sábado, 6 de febrero de 2016

Opio y Cocaina la moneda de cambio de la CIA TPP Chile paradojal Macri estudia invadirlo por el Paso de los Patos

 

 

 

Entorno con emisiones periódicas centra su información en el acontecer internacional. Contiene espacios noticiosos y de opinión, seleccionados de medios de prensa internacional o generados desde nuestro país.  ISSN 1819-4052

 

 

 

Año 14 Número 10 | Fecha 2016-02-04

TITULARES

Opinión

OPIO Y COCA CONVIERTEN A LA CIA EN LA MAYOR TRASNACIONAL DE LA DROGA por Germán Gorraiz Lopéz

ESTADOS UNIDOS, ¿UNA NACIÓN EXCEPCIONAL? por Sergio Rodríguez Gelfenstein

TPP: TENEMOS UN PAÍS PARADOJAL por Lucio Cuenca

EL TPP Y LA INCOHERENCIA DE LA POLÍTICA EXTERIOR CHILENA por Esteban Silva Cuadra

ÁFRICA SE ENGANCHA AL MÓVIL por Xavier Aldekoa

OCIO Y NEGOCIO por Santiago Alba Rico

Opinión

OPIO Y COCA CONVIERTEN A LA CIA EN LA MAYOR TRASNACIONAL DE LA DROGA

por Germán Gorraiz Lopéz

Tras tres décadas de guerras, Afganistán sería un estado fallido y corrupto que apenas rebasa los límites de su capital, Kabul.

En este país, la inseguridad generalizada ha dado alas al negocio de la seguridad privada que emplearía a unos 43.000 hombres (casi 9.000 civiles habrían muerto entre el 2007 y el 2010 según refleja el informe anual de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, (Unama).

Además, de los más de 60.000 millones de euros de ayuda económica llegados del exterior desde 2002, sólo un 12 % se habría invertido en mejorar la vida de una población (con un 42% por debajo del umbral de la pobreza y un 33% en serio riesgo de hambruna), sirviendo el resto para alimentar la corrupción o financiar los ejércitos privados (según una información de The Wall Street Journal que cita como fuente a funcionarios afganos y estadounidenses anónimos, “funcionarios afganos de alta jerarquía habrían evadido desde 2006 más de 3.000 millones de dólares a refugios financieros en el exterior").

Respecto al cultivo del opio, según el Bureau de Drogas y Crímenes de la ONU, con la llegada de EEUU se habría incrementado de forma considerable el cultivo de la adormidera, pues en el 2007, el 93% de los opiáceos del mercado mundial procedían de Afganistán y en la actualidad, la superficie de tierra dedicada a la producción de opio en territorio afgano superaría al del cultivo de la coca en América Latina, siendo el opio y la coca las principales fuentes de financiación de una CIA convertida en la mayor trasnacional de la droga. Así, desde 2004 un billón de dólares del tráfico de opio habría sido utilizado para financiar la guerra en todos los frentes, aunque hay que resaltar que los ingresos por opio de los talibanes sólo representan el 5% del montante total que genera el negocio, siendo en su mayoría blanqueado en Wall Street por organizaciones pantalla vinculadas a la CIA y al expresidente afgano Karzai, devenido en “Capo del opio”. Sin embargo, tras el final de la era Karzai luego de las elecciones presidenciales afganas del 2014, asistiremos a la formación de un Gobierno de Coalición entre pastunes y talibanes que contaría con la tutela y supervisión de EEUU para así asegurar su presencia en un país considerado por el Alto Mando de EEUU "como pieza geoestratégica vital en el rompecabezas del Oriente Medio”, (reconvertida ahora en misión de entrenamiento y asesoramiento de las Fuerzas de Seguridad afganas y adelgazada hasta los 12.000 integrantes), dentro de la estrategia de EEUU de implementar la teoría del “caos constructivo” en Oriente Medio y terminar por desestabilizar el gobierno paquistaní de Hussain.

¿Golpe de mano contra Hussain?

Aunque los talibanes han sido expulsados de algunas zonas de su bastión del sur de Afganistán, los combatientes del grupo insurgente afgano Haqqani (afín a los talibán), siguen cometiendo ataques transfronterizos desde sus bases paquistaníes situadas en la frontera oriental con Afganistán. Así, según un.org, Sirajuddin Jallaloudine Haqqani sería uno de los líderes más prominentes e influyentes de la red Haqqani, (grupo de combatientes con estrecha cooperación tanto con los talibanes como con Al-Qaida) y habría sido uno de los principales comandantes de la red desde 2004, heredero natural del carisma y la autoridad de su padre, Jalaluddin Haqqani, comandante militar de los talibanes y ministro del régimen talibán.

