Ante el terrorismo
de Estado de los Estados Unidos contra Cuba
¡Cuando un pueblo
enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!
CON EL MISMO dolor y la misma decisión de luchar y vencer, nuestro pueblo
evocará mañana, como lo hará eternamente, a los entrañables hermanos caídos
en el monstruoso crimen de Barbados.
El 6 de octubre de 1976, un avión de Cubana de Aviación con 73 personas a
bordo estalló en pleno vuelo, pocos minutos después de haber despegado del
aeropuerto de Bridgetown, capital de Barbados, en su viaje de regreso a La
Habana, procedente de Guyana.
En el aparato de Cubana viajaban 57 abnegados y ejemplares hijos de nuestro
pueblo, entre ellos, dos tripulaciones completas de nuestra empresa aérea,
con una brillante hoja de servicios, los integrantes del equipo juvenil de
esgrima, que regresaban a la patria eufóricos y cargados de medallas,
después de ganar todos los primeros lugares en el Campeonato
Centroamericano y del Caribe, trabajadores de la pesca y otros valiosos
compañeros. Junto a ellos, volaban 11 ciudadanos guyaneses, parte de los
cuales eran jóvenes que se dirigían a comenzar los estudios de medicina en
nuestras universidades, y cinco funcionarios de la República Popular
Democrática de Corea.
Todos quedaron sin vida en pocos minutos de agonía y desesperación. No hay
ni habrá palabras capaces de describir la inconcebible crueldad de aquel
hecho.
¿Cómo narrar los minutos finales de estas 73 personas indefensas,
encerradas en una nave a miles de pies de altura, sobre el mar, que en
forma tan inesperada y cobarde se vieron heridas por la violenta explosión,
abrasadas por las llamas, ahogadas por los gases y precipitadas sin salvación
posible a una muerte espantosa?
¿Cómo narrar la entereza de ánimo y el heroísmo de los pilotos, que aun en
esas terribles circunstancias hicieron un esfuerzo sobrehumano por conducir
el avión a tierra?
La destrucción del avión cubano fue obra de grupos terroristas, como parte
de una campaña de amenazas, ataques y asesinatos de funcionarios cubanos,
que abarcó numerosos países del área del Caribe, Argentina, Estados Unidos
y Portugal. Es conocido que estos elementos contaban con bases en diversos
lugares de Estados Unidos y los países de la cuenca del Caribe, así como
con agentes locales y vinculaciones para llevar a cabo sus fechorías.
En pocos días se supo que había sido un acto de sabotaje, se conoció
quiénes fueron sus autores materiales e intelectuales y cómo detrás de
ellos, alentándolos y pagándolos, estuvo la CIA. Todo el mundo sabe que los
principales responsables del crimen, los asesinos Orlando Bosch y Luis
Posada Carriles, han gozado de total impunidad por el gobierno de los
Estados Unidos.
Nunca antes se había puesto de manifiesto de forma tan clara a qué
abominables y siniestros actos de terrorismo era capaz de llegar la CIA en
sus propósitos de frenar y aplastar la lucha de los pueblos por su
independencia, liberación nacional y progreso social.
Muchas han sido las agresiones, como el bandidismo, como la invasión de
Girón, la guerra económica, bacteriológica, sabotajes, atentados y crímenes
tan horrendos como el de Barbados, pero no han podido ni podrán jamás matar
las ideas por la libertad, la justicia y el honor que guían la lucha del
pueblo cubano, y mucho menos detener la lucha patriótica e independentista
de la Revolución cubana.
Al planificar y ejecutar el asesinato de los tripulantes y pasajeros del
avión de Cubana los imperialistas yanquis pretendieron atemorizar a nuestro
pueblo.
Pero la Patria revolucionaria y nuestras ideas revolucionarias, como ha
dicho Fidel, no morirán jamás, porque las hemos forjado, las hemos
defendido y las defenderemos con nuestras vidas.
Ese es el mejor monumento que erigimos a los que cayeron en Barbados y a
todas las víctimas del terrorismo de Estado practicado por el gobierno de
los Estados Unidos contra nuestra nación, a quienes rendimos homenaje en la
fecha del 6 de octubre.
Hoy, en la inmensidad del recuerdo, vemos aquellos 57 cubanos asesinados en
Barbados como luces serenas y firmes y ciertamente los lloramos una vez
más, pero como dijo Fidel en la Plaza de la Revolución durante la despedida
de los pocos restos encontrados de nuestros hermanos caídos: ¡Cuando un
pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!
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