miércoles, 26 de marzo de 2014

Juan Gelman juega ping pong poético con Roberto Fernández Retamar Argentina y Cuba de un mismo pájaro los dos pulmones Museo Che Guevara Chaubloqueo



Juan Gelman
carta a roberto fernández retamar,
Habana.*

empujado por el verano
o por esta feroz melancolía de mis uñas,
te escribo para preguntarte
no por ti ni por tus suaves águilas:
quiero saber qué pasa en Casablanca.

algunas vez dejamos sombras por ahí,
recuerdo, en Casablanca,
que habrán crecido mucho al pie del malecón,
ya beberán su ron, fumarán su tabaco,
mezclándose con petroleros, pescadores.

me urge saber qué pasa en Casablanca.
alguien se llama juan? quién se llama roberto todavía?
alguno anda por ahí con una súbita tristeza?
a quién ataca el amor único?

en Casablanca hay una plaza alta sobre la bahía,
en la plaza hay un banco alto sobre la bahía,
en el banco hay sentada una melancolía
mirando cómo crecen los vínculos del fuego.

a alguno se le estarán poniendo lentas las manos en caricia
y pensará en los pobres del mundo
de modo que si oyes crepitar al otoño
puedo ser yo volviendo a Casablanca
entre otros ruidos de la Revolución.

1962


*    Publicado  en la revista Casa de las Américas, No. 13‑14, julio‑octubre de 1962.


Roberto Fernández Retamar

Carta a Juan Gelman, en Buenos Aires*
«alguien se llama juan? quién se llama roberto todavía?»
J.G.

Aquí donde ya casi todo se llama juan,
Alguien que todavía (aunque no por demasiado tiempo) se llama roberto,
Te dice que tu carta del sur le ha traído en sus alas
Una nueva tristeza.
Las cartas, a la verdad, no deben hacer llorar
Como la tuya ha hecho.
   En vano el mar
Está ahí, al lado, porque el propio mar corre,
Leyendo tu carta, hacia el frágil poblancón de pescadores,
Y subiendo precipitado las maderas, dejando atrás el vino y los panes
Con pescado, no deteniéndose ante nada, se va a buscar el banco
Alto donde estás sentado, lágrima en mano, donde no estás sentado
Y podemos buscar sin hallarte hasta que la noche se traga banco y pueblo
Y vuelve el mar cariacontencido al mar.
     En cambio, hay
Gente canturreando en una bodega,
Un puñado de soldados muy jóvenes que bajan de la loma,
Y niños desperdigados bajo los flamboyanes, asomándose al escenario,
Apedreando la sombra de una chiva.
     ¿Qué más,
Juan, qué más?
Ah, no molestes.
¿Acaso no ha habido siempre tristeza en el corazón del hombre?
¿Acaso la tristeza no nos acompaña con más fidelidad que un perro?
Mi perro va conmigo, y me recuerda
La soledad de la noche, me recuerda que charlamos
Hasta que no quedó espacio entre memoria y esperanza.

Hay la Revolución, el amor inmenso de la Revolución,
Que es un amor de hombre y mujer
Que fueran todos los hombres y todas las mujeres.
El oído se inclina sobre el pecho del pueblo
Y distingue en el estruendo una voz, y (aunque triste) sigue feliz calle arriba
Sabiendo que esta es sin duda nuestra Revolución,
Mientras allá se deshojan unas ramas, atruenan los gorriones, arde un fuego,
Alguien baja silbando, se desbarata el ronco mar.

1962


*    Publicado en la revista Casa de las Américas, No. 13‑14, julio‑octubre de 1962.