odio, al dolor, al miedo, al desamparo. De vuelta a la libertad, decidió enfrentar al enemigo con su felicidad. “La lucha armada es la acción más grande y expresiva del ser humano, pero usted derrota al adversario con cada gesto, un modo de vida, una forma de ser. Esa creencia es la que me hace aferrarme a la sonrisa”.
Anwar Yassine*, Héroe de la Resistencia Nacional Libanesa, se hace querer desde el primer abrazo. Esquiva la pregunta porque “lo primero es el saludo a los lectores, al pueblo de Cuba, a los amigos de la Revolución y de los Cinco Héroes prisioneros del imperio.
“Nosotros nos criamos en el amor por Cuba y por sus líderes; eso hizo que abrazáramos la Revolución cubana. La influencia me llegó por el Partido Comunista Libanés, que ve en ella la meca de las revoluciones, la fuente de los valores más sublimes; también porque mi hermano mayor recibió una preparación política sólida en Cuba.
Era el final
“Sus enseñanzas me permitieron sumarme al Frente de la Resistencia Libanesa (creado en 1982) a los 18 años. Una de las tareas que cumplí fue monitorear un puesto de la ocupación militar israelí. Yendo hacia él nos interrumpió un comando que desembarcaba en un helicóptero.
“Era la noche del 15 de septiembre de 1987, y hasta la madrugada del 16, la avanzada de mi grupo y los soldados israelíes sostuvimos un fuerte tiroteo; murieron dos oficiales y dos soldados israelíes y otros cinco fueron heridos.
“Logramos que la retaguardia se retirara, pero caí gravemente herido. Solo escuchaba mi arma disparando y pensé que mis dos compañeros habían muerto. Al cabo de los años supe que se habían retirado y se salvaron. Yo estaba escondido entre las rocas; casi al amanecer mi fusil se rompió y con la luz del día fui descubierto y me capturaron; esperaba la muerte, una muerte digna. Era el final.
“Me torturaban, me estaba muriendo; a un oficial le escuché una palabra clave: paren. No me mataron no por razones morales o por valores humanos sino porque necesitaban mi información. Estuve tres días con las heridas abiertas y practicaban torturas sobre ellas.
“Me llevaron a un hospital de campaña y me cosieron sin anestesia. En el centro de investigación estuve 100 días bajo torturas, luego me trasladaron al centro de detención acusado de asesinar a oficiales y soldados israelíes, portar armas ilegalmente y ser miembro de un partido que para ellos era ilegítimo.
“Las acusaciones eran falsas: pertenezco a un partido fundado en 1924, cuando no existía el Estado de Israel; soy libanés y usaba armas para defender a mi país. Me llevaron al tribunal durante seis meses. Con esa máscara que usan de gobierno democrático, me ofrecieron un abogado, pero lo rechacé categóricamente. El hombre me dijo: ‘aun siendo ese tribunal un teatro, soy un actor en esa pieza y tengo que jugar mi rol’. Fui mi propio abogado”.
Le tiré un libro sagrado al juez
“Los días del juicio fueron una odisea. Me llevaban en el carro de los prisioneros y en el tribunal me metían en una jaula, porque supuestamente somos peligrosos, terroristas. Cuando decían ¡de pie!, me sentaba en el piso, los del tribunal se enfadaban y un día dijeron ‘para la próxima te pondremos donde no puedas sentarte’.
“Me colocaron entre los testigos y la secretaria, esposado y con cadenas en los pies. Tenía cerca uno de los libros sagrados y cuando escuché la sentencia, lo único que mis manos pudieron coger fue el libro; se lo tiré al juez y los insulté. Me agredieron, quedé aturdido por los golpes; allí estaba la prensa, filmaron todo y en el Líbano se enteraron de lo que había hecho.
“Pidieron cadena perpetua; el proceso terminó con una sentencia de 30 años, un teatro que no concuerda con ningún tipo de ley. Una vez condenado terminaron las torturas corporales y la vida entre los prisioneros fue como estar en brazos que me amparaban”.
Plantón de una sola mujer
“No recibí visita de familiares o amigos durante 17 años. Cuando mi familia supo que había sido capturado por los israelíes, enviaron una carta a la Cruz Roja Internacional pidiendo su intervención para salvar mi vida. Además, contactaron a tres abogados franceses, y gracias a todo eso mi causa fue adoptada por 140 asociaciones, comités y foros internacionales de derechos humanos.
“Indirectamente me llegaban informaciones de que habían visto a mi madre; eso me daba fuerza, era el único hilo de esperanza: saber que no estaba solo y que alguien afuera reclamaba por mí. En aquellos momentos oscuros y difíciles, de desespero, sus noticias llegaban como suave brisa y me aliviaban.
