Por Adys Cupull y Froilán González.
En Argentina, como en todo pueblo culto, hay recuerdos que no se borran, huellas que no se pierden; ni que la más cruel represión pudo desaparecer la presencia del Che en su tierra natal.
Hay una triste historia en la década de los 70, que tampoco se olvida, fueron los años del Plan Cóndor, implacable, que quiso exterminar a una generación: mujeres y hombres de ideales progresistas, inteligentes, cultos y valientes que pedían justicia social.
Sufrieron secuestros, torturas, violaciones, muertes, robo de niños, entre ellos recién nacidos y luego desaparecían a sus padres. Nada se olvida y menos el ejemplo de heroísmo y dignidad de un pueblo vivo y en especial de las madres y abuelas de la Plaza de Mayo. Nadie podrá borrar su existencia. Tampoco la presencia del Comandante Ernesto Guevara de la Serna.
Los grandes hombres y mujeres son universales, pertenecen a toda la humanidad, sus hermanos son aquellos que luchan por los mismos ideales, así opinaba el Che y lo expresó en varias ocasiones.
El respondió a la carta de la española María del Rosario Guevara, a quien le dice que si era capaz de temblar de indignación cada vez que se cometiera una injusticia en el mundo, entonces era su compañera, que era más que familia. Pero antes de llegar a la estatura universal, cada héroe tuvo su origen en la fecundidad de un padre y una madre que, a su vez, le dieron abuelos, tíos, hermanos, primos: una pequeña familia que desde su niñez conoció y quiso. Por eso ellos pudieron hablar de él.
A esa familia, Ernesto le escribía desde cualquier lugar donde se encontrara y nunca dejó carta sin responder. Buscaba y hallaba formas disímiles para ello: a través de las embajadas, de amigos, o por el correo normal. Cuando parecía imposible y constituyó un peligro llamarse Ernesto Guevara, utilizó ingeniosos seudónimos.
Su amiga y compañera de estudios en la Universidad de Buenos Aires, Berta Gilda Infante, Tita, se refirió a cómo la distancia no significaba ausencia para él y explicó que en agosto de 1958, un joven periodista argentino, la citó a un café, era Jorge Ricardo Massetti, venía de encontrarlo en la Sierra Maestra y traía una carta para la madre y otra para ella, con el pedido especial de Ernesto de que le escribieran tanto como pudieran. En la misiva le anotó un seudónimo: Teté Calvache, y varias direcciones en La Habana.
Su afectividad, lejos de endurecerse en la lucha, se enriquecía, y pensaba con nostalgia en su tierra, sus padres, hermanos, familiares y amigos. Desde la década de los 80 en Argentina entrevistamos a sus familiares y con sus hermanos Celia y Juan Martín visitamos las ciudades de Rosario, donde nació, el 14 de junio de 1928, Alta Gracia, Córdoba, la hacienda Santa Ana de Ireneo Portela, Buenos Aires: lugares donde creció y fue feliz junto a sus hermanos Roberto, Celia, Ana María y Juan Martín. También visitamos otros sitios entre ellos Misiones, Salta, Jujuy, Mendoza, donde le rinden homenaje tributando acciones, o estudiando su pensamiento actual, vigente, en los nuevos y tremendos tiempos que vive la humanidad.
De nuestro libro "Recuerdos de familia" publicado por la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba en 1997 hemos seleccionado dos testimonios. El de su prima Edelmira Moore de la Serna y el de su tía Ercilia Guevara Lynch.
Testimonio de su prima: EDELMIRA MOORE DE LA SERNA
Ante la imposibilidad de viajar a la hacienda de Edelmira Moore de la Serna, distante unos cuatrocientos kilómetros de Buenos Aires, su hermano Guillermo la invitó a esa ciudad para encontrarnos. Era septiembre de 1994. Edelmira nos recibió con mucha amabilidad; sus botas, sombrero y ropa típica de las hacendadas, no ocultaban su elegancia y encanto.
Con palabra firme y decidida, nos hizo imaginar a una amazona moderna y culta, y además, domadora de sus caballos que ella misma llevaba a las ferias y exposiciones. Nos advirtió que no compartía las ideas de su primo Ernesto, aunque lo respetaba. Edelmira amaba la naturaleza, el campo, la lluvia y las tormentas. En esa intimidad nos acercó al Che.
