Año 11 Número 75 | Fecha 2013-09-16
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por John Pilger
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La ominosa
metamorfosis del Imperio
En la pared tengo colgada la primera página del Daily Express del 5
septiembre de 1945 con las siguientes palabras: "Escribo esto como una
advertencia al mundo". Así comenzaba el informe de Wilfred Burchett
sobre Hiroshima. Fue la noticia bomba del siglo. Con motivo del solitario y
peligroso viaje con el que desafió a las autoridades de ocupación
estadounidenses Burchett fue puesto en la picota, sobre todo por parte de
sus colegas empotrados. Avisó de que un acto premeditado de asesinato en
masa a una escala épica acababa de dar el pistoletazo de salida a una nueva
era de terror.
En la actualidad, [la advertencia de] Wilfred Burchett está siendo
revindicada por los hechos casi a diario. La criminalidad intrínseca de la
bomba atómica ha quedado corroborada por los Archivos Nacionales de EE.UU.
y por las ulteriores décadas de militarismo camuflado como democracia. El
psicodrama sirio es un ejemplo de ello. Una vez más somos rehenes de la
perspectiva de un terrorismo cuya naturaleza e historia siguen negando incluso
los críticos más liberales. La gran verdad innombrable es que el enemigo
más peligroso de la humanidad está al otro lado del Atlántico.
La farsa de John Kerry y las piruetas de Barack Obama son temporales. El
acuerdo de paz ruso sobre armas químicas será tratado al cabo del tiempo
con el desprecio que todos los militaristas reservan para la diplomacia.
Con al-Qaida figurando ahora entre sus aliados y con los golpistas armados
por EE.UU. sólidamente instalados en El Cairo, EE.UU. pretende aplastar a
los últimos Estados independientes de Oriente Próximo: primero Siria, luego
Irán. "Esta operación [en Siria]", dijo el exministro de
exteriores francés Roland Dumas en junio, "viene de muy atrás. Fue
preparada, pre-concebida y planeada".
Cuando el público está "psicológicamente marcado", como describió
el reportero del Canal 4 Jonathan Rugman la abrumadora oposición del pueblo
británico a un ataque contra Siria, la supresión de la verdad se convierte
en tarea urgente. Sea o no cierto que Bashar al-Assad o los
"rebeldes" utilizaran gas en los suburbios de Damasco, es EE.UU.,
no Siria, el país del mundo que utiliza esas terribles armas de forma más
prolífica.
En 1970 el Senado informó: "EE.UU. ha vertido en Vietnam una cantidad
de sustancias químicas tóxicas (dioxinas) equivalente a 2,7 kilos por
cabeza". Aquella fue la denominada Operación Hades, más tarde
rebautizada más amablemente como Operación Ranch Hand, origen de lo que los
médicos vietnamitas denominan "ciclo de catástrofe fetal". He
visto a generaciones enteras de niños afectados por deformaciones
familiares y monstruosas. John Kerry, a cuyo expediente militar le chorrea
la sangre, seguro que los recuerda. También los he visto en Irak, donde
EE.UU. utilizó uranio empobrecido y fósforo blanco, igual que hicieron los
israelíes en Gaza. Para ellos no hubo las "líneas rojas" de
Obama, ni tampoco psicodrama de enfrentamiento.
El repetitivo y estéril debate sobre si "nosotros" debemos
"tomar medidas" contra dictadores seleccionados (es decir, si
debemos vitorear a EE.UU. y a sus acólitos en otra nueva matanza aérea)
forma parte de nuestro lavado de cerebro. Richard Falk, profesor emérito de
Derecho Internacional y relator especial de la ONU sobre Palestina, lo
describe como "una pantalla legal/moral unidireccional con ínfulas de
superioridad moral y llena de imágenes positivas sobre los valores
occidentales e imágenes de inocencia amenazada cuyo fin es legitimar una
campaña de violencia política sin restricciones". Esto "está tan
ampliamente aceptado que es prácticamente imposible de cuestionar".
