domingo, 10 de marzo de 2013

CHAVEZ HUGO PRESIDENTE INOLVIDABLE REVOLUCIONARIO MUSEO CHE GUEVARA

CHAVEZ HUGO PRESIDENTE INOLVIDABLE REVOLUCIONARIO AFRICA LEHMAN  BROTHERS CAE  MUSEO CHE GUEVARA CHAUBLOQUEO TOTO

 


 

 


 

Año 11 Número 19 | Fecha 2013-03-07
TITULARES
Opinión
NUEVA YORK: LUCES Y SOMBRAS por Vicenç Navarro
UNA ALTERNATIVA PARA ÁFRICA por Gustavo Robreño
Opinión
por Renán Vega Cantor
"La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida."
José Martí

El martes 5 de marzo de 2013 quedará en la historia de este continente como el día en que falleció el comandante Hugo Chávez Frías, presidente constitucional de Venezuela, un revolucionario a carta cabal de nuestra América, cuya imagen, ideal, y proyecto ya forman parte de la legendaria constelación de luchadores antiimperialistas y anticapitalistas de este lado del planeta.

En esta hora de profundo dolor para los luchadores del mundo, es necesario recordar el carácter revolucionario de la vida y obra de este líder de Venezuela, con independencia de las incertidumbres políticas que el futuro inmediato le depare a ese país y a toda Latinoamérica, por la temprana desaparición física de este notable personaje.

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Sin pretender ser exhaustivo en momentos en que la tristeza nubla el pensamiento, basta mencionar algunos de sus aportes revolucionarios. Para empezar, la figura y proyecto de Hugo Chávez emergieron cuando el neoliberalismo –es decir, el capitalismo realmente existente- se pavoneaba orondo por nuestra América y por el mundo, sin desafíos ni obstáculos a la vista, enceguecido por las falacias del “fin de la historia” y el “choque de civilizaciones”, propagadas por el imperialismo estadounidense y sus súbditos locales. Este neoliberalismo venía acompañado de la retórica de la globalización, como una supuesta realidad irreversible ante la que nada se podía hacer y a la que debían someterse los países, lo que significaba en la práctica aceptar el dominio de las Empresas Transnacionales y soportar como algo normal el saqueo de los recursos naturales.

Eran los momentos de borrachera, euforia y esplendor del “nuevo orden mundial”, que había sido proclamado por George Bush padre luego de la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) y la disolución de la Unión Soviética (1991) y que había conducido en Estados Unidos al apogeo de la “nueva economía” durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001), y a suponer que esa efímera prosperidad especulativa, basada en la burbuja punto.com, iba a ser eterna.

Pues bien, para el imperialismo esa borrachera se convirtió en una amarga resaca cuando en Venezuela se empezaron a producir notables cambios a partir de 1998, año en el que Hugo Chávez ganó las elecciones y convocó a una Asamblea Constituyente que puso fin al dominio bipartidista del punto fijismo y cuestionó el modelo neoliberal que había hundido en la miseria a la mayor parte de los venezolanos. El primer aporte revolucionario de Hugo Chávez estriba, entonces, en haber nadado contra la corriente, en instantes en que nadie se atrevía a hacerlo, y todos aceptaban como evidente al fundamentalismo de mercado, la globalización y el Consenso de Washington. Cuestionar el neoliberalismo y embarcarse en un proyecto diferente, visto en perspectiva histórica, se convirtió en un hecho revolucionario porque rompió aguas en medio de la aceptación sumisa del orden existente. Eso supuso en la práctica que desde Venezuela se impulsaran propuestas encaminadas, por ejemplo, a rediseñar a la Organización de Países Exportadores del Petróleo (OPEP), lo que conllevó la recuperación del precio del crudo para los países petroleros, algo que hasta ese momento se consideraba como herético, porque supuestamente los precios de las materias primas no podrían subir porque así lo determinada el “mercado”.

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En segundo lugar, y acompañando a lo anterior, el discurso y la práctica de Hugo Chávez asumieron una postura antiimperialista, porque rápidamente se evidenció que Estados Unidos – en concordancia con su vocación histórica de considerar a nuestro continente como su “patio trasero”- no tolera ninguna política nacionalista, soberana e independiente y está dispuesto a hacer todo lo que sea para liquidar a los líderes y gobiernos que se atrevan a cuestionar su hegemonía. Y, efectivamente, en la medida en que el proyecto bolivariano en Venezuela planteaba una recuperación de la soberanía nacional y energética y proponía políticas redistributivas de tipo interno, inmediatamente los intereses coaligados de las clases dominantes locales y los de Estados Unidos entraron a operar para impedir la consolidación de ese proyecto, como se ha evidenciado durante estos 15 años, pero cuyos hechos más evidentes fueron el fallido golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero de PDVSA entre finales del mismo año y comienzos del 2003.

