CERRÓ EN CARACAS LA CUMBRE FUNDACIONAL DE LA COMUNIDAD
Fundación de la CELAC, con muchísimas más luces que sombras
Con la presidencia de Hugo Chávez, culminó la reunión fundacional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Ahora viene el desafío de plasmar en hechos esos documentos generales y particulares.
EMILIO MARÍN
La reunión de dos días en Caracas fue muy positiva, a juzgar por el resultado. Se decidió por acuerdo unánime conformar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, como salto cualitativo del Grupo de Río fundado en 1986 en Río de Janeiro y la Cumbre de América Latina y el Caribe, lanzada en 2008 también en Brasil (Costa de Sauipe, Bahía).
Este solo hecho ya calificaría de histórica la reunión, expresión que empleó Hugo Chávez. Ese alumbramiento se produjo con una Declaración de Caracas y otros 18 documentos particulares, afianzando la idea de que surgió algo grosso.
Entre otras facetas del encuentro se puede puntualizar una que no tiene un gran contenido político, pero que ayuda: algunos de los mandatarios de países más pequeños o más alejados de Argentina no eran conocidos. Quizás la presidenta Cristina Fernández no los recordara con nitidez. Para los argentinos era prácticamente una incógnita el primer ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, el primer ministro de Antigua y Barbuda, Winston Baldwin Spencer, no así para cubanos y venezolanos que comparten con ellos la alianza del ALBA. Otros nombres casi desconocidos en Buenos Aires eran el primer ministro de Granada, Tillman Thomas y sus colegas de Barbados, Freundel Stuart, y de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar. Hay catorce países caribeños de habla inglesa y francesa que se han sumado a la CELAC y sus nombres, de naciones y gobernantes, deberían empezar a ser más familiares.
Juan Manuel Santos y Sebastián Piñera, en cambio, están muy seguido en las páginas de medios argentinos, generalmente no por lindas acciones ni por el buen trato dado a sus pueblos.
El anfitrión Chávez logró sentar a 30 presidentes sobre 33 invitados; sólo faltaron Ollanta Humala de Perú, Mauricio Funes de El Salvador y Laura Chinchilla de Costa Rica. Caracas fue una fiesta y tuvo asistencia casi perfecta.
Faltó Puerto Rico, oprimido por el imperio. "Contento de estar acá", expresó René Pérez, “Residente” de Calle 13, en un festival popular, feliz por la reunión pero triste por la ausencia de Puerto Rico en la Cumbre. “Obviamente somos una colonia (norteamericana), sin embargo, estaría bueno que nos invitaran a participar en la CELAC”, dijo, antes de largarse con El baile de los pobres y Vamo´ a portarnos mal.
Es difícil que en lo inmediato haya consenso entre los 33 presidentes para invitar a Puerto Rico. Y muchísimo menos probable es que en el futuro cercano le abran una sesión a las agrupaciones rebeldes de Colombia, pese a que las FARC y ELN enviaron conceptuosas cartas a la reunión. Allí están Santos y el mal llamado “Plan Colombia”, que es casi decir el Pentágono estadounidense.
La Declaración de Caracas se subtituló “En el Bicentenario de la Lucha por la Independencia Hacia el Camino de Nuestros Libertadores”. Sus 39 puntos son muy rescatables por el ideario de unidad, integración regional y soberanía.
Lo bueno y sus límites
Esa declaración fue complementada con 18 “comunicados especiales”. Entre éstos los argentinos deben agradecer un pronunciamiento a favor de la soberanía nacional sobre las Malvinas. Haití recibió referencias solidarias no sólo en un documento aparte sino también en la comunicación general, que señala el papel pionero de la rebelión de los negros contra el orden colonial. Debe ser la vez primera que una reunión de tanto nivel recoge estos puntos de vista: “con la independencia de Haití en 1804, dirigida por Toussaint Louverture, constituyéndose en la primera República Independiente de la región. De la misma manera recordamos que la República de Haití liderada por su Presidente Alexandre Pétion, con la ayuda prestada a Simón Bolívar para la Independencia de los territorios que en el presente conocemos como América Latina y el Caribe inició las bases para la solidaridad e integración”.
La condena al bloqueo a Cuba no iba a ausentarse. En línea con pronunciamientos de las dos entidades que conformaron la CELAC, más Unasur, Mercosur, ALBA y la propia ONU, los 33 gobiernos reclamaron el cese de aquella agresión.
Hubo toma de posición sobre seguridad alimentaria, especulación financiera y precios de los alimentos, derechos humanos de los inmigrantes, la Defensa de la Democracia y el Orden Constitucional, y la lucha contra el narcotráfico.