Dijo; " Mis recuerdos son limitados y escasos, los hijos de mi tía Celia salían con sus primos los Córdova, todos ellos eran considerados como muy liberales. Por ejemplo, las chicas podían salir solas con sus novios y eso en aquella época no se estilaba. Mi tía era muy vivaz, muy divertida, con mucha vida, le gustaba el campo, preparar la carbonada. (Guisado compuesto de carne desmenuzada, choclos (maíz), zapallos (calabazas), patatas y arroz). Mi padre no quería, porque cuando Celia cocinaba se demoraba mucho la comida, pero eso a ella no le importaba, no tenía horarios. Las discusiones entre ambos nos divertían a todos.
"Así que a Ernestito lo recuerdo de chico, porque de chico lo dejé de ver. Yo fui una nena de familia, muy protegida, muy aparte de ellos. Mis primos llevaban una vida muy divertida, hacían lo que deseaban y mi madre me educó con un poco de temor, no me permitía reunirme con mis primas porque eran de ideas de avanzada, tanto los Guevara como los Córdova.
Yo he sentido mucho respeto por Ernesto, porque aunque no compartí ni comparto para nada sus ideas, me impresionó mucho cuando supe que había muerto y que le habían cortado las manos. Si él hubiera caído en el combate, hubiera sido una muerte coherente con sus ideas, que no son las mías.
Mis tíos y tías se opusieron al casamiento de mi tía Celia con don Ernesto, pero ella se fue a vivir con su tía Mercedes Lacroze Llosa, que era su tutora. Mi madre la amparó para que se casara, porque esa era la voluntad de mi tía y había que respetarla.
Se casó en el departamento de mi madre, en la calle Peña. Yo conservo la foto de bodas de mi tía Celia, tal vez nunca la hayan visto, se la voy a entregar. También conservo la primera foto que le tomaron a mi primo Ernesto, porque fue enviada a mi madre con una dedicatoria que dice:
"Para, que te adelantes a conocer el sobrino: te manda un abrazo él y yo. Tu Celia. Iremos el 11. Es lo único que conoce el sobrinito, el parque de Rosario y lo conoció hoy 5. Manyá que piernas papa he echado".
"También se la entrego. Además, tengo aquí unos documentos y árbol genealógico de la familia, que pueden ser de utilidad para ubicar fechas y personas. Guillermo me habló que quieren una copia de la carta que Ernestito nos envió desde Ecuador cuando falleció nuestra madre.
Guayaquil 28/10/53.
Querido Pato: (Forma familiar para dirigirse al esposo de su tía Edelmira)
Te escribo desde esta ciudad ecuatoriana sin reponerme de la dolorosa sorpresa que me dio el hermano de Trevino, con quien me encontré de casualidad en un barco argentino que había ido a visitar.
"La carencia absoluta de noticias de mi casa hizo posible el que ignorara lo ocurrido.
"Me imagino el golpe que para los muchachos y vos habrá sido la muerte de la pobre Edelmira y, aunque a la distancia, quiero acompañarlos en lo posible, hacerles saber que en este mal trance, están junto a Uds. los parientes que, como yo, estaban un poco alejados del trato diario con ella.
"Es muy difícil llevar unas palabras de aliento en circunstancias como ésta y más lo es para mí, que por razones emanadas de mi posición frente a la vida, no puedo siquiera insinuar el consuelo religioso que tanto ayudó a Edelmira en sus últimos años. Sólo puedo recordar frente a la muerte de la mujer y la madre, los años de cariño que brindó mientras vivió, entregándose completamente a la familia que era su gran tesoro y su fuente de alegrías en los últimos años. Pero es tonto que vaya yo a hacer su panegírico.
"Me acerqué a ustedes para mostrarles mi pena, ahora creo que lo mejor es no tocar más ese punto.
"Un gran abrazo para vos y tus hijos, con todo cariño de tu sobrino. Ernesto.
"Esta carta va por vía de mi casa porque desconozco tu dirección exacta."
Las fotos y documentos entregados por Edelmira fueron publicados en nuestro libro Canto Inconcluso y posteriormente entregados al Archivo Histórico del Consejo de Estado.
En la ciudad de Rosario con los compañeros de la Solidaridad con Cuba visitamos el Parque de la Independencia ; quienes según la información histórica era el más importante de la ciudad en el año 1928 y donde fue tomada la primera foto.