“El momento más difícil fue aquella única vez que me dieron acceso a la televisión y vi a mi mamá haciendo un plantón. La noticia la titularon ‘Plantón de una sola mujer frente a la Cruz Roja’. Era mi madre convocando con mi foto, nunca había visto algo así de ella —era iletrada, pero tenía el corazón muy grande—; y me dio un sentimiento que nunca olvidaré.
“Sentía miedo al pensar que allá afuera se hubieran olvidado de mí. Por eso no podemos permitir que los Cinco piensen que la gente fuera de la cárcel se habitúa a que ellos estén presos, tienen que saber siempre que nadie se resigna, que no lo aceptamos. Cuando el prisionero político sabe eso puede resistir 100 años con la moral muy alta”.
Mi madre palestina
“Un factor que ha ayudado muchísimo a los libaneses prisioneros en Israel es el papel de las palestinas que visitan a sus hijos y nos adoptan. Yo tenía una madre palestina, me dijo: ‘a partir de ahora eres mi hijo, te voy a visitar siempre’. Me traía lo mismo que a su hijo. Así aliviaba el encarcelamiento, fue como una colcha cálida en una noche fría, la única ventana de contacto con alguien que te dice que te quiere. Mi familia sabía de mí a través de ella.
“Lo más grande fue que antes de ver a su hijo pasaba por mí, cruzando después 600 kilómetros. Les ponen a sus hijos en otras cárceles para dificultar sus vidas y las nuestras. Ella se preguntaba qué dirá Anwar si no me ve. Una vez dijo: ‘te doy prioridad porque mi hijo siempre será mi hijo y me tendrá, contigo no puedo fallar’.
“Esa es la fortuna que llevo, porque muestra hasta qué punto no han podido matar la humanidad que hay en nuestros corazones”.
El renacimiento
“En el año 2000 la resistencia capturó a tres soldados israelíes en una operación contra la ocupación, luego hicieron que un coronel de esa nacionalidad viajara al Líbano pretextando darle información de inteligencia; lo capturaron y planearon un canje de prisioneros.
“Supimos que había negociaciones por medio de un tercer país, pero ninguno conocía a quien le tocaba. Todos nos sentíamos fuera de la cárcel, era una gran hazaña, pensábamos que el enemigo terminaría poniendo en libertad a un gran número de nosotros.
“Las negociaciones duraron tres años y unos meses. Liberarían a 23 libaneses, 10 árabes y 400 palestinos, y los cadáveres de nuestros muertos en Israel. Fui el único liberado de los 140 prisioneros que había en aquella cárcel, pero todos estaban felices y yo, que iba a quedar libre, era el más triste. No se imaginan lo duro que es tener que marcharse y dejar presos a esos compañeros.
“Me concentraron con el resto en otra prisión y nos llevaron a un aeropuerto en Tel Aviv con medidas de seguridad que tenían más de revancha que de otra cosa. En Alemania estuvimos cinco horas encadenados dentro del avión, hasta que concluyó el proceso de verificación de los cadáveres. Temíamos que la transacción se echara para atrás, porque un enemigo tan hipócrita y deshonesto como Israel es capaz de hacer eso a última hora.
“Cuando el avión aterrizó en Beirut, el 29 de enero de 2004, nos sentimos libres. Estaba preocupado por la impresión que causaría en mi mamá, una persona mayor que se ha agotado mucho por mi causa. Yo la dejé 17 años y ella pensó que nunca más iba a verme. La abracé, el mundo entero estaba en ese abrazo.
“Solo les permitieron a mamá, a papá y a mi hermano ir al aeropuerto. Compartimos un rato y ese día sentí que volvía a nacer, un renacimiento en todo el sentido de la palabra, llegué a un nuevo mundo. Todo había cambiado.
“Fue altísima la responsabilidad de enfrentarnos a la prisión. Por eso estoy tan identificado con los Cinco, es como si en cada uno de ellos estuviera yo mismo, somos nosotros a la hora de luchar y mi felicidad es parte de eso, de la victoria continua que siento.
“A un enemigo que solo tiene afán de sembrar crueldad y muerte, sufrimiento y lágrimas lo derrotamos con cada sonrisa y gesto de solidaridad con las causas justas que libramos”.
*El periodista de la cadena Al Jadid New TV, Anwar Yassine, es miembro del Comité Central del Partido Comunista del Líbano y de la directiva del Comité Libanés por la Liberación de los Cinco.