El antiimperialismo de Chávez se manifestó en los más diversos escenarios, en donde, a diferencia de todos los cipayos proestadounidenses (como los de la Unión Europea o de América Latina), habló claro y llamó al pan, pan y al vino, vino. Fue de los pocos que en mundo se atrevió a criticar los crímenes imperialistas en Irak y Afganistán, así como las acciones genocidas de Israel contra los palestinos o contra el Líbano, un hecho notable en medio de la aceptación de esos crímenes por parte de la mayor parte de los gobiernos de Latinoamérica. Pero lo más significativo, en cuanto a logros, de esta lucha antiimperialista se manifestó en el entierro del proyecto imperial del ALCA, que feneció en el 2004 en las tierras de Argentina, y que no pudo ser impuesto al continente en la forma original cómo había sido concebido por los Estados Unidos, que buscaba tener un mercado abierto y a su disposición para sus inversiones, que cubriera desde el norte de México hasta la Patagonia. El hundimiento del ALCA está directamente relacionado con la decisiva actuación de Hugo Chávez, quien se encargó no sólo de denunciarlo, sino en proponer otras formas de integración para el continente.

3
Justamente, este es un tercer aporte revolucionario de Hugo Chávez, porque recuperó el legado integracionista de Simón Bolívar, José Martí, José Artigas, César Augusto Sandino y otros luchadores de nuestra América. Esos proyectos de integración, que antes eran simples ideas, han empezado a convertirse en realidad (como el ALBA y MERCOSUR), gracias a la decisiva participación del gobierno bolivariano de Venezuela y a su propósito de buscar otros caminos diferentes a la falsa integración neoliberal hegemonizada por los Estados Unidos. Por supuesto, esto se basó en la actualización del ideal bolivariano de una patria grande, en la cual los pueblos se ayuden mutuamente, algo que Chávez hizo efectivo con el establecimiento de mecanismos comerciales solidarios, como los que efectuó con Cuba y con otros países del Caribe. Se podrá decir que esa integración está en pañales y que no ha avanzado tanto como debía, pero ese hecho cierto no puede ignorar que en el continente latinoamericano se volvió a hablar de un tema tabú para las clases dominantes de cada país, como es el de la integración más allá de los Estados Unidos y sin los Estados Unidos.

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En cuarto lugar, Chávez volvió a poner sobre el tapete de discusión y reflexión el horizonte del socialismo, porque se atrevió a plantear, contra las corrientes dominantes incluso en el seno de una izquierda timorata y plegada al capitalismo, que era necesario construir otra tipo de sociedad, diferente a la hoy imperante a nivel mundial. A ese proyecto él lo denominó el “socialismo del siglo XXI”, con lo cual rescató una palabra que había sido olvidada en el mundo tras el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990 y cuando se pensaba que ese asunto había desaparecido de cualquier agenda política, ante lo que se consideraba como un irreversible triunfo del capitalismo.

Aunque se aduzca que ni en Venezuela ni en otros países de la región se ha avanzado en la construcción de tal socialismo, no puede desconocerse la importancia de volver a preguntarse, cómo lo hizo el fallecido presidente venezolano, si el capitalismo es eterno, e inmodificable y si las luchas que contra él se emprendan no pueden bosquejar otro tipo de sociedad. Esto hace parte del abc de cualquier programa revolucionario anticapitalista desde el siglo XIX, que se creía sepultado, pero que en Venezuela fue recuperado y nuevamente aparece en el imaginario de importantes luchadores y pensadores anticapitalistas de América y el mundo. A raíz de esta recuperación conceptual de tipo político, sectores de la izquierda volvieron a hablar en voz alta y sin temores de la necesidad de construir otro orden, que vaya más allá del capitalismo, que aprenda de las experiencias negativas del siglo XX, sin abjurar del carácter igualitario y democrático de un proyecto anticapitalista.

