lunes, 11 de septiembre de 2017

Leonardo Boff: Fear: the enemy of the joy of living (Sigue en castellano) El miedo, enemigo de la alegría de vivir museo Che Guevara de Buenos Aires

Leonardo Boff: Fear: the enemy of the joy of living (Sigue en castellano)

 

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Fear: the enemy of the joy of living

Leonardo Boff

   Theologian-Philosopher

       Earthcharter Commission

 

Around the world, as in Brazil, people today are tormented by a fear of assaults, some times deadly, and by stray bullets and terrorist attacks. The recent terrorist acts in Barcelona and London caused widespread fear, regardless of how many demonstrations of solidarity and calls for peace there were.

 

Getting to the bottom of matters, we must recognize that this generalized state of fear is ultimately a consequence of the type of society that has placed accumulation of material goods above people, and has established competition, rather than cooperation, as its most important value. Moreover, it has chosen violence as a means of solving personal and social problems.  

 

Competition must be distinguished from emulationEmulation is good, because it brings to the surface the best within us, and shows it with simplicity.  Competition is problematic, because it means the victory of the strongest of the contenders, defeating all the others, which generates tension, conflict and wars. 

 

There is no peace in a society where this logic has become hegemonic, only armistice.  There is always the fear of losing, losing market share, competitive advantage, earnings, one's place of work and of losing life itself. 

 

The will to accumulate also produces anxiety and fear. Its dominant logic is this: those who do not have want to have; those who have, want more; and those who have more say: there is never enough. The will to accumulate feeds the structure of a desire that, as we know, is insatiable. Therefore, it seeks to guarantee the level of accumulation and consumption. That results in anxiety and a fear of not having, of losing the level of consumption, of descending in social status and, finally, of becoming poor. 

 

The use of violence to solve problems between countries, as shown in the United States' war against Iraq, is based on the illusion that by defeating or humiliating the other we can create peaceful coexistence. Something that is evil to the core, like violence, cannot be the source of a lasting good. A peaceful end demands peaceful means. Human beings can lose, but they will never tolerate wounds to their dignity. Wounds that cannot heal remain open, and there is always rancor and a spirit of revenge, a humus that nourishes terrorism, victimizing many innocent lives, as we have seen in so many countries.  

 

Our society of a white, machista and authoritarian Western nature has chosen the path of repressive and aggressive violence. For that reason, Western societies are always involved in wars, ever more destructive, as the current war in Syria, with increasingly sophisticated guerrillas, and more frequent attacks.  Behind these facts lurks an ocean of hatred, bitterness and the desire for revenge. Fear floats like a mantle of darkness over the collectives and individual people. 

 

Caring by one for the other invalidates fear and its sequels. Caring constitutes a fundamental value for understanding life and the relationships between all beings. Without caring, life is neither born nor reproduced. Caring is the primary guide of behavior, so that its effects are good and strengthen coexistence.

 

To care for people is to get involved with them, to be interested in their well being, and to feel responsible for their destiny. Because of that, we care for all we love and we love all we care for. 

 

A society that is guided by caring, caring for the Common Home, the Earth, caring for the ecosystems that guarantee the conditions of the biosphere and of our life, caring for the food security of everyone, caring for social relationships, so that they may be participatory, equitable, just and peaceful, caring for the spiritual environment of the culture, thereby allowing people to enjoy a positive sense of life, to accept limitations, aging and death itself as part of mortal life, such a society of caring will enjoy the peace and harmony needed for human coexistence. 

 

It is in moments of great fear that the words of the 23rd Psalm gain special meaning: "The Lord is my shepherd, I shall not want". The good shepherd assured: "though I walk through the valley of the shadow of death, I will fear no evil; for thou art with me". 

 

Who lives this faith feels accompanied by and in the palm of the hand of God. Human life gains lightness and maintains, even in the middle of risks and threats, a serene joyfulness and happiness of living.  It does not much matter what will befall us, because it will happen in His love.  He knows the path, and He knows it well.          

                                                                                                                       Leonardo Boff
                                                                                                                               09-05-2017

 

 

Free translation from the Spanish sent by

Done at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.

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El miedo: enemigo de la alegría de vivir

2017-09-05

 

Hoy en el mundo, y en Brasil, las personas están angustiadas por el miedo a asaltos, a veces con muertes, balas perdidas y atentados terroristas. Los realizados recientemente en Barcelona y Londres, provocaron un miedo generalizado, por más que haya habido demostraciones de solidaridad y manifestaciones pidiendo paz.

