viernes, 13 de febrero de 2015

Che Guevara por Hernán Benítez confesor y guía espiritual de Eva Duarte de Perón Argentina Museo Che Guevara Chaubloqueo Toto

Sobre  -   Ernesto Che Guevara

Hernán Benítez  (sacerdote, ex confesor y guía espiritual de Eva Duarte de Perón) escribió a manera de prólogo para la poesía           “ Coplas del Che ” del argentino Leónidas C. Lamborghini.

A  MANERA  DE  PROLOGO

Ha muerto con las características de los héroes de leyenda, quienes en la conciencia popular no mueren.  Como los judíos del Viejo Testamento creían siempre vivo al profeta Elías, los españoles del medioevo al Cid Campeador y los galeses a Artús, es posible también que, en los años venideros, los soldados del tercer mundo crean sentir la presencia alucinante del “ Che ” Guevara en el fragor de las luchas guerrilleras. Hace ya años había entrado en la leyenda.  Sus enemigos podrán achacarle extravíos ideológicos todos los que quieran.  Pero nadie sensato va a negarle pasión, coraje, heroísmo y una constancia en su vocación a toda prueba.  Le dolía adentro del alma el dolor de las masas e inmoló su vida a su vocación.  Cayó en su ley.   ¡ Formidable, realmente formidable !

Pasar la vida en la jungla, hambreado desnudo, con la cabeza a precio - ¡  5.000 dólares ! -  enfrentando el poderío bélico del imperialismo y, para colmo, enfermo de asma, exponiéndose a morir de ahogo si no lo segaban las balas, él, que hubiera podido vivir regaladamente, con plata, juegos, amigos, mujeres y vicios en cualquiera de las grandes ciudades pecadoras;  esto es heroísmo, heroísmo de ley, por arrevesadas que pudiera tener sus ideas.  No reconocerlo sería, no ya reaccionarismo, sino estupidez.   No me corresponde decir a mí, sacerdote, si la gesta del “Che” tuvo justificativos sociales ó políticos.  Esto lo dirán otros.  Y el tiempo dará su última palabra.  Pero, ¿los tuvo ideológicos?  Es decir: ¿fue justa la causa por la que el “Che” inmoló su vida?.    En los tiempos del Syllabus de Pío IX y de la encíclica Quod apostolici muneris , de León XIII, se lo habría condenado sin reservas.  Aun en los csos de insoportable despotismo del gobernante ó de la clase privilegiada, la insurrección revolucionaria era juzgada entonces ilícita.  Acaso por creérsela fecundadora siempre de males peores. Pero los tiempos han cambiado.  La  Populorum Progressio, en términos precisos, justifica la rebelión armada, “cuando la tiranía es evidente y prolongada, y atenta contra los derechos fundamentales de la persona, dañando al bien común del país”.   La misma Populorum Progressio condena los negocios leoninos, ¡ lo son siempre !, del imperialismo con los pueblos subdesarrollados, regulados por la economía individualista liberal.  El “orden” político, económico, social que impera dentro del Tercer Mundo es de hecho un espantoso desorden.  Condena a la desnutrición a las dos terceras partes de la población y mata de hambre treinta millones de personas cada año.  Más que en toda la segunda guerra.  Es inicuo mantener semejante desorden a título de defender “estilos de vida”, esencias de nacionalidad, tradiciones, occidentalismos cristianos y otras paparruchas.   Alzarse en armas para defender a las masas indefensas de los agresores injustos, que son los señores privilegiados con los gobiernos y tropas a su servicio; alzarse en armas para volver al recto orden económico social tan descomunal injusticia; alzarse en armas cuando se han agotado todos los recursos pacíficos y legales; dentro de la ilegalidad de fondo en que se vive; alzarse en armas para defender el bien común de los más, conculcado por el culto idolátrico a la propiedad privada de los menos;  alzarse en armas a precios de sacrificios heroicos, con la honda de David contra el omnipotente poderío del Holofernes imperialista;  alzarse en armas en semejantes condiciones ¿es hacer comunismo o es hacer cristianismo del más puro y genuino sentido evangélico.?   El Vaticano II nos machaca que no hay religiosidad verdadera sin sacrificios por nuestros prójimos. Doctrina nada nueva.  Es la de Cristo, los apóstoles y los primeros siglos cristianos.  A Cristo hay que adorarlo en el corazón del pobre, redimiéndolo de su pobreza.  Urgentemente.  No con evoluciones que no evolucionan jamás. No con paños calientes ni con paternalismos, sino a precio de sangre, de sangre propia.   Amodorrarnos en sistemas económicos esclavizantes de las masas o jugar a revolucionarios de opereta es hacer ateísmo en los hechos, peor que el ateísmo de los comunistas en las ideas.    La nueva división cristiana prende cada día más en las masas.  A su luz la imagen del “Che” nada sería de extrañar fuera cobrando en la conciencia popular los contornos trascendentes del prototipo cristiano heroico.  Hace muy pocos años caía bajo las balas el sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres.  Otro gran sentidor del dolor de las masas.  Se redujo al estado de simple civil, dentro de las reglas canónicas, para no comprometer con su lucha en favor del pueblo, a la iglesia oficial de su país, harto comprometida la pobre en favor del antipueblo.  Se alistó Torres en la guerrilla  - ¡es lo singular de su caso! – por un deber de conciencia.   Porque sentía que su fé católica y su sacerdocio le exigían dar ese testimonio.  Paradojal exigencia:  dejó de ser sacerdote en lo formalistico para ser sacerdote en lo esencial, abrazando las exigencias todas de un sacerdocio vivido a lo heroico.   ¡ Y cómo lo entiendo, Dios mío, cómo lo entiendo ¡   Meollo de Vaticano II, y de San Pablo, y de Cristo.

Drama igual al de Torres viven ahora, en el fondo de sus conciencias, no pocos sacerdotes jóvenes, por cierto, los mejores.  Entienden que traicionan a Cristo si se encanallan en la aceptación obediente y sumisa de la “evidente y prolongada tiranía” que impera en el Tercer Mundo.  Ansían testimoniar con una vida heroica, la revolución exigida por el Evangelio…     ¿ Comunistas -        ¡ Que va ! Guerrilleros, para ser cristianos hasta la raíz del cristianismo.   No sé si el “Che” alimentaba fe religiosa explícita en su corazón.  Pero veo muy claro que, si su lucha se la inspiró el anhelo de justicia, de redención social, de amor al prójimo, es un héroe cristiano.  Sabiéndolo o sin saberlo buscó a Cristo donde primordialmente debe buscárselo, en los prójimos más desválidos, por muy errado que quizás anduviera en medir la cuota de prudencia exigida por una vocación tan difícil como la suya. 

Los dos tercios de la humanidad oprimida se han estremecido con su muerte.  El otro tercio, en lo secreto de su alma, no ignora que la historia del futuro, si caminamos hacia un mundo mejor, le pertenece al “Che” por entero.   Un día nada lejano el Tercer Mundo victorioso incluirá su nombre en el martirologio de sus héroes.   Y su facies, tan hermosamente varonil, resplandecerá con un halo de profetismo bíblico.                                                                                                    

                                                                            Hernán   Benítez                                                                                                         

                                                                               Sacerdote   

                                               ex confesor y guía espiritual de Eva Duarte de Perón

 

 

 




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