Por su parte, el actual Presidente de Paquistán, Mamnoon Hussain habría sido acusado por EEUU de “tibieza en la lucha contra Al-Qaeda para lograr desbaratar las redes terroristas en Pakistán y para degradar cualquier habilidad que tengan para planear y lanzar ataques terroristas internacionales", lo que aunado con su escaso entusiasmo por “fortalecer las capacidades de contrainsurgencia de Islamabad” y su peligroso acercamiento a China hacen predecir un incierto futuro para él, por lo que no sería descartable un golpe de mano auspiciado por la CIA para lograr la balcanización de Paquistán, su debilitamiento como Estado y posterior sumisión a China, para lo que la CIA recurrirá al endémico contencioso de Cachemira que será un nuevo episodio local entre un Paquistán aliado de China y una India apoyada por Rusia, con el agravante de disponer ambos países de misiles balísticos nucleares.

El cóctel explosivo de Cachemira

Cachemira sería el paradigma perfecto de la implementación de la teoría brzezinskiniana del “caos constructivo” en la región, concepto que se basaría en la máxima atribuida al emperador romano Julio César “divide et impera”, para lograr la instauración de un campo de inestabilidad y violencia (balcanización) y originar un caos que se extendería desde Líbano, Palestina y Siria a Irak y desde Irán y Afganistán hasta Pakistán , Cachemira y Anatolia (Asia Menor) y según Fundació Solidaritat UB, Cachemira se habría convertido “en un cóctel explosivo al aunar ingredientes tan inestables como el contencioso religioso hindú-musulmán, el contencioso territorial y la guinda de los independentistas cachemires, tradicionalmente oprimidos por un Ejército Indio que tendría desplegados cerca de 300.000 soldados en Cachemira (1 soldado por cada 10 habitantes) y apoyados por ex-combatientes terroristas de Sudán, Paquistán y Afganistán, que serán liderados por el grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe).

Cachemira ha supuesto un enfrentamiento endémico entre Paquistán e India que la han reclamado como suya desde la independencia de los dos Estados en 1947, (los británicos prefirieron la integración de Cachemira en la India porque les ofrecía más garantías que Pakistán para salvaguardar la frontera norte de posibles ataques soviéticos o chinos), pues la región es un punto estratégico para el control de los ríos y de los pasos fronterizos además de suponer un símbolo para la construcción de las identidades nacionales de cada Estado. Por otra parte, en 1962 estalló un enfrentamiento entre India y China por el desacuerdo chino con la línea fronteriza establecida en 1914 (Línea McMahon), tras el cual China consiguió el control de la meseta de Aksai Chin amén del Glaciar de Siachen, (territorios que la India sigue reclamando como suyos), por lo que la India mantiene desde hace años una carrera armamentística con su rival y vecino Pakistán con el objetivo inequívoco de prepararse para un nuevo enfrentamiento armado.

Así, India dispondría del misil nuclear de última generación Agni V que puede transportar una ojiva nuclear a una distancia de 5.000 kilómetros mientras Paquistán contaría con el misil balístico Hatf IV, desarrollado con la ayuda de China y capaz de transportar una ojiva nuclear y alcanzar los 900 Kilómetros , con lo que en el supuesto de un nuevo enfrentamiento armado asistiríamos al primer pulso militar Rusia-China en forma de colisión nuclear restringida al aérea geográfica indio-paquistaní, no siendo descartable la posterior extensión del “caos constructivo” al territorio chino, pues el objetivo final de EEUU sería la confrontación con la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), (fundada en 2001 por los Cinco de Shanghai (China, Rusia, Kazajistán, Kirgistán, Tajikistán) más Uzbekistán) y convertida junto con los países del ALBA e Irán en el núcleo duro de la resistencia a la hegemonía mundial de Estados Unidos y Gran Bretaña, teniendo a Xinjiang como escenario para sus operaciones desestabilizadoras.

El Turquestán oriental o Xinjiang (“Nueva Frontera”), fue incorporado al imperio chino en el siglo XVIII y representa el 17% de la superficie terrestre del país y el 2% de su población) y la etnia uigur de Xinjiang (de origen turco-mongol y con un total de 8.5 millones de habitantes), conserva características étnicas e islámicas que les situarían muy próxima a sus parientes de Asia central y Turquía, por lo que sería el caldo de cultivo ideal para implementar la estrategia brzezinskiniana del “choque de civilizaciones”, consistente en lograr la balcanización de China y su confrontación con el Islam (cerca de 1.500 millones de seguidores) así como secar sus fuentes de petróleo de los países islámicos del Asia Central, pues varios de los más importantes gasoductos de China pasan por Xinjiang en procedencia de Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán y Rusia, lo que explicaría la importancia estratégica de dicha provincia dentro de la estrategia brzezinskiniana de lograr la total rusodependencia energética china para en una fase posterior acabar enfrentándolas entre sí y finalmente someterlas e implementar el nuevo orden mundial bajo la égida anglo-judío-estadounidense.

 

Germán Gorraiz López es analista económico y geopolítico, colabora habitualmente en varias publicaciones digitales e impresas españolas y latinoamericanas.