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En quinto lugar, socialismo quiere decir en sentido profundo luchar por la igualdad –que no es sinónimo de homogenización y erradicación de las diferencias-, una palabra que casi había desaparecido de la conceptualización política e incluso del léxico corriente, y que fue sustituida por un vocablo que ha sido intoxicado por el neoliberalismo –vía Banco Mundial- como es el de equidad. Este término, en esta lógica mercantil, no tiene nada que ver con la igualdad, sino que es el reconocimiento de las desigualdades como algo natural, a nombre de lo cual se afirma que se deben proporcionar iguales oportunidades en la competencia –entre un gerente de una multinacional y un trabajador asalariado, por señalar un caso, para que ambos compitan en las mismas condiciones por ocupar un lugar en la clase ejecutiva de un avión transcontinental. Como encarnación de un proyecto socialista, Chávez enfrentó la desigualdad en Venezuela, con resultados positivos en cuanto a la disminución de la pobreza en ese país, por haber permitido el acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura a importantes sectores de la población, antes excluidos de todos esos derechos.

Con sus políticas redistributivas, Chávez volvió a evidenciar la importancia del Estado como un actor fundamental de la sociedad, lo que llevó a impulsar el gasto público en dirección de las mayorías sociales, en momentos en que, los países europeos, en donde tanto se presumía de haber construido sociedades de bienestar más o menos igualitarias, asumen a fondo el proyecto neoliberal y aumentan las desigualdades, al tiempo que privatizan la salud y la educación.

La lucha por la igualdad ha llevado a que en Venezuela importantes sectores de la población, hasta no hace mucho tiempo subyugados por su condición de clase y de “raza”, hayan adquirido conciencia de sus derechos, de su fuerza colectiva y de su poder de decisión, ya que fueron los soportes esenciales de los 14 triunfos electorales de Hugo Chávez, y quienes impidieron que se consolidara el golpe de Estado de abril del 2002. De ahí el gran carisma y ascendiente de Chávez entre esos sectores ninguneados y olvidados por el capitalismo periférico venezolano, que en los últimos años –desde el caracazo de 1989- han emergido como el sujeto social más importante de la historia contemporánea de ese país. Y de ahí también el odio visceral que contra ellos manifiestan las clases dominantes y las clases medias de Venezuela y del resto del mundo, porque finalmente lo que no se acepta y se desprecia es que los pobres, los zambos, los afros, los indígenas, las mujeres pobres tengan derechos y se proclamen como iguales a los “blancos” proimperialistas.

Este mismo hecho explica esa gran oleada internacional de racismo desplegada contra el comandante Hugo Chávez en la autodenominada “prensa libre” del mundo, en la que se incluyen la radio, la televisión y los medios impresos, que en los últimos 15 años han batido todos los records de sevicia desinformativa, de mentiras y embustes, cuando de hablar de Venezuela y de su presidente se trata. Esta campaña forma parte ya de la historia universal de la infamia, en la que sicarios y criminales, con micrófono y con procesador de palabras, han recurrido a todas las mentiras para enlodar la vida de Chávez y para calificarlo como “dictador”, “tirano” y otros epítetos entre los que aparecen denominaciones racistas, que no vamos a recordar acá por su bajeza moral.

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Hugo Chávez fue un personaje notable en la política venezolana y latinoamericana por su carisma, su influjo popular, su capacidad discursiva, su vivacidad, su ingenio, su inventiva, sus dotes histriónicas, pero, sobre todo, por actuar como un educador y pedagogo práctico. Este es otro de sus aportes revolucionarios, que ya se evidencio desde cuando participó en un fallido golpe de Estado contra el régimen neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1992, porque las palabras pronunciadas en el momento de rendirse tuvieron gran impacto en la población, y lo dieron a conocer ante Venezuela y el mundo. De ese momento en adelante, las miles de reuniones, asambleas, charlas y conferencias en las que participó se convirtieron en eventos de tipo educativo, que le confirieron un carácter revolucionario a su acción y a su palabra, esto es, fueron dardos contundentes contra las evidencias establecidas como verdades incuestionables sobre el capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.

Para entender este asunto, es bueno recordar que los políticos contemporáneos se desempeñan cual si fueran muñecos amaestrados, como los presentadores de televisión, que se limitan a repetir siempre el mismo discurso, frío, aburrido, sin alma y sin vida, sin abandonar el guion preestablecido y entonando siempre su insoportable jerga neoliberal. Chávez rompió con todo eso al emplear un lenguaje simple, descomplicado, directo, sin usar eufemismos y atreviéndose a llamar a los criminales por su nombre (como hizo con Georges Bush en la ONU o con un ex presidente colombiano al que calificó, como lo que es, de mafioso), porque se basaba en la máxima atribuida a José Gervasio Artigas, y que le gustaba citar, “con la verdad ni ofendo ni temo”.

