viernes, 20 de junio de 2014

Hilary was wrong Bachar al Assad presidente "con los días contados" por 7 años más, se equivocó Hilary Clinton TRICONTINENTAL 2.555 days more than those of Hilary Raul Castro greets the elected Syrian President Damasco Museo Che Guevara CABA

Hilary was wrong   Bachar al Assad presidente "con los días contados" por 7 años más, se equivocó Hilary Clinton TRICONTINENTAL 2.555 days more than those of Hilary Raul Castro greets the elected Syrian President Damasco Museo Che Guevara CABA

De: Lourdes [mailto:jefa.politico@tricontinental.cu]
Enviado el: viernes, 20 de junio de 2014 07:14 p.m.
Para: museocheguevara@fibertel.com.ar
No.14 / 2014  18 de junio / (English below)
Bachar al Assad, un presidente “con los días contados”
Por Leonel Nodal, exclusivo para Tricontinental
Desde el pasado 3 de junio, cuando se realizaron las elecciones en Siria, quedó claro que Bachar al Assad será el presidente del Estado árabe por otro período de siete años, según lo establecido en la Constitución.
Al Assad encabezará el gobierno de Damasco hasta el 2021, para disgusto de sus más acérrimos opositores en Washington --donde hace ya más de tres años la entonces secretaria de Estado Hilary Clinton lo declaró “con los días contados”, como resultado de una insurgencia organizada, armada y financiada desde el exterior por Estados Unidos, sus aliados occidentales y árabes.
<![if !vml]><![endif]>El líder y candidato del Partido del Renacimiento Árabe Socialista (BAAS), quien sucedió en el año 2000 a su padre --el general Hafez el Assad-- resultó electo en esta tercera ocasión en unos comicios pluripartidistas sin precedentes, en medio de una feroz guerra que bien podría jugar en su contra, debido al desgaste y el cansancio de la sufrida población civil, deseosa del retorno de la normalidad y la paz.
El propio presidente norteamericano, Barack Obama, y su secretario de Estado, John Kerry, intentaron invalidar las elecciones, pero por primera vez los electores árabes tuvieron en sus manos una boleta con la fotografía y el nombre de otros dos candidatos: el hombre de negocios sunita y ex ministro Hasan al Nuri y el parlamentario comunista Maher Hayar.
La propaganda occidental que desde marzo de 2011 se propuso justificar la invalidación política y destitución inmediata de Al Assad, insistía desde entonces en su pertenencia a la minoritaria comunidad alawita, considerada afín al chiismo.
Desde el comienzo de la cruenta guerra, a la que se sumaron mercenarios procedentes de más de 70 países --primero llamados “luchadores por la democracia” y luego defensores de la fe islámica frente a un gobierno infiel-- los envalentonados insurgentes y sus jefes exiliados en Europa Occidental, Estados Unidos o países árabes vecinos se quedaron con las maletas hechas para lo que pensaban sería una excursión de verano, después que la OTAN hiciera el trabajo sucio con su aviación, tal como había ocurrido en Libia.
Tres años después, ni el aparato estatal se derrumbó, ni el ejército árabe sirio se dividió o desplomó como resultado de presumibles deserciones, ni el grueso de la población perteneciente a un amplio abanico de etnias y  confesiones religiosas se rindió a los planes enemigos.
En la cruenta guerra terrorista impuesta desde el exterior al pueblo sirio, el gobierno de Al Assad contó con la solidaridad explícita de las fuerzas progresistas de la región y el firme rechazo de Rusia y China a una intervención militar foránea bajo la cobertura de Naciones Unidas.
Lejos de afectar su prestigio, Al Assad vio crecer su reputación en los tres años de guerra contra un enemigo feroz, terrorista, que mata a ciegas; y como candidato concurrió a numerosos mítines públicos, al tiempo que adoptó reformas y apoyó modificaciones legales y constitucionales que facilitaron la realización de los comicios.
En las zonas controladas por el gobierno: Damasco, la norteña Latakia o la estratégica Homs, en el centro del país, recuperada del dominio parcial de los elementos armados después de duros combates, el proceso electoral se desarrolló con normalidad, tal como venía ocurriendo con la vida cotidiana.
Para los opositores y sus potencias aliadas resultó una sorpresa inesperada que incluso los refugiados en países vecinos --a los que venían manipulando como escapados de los abusos gubernamentales-- se presentaran en los centros de votación abiertos en las oficinas diplomáticas y consulares sirias, dispuestos a votar mayoritariamente por Bachar al Assad. Así ocurrió en Beirut, Líbano, donde unos 200 mil votantes dejaron boquiabiertos a los líderes de formaciones políticas contrarias a Damasco.
Los propios sondeos pre electorales hechos por los servicios de inteligencia de varios países de la OTAN revelaron que Bachar al Assad tenía asegurado más del 70 por ciento de los votos.
Ganó con más del 83 por ciento de los sufragios, en unos comicios supervisados por numerosos representantes de países amigos.
El surcoreano Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, admitió que si los sirios decidían elegir su presidente por sí mismos, los occidentales no podrían imponer la composición del próximo gobierno, tal como venían exigiendo en las pasadas conferencias del Ginebra.
De hecho, en una demostración de que su gobierno está en condiciones de ejercer el poder con creciente dominio de la situación y propiciar la reconciliación nacional y la paz, Bachar al Assad promulgó una ley de amnistía general para todos los opositores encarcelados, a fin de abrir una nueva etapa en la vida del país.
“Con los días contados” en la presidencia, por lo menos hasta el 2021, Washington y sus aliados tienen ahora el deber moral de cesar su injerencia y propiciar el retorno de la paz y la estabilidad a la nación siria, una pieza clave en el estratégico mapa del Oriente Medio.