Fuente: HISPANTV NOTICIAS

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ESTADOS UNIDOS, ¿UNA NACIÓN EXCEPCIONAL?

por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Desde un tiempo hacia acá, la prepotencia imperial ha cobrado nuevos impulsos. Este marco da pie al carácter grotesco que significan algunos hechos de la cotidianidad. Durante el mandato del primer Presidente negro de Estados Unidos, se ha producido la mayor oleada de asesinatos de carácter racista de la historia reciente de ese país.

Hasta el sacro santo Hollywood ha comenzado a hacerse eco del rechazo a la segregación nuevamente desbordada de la sociedad, el destacado director Spike Lee y los afamados actores Jada Pinkett y Will Smith han dicho que no van a asistir a la entrega de los Premios Oscar en protesta por el racismo presente en la industria del cine. En la consumación de la idea, el crítico argentino Diego Lerer opina que “Los ejecutivos de marketing piensan que las películas para ‘minorías’ son las de acción y las comedias y las de prestigio son las otras: Room, Brooklyn y Spotlight, por ejemplo, y que son blancas como la nieve”.

Ese mismo Presidente que para vergüenza del comité noruego recibió el Premio Nobel de la Paz ha involucrado directa o indirectamente a su país en más conflagraciones y conflictos que todos sus antecesores desde la Segunda Guerra Mundial. Su hipocresía y dotes histriónicas lo llevaron a derramar lágrimas cuando presentaba sus propuestas respecto del control de armas en un Congreso de mayoría republicana que ha rechazado una y otra vez tales medidas. Debería aceptar que las dos cámaras del parlamento estadounidense cayeron en manos de los sectores más reaccionarios y retrógrados del país, precisamente por la ambigüedad característica de sus decisiones.

Estos elementos de análisis solo sirven como punto de partida para intentar entender la soberbia del Mandatario estadounidense cuando el 16 de septiembre pasado durante una Mesa Redonda de Negocios que reunió a los jefes de las mayores corporaciones de su país, expresara que “No hay ningún país, incluida China, que nos mire sin envidia en este momento”. Me pregunto ¿De qué podemos sentir envidia?, ¿De su espíritu racista y asesino?, ¿De su idolatría por las armas y la violencia?, ¿De su afán guerrerista y destructivo?

En el trasfondo, persiste en la élite estadounidense una acendrada idea respecto de una supuesta “excepcionalidad” de su país en torno a la cual, demócratas y republicanos no se diferencian. Hace cincuenta años el sociólogo y profesor emérito de la Universidad de California en Berkeley, Robert Bellah explicaba que la separación de iglesia y Estado en su país, no ha privado a la clase política de una dimensión religiosa que hace que Estados Unidos sienta la obligación de “materializar la meta trascendente de hacer valer la voluntad de Dios en le Tierra”. La Declaración de Independencia contiene cuatro referencias a Dios y el primer discurso de George Washington como presidente está invadido de terminología religiosa, sin hacer referencia a ningún culto en particular, ni siquiera al cristiano.

En ese sentido, la “religión estadounidense consiste en cumplir una misión”, que según ellos sería hacer posible un mundo mejor, de lo cual deriva la idea de que para los ciudadanos de ese país la nación vino a sustituir el papel que juega la religión. La nación es una religión en sí misma. Dicho de otra manera, mientras para la mayoría de los habitantes del planeta, la nacionalidad está vinculada a una historia común, cultura y costumbres similares, para los estadounidenses es una cuestión ideológica-religiosa.

Esto es lo que explica que el tema se haya transformado en ámbito de debate entre las potencias. Estados Unidos pretende sustentar su supremacía en esa “excepcionalidad divina” que le permite identificarse a sí mismo, pero sin lograr que el mundo lo acepte como superior. En esa necesidad de auto afirmación, el presidente Obama, acaba de aseverar en su discurso ante el Congreso, el pasado 12 de enero, que “la gente en el mundo no busca en Moscú o Beijing un liderazgo, nos mira a nosotros”. Antes, en septiembre de 2013 al acusar al gobierno de Siria de usar armas químicas ilegales, lo cual como casi siempre nunca pudo demostrar dijo que “…cuando con modesto esfuerzo y riesgo, podemos lograr que los niños dejen de ser atacados con gas hasta la muerte y poner a nuestros propios hijos más seguros a largo plazo, creo que debemos actuar. Eso es lo que hace diferente a Estados Unidos. Eso es lo que nos hace excepcionales”. Nunca la idea de excepcionalidad ha venido de opiniones externas, sino de autoalabanzas propias de mentes religiosas extremistas y fanáticas, que solo sirven para justificar la invasión, la destrucción y el exterminio de países y pueblos en todo el mundo.

En aquella ocasión, su demencial alocución fue respondida por el presidente ruso Vladimir Putin, quien en un artículo publicado en el New York Times en fecha tan simbólica como el 11 de septiembre de ese año 2013, señalaba su desacuerdo con la idea de excepcionalidad estadounidense manifestada por Obama. A juicio de Putin, “es extremadamente peligroso animar a la gente a verse como algo excepcional, sea cual sea la motivación”. Putin recordó que “Hay países grandes y pequeños, ricos y pobres, los que tienen una larga tradición democrática y aquellos que aún están buscando su camino hacia esa democracia. Sus políticas son diferentes también. Todos somos diferentes pero cuando pedimos la bendición de Dios no debemos olvidar que nos creó a todos iguales”.