Se trata de la mayor mentira, parida por "realistas liberales" de
la política anglo-estadounidense y por académicos y medios autoerigidos en
gestores de la crisis mundial más que como causantes de ella. Eliminando el
factor humanidad del estudio de los países y congelando su discurso con una
jerga al servicio de los designios de las potencias occidentales, endosan
la etiqueta de "fallido", "delincuente" o “malvado” a
los Estados a los que luego inflingirán su "intervención
humanitaria".
Un ataque contra Siria o Irán o contra cualquier otro “demonio”
estadounidense se basará en una variante de moda, la "Responsabilidad
de Proteger", o R2P, cuyo fanático pregonero es el ex ministro de
Relaciones Exteriores australiano Gareth Evans, copresidente de un
"centro mundial" con base en Nueva York. Evans y sus grupos de
presión generosamente financiados juegan un papel propagandístico vital
instando a la "comunidad internacional" a atacar a países sobre los
que "el Consejo de Seguridad rechaza aprobar alguna propuesta o que
rehúsa abordarla en un plazo razonable".
Lo de Evans viene de lejos. El personaje ya apareció en mi película de
1994, Death of a Nation, que reveló la magnitud del genocidio en Timor
Oriental. El risueño hombre de Canberra alza su copa de champán para
brindar por su homólogo indonesio mientras sobrevuelan Timor Oriental en un
avión australiano tras haber firmado un tratado para piratear el petróleo y
gas del devastado país en el que el tirano Suharto asesinó o mató de hambre
a un tercio de la población.
Durante el mandato del "débil" Obama el militarismo ha crecido
quizá como nunca antes. Aunque no haya ni un solo tanque en el césped de la
Casa Blanca, en Washington se ha producido un golpe de Estado militar. En
2008, mientras sus devotos liberales se enjuagaban las lágrimas, Obama
aceptó en su totalidad el Pentágono que le legaba su predecesor George
Bush, completo con todas sus guerras y crímenes de guerra. Mientras que la
Constitución va siendo reemplazada por un incipiente Estado policial, los
mismos que destruyeron Irak a base de conmoción y pavor, que convirtieron
Afganistán en una pila de escombros y que redujeron Libia a una pesadilla
hobbesiana, esos mismos son los que están ascendiendo en la administración
estadounidense. Detrás de su enmedallada fachada, son más los antiguos
soldados estadounidenses que se están suicidando que los que mueren en los
campos de batalla. El año pasado 6.500 veteranos se quitaron la vida. A
colocar más banderas.
El historiador Norman Pollack llama a esto "liberalfascismo":
"En lugar de soldados marchando al paso de la oca tenemos la
aparentemente más inofensiva militarización total de la cultura. Y en lugar
del líder grandilocuente tenemos a un reformista fallido que trabaja
alegremente en la planificación y ejecución de asesinatos sin dejar de
sonreír un instante". Todos los martes, el "humanitario"
Obama supervisa personalmente una red terrorista mundial de aviones no
tripulados que reduce a “papilla” a las personas, a sus rescatadores y a
sus dolientes. En las zonas de confort de Occidente, el primer líder negro
en el país de la esclavitud todavía se siente bien, como si su mera
existencia supusiera un avance social, independientemente del rastro de
sangre que va dejando. Esta obediencia a un símbolo ha destruido
prácticamente el movimiento estadounidense contra la guerra. Esa es la
particular hazaña de Obama.
En Gran Bretaña las distracciones derivadas de la falsificación de la
imagen y la identidad políticas no han triunfado completamente. La
agitación ya ha comenzado, pero las personas de conciencia deberían darse
prisa. Los jueces de Nuremberg fueron escuetos: "Los ciudadanos
particulares tienen la obligación de violar las leyes nacionales para
impedir que se perpetren crímenes contra la paz y la humanidad". La
gente normal de Siria, y mucha otra más gente, igual que nuestra propia
autoestima, no se merecen menos en estos momentos.