Pero hay otro aporte revolucionario de Hugo Chávez en sus alocuciones y conferencias, la reivindicación de la lectura. Esto es importante recordarlo en un momento en que nadie lee nada, empezando por los presidentes y funcionarios gubernamentales – o acaso alguien con dos dedos de frente cree seriamente que alguna vez han leído un libro personajes tan “cultos” como Carlos Menen, Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos, José María Aznar, Juan Carlos de Borbón, George Bush o Mariano Rajoy-. En las charlas y encuentros que realizaba Chávez solía citar y aludir a autores diversos de la tradición socialista y revolucionaria de nuestra América y el mundo, y valga recordar sus menciones a Eduardo Galeano, Itsván Mészaros, León Trostky, Noam Chomsky, entre algunos. Y al mismo tiempo que en sus charlas mencionaba libros y autores también anunciaba la necesidad de difundirlos, cosa que efectivamente se hizo porque en Venezuela se han editado millones de ejemplares a bajos precios de clásicos del pensamiento revolucionario universal.

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Sin agotar el asunto en esta nota, tales son algunos de los principales aportes revolucionarios de Hugo Chávez, cuya figura y realizaciones ya forman parte de la historia del continente y, sobre todo, de la historia de los olvidados y de los vencidos. Chávez, como lo proclamaba sabiamente José Martí, fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos, porque supo encarnar en el momento adecuado un proyecto antineoliberal y antiimperialista para enfrentar lo que se concebía como inatacable en su país y en el continente. Él supo entender las necesidades más sentidas del pueblo venezolano, empobrecido y humillado por el capitalismo neoliberal, y en ese esfuerzo por afrontar la miseria que ese sistema genera ha hecho aportes reales al ideario anticapitalista del mundo. Como alguna vez lo dijo Jorge Plejanov al analizar el papel del individuo en la historia: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época". Y eso se aplica a cabalidad al caso de Chávez, que ha servido a las necesidades sociales no sólo del pueblo venezolano sino de los pueblos de todo el continente.

Por supuesto, Chávez fue, como todos nosotros, un ser humano de carne y hueso, con sus propias contradicciones y limitaciones, tanto en sus formulaciones como en sus realizaciones prácticas. Es elemental que los revolucionarios son seres humanos y no dioses, en razón de lo cual aciertan y se equivocan, pero justamente son revolucionarios, porque mayores son sus aciertos que sus errores, porque están convencidos de la importancia de luchar contra el orden establecido a cambio de lo cual lo dan todo, hasta la vida misma, y porque con su lucha dejan un destello de ejemplo y dignidad, que los engrandece ante sus contemporáneos y sirve de legado a otras generaciones. Chávez ha sido un formidable revolucionario –un vocablo que no tiene nada que ver con las capillas de iluminados de todas las sectas de izquierda- que ha hecho más aportes reales a la lucha por otra sociedad que cientos de doctrinarios puristas, que tanto hoy como ayer lo han calificado como “populista”, “caudillo” o cosas por el estilo.

Y su carácter de revolucionario queda evidenciado en estos momentos si nos fijamos en quienes lo lloran y quienes se alegran por su muerte. Lo lloran los pobres de su país y muchos pobres de otros lugares del mundo. Lo lloran quienes entienden lo que significa la pérdida de un valioso líder de la izquierda internacional. Lo lloran los que en Venezuela y otros países han sentido lo que significa la solidaridad, en instantes en que se ha impuesto como si fuera parte de la naturaleza humana el egoísmo e individualismo neoliberal. Estos son los que nos importan, mientras las bestias carroñeras de la muerte (encabezados por el Partido Republicano de los Estados Unidos) se relamen de felicidad por la muerte de un peligroso enemigo, como lo expresan sin aspavientos a través de sus pornográficos medios de incomunicación, llámense El País, Clarín, El Tiempo, CNN, Caracol, RCN o como sea.

Chávez ya es un patrimonio de los revolucionarios del mundo y su nombre permanecerá en la memoria no solamente del pueblo venezolano sino de los pueblos de nuestra América y esto debe enorgullecer a los revolucionarios, por dolorosa y dura que sea su partida, y por los difíciles e inciertas que sean las luchas que se avecinan. Mientras tanto, todos sus detractores y sus enemigos del capitalismo y del imperialismo, entre esos muchos pigmeos morales e insignificantes individuos que se desempeñan como presidentes de muchos países –representantes incondicionales de los explotadores y de las clases dominantes- no quedaran siquiera en el basurero de la historia y más rápido de lo previsto serán olvidados.