Exponiendo el pensamiento ultra conservador y racista predominante en Estados Unidos el analista Rich Tucker de la Fundación Heritage de Washington, explica con talante propio la idea de excepcionalidad al afirmar que, “A grandes rasgos, al decir que Estados Unidos es excepcional los americanos no afirman ser mejores que otros pueblos. Sin embargo, el país está dedicado a los principios universales de la libertad humana y se fundamenta en la verdad de que todos los hombres (no sólo los americanos, sino todos y en todas partes) han sido creados iguales y dotados de los mismos derechos. De modo que Estados Unidos es claramente distinto a otras naciones que no se definen sobre la base de la igualdad”.

Putin volvió al tema durante su discurso en el 70° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU en octubre del año pasado al refutar la opinión de su colega estadounidense en ese mismo escenario cuando exaltó el papel de Estados Unidos en Ucrania, Libia y Siria, países en los que la presencia directa o indirecta de Estados Unidos ha gestado verdaderos desastres humanitarios de consecuencias aún incalculables. El presidente ruso dijo que no podía evitar preguntarle a quienes causaron esa situación si se daban cuenta lo que habían hecho, y él mismo se respondía “…me temo que nadie va a contestar eso. En realidad, las políticas fundamentadas en la vanidad y la creencia en la excepcionalidad e impunidad (…) nunca han sido abandonadas”.

Por su parte el canciller ruso Serguei Lavrov también ha hecho alusión al tema. El ministro de relaciones exteriores de Rusia recordó que “la excepcionalidad de Estados Unidos condujo a la humanidad a horribles catástrofes”, toda vez que esa supuesta condición ha sido utilizada como herramienta de su política exterior. Lavrov señaló que particularmente el presidente Obama ha convertido la excepcionalidad en su “lema principal”.

En América Latina y el Caribe se conoce de sobra y se ha sufrido la excepcionalidad de Estados Unidos o lo que Tucker denomina “principios fundamentales de la libertad humana”. Ellos han venido acompañados de intervenciones militares y apoyo a golpes de Estado con su consabida secuela, de muertos, desaparecidos, torturados y exiliados. Su soporte ha sido la aplicación de modelos neoliberales que han conducido a extraordinarios procesos de exclusión y deterioro social. En realidad Estados Unidos ha fomentado la idea de ser un país excepcional para actuar ilegalmente fuera de sus fronteras amparado en una supuesta misión celestial que nadie le ha dado. Eso explica que en su visión infinita, hace casi doscientos años el Libertador Simón Bolívar nos alertara con su premonición “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad”.

 

Sergio Rodríguez Gelfenstein es Licenciado y Magister en Relaciones Internacionales por la Universidad Central de Venezuela. Analista y consultor internacional.

Fuente: Observatorio de la Deuda en la Globalización

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TPP: TENEMOS UN PAÍS PARADOJAL

por Lucio Cuenca

El 4 de febrero, en Nueva Zelanda la presidenta ratificará la firma del TPP, dejando como única vía de escape a la mayor cesión de soberanía que haya hecho nuestro país, al Parlamento, el que podrá de manera plebiscitaria votar por la validación o no de este acuerdo secreto, confeccionado a espaldas de la ciudadanía y de las y los legisladores de los doce países firmantes, pero con la participación activa de 600 lobistas de las principales transnacionales del planeta.

Esto, sucede en paralelo a las sesiones del Comité de Observadores del proceso constituyente gubernamental, designados por la presidenta para garantizar la buena fe del mismo, en medio de la más contundente crisis de credibilidad que haya experimentado la clase político/económica del país… en un intento de idear mecanismos de legitimidad para satisfacer las demandas comunitarias.

Claramente esta forma de proceder habla de una esquizofrenia gravísima, que tiene que ser diagnosticada y tratada. Es decir, durante el 2013 se desarrollan sendas movilizaciones contra la Ley Monsanto, que privatizaba la semilla, y lo primero que hace Bachelet candidata y luego presidenta, “escuchando” a la ciudadanía es bajar la ley, pero mientras su gobierno seguía  negociando por detrás el TPP, que entre las miles de barbaridades que implica, supone la aprobación de facto de la ley Monsanto.

Otro ejemplo, la ley de glaciares. Desde las movilizaciones contra Pascua Lama emergen los glaciares en el debate público, justo en un contexto de calentamiento global que impone su resguardo y protección. Siendo Chile el país que posee el 91% de los ecosistemas glaciares de América Latina, y uno de los más vulnerables a la crisis climática, comienzan a surgir diversas iniciativas parlamentarias de protección, se decanta un proyecto común el 2014,  y en la cuenta anual de ese año ante el parlamento (fuera de programa) la presidenta se compromete a legislar por su protección, el Ejecutivo nuevamente aparece comprometido a salvaguardar los glaciares, otra vez “escuchando” a la ciudadanía.  Sin embargo,  despacha luego una indicación sustitutiva que en la práctica legaliza la destrucción en beneficio del extractivismo minero.