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Fuente: The Guardian
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Oportunidad a la
diplomacia en un mundo complejo y multipolar
Editorial Gara
Cuesta creer que un aparente lapsus verbal o una declaración accidental
pueda cambiar el curso de una guerra que hasta hace pocos días se
presentaba como inminente. Según el relato, el secretario de Estado de
EE.UU., John Kerry, que visitaba Londres tras la histórica humillación que
el Parlamento infligió a David Cameron al negarle el apoyo para la guerra
en Siria, manifestó que poner el arsenal de armas químicas de Siria bajo
control internacional para después inutilizarlo podría parar la guerra.
Rusia cogió el guante, la ONU animó la jugada y finalmente Siria mostró su
conformidad. Aunque la propia Administración norteamericana dijo en un
momento que lo declarado por Kerry era algo retórico y sin consistencia, lo
cierto es que el desarrollo posterior de los acontecimientos parece que ha
alejado, al menos por el momento, la amenaza de una guerra sobre otra
guerra.
Ironías de la vida, Putin echó un capote a Obama y le ha ayudado a salir de
un atolladero. Con la opinión pública doméstica ampliamente en contra de la
aventura bélica en Siria, sin tener el apoyo de la Cámara de Representantes
asegurado y con una comunidad internacional dividida y muy escéptica, Obama
no lo tenía fácil. Ahora puede agarrarse a la percha de que gracias a su
postura dura e intransigente, Al-Assad ha dado su brazo a torcer. Pobre
argumento, en todo caso.
Con un suspiro de alivio que recorre las principales capitales del mundo, y
también el de la inmensa mayoría de la ciudadanía de Euskal Herria,
instalada la pausa en la maquinaria de guerra y abierto el canal
diplomático para una hipotética solución de compromiso, el escenario
efectivamente ha cambiado. Parece que a partir de ahora se presenta un
largo proceso de negociaciones, de recriminaciones mutuas, de inspecciones
y traslados de materiales. Quizá durante meses, puede que para años. Mientras
tanto no habrá ataque abierto de EE.UU., tampoco una guerra regional.
Aunque Siria seguirá desangrándose en una guerra endiablada.
Hay solución entre
la multitud de amenazas
Israel está furiosa. En los últimos días se multiplican las voces que dicen
que la posición de Obama es la del «medio embarazo» y lo acusan de no tener
colmillo, de ser es un presidente «debilucho», un «cobarde». Si Siria,
defienden los gobernantes israelíes, ha cruzado la línea roja, ¿quién va a
creer a Obama en la línea roja mucho más ancha que ha dibujado en el
dossier nuclear iraní? En realidad, aunque con un perfil público bajo,
Israel no ha dejado de mover los hilos en Washington y sobre el terreno en
Siria. Su apuesta siempre ha sido la de que el resultado final de la guerra
en Siria fuera la falta de resultado, que los dos bandos pierdan, o al
menos, que no gane ninguno de los dos. Y mientras tanto apuesta por que
Siria sangre hasta desangrarse, hasta que llegue al colapso. La debilidad
de la región es parte de su fuerza.
Pero independientemente de que Israel no haya, por el momento, arrastrado a
EE.UU. a un bombardeo masivo contra Siria, el hecho de que rusos y
norteamericanos trabajen juntos en el dossier sirio -al menos en el
desmantelamiento del arsenal de armas químicas de Siria, que acaba de
solicitar formalmente su adhesión a la Convención sobre Armas Químicas-
deja margen para pensar, con cautela, con mucha cautela, que pueda haber
una solución. Que pueda imaginarse una iniciativa conjunta de las dos
potencias para eventualmente alcanzar un compromiso que permita vivir a
todos los sirios en paz, independientemente de las líneas confesionales y
étnicas. Un escenario muy complicado en el que la soberanía y la democracia
siguen siendo, como en el resto del mundo, las claves básicas.
