LEGENDARIO LÍDER SUDAFRICANO ES GRAN AMIGO DE
CUBA Y FIDEL CASTRO
Todos los hombres han de morir, pero ejemplo
de Mandela no muere
Hace varias semanas que el anciano líder
sudafricano está internado. Su familia dice que se está despidiendo de la vida.
Los ejemplos como el de Mandela no se borran así nomás de la faz de la
historia.
EMILIO MARÍN
foto - Nelson Mandela con el cubano Comandante Fidel Castro Ruz.
Entre las pocas cosas positivas que dejó la
colonización británica en Sudáfrica debe estar que el niño nacido como
Rolihlahla Dalibhunga Mandela fue renombrado Nelson, por obra y gracia de una
maestra anglo. Habría sido muy difícil de pronunciar su nombre y apelativo
familiar original de la etnia xhoza.
El muchacho estudiaba a full y fue uno de los
primeros abogados de raza negra, cuando la Sudáfrica racista no permitía esos
lujos, luego remachados por el “legal” apartheid impuesto por las autoridades
racistas del Partido Nacional.
Incluso cuando fue a prisión, y vaya si
estuvo allí tantos años, siguió estudiando leyes a distancia, aún cuando ya su
discurso no eran los códigos sino el apoyo a la lucha del Congreso Nacional
Africano (ANC en inglés) y su brazo armado, Umkhonto we Sizwe (Lanza de la
Nación).
Por entonces purgaba una condena a prisión
perpetua, en Robben Island; era el preso número 466/64 que oteaba el horizonte,
cuando lo dejaban, en esa cárcel mar adentro, a once kilómetros de Ciudad del
Cabo.
Hoy tiene 94 años y cumpliría 95 el próximo
18 de julio. ¿Llegará vivo? Es muy difícil porque desde el 8 de junio está
internado por graves complicaciones pulmonares y renales. El presidente Jacob
Zuma, que suspendió un viaje a Mozambique para estar cerca del enfermo, ha
declarado que la situación de éste es extremadamente complicada. Mandela se
está muriendo y esta circunstancia vuelve a acusar al dictatorial apartheid
contra el que luchó toda su vida. Es que las enfermedades pulmonares le
aparecieron en sus tiempos de preso y nunca fueron debidamente atendidas.
El histórico personaje puede morir en
cualquier momento. Será una gran pena. Con mayor motivo hay que subrayar
algunos rasgos de quien en su ejemplo va a perdurar.
La historia completa
Desde la salida en libertad de Mandela, en
febrero de 1990, y los avances del ANC hacia el poder, ganando las elecciones
para una Asamblea Nacional Constituyente en 1993 y luego la presidencia del
país (1994-1999), su figura subió al tope de las preferencias de los pueblos.
En esas condiciones, hasta sus enemigos más
pérfidos se arrimaban a él para compartir parte de sus logros, como el último
presidente racista, Frederik de Klerk, nominado junto al ex preso para recibir
en 1993 el premio Nobel de la Paz.
Curiosa academia que, cuando debe premiar a
un revolucionario o antiimperialista, lo hace colgándole de “socio” a un
impresentable. Igual hizo en 1973 con el vietnamita Le Duc Tho, cuando le adosó
al criminal Henry Kissinger, y años más tarde con Yasser Arafat, distinguido
junto a Shimon Peres y Yitzhak Rabin.
La verdad es que en la lucha más dura del ANC
y con sus dirigentes presos, luego condenados en el proceso de Rivonia, que
terminó llevándolos a Robben Island, la solidaridad con aquéllos venía de Cuba,
URSS, China y países socialistas, los partidos comunistas y movimientos de
liberación del Tercer Mundo como el MPLA de Angola, el Frelimo de Mozambique,
las organizaciones de Namibia, etc. Del Primer y Segundo Mundo, poco y nada...
Recién en 1980, cuando el preso número 466/64 llevaba diecisiete años tras
rejas, la ONU pidió por su libertad.
La paz y la guerrilla
Mandela siempre fue un político popular,
abogado, de verbo atrayente y gran sonrisa: un político de masas. Y si a eso se
le suma el dato fundamental de que estuvo 27 años años presos, sin abdicar de
sus principios, y que luego llegó a presidente, entonces es fácil elogiarlo.
Y está bien que así sea, pero con una
condición: habría que hablar de su vida toda, no de un momento. Se pueden
destacar aspectos de un tiempo dado, pero sin perder de vista la biografía
general. ¿A qué viene la aclaración?
A que ciertas agencias internacionales y
medios argentinos pintan ahora al líder como una suerte de león herbívoro, un
pacifista que siempre puso la otra mejilla. El conductor del noticiero de Canal
12 de Córdoba (grupo Clarín), Gustavo Tobi, dijo que había sido siempre un
pacifista que pregonaba las mismas tácticas de Gandhi.
