EL FUNERAL DE MARGARET THATCHER SERÁ EL 17 DE
ABRIL
Ni una lágrima por Thatcher, criminal de
guerra de Malvinas
La ex “Dama de hierro” tendrá un funeral con
honras militares. Sin embargo ni en su propio país la recuerdan con cariño. En
Argentina menos, aunque algunos desmalvinizadores tratan de exculparla por sus
crímenes de guerra.
EMILIO MARÍN
foto - Teniente Fuerza Aérea Argentina José Leónidas Ardiles,
héroe muerto en combate aéreo, durante la guerra de Malvinas.
Cuando una persona muere, por más críticas
que haya concitado en vida, suele recibir juicios benévolos. Casi que se la
reivindica, como poniendo en un tercer plano las perrerías verdaderas o falsas
que antes iban con mayúsculas y subrayado.
Margaret Thatcher no gozará de ese privilegio
de gran parte de los mortales. Falleció a los 87 años de un accidente cerebro
vascular, el lunes 8 de abril, y su mala imagen la perseguirá hasta la
cremación, cuando finalice su funeral con honras militares, el próximo
miércoles 17.
Los familiares directos suyos, como sus
hijos, estarán allí, igual que la reina Isabel II y el parásito mayor de
Edimburgo, el premier David Cameron y unos cuantos militares, en actividad y
retiro, subrayando que en las filas castrenses del imperio se la consideraba
casi como una de las suyas.
Tendrá un funeral pomposo, no el barato que
recomendaba el cineasta Ken Loach: “privaticemos el funeral de Thatcher.
Saquémoslo al mercado competitivo y aceptemos la oferta más barata. Es lo que
ella habría querido”. Cuando mueren personas queridas los cementerios quedan
chicos y, sobre todo, hay mucho dolor por su partida. Es lo que ocurrió en
Venezuela con Hugo Chávez el 5 de marzo pasado. Que se compare ese océano de
gente en Caracas y el vasito de agua que habrá en Londres, para medir el impacto
social de uno y otro personaje.
Cameron es un discípulo de la oxidada dama,
porque ocupa su despacho de Downing Street 10 y porque tiene puesta la misma
camiseta del Partido Conservador con la que aquella llegó al gobierno en 1979 y
conservó durante once años.
Se entiende entonces que el primer ministro
la elogió como “una gran líder que salvó al Reino Unido, luchó contra viento y
marea para llegar al poder y demostró mucho coraje”. No muchos británicos
comparten esa opinión, afectados como están por una crisis económica que viene,
con intermitencias, de los tres gobiernos thatcherianos y el aniquilamiento del
“Estado de bienestar”. Esto, por supuesto, sin olvidar la responsabilidad del
ajuste de los laboristas cuasi thatcherianos, como Tony Blair...
Lloran en Malvinas
Toda regla reconoce excepciones. El rechazo
generalizado a la ex baronesa, en cambio, da lugar a un amor intenso en las
Malvinas, de los interesados kelpers. “Siempre será recordada en las islas por
su determinación a enviar una fuerza naval para liberar nuestra casa tras la
invasión Argentina de 1982”, expresó el diputado Mike Summers, en nombre de la
asamblea legislativa de las islas. Summers recordó que ya en 1983 los isleños
le habían concedido la condecoración “Libertad de las islas Falklands (sic)”.
Pero los biógrafos de la fallecida no
deberían pasar por alto que en Malvinas viven 3.000 personas y casi 1.500
soldados ingleses. No parece un contingente numeroso como para salvarla de un
juicio lapidario.
No vaya a creerse que sólo en Argentina y el
Tercer Mundo persiste, firme como roca, ese repudio. Incluso en Inglaterra y
por supuesto en Escocia e Irlanda, hubo condenas a su pasado político y hasta
brindis y festejos por su deceso. Era la gente que recordaba su inicial paso por
el ministerio de Educación en un gobierno conservador anterior, cuando eliminó
la copa de leche a los escolares de entre 7 y 11 años. También la cuestionaron
mineros y miembros de otros sindicatos liquidados por la gobernante mediante
privatizaciones, quita de subsidios, aumento del desempleo y legislación
antisindical.
El ex alcalde Londres, el laborista Ken
Livingstone, mantuvo el filo crítico hacia la mujer aún después de muerta.
Quiere decir que ella hizo demasiado daño en su propio país.
foto - Cementerio de argentinos caídos en combate. Está en Puerto Darwin.
La historia del Belgrano
La premier conservadora tuvo una gran
sintonía con el norteamericano Ronald Reagan durante la guerra de Malvinas. El
Pentágono proveyó información, logística, armamentos y mucha ayuda política,
entre otras una seudo mediación del general Alexander Haig, que operó para
Londres en los momentos decisivos. “Para los EEUU, sin su ayuda los ingleses
habrían caído en Malvinas” tituló Infobae (30/11/2011) al reproducir las
declaraciones del ex Secretario de Marina estadounidense, John F. Lehman.
