martes, 18 de febrero de 2014

El Papa dió la orden le ataron la lengua con dos tablas al monje dominico Giordano Bruno y lo quemaron vivo en Campo di Fiori en Roma Italia Museo Che Guevara Toto Chaubloqueo



17 de febrero
EL SABIO MARTIR
Por Ramiro Diez
               
A mediados del siglo XVI, cerca de Nápoles, nació uno de los hombres más brillantes de su tiempo y uno de los más preclaros en muchos siglos.
Se llamaba Filipo y sus ansias de saber lo llevaron por el camino de la filosofía y, más tarde, por los estudios religiosos, imperantes en aquella época.
Entonces cambió su nombre por Giordano, y la historia lo recuerda como Giordano Bruno, sin duda el más brillante de todos los religiosos de la historia católica en dos mil años de existencia.
Giordano Bruno fue el primer intelectual en investigar la lingüística y esta moderna ciencia le debe a él los primeros pasos.
Y también fue el creador de la moderna nemotecnia, al punto que era buscado por reyes y príncipes para enseñar la prodigiosa manera de recordar miles de datos diferentes, sin importar la dificultad de la información o el tiempo transcurrido.
Pero una inteligencia tan brillante lo llevó por caminos que en aquel medio eran prohibidos: Y Giordano Bruno, el brillante monje dominico, incomodó a las autoridades de su congregación, cuando empezó a especular sobre el cosmos y otras materias.

Giordano Bruno dijo, por ejemplo, que el sol era una estrella, y que las estrellas eran soles como el nuestro, pero muy lejanos.
Y declaró que así como la tierra giraba alrededor del sol, alrededor de esos soles también deberían existir otros planetas.
Y dijo que así como en la tierra había vida, en esos otros lugares, en la profundidad del cosmos, también deberían existir otras formas de vida…
Todo esto y mucho más, fue considerado herético y por eso Giordano Bruno fue encarcelado durante diez años y finalmente llevado a la hoguera, en medio del repudio de todos los tiempos.
Aquel horror sucedió un día como hoy, 17 de febrero del año 1600.
Sucedió en Campo di Fiori, en Roma. Y su sacrificio quizás ha sido el más doloroso homenaje al digno ejercicio de pensar y de decir.

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“Algún día América Latina tendrá una voz de continente, una voz que será respetada y oída, porque será la voz de los pueblos dueños de su propio destino”.