(Instituto Cubano de
Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2013),
Compilación de Caridad
Massón Sena[1]
Por Felipe de J. Pérez Cruz
El libro que presentamos los atrapará. La Dra.
Caridad Massón Sena explica en la nota de Presentación como nació de las
ponencias y debates realizados durante dos días de octubre del 2009, en la sede
del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, institución de ciencia
y conciencia que todos conocemos como “Centro” Juan Marinello. Massón Sena da
cuenta de la organización del taller y cómo esta se respeta en la presente obra.
Qué nos
proponen los autores
El Prólogo, es de hecho un interesante y arriesgado
ensayo del Dr. Orlando Cruz Capote que recoloca lo que le continuará, desde una
sistematización -que su autor con modestia nos define como esquema-, de lo que considera la crisis del marxismo y
el movimiento comunista internacional desde 1924 hasta la contemporaneidad. Si el
lector decide comenzar su lectura desde el final del libro, tendrá el grato
encuentro con la prosa íntima de Blas Roca Calderío (1908-1987) en carta a su
entrañable colaboradora Justina Álvarez (1913-2008), y podrá penetrar desde esas
confesiones que solo se hacen en la intimidad, en la magnitud histórica del
hombre que desde 1934 dirigió el primer Partido Comunista, contra vientos y
mareas, tormentas y desastres, con mucha pasión, coraje y patriotismo. Tanto el
Prólogo como la carta de Blas dan paso a un conjunto de excelentes presentaciones.
Pienso que no fue solo la casualidad del emplane, la
que nos coloca a partir de las páginas 178-179, exactamente en la mitad del
libro, el ensayo de la Dra. Angelina Rojas Blaquier “Zapatero a tu zapato”, dedicado a presentarnos la imagen de Blas
Roca en el tejido de las circunstancias históricas. La carta a Justina Álvarez
que referimos, con la que finaliza el texto, y este artículo de Rojas Blaquier, constituyen un homenaje que
bien merece este fundador del socialismo cubano. Homenaje, que se continúa por
el conjunto de los autores, pues Blas por razones obvias, es una de las figuras
eje, su protagonismo histórico será explícito o estará implícito en el discurso
histórico que articula toda la obra compilada por Masson Sena.
Si Cruz Capote propone emprender la lectura desde la
actualidad, el texto incorporado como anexo de la Dra. Ana Cairo Ballester “Un requiem marxista para la Revolución del
30”, proporciona una lúcida panorámica que recorre los antecedentes
históricos y las figuras principales que como Fernando Ortiz, tributaron al primer
momento articulador de las tradiciones nacional-revolucionarias con el marxismo,
a sus trascendentales alumbramientos, compulsiones y disensos, y en tanto constituyeron
sustento y estímulo para la eclosión revolucionaria de las masas y de sus tres
personalidades cimeras: Julio Antonio Mella (1903-1929), Rubén Martínez Villena
(1899-1934) y Antonio Guiteras Holmes (1906-1935), a cuyo influjo se forjó una valiosa intelectualidad marxista, que sin
embargo no ha sido suficientemente atendida por nuestra historiografía –e
incluso algunos fueron objeto de prejuicios por el “pecado” de desafiliarse o
no afiliarse nunca al primer Partido Comunista de Cuba-, como Raúl Roa García (1907-1982),
o Pablo de la Torriente Brau (1901-1936), quien al caer como combatiente
antifascista en la defensa de la República Española, ya era militante del
Partido Comunista de aquel hermano país
Dos figuras cimeras del movimiento comunista cubano
son tratadas en la compilación. La Dra. Juana Rosales García presentó Rubén Martínez Villena: una interpretación
creadora de las ideas marxistas, y la profesora e investigadora matancera
Alina Bárbara López Hernández nos brinda “La
concepción de la revolución verdadera en Juan Marinello”.
La evaluación de figuras tiene en el texto de Julio
César Guanche El compañero señor Chibás.