Bachar al Assad, a President “whose days were numbered”

By Leonel Nodal, exclusive for Tricontinental


Since last June 3, when elections took place in Syria, it was clear that Bachar al Assad will be the president of the Arab State for another seven-year period, according to the terms of the Constitution.

Al Assad will head the Damascus government until 2021, to the annoyance of his bitterest opponents in Washington, where already more than three years ago Hillary Clinton, Secretary of State at the time, declared that “his days were numbered” as the result of an uprising that was organized, armed and financed from abroad by the United States, and its western and Arab allies.

The leader and candidate of the Party of the Socialist Arab Rebirth (BAAS its Arab acronym), who succeeded his father, General Hafez el Assad in 2000, was elected on this third occasion in unprecedented multi-party elections, in midst of a ferocious war that could well have resulted contrary to him due to the attrition and exhaustion of the long-suffering civil population, anxious to return to normality and peace.

U.S. President Barack Obama himself and his Secretary of State, John Kerry, tried to invalidate the elections, but for the first time the Arab electors had in their hands a voting ballot with the photo and name of two other candidates: the Sunnite businessman and former minister Hasan al Nuri and the communist MP Maher Hayar.

The western propaganda pretending to justify the political invalidation and immediate ousting of Al Assad insisted since March 2011 in his affiliation to the minority Alawite community, considered akin to Shi’a.

Since the beginning of the bloody war, joined by mercenaries from more than 70 countries – initially called “fighters for democracy” and later defenders of the Islamic faith against an infidel government – the emboldened rebels and their exile chiefs in Western Europe, the United States or neighboring Arab countries remained with their bags packed for what they thought would be a summer picnic once the NATO had done its dirty job with its aviation, as in Libya.

Three years later, neither did the state apparatus collapse nor the Syrian Arab army divide or collapse as a result of presumable desertions, nor did the majority of the population – made up by a wide range of ethnic groups and religions – surrender to the enemy plans.

In the bloody terrorist war imposed from outside to the Syrian people, Al Assad’s government received the explicit solidarity of the progressive forces in the region and the firm rejection of Russia and China to a foreign military intervention under coverage of the United Nations.

Far from having his prestige damaged, Al Assad saw his reputation grow along the three years of war against a ferocious, terrorist enemy that kills blind-eyed; and, as a candidate, he participated in numerous public rallies while he agreed on reforms and supported legal and constitutional changes that facilitated the celebration of elections.

In the zones controlled by the government – Damascus, northern Latakia or the strategic Homs, in the center of the country, recovered from the partial dominion of the armed elements after hard combats – the election process developed normally, as had been happening in daily life.

To the opponents and their allied powers it was an unexpected surprise that even the refugees in neighboring countries – which they had been manipulating as if having escaped governmental abuse – appeared in the voting centers in Syria’s diplomatic and consular offices ready to vote for the most part for Bachar al Assad. This happened in Beirut, Lebanon, where the leaders of political organizations contrary to Damascus had been left dumbstruck by some 200 thousand voters.

Even pre-election polls performed by the intelligence services of several NATO countries revealed that Bachar al Assad was sure to receive over 70 percent of the votes. He won with more than 83 percent of the votes in elections supervised by numerous representatives of friendly countries. UN General Secretary, South Korean Ban Ki-moon admitted that if the Syrians decided to elect their president themselves, the western powers could not impose the making up of the next government, as demanded by them in past Geneva conferences.

In fact, in a demonstration that his government is in a position to exert power with growing dominion of the situation and propitiate national reconciliation and peace, Bachar al Assad had a general amnesty law passed for all imprisoned opponents in order to open a new stage in the country’s life.

“With numbered days” in the presidency, at least until 2021, Washington and its allies have now the moral duty to cease their meddling and propitiate the return to peace and stability in the Syrian nation, a key piece in the strategic map of the Middle East.

A continuación, el texto del mensaje de felicitación cursado por el Presidente cubano Raúl Castro y la respuesta del Presidente Bachar al Assad

Excelentísimo  Señor Bachar Al Assad
Presidente de la República Árabe Siria

La Habana, 7 de junio de 2014.

Excelencia:

Con motivo de su reelección como Presidente de la República Árabe de Siria,  le extiendo, en nombre del gobierno cubano y en el mío propio, cordiales felicitaciones.
Le reitero el testimonio de mi más alta consideración

Raúl Castro Ruz
Presidente de los Consejos de Estado y  de Ministros 
República de Cuba 

República Árabe SiriaPresidencia de La República                                                                         11/6/2014

Excelencia Presidente Raúl Castro Ruz
Presidente de la República de Cuba La Habana

Un atento saludo,

Quiero agradecerle a su Excelencia y al Gobierno de Cuba sus afectuosas felicitaciones en ocasión de mi reelección como Presidente de la República Árabe Siria y le expreso a Usted mis mejores votos de salud y felicidad y de mayor progreso y prosperidad para vuestro pueblo amigo.

Acepte Usted Excelencia toda la consideración y respeto.

Bachar Al Assad
Presidente de la República Árabe Siria




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