UN ABRAZO DE POETAS POR CUBA
Pedro Martínez Pírez
Guardo en mi
memoria el abrazo que hace cincuenta años se dieron en mi presencia en el Aula
Magna de la Universidad de Chile los grandes poetas Pablo Neruda y Nicolás
Guillén.
Fue una celebración de lujo en Chile con motivo
del décimo aniversario del histórico Asalto al Cuartel Moncada porque por
esos días estaba en la nación austral el Poeta Nacional de Cuba y con él
habíamos inaugurado días antes, en el poblado minero de Lota, una escuela con
el nombre de la Mayor de las Antillas, y a la entrada del plantel un hermoso
busto de José Martí.
Me contó una joven chilena que ahora estudia en la
Escuela Latinoamericana de Medicina que varios mineros guardaron celosamente el
busto del Apóstol de la independencia cubana a raíz del golpe fascista de
Augusto Pinochet, y lo volvieron a colocar en su pedestal 17 años después. Los
fascistas chilenos destruyeron el monumento al Ché que habían colocado los
pobladores de la Comuna de San Miguel, en Santiago de Chile,, saquearon la casa
de Pablo Neruda en Isla Negra y asesinaron a Víctor Jara, entre otras
atrocidades contra la cultura chilena.
Yo había conocido a Neruda en junio de 1962, cuando
llegué a Chile a cumplir una misión diplomática que se extendió hasta marzo de
1964. Compartimos en varias ocasiones en Santiago de Chile y Valparaíso, y fui
a visitarlo cuando la llamada Crisis de Octubre de 1962 en la Isla Negra para
pedir su solidaridad ante la amenaza yanqui.
Más de una vez estuve en su casa de Santiago de Chile
en encuentros organizados por el poeta brasileño Thiago de Mello, quien por esa
época se desempeñaba como Agregado Cultural de su país y era un excelente
promotor de las relaciones de amistad con Cuba. En algunos de esos encuentros
recuerdo haber compartido con el pintor cubano Mario Carreño, quien nunca
olvidó sus raíces.
El acto en la Universidad de Chile y la visita a
la Isla Negra me vienen ahora a la memoria cuando se cumplen 40 años de la
muerte de quien en 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura, y fue siempre
consecuente con sus ideas políticas. Pablo Neruda, Víctor Jara, y Salvador
Allende, son muertos que pesan en la mala conciencia de los pinochetistas y sus
continuadores en Chile. Pero viven, al decir de José Martí, porque la muerte no
es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
La Habana, 23 de septiembre de 2013