Otro ejemplo. En la medida que los impactos de la Megaminería química comienzan a hacerse evidentes: escasea el agua, aumentan las tasas de enfermedad  y  muerte en los distritos mineros,  se desnudan los casos de corrupción, demostrando lo que las comunidades siempre han dicho, es decir, que las aprobaciones medioambientales son políticas y no técnicas… en fin, se visibiliza la insostenibilidad de país extractivista que se nos ha impuesto… Sale en escena Ricardo Lagos junto a los principales actores del Consejo Minero, Jean Paul Luksic incluido, para hacer entrega a Bachelet de una nueva plataforma minera para el país, que al igual que el TPP se fragua durante un año en completo secreto, y se internaliza como política de Estado sin que haya sido parte del programa de gobierno ni haya existido debate alguno sobre los contenidos que dicha plataforma propone. Este documento habla de Minería Virtuosa, sostenible e inclusiva, bajo el eje de la colaboración público privada, o sea, lindas palabras para posibilitar la intromisión descarada de las transnacionales en el destino de nuestras reservas estratégicas, desde el propio Palacio de la Moneda.

Dicho sea de paso, el TPP inhabilita en la práctica el que la gente se oponga a proyectos de inversión cuando sienta sus derechos violentados, pues impone un mecanismo internacional de resolución de controversias, mediante Tribunales Económicos, a los que pueden ser llevados los Estados que muestren voluntad de poner los derechos de las personas y de los ecosistemas por sobre un proyecto de inversión comprometido, de modo tal de ser obligados a indemnizaciones millonarias, financiadas con el erario público para beneficio privado… el principio de ganar ganar a escala supranacional.

La esquizofrenia que padece Chile es grave, y para nosotros, el proceso constituyente que el devenir político y social ha logrado ir abriendo, puede constituir una posibilidad de tratamiento, menos inoficioso que los electro shock que está planificando el Ministerio de Energía. No obstante, para que esto ocurra es imprescindible tomar en serio el desafío, no el gobierno -que aún no entiende el desafío- sino todas las voluntades que efectivamente se atreven a pensar que las cosas pueden ser distintas… ¿cuán distintas? Eso depende de cada uno y una de nosotros. Mientras dejemos que se siga estableciendo sin cortapisas cuestiones como que los 216 facilitadores del proceso constituyente deben ser profesionales y pueden pertenecer a partidos políticos… no parece que demasiado distintas, como si la tecnocracia y el pragmatismo no pudieran dejar de regir nuestro destino… sin embargo, es nuestra convicción que atreviéndonos a participar de las discusiones, atreviéndonos a conocer la Constitución que nos rige, atreviéndonos a validar el conocimiento que tenemos sobre el país en el que nos hemos constituido y el que queremos constituir realmente… más allá del formalismo con que siga actuando la casta política, incubaremos cambios que terminen por dejar sin efecto el altísimo grado de disociación existente entre representantes y representados… o sea, que nos vayan sanando poco a poco de la esquizofrenia, sin químicos, sino naturalmente, con las raíces que crecen en nuestro suelo.

Claro que de poco servirá un nuevo marco constitucional empoderado, una nueva ley de glaciares, un nuevo código de aguas, una nueva modificación del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental aunque logremos que sirva a las comunidades y no a los lobistas de turno, si es que no nos ponemos en campaña severa de frenar el TPP, que se constituiría en una camisa de fuerza invalidante de cualquier legislación interna que escuche a la ciudadanía.

 

Lucio Cuenca  es director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), Chile.

Fuente: radio.uchile

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EL TPP Y LA INCOHERENCIA DE LA POLÍTICA EXTERIOR CHILENA

por Esteban Silva Cuadra

Es muy contradictoria la política exterior del gobierno chileno, por un lado, se nos dice desde el gobierno que somos parte integrante y que priorizamos la CELAC y la UNASUR pero, por otro lado, aquello es nominal pues la Presidenta Bachelet prioriza a través de su canciller Heraldo Muñoz la Alianza del Pacífico y firmará este 4 de febrero el Acuerdo Transpacífico TPP un Tratado que se negoció y se aprobó en total secretismo a espaldas de las y los chilenos.

El TPP termina con la poca soberanía económica que le queda al país. En nuestra opinión, TPP es para el Pacífico el equivalente al ALCA que los Estados Unidos intentaron imponerle a nuestra América y que fue rechazada por los gobiernos verdaderamente progresistas de la región el 2005 en Mar del Plata, Argentina.

Chile es un país cuyos gobiernos democráticos post dictadura sin excepciones han privilegiado, hasta hoy, en su política exterior y de comercio internacional la desregulación, las privatizaciones y la liberación de los capitales y los mercados en favor de las grandes Transnacionales de los EEUU y Europa. Todo ello desmedro del fomento de las industrias nacionales y de la producción nacional y del fomento del intercambio regional y sub regional.