Esa es una versión amputada y falsa. Mandela
se incorpora al ANC en los años '50 y en ese momento proponía una resistencia
pacífica, ante un desproporcionado estado enemigo armado hasta los dientes y
que gozaba de protección internacional por el Reino Unido (era miembro del
Commonwealth) y Estados Unidos. La Carta de la Libertad (1955) planteaba los
reclamos de la mayoría negra oprimida brutalmente por la minoría blanca, que
apenas significaba el 14 por ciento de la población.
Pero esa ilusión de ablandar al régimen “a lo
Gandhi” duró hasta 1960. Las continuas matanzas, como la de Shaperville,
empujaron a la organización negra (y con participación de algunos blancos,
porque Mandela tenía un punto de vista multirracial ya entonces) a la
resistencia armada. Se formó Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación), conocido
con la sigla MK.
Los principios
Cómo y cuándo Madiba (como se lo conoce en su
país) y sus compañeros se lanzaron a la lucha de guerrillas, lo contó él en su
discurso en Cuba, provincia de Matanzas, el 26 de julio de 1991, cuando llegó
en su primera y conmovedora visita.
“Es bien sabido que la
respuesta del estado a nuestras legítimas demandas democráticas fue, entre otras,
la de acusar a nuestra dirigencia de traición y realizar a comienzos de los
años 60 masacres indiscriminadas. Estos hechos y la proscripción de nuestra
organización nos dejó sin otro camino que el de hacer lo que ha hecho cualquier
pueblo que se respete a sí mismo -incluido el cubano-, es decir, levantarnos en
armas para reconquistar nuestro país de manos de los racistas”, dijo el
visitante, en medio de los aplausos de Fidel Castro y muchos miles de cubanos
en ese acto por el el 38º aniversario del Moncada.
Como tantos otros revolucionarios, el
sudafricano no era un enamorado de la violencia sino que acudió a ella y la
justificó cuando las elites genocidas no le dejaron otra opción. Mientras
estaba preso, un régimen ya decadente le ofreció la libertad a cambio de
renunciar a la lucha armada y admitir como legales los “bantustanes” o zonas
para negros, que -bajo la excusa de la “autonomía”- eran una forma de marginar
a los negros. Allí Mandela sacó patente de héroe internacional. Se negó a
aceptar esas indignas condiciones. Recién salió de la prisión en febrero de
1990, sin capitulaciones.
Gran amigo de Cuba
Otro aspecto que las agencias noticiosas
dependientes del Departamento de Estado ocultan o tergiversan del personaje es
su profunda amistad con Cuba y Fidel Castro.
En las biografías que escriben del
sudafricano no figura la visita que hizo a la isla en 1991 ni la devolución del
entonces presidente cubano a Sudáfrica en la asunción del xhosa como mandatario
el 10 de mayo de 1994.
Otro ejemplo de la censura, omisión, olvido,
etc -que cada quien califique- es que de la lista de premios internacionales
obtenidas, figuran casi todas menos una. Consignan el Nobel de la Paz,
Jawaharlal Nehru al Entendimiento Internacional (India, 1980); Simón Bolívar de
la UNESCO (1983); el de la Fundación del Tercer Mundo para los Estudios
Sociales y Económicos (Reino Unido, 1985); el de la ONU en el campo de los
Derechos Humanos (1988); Al-Gaddafi de los Derechos Humanos (Libia, 1989);
Lenin de la Paz (URSS, 1990); el de la UNESCO en el campo de la Paz (1992);
Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional (España, 1992); Gandhi de la
Paz (India, 2001); y el Embajador de Conciencia de Amnistía Internacional
(2006).
A esa prolífica nómina le falta la Orden José
Martí, la máxima distinción de Cuba, que le fue impuesta en 1991 por Fidel
Castro a nombre de su país.
Y no es un detalle menor. En su discurso del
26 de julio de ese año en Matanzas, Mandela agradeció profundamente la
solidaridad y apoyo cubano de toda la vida, desde la propia de la acción
política, el envión a la libertad sudafricana que supuso la victoria de Cuito
Canevale (1987) en Angola, donde las tropas cubanas y angolanas derrotaron la
invasión de los militares sudafricanos, la ayuda posterior de los médicos
cubanos, etc.
Pero mejor que lo diga el propio orador del
acto mencionado:
“La presencia de ustedes y
el refuerzo enviado para la batalla de Cuito Cuanavale tienen una importancia
verdaderamente histórica. ¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito
Cuanavale constituyó una victoria para toda África! ¡La decisiva derrota de las
fuerzas agresoras del apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del
opresor blanco!
¡La derrota del ejército del apartheid sirvió
de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica! ¡Sin la derrota infligida en
Cuito Cuanavale nuestras organizaciones no hubieran sido legalizadas! ¡La
derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible que hoy yo pueda
estar aquí con ustedes! ¡Cuito Cuanavale marca un viraje en la lucha por librar
al continente y a nuestro país del azote del apartheid!”.
Cuando Mandela muera, porque todos los
hombres han de morir, será llorado en todo el mundo, ante todo en su Sudáfrica
natal y también en su admirada Cuba.