En el año 2016 nos llevaron al parque para darnos la sorpresa de que los historiadores, arquitectos, museólogos y especialistas afines de la ciudad de Rosario, quienes ubicaron el lugar exacto desde donde se tomó la foto. Ellos colocaron una gigantografía de la foto que entregó Edelmira y construyeron un banco semejante al que existía en 1928.
En aquel lugar, los compañeros Juan Carlos Aguinaga, Edgardo Luciani, Oscar Salvo, Lidi Bertinat, Nelson Suárez y Nolberto Galliotti tomaron el acuerdo de realizar una réplica para donarla a la ciudad de Santa Clara en el 90 cumpleaños del Che.
Testimonio de su tía: Ercilia Guevara Lynch. .
En diciembre de 1984 entrevistamos en Buenos Aires a su tía Ercilia, vivía con una de sus hijas. Fue muy amable y se acentuaban en ella los rasgos de cultura y educación que distinguieron a las hijas de Ana Lynch y de Roberto Guevara, abuelos paternos del Che. Rememoró muchos detalles de la vida familiar:
·"Ernestito, él era sumamente cariñoso, tenía dos cariños en mi familia: mi madre y la tía Beatriz, mi hermana, que lo había mimado muchísimo, sobre todo cuando él tenía sus ataques de asma.
"Él nació en una clínica de la ciudad de Rosario y después la familia fue para la casa situada en la calle Entre Ríos y en esa casa él estuvo tan enfermo que casi se muere, tuvo una bronconeumonía recién nacido. Yo fui con mi madre a Rosario para cuidarlo, dormíamos en una habitación al lado del cuarto de ellos. Una noche yo vi que salía humo y humo, y dije: "¿Qué es esto? ¿Algo se está incendiando?".
" Me levanté y encontré con que había una de esas estufas de queroseno que se estaba incendiando en el cuarto de baño. Alcancé a agarrarla y tirarla a la bañadera y apagarla, porque si no se hubiera incendiado toda la casa, entonces sin pensarlo abrí las ventanas, era junio, pleno invierno en Argentina; después me dije: "Este chico, si abrimos las ventanas, se va a morir, pero también se va a morir ahogado en humo si no las abrimos".
"El cuarto se ventiló, todo pasó, y al día siguiente llegó el médico y al chico, que estaba del otro lado, lo encontró mejor, así que en lugar de hacerle mal, le hizo bien.
"Nos quedamos en Rosario hasta que se repuso completamente y yo me volví a Buenos Aires con mi madre, y ellos siguieron viviendo allí un tiempo hasta que vinieron a Buenos Aires, donde residieron. En Rosario vivieron en un departamento. La clínica donde nació, no sé cómo se llamaba. El departamento era muy bueno, pero la clínica no recuerdo. ¡Hace ya tantos años!
"Cuando Celia estaba por tener a su hijo, ella y mi hermano Ernesto navegaron por el río Paraná, hicieron el viaje puerto por puerto con el fin de llegar a Buenos Aires, pero cuando llegaron a la ciudad de Rosario le comenzaron los dolores, entonces se bajaron en esa ciudad y tuvieron al niño.
"Él intereses económicos en la provincia de Misiones, plantaciones de yerba mate, y había construido una casa de madera en el puerto Caraguatay del río Paraná, porque él quería abrirse paso en el comercio e industrialización de la yerba mate. Después, ellos volvieron a Buenos Aires y residieron en la casa de mi madre, Ana Isabel Lynch Ortiz. Ellos se mudaron a un departamento situado en Santa Fe y Guise, Buenos Aires.
"En San Isidro fue donde tuvo su primer ataque asmático; iba a cumplir los dos años. Después del nacimiento de Celita no regresaron a Caraguatay. Ellos visitaban con frecuencia la casa de mi madre, en Santa Ana de Ireneo Portela, existe todavía; está abandonada, destruida, pero existe, es una casa espléndida, con una gran arboleda, muy linda. Todos íbamos a pasar las vacaciones allí.