Durante la dictadura Chile se retiró del Pacto Andino y al volver la débil y restringida democracia se profundizó aún más el legado de la política de la dictadura a través de Tratados de Libre Comercio que materializan la liberalización de su comercio y la enajenación de su capacidad industrial y productiva en favor de las grandes corporaciones transnacionales.

Con la actual administración de la Nueva Mayoría lamentablemente nada de esto ha cambiado en lo esencial. El gobierno de Chile participa en las instancias de integración de nuestra América como la CELAC, UNASUR y la ALADI prácticamente de manera simbólica, nominal y secundaria pues su política exterior y comercial sigue priorizando y profundizando un camino neoliberal a través de los TLCs y ahora se profundizará de manera más profunda y sustantiva con la firma por parte de Chile del Acuerdo Transpacífico conocido por sus siglas en inglés como TPP.

Esperamos que la movilización de la sociedad civil durante el primer semestre del 2016 permita que los integrantes del Congreso tomen conciencia de lo nefasto y negativo que sería aprobar este Tratado para el país. Si nos queda un poco de soberanía y de dignidad esperamos que sea rechazado aún por un Congreso cuya composición es sesgada y poco representativa producto del sistema binominal y la actual crisis institucional que vivimos.

 

Esteban Silva Cuadra es analista internacional chileno, dirigente del Partido del Socialismo Allendista.

Fuente: Alainet

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ÁFRICA SE ENGANCHA AL MÓVIL

por Xavier Aldekoa

En cuánto ve el smartphone, Stevie se lanza a degüello. “¿¡Me dejas hacer unas fotos!?”, pregunta. Lo sostiene en sus manos finas de niño de diez años, saca su cabeza rapada y su cuerpo menudo por la puerta de la chabola y apunta al mar de tejados de zinc de Kibera, uno de los barrios más humildes de Nairobi. Clic, clic, clic. De vez en cuando, desliza el dedo por la pantalla para ver cómo han quedado las fotos. Sabe cómo usarlo.

Stevie aún no tiene móvil propio, pero no tardará en tener uno y estar conectado a internet. Porque le fascina y porque hacia allí va todo el continente: África Subsahariana es la región del mundo donde más crece la penetración del móvil. En cuatro años, sus 329 millones de suscriptores únicos serán 504 millones. Pero no sólo es una cuestión de cantidad; el cambio viene de cómo los africanos usan el móvil. En un continente con carencias de infraestructuras, cobertura de teléfono o internet, e incluso de red bancaria, donde muchos no se pueden permitir un ordenador, el móvil se ha convertido en la puerta a un mundo digital lleno de posibilidades.

Nicolai D’Elia, el director de Airbnb en África, la plataforma de internet donde particulares alquilan sus casas por días, señaló el año pasado que el boom tecnológico en tierras africanas ha convertido al continente en objetivo prioritario para su empresa. “África es definitivamente una parte clave de nuestra nueva fase de crecimiento. Este es un mercado con 54 países y más de mil millones de personas, y con previsiones de crecimiento mayores que en casi todas las otras regiones del mundo”.

Sólo en Kenia hay más de 1.400 ofertas de apartamentos y habitaciones en Airbnb, el doble que hace un año. Según cifras de la compañía, que señala a Sudáfrica y Kenia como los dos países punteros, el número de usuarios de Airbnb en suelo africano ha crecido un 145% en doce meses y la cifra de viajeros africanos se ha triplicado en el mismo periodo.

Otros negocios ligados a la red móvil, como aplicaciones para pedir transportes, comida, consumir ocio o para comunicarse, no paran de crecer en tierras africanas.

Facebook, que el pasado junio abrió su primera sede africana en Johannesburo, señaló a Sudáfrica (19 millones de usuarios), Nigeria (15 millones) y Kenia (4,5 millones) como los países que más se conectan a su portal; pero subrayó también el cómo: más del 95% lo hace desde sus teléfonos. “El móvil no es una tendencia; es la adopción más rápida de tecnología punta en la historia de la comunicación”, apunta Nunu Ntshingila, responsable de la compañía en África.

En cuatro años, los 329 millones de suscriptores únicos serán 504 millones

En su estudio La revolución móvil de África, el consultor keniano Mark Kaigwa, experto en tecnología, mira hacia los bolsillos africanos para encontrar la raíz del terremoto que está ocurriendo: “En algunas zonas, hay más africanos con acceso a teléfono móvil que con acceso a electricidad”, escribe. Y desde esos teléfonos, los africanos cada vez se conectan más a internet.

Según el GSMA, asociación de operadores móviles y empresas, en el año 2019 el tráfico de datos en África Subsahariana se habrá multiplicado por veinte, el doble del crecimiento en el resto del mundo y estará sólo por detrás de la región de Asia-Pacífico en conexiones 3G.