No obstante, la historia muestra que las soluciones de diseño de la
comunidad internacional no suelen atender a las realidades de los países en
conflicto, sino a las urgencias, a los intereses y a los equilibrios de
poder de dicha comunidad. La estabilidad es un criterio importante, pero a
menudo solo retrasa los conflictos larvados y sostiene injusticias
injustificables.
El cambio de juego que ha experimentado la guerra de Siria tiene además
otras implicaciones. Ha confirmado que la era de la superioridad
incontestable de EE.UU. ha terminado. Aun cuando su dominio global no tenga
rival, no puede por sí sola marcar su camino, imponer su agenda. La pérdida
de poder y de control de la situación ha quedado evidenciada en cómo ha
actuado y gestionado esta cuestión Obama.
Que sirva de
inspiración
La intervención bélica que estaba en ciernes parece que se aleja mientras
se abren ventanas de oportunidad a la vía diplomática y a una solución de
compromiso. El giro que ha experimentado la situación es positivo. Aunque
solo sea porque la mejor guerra es aquella que se evita. Y aunque es
previsible que aquellos que han visto interrumpidos sus planes de guerra
vuelvan a la carga para volver a tomar iniciativa, las lecciones que deja
lo acontecido en los últimos días pueden y deberían servir de inspiración.
Para continuar con los esfuerzos para que la diplomacia prevalezca sobre
fanfarrona intimidación bélica, y el desarme mutuo sobre las guerras sin
fin. Si la gente alza su voz y grita no a la guerra, puede cambiar el
sentido de las decisiones de sus gobernantes. Si la gente realmente quiere
la paz, es posible conseguirla. En Siria y en cualquier rincón del mundo.
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Fuente: Gara
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|
por Amy Goodman
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Mientras la
intervención militar del Presidente Barack Obama en Siria parece haberse
postergado por el momento, llama la atención que el Secretario de Estado de
Estados Unidos, John Kerry, se haya reunido el 11 de septiembre con uno de
sus predecesores, Henry Kissinger, supuestamente para hablar de la
estrategia de las próximas negociaciones sobre Siria con funcionarios
rusos. La reunión entre Kerry y Kissinger y la oposición pública al ataque
a Siria, que ambos apoyan, deberían mirarse a través del espejo de lo
sucedido el 11 de septiembre, pero de 1973.
Aquel día, hace 40 años, el presidente democráticamente electo de Chile,
Salvador Allende, fue derrocado violentamente mediante un golpe de Estado
que contó con el apoyo de Estados Unidos. El General Augusto Pinochet
asumió el control del país y dio inicio a diecisiete años de un régimen
militar de terror, en el que más de 3.000 chilenos fueron asesinados y
desaparecidos, alrededor del mismo número de personas que murieron el 11 de
septiembre de 2001. Allende, que era socialista, contaba con mucho apoyo
popular en su país, pero sus políticas eran el anatema de las élites de
Chile y Estados Unidos, por lo que el entonces Presidente estadounidense,
Richard Nixon, y su Secretario de Estado y asesor de seguridad nacional,
Henry Kissinger, apoyaron el intento de derrocarlo.
El papel que desempeñó Kissinger en la planificación del golpe de Estado en
Chile en 1973 queda más claro a medida que pasan los años y surgen nuevos
documentos, que el propio Kissinger intentó mantener en secreto. Peter
Kornbluh, de la organización sin fines de lucro National Security Archive
(Archivo de Seguridad Nacional), ha revelado las pruebas durante años, y
recientemente actualizó su libro “Pinochet: los archivos secretos”.
Kornbluh me dijo que Kissinger “fue el principal responsable de idear la
política para derrocar a Allende e incluso de apoyar a Pinochet y las
violaciones de los derechos humanos que ocurrieron durante su régimen”.
Afirmó que Kissinger “presionó a Nixon para que asumiera una política
agresiva, pero encubierta, para lograr derrocar a Allende, desestabilizar
su capacidad de gobernar y generar lo que Kissinger denominó ‘un clima
golpista’”.