El 2 de mayo de 1982 la señora ordenó el
hundimiento del ARA Gral. Belgrano, que navegaba fuera de la zona de exclusión
dictada unilateralmente por Londres en ese conflicto. Y el submarino nuclear
Conqueror, con sus misiles, hundió al crucero y mató a 323 compatriotas, casi
la mitad de las 649 bajas argentinas a lo largo de los 74 días que duró el
enfrentamiento.
Semejante decisión fue adoptada por la
premier en la residencia de Checquers, junto con un grupo cerrado de ministros
y secretarios. Luego defendió esa acción mintiendo que el barco significaba un
peligro para las tropas británicas.
Ese fue un crimen de guerra y los ex
combatientes y sus familiares, así como muchos otros sectores del pueblo
argentino no comprenden que aún hoy no haya sido denunciado como tal en la
Corte Internacional de La Haya o instancias similares. Por eso la baronesa,
título nobiliario que le obsequió Isabel II, pudo morirse impune, dizque
inocente. Adonde haya ido después de expirar, puede que los 323 marinos del
Belgrano le golpeen la puerta. Aunque si la lucha de clases continúa en esos
cielos, Thatcher estará reunida con Reagan, en una parte; y los muertos
argentinos departirán con el almirante Brown, en otro lado.
Contrarrevolucionaria cabal
Trasgrediendo el sentido común y el lenguaje,
Mariano Turzi escribió ayer en “La Nación”: “la dama fue, aunque irrite
decirlo, revolucionaria. Quiso acabar un orden político y económico que
consideraba vetusto e ineficiente: rompió el poder de los sindicatos, dejó al
laborismo fuera del poder por 11 años, y redefinió los límites entre Estado y
mercado”. Esa política fue cabalmente contrarrevolucionaria, en todo el sentido
de la expresión, dentro del Reino Unido, el Atlántico Sur y las cuestiones
europeas y globales.
Los 3 millones de desocupados en las minas,
las empresas estatales privatizadas del servicio de transporte aéreo,
telecomunicaciones, electricidad y el gas, etc, no entenderán esa calificación
de Turzi. La mayoría de los argentinos, tampoco, por el crimen del Belgrano.
Menos surge una visión “revolucionaria” del comprobado complot de Thatcher con
Reagan y el entonces papa Juan Pablo II para derribar el socialismo en Europa
del Este y la misma URSS.
A lo sumo se podría elogiar su buen ojo para
descubrir a un potencial aliado en las filas enemigas. Es lo que hizo con
Mijail Gorbachov, al que elogió y atrajo al lado de la campaña capitalista para
demoler el socialismo, perestroika de por medio con su engañosa fórmula de
“socialismo con democracia”. El desempleo y crisis en los dos extremos de
Europa, ayer y hoy, son consecuencias buscadas por la entente
Reagan-Thatcher-Vaticano, logradas con la complicidad de Gorbachov y Boris
Yeltsin.
Ya retirada del gobierno por sus fracasos e
impuestazos, pero conservando su escaño en la Cámara de los Lores, empleó sus
últimos cartuchos en salvar al ex dictador Augusto Pinochet, preso en Londres y
con pedido de extradición a España.
¿De qué revolucionaria hablan? Hasta la
Thatcher se habría ofendido si la llamaban de ese modo. Ella prefería ser la “Dama
de hierro”, de un metal que oxidado y viejo aún podía matar, herir o
contaminar.
Dos la salvan
Entre los pocos argentinos que han hablado
bien de la fallecida está un historiador mitrista de cabotaje y un argentino
con alto vuelo internacional.
El primero es Luis Alberto Romero, quien la
eximió del crimen de guerra del Belgrano. Escribió ayer en “tribuna de
doctrina”: “Tres décadas después se sigue repitiendo el argumento de que el
crucero no era un blanco de guerra legítimo. Thatcher hizo lo que la mayoría de
los responsables de una guerra habría hecho. Ni más ni menos. Nuestro
nacionalismo paranoico encuentra siempre culpables ajenos para explicar
nuestros fracasos o errores. Pero los muertos del General Belgrano deben
ponerse en la cuenta de los jefes militares irresponsables. No tengo una
opinión muy fundada sobre la anciana dama que acaba de morir. Más bien, no me
gustaba. Pero sé que de ese pecado está exenta”. Los comentarios huelgan.
Thatcher exenta de ese crimen...
El otro argentino con elevadas
responsabilidades mundiales que tomó la palabra fue Francisco, que es
Bergoglio. “El Papa recuerda los valores cristianos que estaban en la base de
su compromiso con el servicio público y en la promoción de la libertad entre la
familia de las naciones”, rezó el telegrama en inglés que difundió la Santa
Sede, enviado por el cardenal Tarcisio Bertone a Cameron, en nombre del
Pontífice.
¿Qué dirán ahora los políticos que en Buenos
Aires aseguraban estar frente a un “Papa Argentino y Peronista”? Después de ese
telegrama endiosando a la criminal de guerra, ¿quedará margen para que la
presidenta argentina le vuelva a pedir a Francisco gestiones a favor de las
negociaciones con Londres por Malvinas?