Porque como dijo con intensidad César Vallejo en su vibrante poema Masa, que parafraseamos: “No mueras comandante, te queremos tanto”, y cuyo bello texto es una alegoría de la manera como la memoria del revolucionario Hugo Chávez permanecerá en nuestra América:

Al fin de la batalla,

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:

“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,

con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporase lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia.
Fuente: Rebelión
por Vicenç Navarro
Siempre me ha llamado la atención la atracción que Nueva York genera en muchos de mis colegas en el mundo universitario español.

De la misma manera que París ejerció su magnetismo en mi generación (años cincuenta y sesenta), Nueva York se ha convertido en el lugar donde ahora hay que estar, conocer y vivir (al menos durante una temporada). La visita y estancia del popular entrenador del Futbol Club Barcelona, Pep Guardiola, en Nueva York, parece ser parte de este fenómeno. Es como si se tuviera que estar en Nueva York para conocer el siglo XXI. Su aparente dinamismo parece atraer a las clases medias de renta media-alta, que se ven cautivadas por “el centro del consumo más importante del mundo”, como la Cámara de Comercio de Nueva York presenta tal ciudad. “Si vas a Nueva York encontrarás de todo”, es un eslogan exitoso que utiliza la Cámara de Comercio a fin de acentuar que Nueva York es el centro comercial más importante del mundo.

Conozco bien Nueva York. He vivido allí en diversas ocasiones como profesor visitante en varios centros académicos de tal ciudad y tengo un hijo y familia que trabaja en Nueva York, Manhattan, lo cual explica que visite la ciudad con gran periodicidad. Desde Baltimore, donde vivo parte del año, se tarda el mismo tiempo en tren que desde Barcelona a Madrid. Conozco, pues, bien tal ciudad. De ahí que me sienta en la necesidad de proveer información que raramente se presenta y que tiene gran relevancia para conocer el carácter de aquella ciudad. Me centraré en lo que mis colegas llaman Nueva York, que es, en realidad, sólo un aparte relativamente pequeña de lo que es Nueva York. Nueva York, para gran número de turistas es Manhattan, una isla de algo más de un millón de habitantes dentro de un colectivo de ocho millones. La gran mayoría de visitantes no van a los barrios y condados fuera de Manhattan, donde la mayoría de la población neoyorquina vive, tales como Bronx, Queens, Brooklyn y otros. Es ahí donde vive la clase trabajadora de Nueva York, incluida la que sirve a los neoyorquinos que viven en Manhattan.

Manhattan tiene una estructura social y distribución de la renta semejantes a las de Bolivia. Es la ciudad con la mayor polarización social existente en EE.UU. Según el censo del 2010, el 20% de la población más rica en Manhattan tiene cuarenta veces más renta que el 20% de los de menos renta en Manhattan. Pero lo que es igualmente interesante es que la renta media de este último grupo, el menos adinerado, es mucho más alta que la del 20% de la población con menos renta del resto de Nueva York. De ahí que, si comparamos los niveles de renta del 20% de renta superior en Manhattan (que es también el más rico de Nueva York) con el 20% inferior de la ciudad de Nueva York, entonces las comparaciones de polarización social no son como en Bolivia, sino como en Haiti o Bangladesh. La distancia entre un rico neoyorquino y un obrero no cualificado en paro que vive en el Bronx es enorme. Y hay muchas veces más gente en el segundo que en el primer grupo. Como he indicado antes, la clase trabajadora de Nueva York no vive en Manhattan, sino en los otros distritos de la ciudad, fuera de Manhattan. Millones de trabajadores cogen el metro por la mañana y van desde fuera a Manhattan para garantizar que Manhattan funcione, marchándose a casa por la noche, también en metro.

Los dos grandes centros del poder en Manhattan se basan en la especulación financiera e inmobiliaria: Wall Street y la industria inmobiliaria son los centros que han configurado en gran medida las características de la estructura social, que en Nueva York se basa no sólo en el trabajo, sino en el tipo de vivienda en la que un ciudadano o residente vive. El precio promedio de la vivienda en Manhattan es de un millón y medio de dólares (el promedio en EE.UU. es de 230.000 dólares). Y el precio promedio del alquiler es de 3.973 dólares al mes(el promedio en EE.UU. es de 2.800 dólares menos), según Amy  O’Leary, “What is Middle Class in Manhattan”, en el New York Times (18.01.13). Con estos precios, sólo gente con abundantes medios puede vivir en Manhattan. El abanico de rentas para catalogar a una familia dentro de la categoría de clase media es en Manhattan entre 80.000 y 235.000 dólares (en EE.UU. es entre 33.000 y 100.000 dólares).