El régimen de Pinochet fue violento, represivo y un aliado cercano de
Estados Unidos. Pinochet formó alianzas con otros regímenes militares de
América del Sur, que crearon el “Plan Cóndor”, una campaña de terrorismo de
Estado y asesinatos coordinados en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile,
Paraguay y Uruguay. El Plan Cóndor incluso llegó a las calles de Washington
D.C. cuando, el 21 de septiembre de 1976, el ex embajador chileno en
Estados Unidos durante el gobierno de Allende, Orlando Letelier, fue
asesinado junto a su asistente, una ciudadana estadounidense llamada Ronni
Moffitt, en un atentado con coche bomba perpetrado por la policía secreta
de Pinochet en la zona de las embajadas, a apenas unas cuadras de la Casa
Blanca.
Finalmente, tras la creciente condena mundial y la resistencia no violenta
dentro del país, el régimen de Pinochet se vio obligado a realizar un
plebiscito en el que se decidiría si Pinochet debía continuar como dictador
en Chile. La población rechazó al gobierno de Pinochet con un “NO” rotundo,
y dio paso a la actual era democrática en Chile.
Al menos dos ciudadanos estadounidenses fueron asesinados durante el golpe
de 1973. Charles Horman y Frank Teruggi viajaron a Chile para ser testigos
de la experiencia democrática que se estaba desarrollando en el país.
Trabajaban como escritores y periodistas. Su secuestro y asesinato por
parte de las fuerzas de Pinochet, con la posible colaboración del Gobierno
estadounidense, fueron representados en la película “Desaparecido” del
director Costa Gavras, con Jack Lemmon y Sissy Spacek como protagonistas.
En Chile, la película “Desaparecido” fue prohibida por el régimen de
Pinochet. Con motivo del 40 aniversario del golpe de Estado, la viuda de
Charles Horman, Joyce Horman, realizó una ceremonia conmemorativa en la ciudad
de Nueva York. El evento fue organizado por la fundación Charles Horman
Truth Foundation y atrajo a cientos de personas, muchas de las cuales
formaron parte del Gobierno de Allende, perdieron familiares durante la
dictadura, o se vieron obligadas a exiliarse de Chile durante aquellos
terribles años.
Entre los asistentes estaba Juan Garcés, un ciudadano español que fue
asesor personal del Presidente Allende. Garcés estaba con Allende en el
Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Poco antes de que el
palacio fuera bombardeado por la fuerza aérea, Allende acompañó a Garcés a
la puerta y le dijo que saliera y le contara al mundo lo que había sucedido
aquel día.
Allende murió durante el golpe, y Garcés apenas logró escapar de Chile con
vida. Años después presentó una denuncia penal contra Pinochet, y
finalmente logró que se lo arrestara en Gran Bretaña en 1998, donde
Pinochet permaneció detenido durante 504 días. Si bien finalmente Pinochet
pudo regresar a Chile, más tarde fue procesado allí y tuvo que afrontar un
juicio y la prisión. Murió en 2006 bajo arresto domiciliario a los 91 años
de edad.
Hoy en día, Juan Garcés considera que hay alarmantes similitudes entre la
represión en Chile y las actuales políticas estadounidenses: “Realizan
entregas extraordinarias, ejecuciones extrajudiciales. Tienen centros de
detención secretos. El recurso de habeas corpus es ineficaz. Me preocupa
mucho que los mismos métodos que se utilizaron en Chile durante la
dictadura, con el conocimiento y el apoyo del Gobierno de Nixon y
Kissinger, ahora se estén utilizando en muchos países, con otra excusa, con
el apoyo de Estados Unidos. Considero que es algo muy peligroso para
todos”.
En lugar de reunirse con Kissinger para buscar asesoramiento, John Kerry
debería apoyar la paz y consultar a personas como Garcés, que han dedicado
su vida a luchar por esa causa. El único motivo por el que se debería
buscar a Henry Kissinger es para llevarlo ante la justicia, al igual que
Pinochet.