Un análisis del nacionalismo populista cubano la presentación del líder fundador de la
ortodoxia en sus varios y contradictorios matices. Guanche es un joven intelectual
revolucionario que ejerce su compromiso desde y en la actualidad que lo ha
formado, y sin dudas su Eduardo René Chibás Ribas (1907-1951) es orgánico y a
la vez distinto al que generalmente nos ha llegado desde lecturas comprometidas
con simpatías y rechazos. Guanche sostiene que el socialismo auténtico es
sinónimo genérico del capitalismo de Estado (p 219), precisión esta que más allá del objeto del
libro, aporta y esclarece frente a
lecturas desacertadas que se han hecho del programa del PRC (A). El programa
político de un partido es ante todo un asunto de clase.
Guanche realiza un diálogo paralelo del autenticismo
y posteriormente la ortodoxia, con el populismo latinoamericano de la época.
Nos “cocinamos” muchas veces en estudios
que ni siquiera intentan levantar la vista hacia el entorno caribeño, y aunque
el intervencionismo de la Internacional Comunista en la vida del primer partido
y en decisiones de impacto nacional, hace imposible para los historiadores de
esta temática la no atención del factor externo, la compilación que presento se precia de
prestar una especial atención al mundo en que Cuba se inserta y sobre todo
interacciona. En esta dirección están los trabajos de la profesora y acuciosa
investigadora Berta Álvarez Heredia “Cuba
entre dos guerras mundiales”, del historiador y filósofo Dr. Jorge Luis
Acanda González “Situación internacional e influencia global de la COMINTER”, y del
profesor Daniel Felipe Fernández Díaz “Nacionalismo
y Revolución en América Latina (1945-1958)”.
Sin dejar de tener el referente latinoamericano y
mundial, la visión hacia lo interno la completan las profesoras de la Universidad de La
Habana, Dra. Ana Cairo Ballester con “Algunas
tendencias socialistas en Cuba” y la Dra.
Paula Ortiz Guilián desde “El Primer Partido
Comunista de Cuba y su posición ante los gobiernos auténticos; y dos
ensayos de la autoría de la compiladora Masson Sena “Comunismo y nacionalismo: Una
relación conflictiva durante la Revolución del 30” y “El Partido Socialista Popular y la Revolución Cubana”, entendiendo
Masson Sena por Revolución Cubana la
última etapa de la insurrección contra la dictadura de Fulgencio Batista y
Zaldívar (1901-1973).
Todos los trabajos documentan y fijan criterios
novedosos sobre el tema de convocatoria, para aportar cada uno un nuevo nivel
de conocimiento, tanto en sus objetos de estudio como en las válidas generalidades
teóricas que aporta la obra en su conjunto.
Junto a la excelente labor de la compiladora, en el
libro se destaca por sí mismo, el magisterio filosófico e histórico de Fernando
Martínez Heredia. Con la naturalidad desenfadada de sus profundos ejercicios de
saber, Martínez Heredia hace una lúcida introducción del libro, tal como
ocurrió en el taller, y la huella de su atención-ocupación, jalona los debates
que se suceden. Su ponencia final propone trece puntos para resumir los principales aspectos del proceso de
la insurrección hasta el triunfo de la Rebelión el 1ro de enero de 1959. Antes,
brindó testimonios y aclaraciones inéditas sobre la fundación de la columna guerrillera
al norte de las Villas y la participación de las bases comunistas de la región
en la arriesgada tarea, durante el último año de la Guerra de Liberación.
Además del decir en los debates del prologuista y
los autores, el libro recoge las intervenciones que desde el público realizaron
las doctoras Josefina Mesa Paz, Ana
Suárez Díaz, Carmen María Díaz García, el profesor brasileño Daniel Rodríguez y quien hace esta presentación.