La vivienda configura, pues, el marco definitorio de la estructura social, determinando el nivel de todo lo demás. Así, la matrícula de una escuela privada cuesta 40.000 dólares al año, lo cual explica que cuando las parejas tienen niños tales gastos puedan ser prohibitivos, forzándoles a desplazarse fuera de Manhattan. De ahí que Manhattan tenga la mitad de hogares con niños que el promedio de EE.UU. Sólo el 17% de los hogares tienen niños, la mitad del promedio en EE.UU. Esta situación ha ido empeorando, como resultado de las intervenciones públicas. La desregulación de la banca y del precio de la vivienda fueron elementos clave en la creación de esta situación.

No siempre fue así. En realidad, Manhattan había tenido una política de control de los alquileres de manera que no pudieran aumentarse por encima de un cierto nivel. La mitad de las viviendas estaban en este régimen. Pero esta situación cambió a partir de las leyes neoliberales que han impactado muy negativamente en tal situación, la cual ha contribuido a la segregación territorial de Nueva York, donde las rentas elevadas están en el centro y la clase trabajadora en la periferia. Es en cierta manera lo que está ocurriendo en Barcelona también, aunque en menor grado.

De esta breve fotografía de una dimensión poco conocida en Nueva York, se deduce que esta configuración urbana y social de Nueva York determina una dinámica de polarización social que debería conocerse para prevenir construir un futuro que reproduzca el “modelo Nueva York” en nuestro país. Francamente, prefiero muchas veces más Barcelona y no deseo que el futuro de nuestra ciudad de asemeje a Nueva York. Conozco bien las dos ciudades y no tengo ninguna duda de que para la mayoría de la población que se gana su pan con el sudor de su frente, Barcelona es un lugar mejor para vivir que Nueva York.
Fuente: El Plural
por Pilar Blázquez
UN NUEVO LEHMAN BROTHERS PODRÍA ESTAR AL CAER

Entrevista a Susan George

"La falta de control del sector financiero ha incrementado el riesgo de un nuevo crash financiero mundial cuyas consecuencias podrían ser peores que el anterior", afirma la autora de "El informe Lugano II".  "Internet es una buena herramienta para organizarse, pero la protesta debe estar en la calle si quiere triunfar".

Son ricos y quieren serlo mucho más. Podrían haberse citado en la última cumbre de Davos o no, porque son a un tiempo realidad y ficción. Se llaman Los solicitantes, y buscan respuestas para mantener el capitalismo por encima de todo, incluso si eso implica acabar con la democracia. Este es el hilo argumental del último libro de Susan George, El Informe Lugano II (Deusto), en el que la politóloga y analista franco americana y presidente de honor de Attac analiza la realidad y la motivación que se esconden tras lo que nos están contando de la actual crisis. A sus 79 años, George sólo tiene un objetivo: que sus lectores se den cuenta que lo que está pasando es un montaje para que los ricos sigan ganando la batalla de la lucha de clases y se conciencien de que sólo con la lucha callejera es posible plantarles cara.

"Esta vez, vamos a liquidar la democracia". Este es el inquietante subtítulo que usted ha elegido para su último libro El Informe Lugano II. ¿Tanto mal hace la democracia al grupo de multimillonarios de Davos que protagoniza su relato?

En mi libro hay un grupo ficticio de ricos, que yo llamo Los solicitantes, y que buscan asesoramiento para consolidar los privilegios del capitalismo. Por su puesto, la democracia es incómoda para ellos. Se han conseguido demasiados avances para las clases medias en los últimos años del siglo XX, un Estado del Bienestar que es muy caro, muy permisivo y que no les interesa. No quieren que los trabajadores tengan tantos derechos, no quieren ayudas para nadie... Lo que quieren es que se vuelva a la situación de sumisión que tenían a principios del siglo XX por lo menos.

Un resultado tan caótico como el de las últimas elecciones italianas, ¿facilita la tarea de destruir la democracia?

Cuando escribí mi libro no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir en Italia. Pero la verdad es que no me sorprende. Es normal que el apoyo a Monti se desmorone ya que ha sido él quien ha aplicado las medidas restrictivas dictadas por Europa. Que resurja el apoyo a Berlusconi se puede entender ya que la gente puede pensar que antes se estaba mejor. El problema es que su populismo como el de Beppe Grillo son peligrosos. El nivel de corrupción y manipulación con el populismo en el poder es mucho más alto y eso sí que es un atentado contra la democracia.