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Fuente: Rebelión
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por Silvia Ribeiro
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El control de los
recursos estratégicos de México está a la venta al mejor postor
trasnacional y en las condiciones que demanden las empresas. Desde la
minería al petróleo, pasando por la biodiversidad, el aire de los bosques y
hasta el maíz, el patrimonio genético alimentario más importante del país.
El proceso no empezó ahora, pero hay en este momento pasos cruciales en
juego, como la privatización del petróleo y la autorización para siembra
comercial masiva de maíz transgénico en favor de Monsanto y otras
trasnacionales. Otras leyes aprobadas y en discusión, como la reforma que
privatiza la educación y convierte a los docentes en empleados precarios, o
la imposición de IVA en alimentos y medicinas, castigan a los pobres y sus
derechos sindicales más básicos. El hilo rojo es favorecer a las grandes
empresas y a las minorías privilegiadas. Pero también crece la resistencia,
cada día más compleja y candente, por la diversidad de actores y temas que
hieren centros neurálgicos de la vida del país.
Aprovechando el contexto, un grupo de científicos protransgénicos, entre
ellos Luis Herrera Estrella, director del Laboratorio Nacional de Genómica
para la Biodiversidad (Langebio, de Cinvestav-IPN) se están reuniendo con
diputados para cambiar las leyes que dificultan a funcionarios lucrar
personalmente con la investigación pública. Y eso sí es una injusticia ¿no
le parece? O sea, para estos científicos lo correcto es que los
investigadores sean financiados con fondos públicos, usen el acervo de
conocimientos, las instalaciones, sueldos, herramientas y subsidios del Estado,
para que ellos puedan comerciar con empresas y patentar para su lucro
personal los conocimientos que obtienen gracias al trabajo colectivo y al
apoyo social.
Según Herrera Estrella, "el acuerdo al que llegamos con los diputados
es armonizar todas las leyes, la Ley Federal del Trabajo, la Ley Federal de
Responsabilidades de los Servidores Públicos, la Ley de Ciencia y
Tecnología para que, en una sola ley, se contemple toda esta
problemática" (E. Ruiz Jaimez, El Economista, 25/8/2013). La articulista
abunda: "Con esto buscan que el investigador pueda licenciar sus
propias patentes u otras, que pueda crear una empresa y ser
accionista".
En el mismo artículo, Herrera Estrella afirma que a la ley Monsanto (Ley de
Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados) se le puso el mote
porque sólo Monsanto puede cumplir con sus requerimientos, "porque es
muy estricta". Arguyendo un pretendido nacionalismo –nada convincente
dados sus vínculos con las trasnacionales– quieren simplificar los trámites
para que los investigadores nacionales también puedan contaminar
transgénicamente los cultivos.
Pero, ni la ley Monsanto es estricta (por eso hay contaminación) ni se le
llama así por lo que dice Herrera Estrella, sino lo contrario: porque
favorece ampliamente los intereses empresariales, no contra investigadores
nacionales, sino contra el bien público. Recordemos que la primera versión
de esta ley fue presentada al Congreso por el Comité de Biotecnología de la
Academia Mexicana de Ciencias, del que Herrera Estrella era y es miembro.
La coordinación del cabildeo de la ley Monsanto –que ahora les resulta
insuficiente, porque ven la coyuntura para ir por más elementos
privatizadores– estuvo a cargo de su colega Francisco Bolívar Zapata, ahora
nombrado por Peña Nieto coordinador de Ciencia, Tecnología e Innovación del
gobierno. Los pocos cambios que otros hicieron en el proceso legislativo,
como la obligatoriedad de establecer un régimen especial de protección al
maíz por ser México centro de origen (¿una de las complicaciones a las que
aluden estos científicos?) fueron vaciados de contenido con el reglamento
de dicha ley. La consulta pública es una farsa, nunca considera las
críticas. Las aprobaciones de siembras experimentales de transgénicos,
particularmente maíz, han sido impugnadas legalmente muchas veces,
motivando únicamente que el gobierno adaptara el reglamento para dejar las
impugnaciones sin efecto.