"Él mantenía una comunicación fantástica con los mayores. Recuerdo sus conversaciones con mi madre y con mi hermana Beatriz, que eran mujeres cultas y Ernestito desde chico fue culto, porque desde pequeñito le dio por leer. Quería mucho a mi madre, había mucha afinidad entre ambos, ella le narraba su vida y la de sus padres cuando vivían en California y Ernestito se maravillaba.
" Mi madre murió en 1947 de un derrame cerebral y, en aquel entonces, él la cuidó en la cama. Desde ese momento le daba de comer con el gotero, gotica a gotica, porque mi madre no podía tragar; la cuidó durante diecisiete días y dijo que iba a seguir Medicina, justamente para ayudar a la gente enferma. Y así fue, toda la carrera que hizo fue para eso; su trabajo en el leprosorio es una muestra de su humanismo.
"Cuando Ernestito tendría unos cuatro años, mi hermano se mudó para un departamento en la calle Bustamante, el cual tenía una azotea donde subían a jugar. Sus padres le compraron una pequeña bicicleta porque ya sabía montar en ella.
"Ernestito no mejoraba su salud, sufría continuamente las crisis de asma y fue necesario salir en busca del clima propicio para que el niño sanara o mejorara su estado y fueron para un pueblo pequeño, situado en las estribaciones de la sierra cordobesa, Alta Gracia, donde yo creo que vivió los días más felices de su infancia. Allí pasó una temporada muy buena y eso estimuló en todos la esperanza de que el clima de la montaña podría salvarlo del asma.
" Ellos tenían una casa en Alta Gracia que era muy linda, sobre todo cuando yo he ido, recuerdo que Ernestito jugaba golf, primero aprendió a jugarlo en la calle y lo hacía maravillosamente.
"El era un chico que era amigo de todos los chicos, no tenía distinciones sociales, era amigo de todos los chicos del barrio, de los chicos pobres.
"Recuerdo que una de las cosas que a mí me llamó la atención cuando estuve con ellos, era que él no quería comer cabritos, ni pollos, porque decía que no quería nada que tuviera que matar para comerlo. Entonces yo le dije: "¿Y cómo tú comes bifes?", y dijo: "Ah.... pero es distinto, eso es de un animal grande". Él no quería que mataran a los animales chiquitos.
"En las cartas Ernestito firmaba Tete, porque cuando era chiquito a mi hermana Beatriz se le ocurrió llamarlo así y después todos le decíamos Tete. Él nos decía a mi hija y a mí, las Ercilias porque las dos nos llamamos igual.
"Los remedios para el asma en aquella época eran terribles. Un médico recomendó que durmiera con bolsas de arena todas las noches, y él disciplinadamente lo hacía.
" Mi madre y Beatriz los visitaron en Alta Gracia, ellos salieron de paseo y le prometió a su abuelita que cuando fuera grande la iba a mantener y que su primer salario sería para ella.
"Ernestito trabajó junto con su hermano Roberto en los viñedos, ganó su primer salario y decidió enviárselo a mi madre como le había prometido. Yo conservo una foto suya, es hermosa, saliendo de la Universidad, se la voy a mostrar. Él era un joven apuesto, muy bello y de una gran simpatía.
"A Bolivia nunca quise ir, incluso fui invitada, pero me parecía un espanto, algo que personalmente no podría resistir. El hecho mismo de que allí le cortaran las manos... tenía unos dedos finitos y unas manos preciosas. Cuando lo mataron nos enteramos por la radio, vivíamos en una casa de la calle Uriburu y Arenales, estábamos todos juntos cuando escuchamos la noticia nos encontrábamos en el comedor, nunca me voy a olvidar. Beatriz, mi hermana, estaba muy enferma, tanto que no le dimos la noticia, le ocultamos todo como diez días; ella estaba con bronconeumonía, hasta que se repuso y mejoró, entonces se lo dijimos, había que ver su dolor profundo; fue terrible para todos, pero especialmente para ella.
"Cuando estuve en La Habana, fue de una alegría espantosa, alegría por estar en esa hermosa tierra, saber de Fidel, él había visitado mi casa cuando estuvo en Argentina. Yo vivía en la avenida del Libertador y Rodríguez Peña, tenía un departamento grande y fue en mi casa donde la familia le dio el cóctel a Fidel.
"En La Habana lo que más me impresionó fue la foto de Ernesto en la Plaza de la Revolución, sentí ganas de llorar cuando lo vi, porque era para mí el sobrino predilecto.