De lo mejor
del revisionismo histórico marxista
El libro que les comento, es de lo mejor del
revisionismo histórico marxista latinoamericano. Con profesionalidad sus
autores se acercan de manera prudente
pero incisiva a la verdad histórica, hacen gala de sabiduría para colocar al
Partido de los comunista cubanos en su imprescindible y justo lugar, en un hacer que como precisa el título de la
obra que comparten, fue también campo de pelea para socialistas y nacionalistas
revolucionarios, y sobre todo, para miles de revolucionarias y revolucionarios
“sin partido”, decididos con y sobre las disciplinas ideológicas, a darlo todo
por su emancipación como esclavos modernos del capitalismo neocolonial. Todas
las visiones explicitan el por qué de los disímiles posicionamientos,
comprenden y aprehenden la dinámica, el
lugar, el tiempo y las personalidades, en la vorágine de una revolución tan
compleja en sus flujos como en sus reflujos.
Y lo más interesante, está precisamente en que
mientras más se desbroza la complejidad, en la medida que acompañamos a las personalidades
en sus luces y sombras, cuando los vemos a todos, a los revolucionarios más
preclaros y a los menos lúcidos, a sus antagonistas, a los más canallas y a los
menos, a los vacilantes, a sinceramente confundidos, junto a muchos otros
personajes intermedios, cuando hacemos el balance de aportes, resultados y
sobre todo eticidad y patriotismo, el primer Partido Comunista de Cuba se nos
revela como un sujeto indispensable de la historia cubana en la primera mitad
del siglo XX. Solo anoto cuatro entre
las varias claves que el libro devela:
1) Durante el proceso de la Revolución de 1930 y
después, el Partido disputó a nacional reformistas, nacionalistas
revolucionarios, socialistas, anarquistas, apristas, trotskistas y muchos más,
un liderazgo para el que se creía predestinado por su auto asunción comunista,
pero solo pudo llevar adelante esta disputa, porque indiscutiblemente fue un
sujeto con capacidad de liderazgo y fuerzas vivas y actuantes en la historia
real. 2) El Partido Comunista de Cuba se privó de la criticidad y la
irreverencia fértil y propositiva de un sustantivo grupo de marxistas cubanos,
pero a contrapelo de sectarismos y dogmas desde dentro y fuera del Partido, no
se puede entender el protagonismo histórico de estos revolucionarios y la
producción teórica y documental que nos legaron, sino es por la relación conflictual de “oposición”,
discrepancia y/o acompañamiento que estos marxistas -y leninistas- sin
afiliación orgánica, mantuvieron con el Partido y con los movimientos e
iniciativas políticas, sociales y culturales de masas que impulsaba.
3) El nacional reformismo o el populismo en Cuba, nació en 1934, en tanto partido y movimiento,
como alternativa esencialmente burguesa
y anticomunista. De ahí que personalidades tan dispares en lo ético y
político como Ramón Grau San Martín (1881-1969)
y Eduardo René Chibás y Ribas (1907-1951),
fueran orgánica y visceralmente anticomunistas, negados a cualquier trato con
los comunistas, con errores o sin errores del Partido marxista. 4) No obstante
los desaciertos de partida en la evaluación del movimiento revolucionario
organizado por el joven Fidel Castro Ruz (1926-), y de la política errática
frente a la lucha armada; el Partido Comunista -desde 1944 con el nombre de
Partido Socialista Popular- logró realizar una amplia propaganda a favor de las
transformaciones urgentes que necesitaba la sociedad cubana, denunció y alertó
sobre las maniobras imperialistas, y desde la presión combativa y patriótica de
su militancia, se pronunció y actuó definitivamente a partir de febrero de 1958
por la vía de la insurrección armada. En
este proceso el Partido de los comunistas contribuyó de modo esencial a cohesionar a las masas para obtener la
unidad que consolidó el triunfo definitivo de la Revolución (p 275). Junto a
los militantes del Movimiento 26 de Julio, y el Directorio Revolucionario 13 de
Marzo, la resistencia auténtica del autenticismo y la ortodoxia, y muchos otros
patriotas, decenas de comunistas sufrieron cárceles, represión y torturas en
las mazmorras batistianas. Los líderes sindicalistas José María Pérez
(1911-1957) y Saturnino Aneiro Abella (1915-1958), Francisco Rosales Benítez
(Paquito) (1906-1958) primer alcalde comunista en Cuba, el
estudiante de magisterio Fulgencio Oroz Gómez (1939-1958), y otros comunistas fueron asesinados o
murieron en combate.