Como el mercado se ha adaptado al bolsillo africano —el coste de un smartphone en África ronda entre 20 y 40 euros de media, a años luz de los precios europeos—, el boom de los teléfonos inteligentes conectados a la red ya es imparable: los 160 millones de smartphones del 2015 serán 540 millones en el 2020. Casi la mitad de la población del continente estará conectada a través de su teléfono, especialmente en seis países: Nigeria, Sudáfrica, Tanzania, Etiopía, Kenia y la República Democrática del Congo tendrán la mitad de los suscriptores de móvil de toda el África subsahariana.

Por eso, la pregunta de Divinah ya no sorprende. “¿Quieres pagar en efectivo, con tarjeta o con el móvil?”, dice cuando este periodista le pide la cuenta en el restaurante Under the Radar, del barrio keniano de Kilimani. En una esquina del local, hay un cartel que indica el número de cuenta M-Pesa, la plataforma keniana que permite hacer pagos o enviar y recibir dinero con el móvil.

En una década, el sistema de banca móvil ha cambiado la forma de pagar en Kenia: ya hay más de 28 millones de usuarios en el país, más del 60% de la población.

En cualquier rincón de Kenia es posible pagar con este sistema las tasas de la escuela, cuentas de restaurantes, facturas del médico o enviar dinero a familiares.

El triunfo del invento radica en su target: el porcentaje de usuarios de M-Pesa que viven con menos de un euro al día y, por tanto, tienen dificultades para acceder a cuentas bancarias o productos financieros, pasó del 20% en 2008 al 72% en el 2011.

Para Divinah, M-Pesa ha llegado para quedarse. “Casi todos lo usan; incluso en las zonas rurales es popular; es una manera de no tener que ir con dinero en efectivo y sirve para pagar casi cualquier cosa. Es un invento genial”, dice.

 

Xavier Aldekoa es periodista español, corresponsal de La Vanguardia en África.

Fuente: La Jornada

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OCIO Y NEGOCIO

por Santiago Alba Rico

No conviene abusar de las etimologías, pero a veces son útiles para introducir, con la historia de las palabras, la de de esos cambios materiales que han cambiado, junto a la realidad humana, su propio significado. En un mundo en el que el capitalismo, organizando y explotando el trabajo, centró todas las resistencias en torno al salario, como cifra de dignidad, y al horario, como condición de reposo y de biografía, conviene recordar que en latín el estado normal, original, ciudadano, era el “ocio”, el otium, término a partir del cual, como vocablo marcado o negativo, se formó la palabra “negocio”, el nec-otium, el trabajo entendido como servidumbre, también en el sentido de que era lo propio de los “siervos” o los esclavos. Mientras que hoy, bajo las presiones del capitalismo, interpretamos el “ocio” como un tiempo robado al trabajo, en la antigüedad clásica, al contrario, el trabajo era el tiempo robado al ocio, el tiempo engrilletado de los que -esclavos y mujeres- no se podían permitir la libertad. Que ese mundo clásico fuera severamente clasista y patriarcal no debe impedirnos explorar a nuestro favor la esperanzadora escala de valores, inversión de la nuestra, que lo caracterizaba.

Bajo el capitalismo, el ocio es el “resto”, el tiempo que resta, tras el cumplimiento de la jornada laboral. Para los griegos y romanos era, al contrario, la condición misma de la ciudadanía. El ocio, como opuesto al trabajo esclavo, era la posibilidad de inscribir la propia libertad en dos espacios indisociablemente ligados: uno la ciudad (la polis o república), donde se discutían entre iguales los problemas comunes. El otro era la academia. El término que los griegos utilizaban para lo que los romanos llamaron luego “ocio” es skholé, de donde procede nuestra palabra “escuela”. Los “ociosos” eran, pues, los escolares, los filósofos, los amantes del saber. ¿No resulta un poco desconcertante y provocativo? A la luz de esta inesperada etimología, podemos pensar entonces en los negociantes o negociosos -en esos “hombres de negocios” en los que nos gustaría que se convirtiesen nuestros hijos y con los que nos gustaría que se casaran nuestras hijas- como lo que realmente son: personas que, al renunciar al ocio, han renunciado a las dos ejes de la condición humana emancipada: la política y el saber. Los “hombres de negocios”, como los esclavos antiguos, son los hombres que no participan de la vida política y que no van a la escuela; los “privados” o “idiotas”, según otra etimología griega; y ellos son, como responsables apolíticos y sin saber de la economía, los que deciden desde fuera los destinos de la ciudad y el contenido de nuestras vidas individuales; es decir, de nuestro “ocio”.