 

Yendo más al fondo de la cuestión, hay que reconocer que esta situación generalizada de miedo es la consecuencia última de un tipo de sociedad que ha puesto la acumulación de bienes materiales por encima de las personas y ha establecido como valor principal la competición y no la cooperación. Además ha elegido el uso de la violencia como forma de resolver los problemas personales y sociales. 

 

La competición debe distinguirse de la emulación. La emulación es buena, pues trae a la superficie lo que tenemos de mejor dentro de nosotros y lo mostramos con sencillez. La competición es problemática, pues significa la victoria del más fuerte de los contendientes, derrotando a todos los demás, lo cual genera tensiones, conflictos y guerras. 

 

En una sociedad donde esta lógica se hace hegemónica, no hay paz, sólo armisticio. Siempre existe el miedo a perder, perder mercados, ventajas competitivas, ganancias, el puesto de trabajo y la propia vida. 

 

La voluntad de acumulación también produce ansiedad y miedo. Su lógica dominante es ésta: quien no tiene, quiere tener; quien tiene, quiere tener más; y quien tiene más dice: nunca es suficiente. La voluntad de acumulación alimenta la estructura del deseo que, como sabemos, es insaciable. Por eso, necesita garantizar el nivel de acumulación y de consumo. De ahí resulta la ansiedad y el miedo a no tener, a perder capacidad de consumir, a descender en status social y, por fin, a empobrecerse. 

 

El uso de la violencia como forma de solucionar los problemas entre países, como se mostró en la guerra de Estados Unidos contra Irak, se basa en la ilusión de que derrotando al otro o humillándolo conseguiremos fundar una convivencia pacífica. Un mal de raíz, como la violencia, no puede ser fuente de un bien duradero. Un fin pacífico demanda igualmente medios pacíficos. El ser humano puede perder, pero jamás tolera ser herido en su dignidad. Se abren heridas que difícilmente se cierran y sobra rencor y espíritu de venganza, humus alimentador del terrorismo, que victima tantas vidas inocentes como lo hemos visto en muchos países. 

 

Nuestra sociedad de cuño occidental, blanca, machista y autoritaria ha elegido el camino de la violencia represiva y agresiva. Por eso anda siempre metida en guerras, cada vez más devastadoras, como en la actual de Siria, con guerrillas cada vez más sofisticadas, y con atentados cada vez más frecuentes. Detrás de tales hechos existe un océano de odio, amargura y deseo de venganza. El miedo flota como un manto de tiniebla sobre las colectividades y sobre las personas individuales. 

 

Lo que invalida el miedo y sus secuelas es el cuidado de unos a otros. El cuidado constituye un valor fundamental para entender la vida y las relaciones entre todos los seres. Sin cuidado la vida no nace ni se reproduce. El cuidado es el orientador previo de los comportamientos para que sus efectos sean buenos y fortalezcan la convivencia.

 

Cuidar a una persona es involucrarse con ella, interesarse por su bienestar, sentirse corresponsable de su destino. Por eso, todo lo que amamos también lo cuidamos y todo lo que cuidamos también lo amamos. 

 

Una sociedad que se rige por el cuidado, cuidado de la Casa Común, la Tierra, cuidado de los ecosistemas que garantizan las condiciones de la biosfera y de nuestra vida, cuidado de la seguridad alimentaria de cada persona, cuidado de las relaciones sociales para que sean participativas, equitativas, justas y pacíficas, cuidado del ambiente espiritual de la cultura que permite a las personas vivir un sentido positivo de la vida, acoger sus limitaciones, el envejecimiento y la propia muerte como parte de la vida mortal, esta sociedad de cuidado gozará de paz y concordia necesarias para la convivencia humana. 

 

En momentos de gran miedo, ganan especial sentido las palabras del salmo 23, aquel de "el Señor es mi pastor, nada me puede faltar". El buen pastor asegura: "aunque pases por el valle de sombra de la muerte, no temas porque yo estoy contigo". 

 

Quien logra vivir esta fe se siente acompañado y en la palma de la mano de Dios. La vida humana gana ligereza y conserva, incluso en medio de riesgos y amenazas, una serena jovialidad y alegría de vivir. Poco importa lo que nos suceda, sucede en su amor. Él sabe el camino y lo sabe bien.          

 

                                                                                                                           Leonardo Boff

 

 

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