Ha sido un proceso de tal grado de "corrupción legalizada", que
fue presentado por el Grupo de Estudios Ambientales como caso de violación
de derechos de los pueblos y violencia contra el maíz y la soberanía
alimentaria, ante las sesiones del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP)
capítulo México. La ley que redactaron esos científicos y que ahora quieren
modificar para facilitar aún más privatización y contaminación, evidencia
la veracidad de la acusación general del TPP sobre "desviación de
poder" del Estado mexicano contra el interés público y en favor de las
empresas.
En todo caso, Herrera Estrella no se ha quedado esperando cambios. Tiene
numerosas patentes a partir del trabajo en instituciones públicas y es
socio fundador de Stela Genomics, empresa fundada en 2011 en Estados
Unidos, con una sede cómodamente vecina al laboratorio de genómica que él
mismo dirige en el Cinvestav. También es socia una investigadora a quien
dirigió su doctorado en el mismo laboratorio. Stela Genomics usa el trabajo
que se hizo en Langebio, financiado públicamente, para promover su negocio
privado. Además, gestiona comercialmente las patentes de Herrera Estrella.
El modelo es Estados Unidos, donde el público financia las universidades
que trabajan con y para las transnacionales, y los investigadores están a
la venta, incluida la orientación de su investigación. La investigación en
biotecnología en México va en esa dirección y hay varios ejemplos. Este
tipo de conflictos de interés serán parte de los casos a presentar en la
próxima sesión del TPP sobre maíz transgénico y corrupción de la ciencia.
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Fuente: La Jornada
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Al menos ocho mil
500 personas fueron asesinadas por armas de fuego en Estados Unidos durante
2011, según datos oficiales publicados en un artículo de la revista
American Journal of Public Health.
Cuanto mayor es el número de propietarios de armas en este país, mayor es
la tasa de homicidios, indicó un estudio dirigido por el investigador
Michael Siegel, de la Universidad de Boston (noreste), quien hizo alusión a
las cifras reveladas por el FBI.
Siegel evaluó las estadísticas aproximadas en 30 años (1981-2010) del
número de propietarios de armas y de homicidios por impactos de balas en
cada uno de los estados.
Ello le permitió determinar que existe una "sólida correlación"
entre la tasa de detenciones en un estado y la cantidad de crímenes
cometidos por disparos con armas de fuego.
A tono con el estudio, la tasa de posesión de armas va de 25,8 por ciento
en Hawai (norte) a 76,8 por ciento en Mississippi (sur), con un promedio
nacional de 57,7 por ciento.
La exploración fue realizada en respuesta a una afirmación de la Asociación
Nacional del Rifle, el más poderoso lobby a favor de la venta y posesión de
armas en territorio estadounidense.
Esta organización, que tiene más de cinco millones de afiliados, ha dicho
que la tenencia de armas no provoca un incremento de la violencia.
Actualmente en Estados Unidos circulan unos 310 millones de armas de fuego
o lo que es lo mismo: casi una por habitante.
Sólo seis estados de la Unión han promulgado leyes estrictas de control de
armas, luego de la matanza ocurrida el 14 de diciembre pasado en una
escuela primaria de Newtown, en Connecticut, que dejó 26 muertos, de ellos
20 niños.
Mientras, políticos de otros 20 estados defienden la tenencia de armas y
han debilitado con esta postura las leyes locales acerca de la posesión de
armamentos, dijo el Centro de Ley para Prevenir la Violencia Armada.
Los debates sobre este tema siguen latentes, pues todavía no se logra una
legislación para el control de armas.
El presidente Barack Obama emitió una serie de medidas a través de una
orden ejecutiva a inicios de año destinadas a restringir la tenencia de
armas, que además cobra unas 85 vidas diarias como promedio, de acuerdo con
estimados.
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Fuente: PL
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Cubarte, 2008.
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