Subrayo la muy pocas veces atendida actuación de los
comunistas durante el periodo posterior a la ruptura golpista de la democracia
burguesa en Cuba en marzo de 1952, la dictadura de Batista y la Guerra de
Liberación. La ausencia del protagonismo de los militantes del Partido
Socialista Popular en la historiografía, en la textología escolar, y en el
espectro conmemorativo de la propaganda histórico-política que realizamos,
resulta una significativa deuda, que ni siquiera aparece en los inventarios más
consensuados de la crítica académica.
Después de la obra mayor de la Dra. Angelina Rojas Blaquier
sobre la Historia del primer Partido Comunista de Cuba[2],
este libro que presentamos constituye el esfuerzo teórico e
historiográfico más completo que se ha
puesto en manos de estudiantes, profesores, especialistas y público en general.
A diferencia de la obra monográfica de Rojas Blaquier, la estructura de ponencias,
que da origen a los artículos y ensayos que integran “Comunismo, socialismo, nacionalismo…”, le proporcionan la fluidez
que caracteriza el debate controversial, así mismo el resultado de las
múltiples miradas que se brindan, y la construcción colectiva del conocimiento
que se armó entre ponentes y público, proporcionaron el desbroce de aristas aún
no trabajadas y el planteamiento en nuevas interrogantes. El ejercicio de
síntesis y brevedad que se le impone a cada autor en la dinámica de un taller y
el carácter eminentemente parcial que ello asigna a los asuntos que trata, obligarán
al lector interesado y a los propios estudiosos, en más de un tema, a buscar la
profundidad del acontecer histórico que existe en los citados tomos de Rojas
Blaquier. Lo uno y lo otro imponen felicitar lo hecho y exhortar a la
continuidad. Esperamos entre otros próximos partos, un esperado libro de Paula
Ortiz Guilián, y ya se anuncia para el año próximo la salida del Rubén de Juana
Rosales García, libro que hace tres años espera su oportunidad entre las obras
que “aprobadas para editar” aún no
encuentran la prioridad del financiamiento.
Un libro de
pelea y de unidad
Todo libro de historia se piensa, hace y publica
desde y para la política concreta, y en mi opinión Comunismo, socialismo, nacionalismo, pelea de principio a fin en la zona más crucial de la lucha
ideológica y política de la Cuba actual.
Pienso que hay dos territorios de forja y combate, siempre muy interconectados,
donde las verdades de esta obra impactan de manera crucial.
Uno: Venimos de una tradición de infantilismo
izquierdizante, que fracturó la riqueza de la historiografía nacionalista y
marxista, la que en la república neocolonial dio su porfía patriótica contra la
genuflexión y el entreguismo de oligarcas y mercenarios, y tuvo en los años
sesenta, tras el triunfo popular de enero de 1959, su eclosión de
confirmaciones y nuevas herejías. El primer
Partido Comunista de Cuba fue colocado como el principal -y en algunos libros y
programas escolares y universitarios como el único- sujeto dinamizador de la
historia republicana, y este atentado voluntarista a la verdad histórica, como
toda imposición, trajo aparejado no solo las resistencias genuinas de no pocos
historiadores, sino que incubó errores de actuación, insatisfacciones y
pasiones mal encausadas. La rectificación en ciencia, política y sensibilidades
no ha corrido pareja, y aún hoy hay fantasmas por exorcizar. Y esta obra
resultado del taller convocado por el Centro Juan Marinello, es un ejercicio
sereno e inquisitivo de pensamiento revolucionario, que se abre en amable
invitación. La Historia no puede entenderse como coto particular para dirimir discrepancias
y conflictos que aunque se declararon superados por la unidad partidistas, para
algunos de los antagonistas solo se
postergaron.