El Informe Lugano II ofrece cifras muy inquietantes respecto al poder financiero mundial. Por ejemplo, que el mercado de derivados es mucho más grande, las agencias de rating siguen dominando a pesar de sus fallos reconocidos. ¿Por qué hay tanta negligencia en las élites políticas para aportar soluciones mientras siguen actuando al dictado que marcan los mercados?

Los banqueros tienen mucho poder. Ellos pueden elegir quién es elegido y quién no. Esto es muy claro en EE.UU. Pero en Europa también tenemos ejemplos de su poder en la sombra. El Gobierno francés, por ejemplo, presume de haber hecho una ley que separa los bancos de inversión de la banca minorista, que en teoría quiere evitar los riesgos en los que incurrió la crisis de 2008. Ese texto ha sido sometido a debate parlamentario y se ha invitado a los grandes poderes financieros a comentarlo. Uno de los grandes banqueros del país, un representante de Société Générale, dijo que la ley, tal y como estaba redactada apenas le preocupaba ya que en el peor de los casos afectaría al 1% de su negocio. Es decir, los grandes titulares en prensa ensalzarán una nueva legislación de control a la banca, pero la realidad es que siguen igual. Es sólo marketing social.

Lo que ocurre es que, básicamente los políticos no quiere enfrentarse al sector financiero que es el más poderoso de la sociedad. Los políticos los temen, o incluso los admiran. Realmente Sarkozy los admiraba y yo creo que Obama también. Y por otro lado, los ricos, como decía Adam Smith, "siempre quieren más para ellos y nada para los otros".

En su primer informe Lugano usted acertó con la predicción de que llegaría una crisis financiera mundial. Ahora, este segundo también advierte de que un segundo crash es posible y de ser así, sí que podría acabar para siempre con el capitalismo.

Temo una nueva crisis del sistema financiero. En mi libro explico que las 50 principales empresas del mundo están muy correlacionadas. Esto no es ficción si miras quién controla a quien en el mundo transnacional. Las más interconectadas están en el borde de cuchillo. Si la economía va bien no pasará nada, pero si algo va mal en alguna de ellas, todas caerán como un dominó. Además, 48 de esas compañías son grandes entidades financieras. Esto significa que sí, que un nuevo Lehman Brothers es posible, porque nadie tras el anterior crash ha sido capaz de poner al sistema financiero bajo control.

Usted se ha pasado años liderando la reivindicación de una Tasa Tobin para las finanzas. ¿Qué opina de la aprobada ahora por la Unión Europea?

Es un triunfo y una derrota al mismo tiempo. Es una victoria porque por fin han aceptado, algo que nos habían negado una y otra vez, que es posible tasar las transacciones financieras. Pero el problema es lo que van a hacer con el dinero. Nuestras reivindicaciones de que fuera destinado a ayudas al tercer mundo y a los necesitados de nuestras sociedades no han sido escuchadas y lo más probable es que todo lo recaudado, que será alrededor de unos 35.000 millones de euros, vaya directamente al presupuesto de los países. Y eso es una derrota.

Insiste en su libro en decir que es mentira la afirmación tantas veces repetida de que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Tan tontos somos los ciudadanos como para que la mayoría haya interiorizado esa culpa como real y verdadera?

La propaganda institucional es muy potente. Si te están lanzando ese mensaje insistentemente un día tras otro y en todos los lugares, acabas creyendo que es verdad. Los argumentos para desmontarlo no tienen la misma difusión, mucha gente los desconoce. La situación extrema que estamos viviendo es por la crisis que provocaron los banqueros no por lo que ha hecho el pueblo.

Una parte del pueblo sí se ha dado cuenta y ha salido a protestar a la calle. Estas protestas inquietan mucho a sus ricos de Davos, aunque en el fondo están tranquilos porque ven que los ciudadanos no consiguen unirse lo suficiente. ¿Están perdiendo potencia movimientos como el 15M?

El pueblo tiene que luchar, reaccionar frente a las agresiones. Estos movimientos sociales son la mayor preocupación de los multimillonarios que quieren mantener el capitalismo más extremo a toda costa. Pero los indignados tiene que saber que la lucha sólo en sus propios países o por sus propios intereses no es suficiente. No es suficiente luchar ante Rajoy o ante Silvio Berlusconi. Porque en el mejor de los casos podrían ganarles a ellos, pero eso ahora en el contexto europeo no significa nada. El poder está en el BCE, en el FMI. Ni Rajoy ni François Hollande pueden hacer frente a esos poderes supranacionales.

Tampoco las feministas, los ecologistas, los homosexuales por sí solos tienen mucho que hacer. Lo que más me gustaría es ver cómo los movimientos de los indignados de toda Europa se unen con los sindicatos de toda Europa para hacer protestas a nivel internacional. Ese es el poder del pueblo.