Cuando pensamos en el capitalismo siempre pensamos en la explotación del trabajo, pero lo que realmente lo define es su presión sobre el tiempo libre. La conocida filósofa Hanna Arendt, que analizó de un modo muy bello esta relación antigua entre escuela, política y ocio, denunciaba con amargura que los ciudadanos -pensaba concretamente en los estadounidenses de los años 50- que se habían visto relativamente liberados del trabajo asalariado a través de horarios más benévolos no empleaban su tiempo libre, como los antiguos, en la política y el saber sino en el consumo. Hannah Arendt, al contrario que Marx, veía en la producción y consumo ilimitado de mercancías una tentación inscrita en la “condición humana”, tentación que el progreso industrial y tecnológico había liberado de sus límites “naturales”. Ahora bien, las sociedades son precisamente complejos dispositivos colectivos concebidos para seleccionar, jerarquizar y estimular (o frenar) las tentaciones; es lo que llamamos “culturas” y las hay y las ha habido, casi todas malas pero no igualmente malas, de todos los tipos. La sociedad capitalista es una “sociedad de consumo”, no una timocracia o una teocracia, y lo es precisamente porque, al contrario que otros modelos anteriores, ha identificado el ocio con el consumo y ha convertido por eso mismo el ocio, aún más que el trabajo, en una de las llaves de su reproducción. El ocio, parafraseando una famosa frase, es la prolongación del trabajo con otro nombre; no dejamos de ser capitalistas cuando dejamos de trabajar, en nuestras horas libres, en el centro comercial, en internet o en Burger King. Ni siquiera en el cine, en el museo o en el sexo. Es lo que otro filósofo, Bernard Stiegler, ha llamado “proletarización del ocio” para referirse a ese proceso de colonización capitalista del tiempo libre en virtud del cual, del mismo modo que renunciamos como trabajadores al control sobre nuestros medios de producción, hemos renunciado como consumidores al control sobre nuestro medios recreativos. Nuestros placeres son tan poco nuestros como nuestros dolores. El ocio es, además, el verdadero negocio: sólo en España genera 28.000 millones de euros de beneficios al año.

Renunciando a aquello que los antiguos identificaban con el ocio -la política y el saber- es como si los humanos no dejásemos de trabajar nunca, como si siguiésemos en la fábrica o en la oficina tras concluir nuestra jornada laboral. Cuando podíamos pensar que la liberación relativa del trabajo en las sociedades occidentales nos iba a convertir por fin en ciudadanos, sin diferencias de género o de clase, nos hemos convertido todos en “consumidores”, al menos virtuales o potenciales, en un mercado -idealmente- sin diferencias de género o de clase que, sin embargo, pone el poder en manos de unos pocos “hombres de negocios” y destruye los recursos finitos del planeta. Para los antiguos “libertad” era libertad para el bien común y para la sabiduría; bajo el capitalismo, la libertad se reduce a la adquisición y destrucción acelerada de mercancías. En este sentido, como bien observa Luciano Canfora, la libertad neoliberal se ha separado, como su opuesto estricto, de la democracia, pero también de la “mayoría de edad” ilustrada. Lo único que “libera” la libertad del consumo es la niñez y la animalidad del hombre.

Tan importante es liberar el trabajo de la proletarización como liberar el ocio -porque es lo mismo- del consumo proletarizado. Leía con amargura estos días el libro El fin del homo sovieticus, de la flamante premio Nobel bielorusa Svetlana Aleksievich, estremecido por los testimonios de rusos antiestalinistas que creyeron en la perestroika como una posibilidad de recuperación del socialismo y se encontraron con Yeltsin, el bombardeo del parlamento y el establecimiento en diez días -los mismos que acabaron en 1917 con el zar- de un capitalismo salvaje. No se puede negar la responsabilidad de la URSS en la facilidad con que se impuso antropológicamente, frente al homo sovieticus, el consumidor mercantil. Pero en todo caso la Rusia de los años 90 debe hacernos pensar en lo que nos jugamos en todas partes. “El descubrimiento del consumo y el dinero fue como la deflagración de una bomba atómica”, dice un seguidor de Gorbachov decepcionado. Otro añade: “todos estábamos dispuestos a morir por la libertad, no por el capitalismo”. Y en el prólogo, la propia Svetlana lo resume así: “La libertad resultó ser la rehabilitación de los sueños pequeñoburgueses que solíamos despreciar en Rusia. La libertad de Su Majestad el Consumo. La consagración de las tinieblas, el afloramiento de deseos e instintos tenebrosos, de toda una vida secreta de la que apenas teníamos una vaga noción”. En una entrevista concedida tras la concesión del máximo galardón literario, la autora abundaba en esta idea: “Creíamos que lo más importante era abrir una puerta a la libertad y, cuando esa puerta se abrió, la gente corrió en la dirección opuesta (…) De cada una de estas personas bien vestidas ha emergido un monstruo terrible”.

Rusia, dice Svetlana Alexievich, no estaba preparada para ese cambio: “no tenemos las habilidades culturales para enfrentarnos a ello”. Es la humanidad la que no está preparada para la libertad salvaje, sin política y sin saber, del consumo; ningún país tiene las habilidades culturales para enfrentarse a ello. Parir y criar esas “habilidades” debe ser la tarea de todos los que creemos que otra libertad es posible y, aún más, necesaria si es que queremos decidir nuestros propios destinos y garantizar un mundo chapucero, pero habitable, a nuestros descendientes. El ocio, como política y como escuela, debe ser el verdadero trabajo de una humanidad encadenada a la naturaleza y liberada de los negocios.

Santiago Alba Rico es escritor, ensayista y filósofo español.

Fuente: La Calle del Medio

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