Como la voz cantante la llevó Chávez en el Teatro Teresa Carreño donde comenzó la reunión, y en el Fuerte Tiuna, donde terminó, eran previsibles las referencias a Simón Bolívar y demás libertadores. El dueño de casa alternativizó ese pensamiento, en particular la convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá de 1824, con la doctrina norteamericana Monroe de 1823, de “América para los (norte) americanos”.
Los límites políticos de la reunión tienen que ver con las concesiones que Venezuela y países del ALBA hicieron a los gobiernos más derechosos, para que éstos aceptaran ser parte del evento.
Algunas fueron concesiones programáticas: la Declaración de Caracas no menciona que Cuba fue vanguardia de la integración y solidaridad continental con sus programas educativos “Yo sí puedo”, “Operación Milagro” y becas de la ELAM, entre otros. Pareciera que ahora se parte de cero.
Otro ejemplo, la solidaridad venezolana con el Caribe, plasmada desde 2005 en PetroCaribe, de 18 socios, ha permitido un ahorro de 230 millones de dólares con crudo a precios preferenciales, pero tampoco fue puesta de ejemplo. Más, el 3 de diciembre hubo una cumbre aparte de PetroCaribe en Caracas. ¿Es que se hubieran molestado los presidentes con compromisos con Repsol-YPF, Exxon, Shell, Total, etc? Seamos claros: éstos impidieron el más ambicioso proyecto PetroSur, que por eso se limitó a PetroCaribe.
Ojo con la derecha
Se sabe que entre los 33 países representados en Caracas los hay de diferente régimen social y político, con economías socialistas algunas, en tránsito hacia ese puerto otras, con una mayoría capitalista dependiente en medio de nubarrones de crisis mundial. Algunos mandatarios son muy neoliberales como Santos, Piñera y Chinchilla, más Felipe Calderón, Ricardo Martinelli (Panamá) y el electo en Guatemala, el genocida Otto Pérez Molina.
¿Acaso cabía echarlos o hacer una CELAC sin ellos? No. Era inevitable que estos personajes estuvieran adentro porque han ganado las elecciones en sus países y se puede transitar con ellos un primer paso en base a unos pocos comunes denominadores. Estos son aludidos en el punto 6 de la Declaración: “legítimas aspiraciones de inclusión social, crecimiento con equidad, con desarrollo sustentable e integración”.
Convivencia pacífica en la flamante entidad no significa bajar la guardia frente a esos amigos de Washington ni creer que ese tuteo durará cien años.
La derecha manoteó en Caracas dos cosas. Piñera es el primer presidente del nuevo espacio, hasta diciembre de 2012. Y Santos, que ya había logrado para la ex canciller colombiana la titularidad de la Unasur, se fue de CELAC con el voto unánime para que su vicepresidente Angelino Garzón sea candidato a director general de la OIT. Uno de los primeros 17 votos para éste fue el de la delegación argentina. Muy mal hecho. Colombia tiene uno de los más altos números de sindicalistas asesinados del mundo, ¡y se pondrá a los trabajadores del planeta en la OIT bajo su presidencia!
Las oligarquías locales, las mismas que en su etapa de génesis liquidaron el proyecto de Bolívar, han retardado la creación del Banco del Sur. Se supone que el parlamento uruguayo votará esa ley a mediados del corriente diciembre y la iniciativa chavista pueda arrancar con una parte de sus socios. Hay varios que seguirán poniendo palos en la rueda.
Esas luchas políticas al interior del espacio impidieron votar una secretaría permanente de CELAC. Tampoco se acordó el mecanismo de resolución de diferencias. Se propuso el insulso y a veces imposible consenso, que suele demorar y hasta impedir los acuerdos, con la crítica de un Rafael Correa brillante sugiriendo tomar acuerdos con el voto de 4/5 partes.
El punto se seguirá discutiendo, pero lo más importante es que, como dijeron varios presidentes, ahora hay que poner manos a la obra. El organismo recién creado no debe limitarse a documentos y discursos. A la hora de adoptar medidas a favor de los pueblos o pactar nuevos TLC con el imperio se notarán más las diferencias entre algunos de los miembros.
Además, Chávez, Correa, Evo, Daniel Ortega, Raúl Castro y otros quieren enterrar a la OEA. La derecha ya mencionada y el centro (Cristina y Dilma Rousseff, pero sobre todo la primera) no aceptan esa tesitura “excluyente” para no enemistarse con Washington.
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