CALVO GAINZA / ¿Será Ana Montes tal amenaza planetaria?
¿Será Ana Montes tal amenaza planetaria? Lo dudo. Esa señora nunca dañó a su país, ni puso en peligro las vidas de civiles norteamericanos. No indicó a los islamistas algún túnel secreto para asesinar a Bill Clinton, ni colocó en las Torres Gemelas ningún sistema de señales que guiara el vuelo de los secuestradores durante el 9/11. Tampoco diseminó Ántrax en un Mall, o guió a extremistas afganos atacando un kindergarten en New York. Jamás preparó el terreno para la conquista de la Casa Blanca por algún Estado totalitario, ni mucho menos radió instrucciones sobre cómo bombardear el París Las Vegas de Nevada. No hizo nada, absolutamente nada contra su pueblo. Simplemente, ayudó (dentro de sus limitadas posibilidades, y exhibiendo gran valor personal), a que los ciudadanos de la Isla de Cuba, con iguales derechos que los de USA, dejaran de padecer incontables atentados contra su Presidente, decenas de secuestros aéreos y marítimos, inhumanos ataques a círculos infantiles, sanguinarias voladuras de aviones en el aire y desalmadas guerras biológicas, feroces atentados al turismo e injustas escaramuzas fronterizas, así como una bárbara estrangulación económica unida a funestos peligros de invasión, junto a otras tristes hazañas por el estilo, las cuales avergonzarían a los Padres Fundadores de la Primera República del Mundo.
La condena de la Montes se debió a la detección de planes de espionaje desde Norteamérica, en su guerra asimétrica contra Cuba; no viceversa. Luego, la víctima primaria en esta amarga trama detectivesca, lo fue desde el principio la agredida nación caribeña, y no la agresora potencia del Norte. A esta prisionera se la ha excluido del mundo, como mismo también se ha pretendido aislar a Cuba. Sólo que, con la Isla, tal política aislacionista ha fallado, pues la ofensiva imperial se ha enfrentado con todo un pueblo; mientras que, en este caso, la implacable represalia ha sido más exitosa, al haberse desencadenado sin riendas sobre una mujer solitaria.
Pero por otra parte, aun admitiendo que la caída en combate del señor Fronius se debió a un informe de la Montes, ¿qué decir de los patriotas salvadoreños que hayan muerto en ese mismo u otro combate, enfrentando a los soldados extranjeros? ¿Qué de las tantísimas masacres de campesinos, los múltiples bombardeos a aldeas, las decenas de sacerdotes desaparecidos, las horripilantes torturas masivas, y otras tantas proezas cometidas contra la población salvadoreña por los egresados de Fort Bragg, bajo los auspicios del U.S. Army y sus servicios de inteligencia? ¿De veras existe en los Estados Unidos suficiente autoridad ética, como para semejante ensañamiento contra Ana Montes ante la muerte de un solo militar invasor, cuando las Guerras Sucias patrocinadas por las sucesivas administraciones de la Casa Blanca, y dirigidas por sus agentes, adornaron toda Centro América con un sinfín de ignotas fosas comunes, una sangría de proporciones descomunales, y cicatrices en el alma hispano-americana que ya jamás podrán ser regeneradas, y que hoy afloran en los Maras, los Zetas y tantas otras perversas herencias de la asesoría militar estadounidense?
Por demás, me resulta mucho más incomprensible tal saña, cuando se considera que en los Estados Unidos, a veces los más empedernidos asesinos en serie llegan a alcanzar una suerte de estrellato publicitario. Por ejemplo, un personaje de la siniestra calaña de Ted Bundy, no sólo recibió abundante correspondencia en su celda, sino que incluso tuvo derecho al matrimonio, tras su convicción. Un psicópata bestial y con ínfulas artísticas como John Wayne Gacy, vendía exitosamente sus cuadros desde el presidio. La desdichada Karla Faye Tucker, adquirió fama y renombre mundial justamente durante su encierro, debido a su muy evidente reforma moral, la cual no impidió su liquidación por el Estado. El sectario homicida Charles Manson, grabó y vendió música carcelaria, coleccionando miles de fans desde su calabozo. Todos ellos asesinaron a indefensos civiles norteamericanos, incluyendo a menores de edad y a una mujer embarazada. Y sin embargo(o gracias a ello), se convirtieron en íconos sociales para ciertos sectores de la sociedad norteña, disfrutando de una popularidad inusitada.
Si los Estados Unidos de América desean recobrar la estima de sus vecinos latinoamericanos, deben rebasar la herencia del preterido Destino Manifiesto, y honrar al decoroso Franklin D. Roosevelt reanudando su política de buena vecindad. Por ende, para cultivar un verdadero panamericanismo, debe cesar el aislamientode Cuba. Y junto con éste, también el de Ana Montes. Mujer que hoy languidece como una suerte de demente, tan solo por haber tenido suficiente cordura como para vislumbrar, que la intolerante crueldad y la despectiva injusticia, llevadas a su culmen en el plano de las relaciones internacionales, obligatoriamente conllevan a la impopularidad y el ocaso de cualquier potencia, ya sea la Roma de Sila, la Francia de Napoleón o el Washington post-Bush. Y que por ley del destino, el Imperio que pretenda subyugar sobre la base del terror, invariablemente terminará desmoronándose en el caos.