Momentos en mis recuerdos de Guayasamín
Por Pedro Martínez Pírez
El miércoles 6 de enero de 1999, en la sede del Instituto Cubano de
Amistad con los Pueblos, en La Habana, entrevisté por última vez al destacado
pintor ecuatoriano y entrañable amigo Oswaldo Guayasamín.
Él estaba feliz porque ese día y en ese lugar, donde él hizo el primero
de sus cuatro retratos a Fidel Castro, el 6 de mayo de 1961, le fue entregada a
su hijo Pablo la Orden de la Amistad.
Fue un acto de justicia porque Pablito no solamente es uno de los hijos
del Maestro, sino que durante toda su vida había desarrollado una acción de
permanente solidaridad con Cuba desde la Fundación Guayasamín y el Instituto
Cultural Ecuatoriano “José Martí” de Amistad con la Mayor de las Antillas.
Y tanto él como su esposa Patricia Madriñán habían viajado poco antes,
con Oswaldo, desde Santiago de Cuba en el mismo avión en que Fidel Castro retornaba
a La Habana luego de la celebración del acto por el 40 aniversario de la
Revolución Cubana.
Fueron días de mucha emoción porque el lunes 4 y martes 5 de enero
Osvaldo Guayasamín, junto a otros dos grandes intelectuales ecuatorianos,
Jorge Enrique Adoum y Pedro Jorge Vera, había participado en el Taller Cultura
y Revolución, convocado por el Ministerio de Cultura de Cuba y la Casa de las
Américas.
Poco más de 16 minutos duró la entrevista grabada para Radio Habana Cuba
con Guayasamín en el ICAP. Me habló con emoción de su viaje de ida y vuelta en
avión con Fidel, de los actos en Santiago de Cuba y de su intervención en el
Taller, donde había anunciado la próxima inauguración de la Capilla del Hombre
en Quito, un gran sueño nacido en 1961, durante su primer viaje a Cuba, donde
conoció los crímenes de la tiranía de Fulgencio Batista, y los graves daños
materiales y humanos provocados por la acción imperialista en Playa Girón y el
cerco diplomático que Washington impulsaba contra Cuba en aquella época.
Y es que Oswaldo Guayasamín, a quien había conocido en junio de 1960 en
Quito, me anunció en abril de 1961, en los días de la agresión yanqui y
mercenaria por Playa Girón, su deseo de viajar a Cuba para patentizar su
solidaridad con la Revolución, y pintar al Comandante Fidel Castro.
Desde la Embajada de Cuba en Quito, trasladamos la solicitud del pintor
ecuatoriano al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, presidido entonces
por Giraldo Mazola, quien tuvo la sabia iniciativa de trasladar el pedido a la
inolvidable Celia Sánchez Manduley, quien organizó el encuentro de Fidel con
Guayasamín en la sede del ICAP la noche del sábado 6 de mayo de 1961.
“Tú eres el causante maravilloso de mi primer viaje a Cuba”, me dijo
Guayasamín en una de las numerosas entrevistas que le hice a lo largo de su
vida en La Habana, en Quito, en Barcelona o en Managua.
“Inmediatamente que voy a Cuba en este primer viaje ya conozco a Fidel y
hago el primer retrato”, agregó el pintor, y en su estilo característico de
hablar, con afecto y amor hacia Cuba, precisó que yo lo había “metido entre
montones de gente en un avión horriblemente viejo y de repente fui a parar en
La Habana, donde se concertó e hice el primer retrato a Fidel”.
Oswaldo Guayasamín es el único pintor para el cual posó en cuatro
ocasiones el líder histórico de la Revolución Cubana. Al primer retrato, del
cual solamente se conservan fotografías, se agregaron otros en 1981 y 1986, y
el último pintado en noviembre de 1995, pero entregado en un acto público
realizado en La Habana a próposito del setenta cumpleaños de Fidel.
Fui invitado por Guayasamín cuando realizó el último retrato a Fidel y
también el 29 de noviembre de 1986, cuando en La Habana pintó al cantautor
cubano Silvio Rodríguez, quien ese día cumplía 40 años de edad. “He sido
bendecido por las manos de los Andes”, me dijo Silvio, en una entrevista que
conservo con celo por su simbolismo, y porque la fecha del cumpleaños de Silvio
coincide con la inauguración de la Capilla del Hombre, el 29 de noviembre de
2002, en una mañana memorable en la que ya no estaba Oswaldo, pero sí sus
amigos Fidel Castro y Hugo Chávez.