Una cosa me ha sorprendido mucho de su libro. El grupo de Davos aboga por mantener a los activistas protestando en internet, mientras se les mantenga lejos de las calles. ¿No es internet el mejor canal para organizarse socialmente?

Internet es una herramienta estupenda, pero no es el lugar donde tiene que llevarse a cabo la revolución. La revolución no está en la web, está en la calle, con lobbys que planten cara a los lobbys de los ricos en las mismas condiciones, con una buena definición de los objetivos que se quieren conseguir y una buena estrategia de unión para llegar a todos ellos. Internet se puede utilizar para facilitar la información y la documentación que la gente necesita para formase y a apoyar la lucha callejera, pero la protesta sólo en web no tiene potencia.
Fuente: eldiario.es
por Gustavo Robreño
En momentos en que las llamadas “potencias occidentales acrecientan sus acciones de todo tipo encaminadas a una reconquista de África, el Foro de Cooperación África-América del Sur (ASA), que acaba de celebrar su tercera Cumbre en Malabo, Guinea Ecuatorial, asoma como una alternativa posible y concreta que permita a los amenazados países africanos utilizar esta alianza birregional y elevarla a un carácter estratégico y de largo alcance.

Cincuenta y cuatro países de África y doce de América del Sur integran este foro surgido por iniciativa de Brasil y Nigeria, con el activo apoyo de Venezuela, y que celebró su primera Cumbre en Abuja, Nigeria, en 2006 y la segunda en Caracas en 2009, habiéndose anunciado la próxima para efectuarse en Ecuador, al cabo de los próximos tres años, mientras Venezuela seguirá ocupando la secretaría permanente.

Como se aprecia, han transcurrido ya siete años de la creación de ASA, que fue sin dudas un paso necesario y audaz en cuanto a la integración de los países del Tercer Mundo y el impulso a la cooperación Sur-Sur, tan urgida y reclamada pero que enfrenta tantos obstáculos para avanzar y consolidarse.

Ninguna ocasión más oportuna que esta, cuando los países de América Latina y el Caribe se encuentran en una posición sin precedentes en este sentido, para poder servir de complemento y apoyo a las naciones africanas, que atraviesan por un difícil momento en que los apetitos imperiales, incluido el voraz imperialismo norteamericano, actúan bajo diversos pretextos, -algunos reales y otros fraguados por las ex metrópolis,- para provocar lo que muchos especialistas ya han calificado como una reconquista económica y política de África, ajustada a nuevas condiciones de dominio neocolonial que busca reducir la soberanía de las ex colonias africanas a una simple ficción.

La profunda crisis generalizada de la Unión Europea y las dificultades económicas de Estados Unidos han estimulado estas ambiciones que intentan dar marcha atrás a la historia y reconstruir en África, -bajo un ropaje aparentemente nuevo,- el sistema que se derrumbó a raíz de la Segunda Guerra Mundial y que propició la independencia de su continente, permaneciendo hasta entonces al margen de los acontecimientos mundiales, del desarrollo y el progreso para sus empobrecidos y explotados pueblos.

Son múltiples los intereses comunes y las áreas de cooperación que pueden desarrollarse rápidamente entre África y América del Sur, -extensivas al resto de América Latina y el Caribe,- y en la reciente Cumbre de Malabo ello se hizo evidente una vez más, donde numerosos Jefes de Estado y cancilleres asistentes hicieron patente esta necesidad de integración y unión como forma efectiva que contribuya a un verdadero desarrollo económico y social, justo, equitativo y sin explotación, para los países de ambas regiones.

Hace falta para ello, sobre todo, una inflexible voluntad política y la decisión de rechazar las incesantes maniobras, conspiraciones y juegos sucios que los imperialismos de nuevo y viejo cuño despliegan actualmente contra los países de África de las más variadas maneras, que van desde la reconquista y el control de sus vastas riquezas hasta las intervenciones militares y las guerras de agresión.

Tener en cuenta que, al margen de contradicciones secundarias que puedan aflorar en el curso de esta rapiña, los intereses del capital transnacional globalizado encontrarán la forma de conciliar sus posiciones y propósitos de dominación y explotación que los anima a unos y otros, con la ilusión del regreso a una realidad ya superada.

En el Foro de Cooperación África-América del Sur (ASA) pueden encontrarse los cimientos promisorios y una alternativa real en esta nueva lucha que los países africanos deben librar hoy por su segunda independencia.
Fuente: Por Esto

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Cubarte, 2008.