Dos: Por procesos de anomia social, mercantilización,
socialdemocratización, derechización liberaloide y mercenarismo intelectual,
cuya explicación escapa a la posibilidad de esta presentación, hoy presenciamos el avance en la historiografía cubana y también más
allá de esta, de una tendencia esencialmente anti partido, que pretende negarle
a los militantes del primer Partido Comunista de Cuba protagonismo alguno en el
acontecer republicano, presentándolos a lo sumo como un grupo sectario de
erráticos seguidores del estalinismo. Tal hacer y decir del más rancio anticomunismo,
se interconecta y magnifica ahora reenvasado y camuflajeado con ribetes
postmodernos, por los activos-CIA de la subversión ideológico-cultural. Comunismo, socialismo y nacionalismo en Cuba
(1920-1958), da una sólida respuesta de ciencia a los anticomunistas de oficio académico, y deja en
la más absoluta indigencia temática a los agentes de la tergiversación y la
manipulación tarifada.
En un libro de afortunados disensos historiográficos,
hay varias unanimidades que compartieron todos los autores, de ellas tres decisivas:
Primera: Todos los autores fundamentan sus
posiciones en una construcción del discurso histórico que privilegia y hace
culto el partidismo científico, al
compromiso con la verdad que se sustenta en investigaciones, documentos y
cualificaciones pertinentes. Al lector y a los especialistas interesados les
corresponde la tarea de sopesar argumentos y posiciones.
Segunda: Las ponencias y sobre todo el debate que
tan sabiamente se incorpora como sujeto principal que articula, completa y
propone, ambos, transpiran fraternidad. Lo solicitó Fernando Martínez Heredia
en una primera intervención: “nada de
colegas, ni académicos, fraternales” (p 91), pero no es la primera vez que
tal condición se solicita o reclama –incluso el propio Martínez Heredia lo ha reiterado
en todos los espacios en que participa-, y esto no siempre se logra. El texto captó el clima de camaradería y responsabilidad que
se estableció entre ponentes y público. Frente a los reduccionismos del
“respeto”, que intenta hacer plaza en nuestro medio, y obligarnos a falsas tolerancias con la mediocridad y la
asepsia ideologizada de la desideologización, el libro que les recomiendo, es
demostrativo de que es posible y necesario el diálogo de saberes inquisitivos,
discrepantes, diferenciadores. Nada que debía decirse se dejó de decir, todas
las divergencias quedaron expuestas, para darnos el privilegio hoy, casi un
lustro después, de comparar y apreciar por donde andamos ahora mismo. Y me
complace compartirles que en mi opinión, esos discursos del 2009, andan hoy
mucho más cercanos, porque su pertinencia
no se agotó en la “academia”, sino que está en la dialéctica
enriquecedora de las luchas ideológicas y políticas que en estos precisos
momentos nos ocupan.
Tercera: En medio del empobrecimiento del conocimiento,
la historia, el estudio y la enseñanza del marxismo y el leninismo que aún no
se resuelve en nuestro país, mientras crecen quienes abandonan el socialismo
científico tras nuevos y estériles mimetismos, cuando hasta en zonas del
discurso y la prensa política partidista, comienza a escasear la palabra y el
concepto comunismo, todos estos autores se aferran a sus certezas marxistas y
asumen el rescate y la construcción plural de la historia de los movimientos
comunista, socialista y nacionalista cubano, simientes colectivas del actual
Partido Comunista de Cuba. Lo hacen por demás con un método crítico y
propositivo. No hay falsas ingenuidades y ni el más mínimo asomo de interés en
ser o parecer ingenuos. Quienes accedan a la lectura de esta obra, tendrán la
oportunidad de repasar no solo lo que pasó en el ayer histórico, sino que encontrarán
a su disposición un cúmulo de inteligentes razones para pensar el hoy. En
este sentido, lo autores no se ven, ni actúan como jueces, saben que ese no es
el oficio del historiador, pero no dudan en explicitarnos qué no podemos
perdonarnos hoy en nuestra praxis militante, y ese si es el oficio del
historiador.
Muchas
gracias