Y yo tuve el privilegio también de ser testigo como diplomático y
fotógrafo aficionado del retrato que Guayasamín hizo en su casa de Quito, el 7
de septiembre de 1961, al inolvidable cantautor Carlos Puebla, quien estuvo en
Ecuador con los Tradicionales, músicos que siempre le acompañaban: Pedro,
Rafael y Santiago.
Guardo muchos y muy gratos recuerdos de Guayasamín, a quien entrevisté
también en varias ocasiones para la televisión cubana, una de ellas cuando la
inauguración en agosto de 1988 de su mural en la sede del Congreso, en Quito,
en los días de la visita de Fidel Castro a los actos de toma de posesión del presidente
de Ecuador Rodrigo Borja. En ese mural el pintor denuncia por su nombre a la
CIA, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, de triste
recordación en Ecuador y en todo el mundo.
Y es que Guayasamín, quien fue reconocido como Pintor de Iberoamérica en
la IX Conferencia Cumbre celebrada el 16 de noviembre de 1999 en La Habana,
nunca ocultó su firme postura antiimperialista, de apoyo irrestricto a la
Revolución Cubana, a la lucha de los sandinistas en Nicaragua y del FMLN en El
Salvador.
Condenó las agresiones de Estados Unidos a República Dominicana,
Granada, Panamá; se solidarizó con los negros, los indios, las mujeres y los
niños, y condenó los dos genocidios: el de los aborígenes en América y el
de los negros que fueron arrancados del África.
En su hermoso y ya histórico mensaje titulado “Por la unidad
latinoamericana en el corazón del sol”, presentado en el Taller Cultura y
Revolución a Cuarenta Años de 1959, Guayasamín denunció que en un siglo y medio
la Conquista mató alrededor de setenta millones de indios, y a la mitad de los
cincuenta millones de negros que los europeos trajeron como esclavos a
América.
De su vastísima obra baste recordar la colección pintada entre 1964 y
1984, titulada “La Edad de la Ira”, en la cual denuncia las crueldades de la
Guerra Civil española, las invasiones nazis y los campos de concentración, las
bombas sobre Hiroshima y Vietnam, las dictaduras en América del Sur, las
agresiones yanquis, la discriminación y el abuso contra mujeres y niños.
“Como mejor me expreso es con formas y colores”, dijo en su última
visita a Cuba, donde siempre se reconoció su grandeza como pintor y escultor y
le fueron conferidas la Medalla Haydée Santamaría y la Orden Félix Varela, la
más alta distinción que concede el Consejo de Estado de Cuba a personalidades
de la Ciencia, la Cultura y las Artes.
Guardo en mi memoria la visita que Guayasamín hizo a Cuba cuando
mercenarios centroamericanos fueron contratados por los terroristas de
Miami para colocar bombas en hoteles de La Habana, una de las cuales provocó la
muerte del joven italiano Fabio Di Celmo.
El pintor ecuatoriano decidió venir a La Habana acompañado de un equipo
de la televisión ecuatoriana y alojarse en un hotel para demostrar que sí se
podía venir a la capital cubana, víctima entonces de una campaña destinada a
atemorizar al turismo y contribuir al criminal bloqueo económico, comercial y
financiero de Estados Unidos contra Cuba.
Y recuerdo también con emoción cuando fui invitado por el Maestro a la
celebración de su 75 cumpleaños, el 6 de julio de 1994, y en esos días decidió
otorgarme la condición de Miembro de Honor de la Fundación Guayasamín.
Este diez de marzo, cuando se cumplen 15 años de la muerte de Oswaldo,
vienen a mi mente las palabras de Fidel Castro en el acto de inauguración de la
Capilla del Hombre en Quito, cuando evocó a Guayasamín y lo identificó como a
su hermano entrañable, y la persona más noble, transparente y humana que había
conocido, cuyo legado dejado al mundo perdurará en la conciencia y el
corazón de las presentes y futuras generaciones.