domingo, 19 de abril de 2015

Heroes puntanos de Malvinas Antonio E. Agüero Gernal San Martín Ejército de los Andes

Estimados compañeros de Fundación Malvinas.  Debo agradecer la valiosa y abundante

información que me vienen enviando sobre las queridas islas.

Me enteré por eso de que los héroes puntanos regresaban a su provincia.  Recordé a los

otros héroes de San Luis que no regresaron en épocas cuando al mando del General Don

José de San Martín integraron el Ejército de los Andes.   Para honrarlos a todos que mejor

que invitarlos a que publiquen el poema de Antonio Esteban Agüero que habla de ello

magistralmente.   Además comentarles que me encontré con un dramaturgo argentino

joven Gerardo Pensavalle quien es autor de una profunda e histórica obra de teatro que

lleva de nombre “ Malvinas 170 años ”.  Tuve oportunidad hace años de presenciarle y

me pareció excelente, por lo que les ruego difundan su existencia para que ya sea en

universidades, escuelas secundarias, organizaciones sociales y canales de televisión pueda

repetirse para bien de nuestra argentinidad.

Un fraternal y agradecido saludo.    

                                                                            Eladio González  toto   director fundador

                                        del Primer museo suramericano Comandante Ernesto Che Guevara.

Buenos Aires, CABA.  calle Rojas 129,  barrio de Caballito.  4 903 3285

 

DIGO  EL  LLAMADO     por  Antonio Esteban Agüero

Y después en caballos redomones

que urticaba la prisa de la espuela

galoparon los Chasquis por las calles

de la ciudad donde Dupuy gobierna,

conduciendo papeles que decían:

“El General de San Martín espera

que acudan los puntanos al llamado

de Libertad que les envía América”.

Y firmaba Dupuy, sencillamente,

con la mano civil y la modestia

de quien era varón republicano

hasta el cogollo de la misma médula.

 

Y los Chasquis partieron, con el poncho

como un ala flotando en la carrera,

hacia todos los rumbos provinciales

por los caminos de herradura o huella,

ignorantes del sol y la fatiga,

sin pensar en la noche ó la tormenta;

llegaron hasta el Morro por la tarde,

y por el alba cabalgaron Renca,

y entregaron mensajes en La Toma,

en la Carolina y La Estanzuela,

en las villas de Merlo y Piedra Blanca,

en el Paso del Rey y Cortaderas,

en Nogolí también y San Francisco,

en cada población y en cada aldea,

y en estancias y oscuras pulperías

y en velorios, bautizos y cuadreras,

dondequiera paisanos se juntaran

en solidaria diversión o pena.

 

Y los hombres dejaban el arado,

o soltaban azada o podaderas,

o la hoz que segaba los trigales,

o la taba ó el truco en la taberna,

o el amor de las jóvenes esposas,

o la estancia feudal, o la tapera,

o el cedazo que el oro recogía

cuando lavaban misteriosa arena,

o el telar, o los muros comenzados,

o el rodeo de toros en la yerra,

para ir hasta el Valle de las Chacras

donde oficiales anotaban levas.

 

Y hasta había mujeres que llegaban

con vestidos de pardas estameñas,

al umbral de Dupuy para decirle:

“Vuestra Merced conoce mi pobreza,

yo no tengo rebaños ni vacadas,

ni un anillo de bodas, ni siquiera

una mula de silla, pero tengo

este muchacho cuya barba empieza”.

 

De Mendoza llegaban los mensajes

breves, de dura y militar urgencia:

“Necesito las mulas prometidas;

necesito mil yardas de bayeta;

necesito caballos, más caballos;

necesito los ponchos y las suelas;

necesito cebollas y limones

para la puna de la Cordillera;

necesito las joyas de las damas;

necesito más carros y carretas;

necesito campanas para el bronce

de los clarines; necesita vendas;

necesito el sudor y la fatiga;

necesito hasta el hierro de las rejas

que clausuran canceles y ventanas

para el acero de las bayonetas;

necesito los cuernos para chifles;

necesito maromas y cadenas

para alzar los cañones en los pasos

donde la nieve es una flor eterna;

necesito las lágrimas y el hambre

para mas gloria de la Madre América…”

 

Y San Luis obediente respondía

ahorrando en la sed y la miseria;

río oscuro de hombres que subía,

oscuro río, humanidad morena

que empujaban profundas intuiciones

hacia quien sabe que remota meta,

entretanto el galope levantaba

remolinos y nubes polvorientas

sobre el anca del último caballo

y el crujido final de las carretas.

 

Y quedaron chiquillos y mujeres,

solo mujeres con las caras serias

y las manos sin hombres, esperando…

en San Luis del Venado y de las Sierras.

 

                     Antonio Esteban Agüero

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




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