Crónica II Por Mayad, corresponsal
en Cayo Hueso
Galería 14 de Junio.
Las madres de Ayotzinapa
en el poema de Rosario Lizama
Por Mayad
Rosario Lizama
Escritora de poemas y cuentos, reside en
Mérida, la tierna ciudad de
Yucatán, donde el maestro y patriota cubano Rodolfo Menéndez de la Peña fundó escuelas. Ella con
su libro, "Cántaros de Lluvia, abrió
el Recital, más original de la
tarde, en que, La Habana estaba más alegre,
plena de poetas.
Rosario Lizama en la
Galería 14 de Junio, dedicada a Maceo y Che. Ella
ha unido a un
grupo de escritoras de su país, en el
proyecto "U Yaal Ma Uf", (Hijos de la Madre Luna). Imparte talleres
de poesía, para alumnos de la Normal Superior de Español. Le fue otorgado el Premio PACMYC, POR EL
PROYECTO TITULADO
"Andares Selénicos." Hemos escogido de su libro, el
siguiente poema,
con el cual dio inicio al encuentro
desarrollado en Cayo Hueso.
Prestarle atención:
Debería estar cantando.
Poema dedicado a las 43 madres de Ayotzinapa.
Mientras te tejo una frazada, /el invierno se acerca/y tu
manta de tan vieja no aguanta más el frío; debería cocinar tu guiso
preferido,/ah, el guiso que tantas veces devoraste/con la sonrisa de oreja a
oreja./Llegabas a las tres con el sol reventándote en la cara,/la camisa
manchada de sudor/y tus zapatos con muchos kilómetros de polvo./ Apenas
refrescarte comías / un poco de frijoles, chile y tortillas,/platicábamos de
todo,/ no teníamos secretos ;/ luego, nos íbamos a atender a las gallinas/ y a
trabajar la tierra hasta ocultarse el sol; después de hincar el diente a las
tostadas/nos íbamos por fin a descansar./Entre sueños te escuchaba dando
vueltas en tu cama/ tal vez pensando si
alcanzarían los centavos para algún
cuaderno,/preocupado por la cosecha,/ o soñando en mejor futuro.../Te fuiste
muy temprano,/te di un vaso de leche, algunas galletas,/un beso en la frente y
mi bendición.../ya no vi otra vez el sol reventando en tu cara, nunca más
volviste./Te he buscado desde entonces/hasta fragmentarme,/ te he llorado hasta
casi morirme./Esta mañana me he despertado con las ganas/de no pensar en cosas
tristes./Agarrar la gallina más grande,/cocinar el mejor puchero, preparar las
tortillas;/hacer de cuenta que nada ha cambiado,/repetirle a mi cabeza que la vida
es hermosa,/ que hay que seguir adelante;/poner la mesa, y esperarte para
platicar./Pero hoy,/otra vez es una de esas mañanas/ en las que apenas bajé los
pies de la cama/ me puse a llorar./Recordé
tu cara de sol, tus ojos de pájaro/pintados de esperanza,/ tus manos de
cobre trabajando la tierra,/tu risa de maíz extendiéndose sobre la montaña/ tu
voz de relámpago augurando un mejor mañana.../De nada servirá tejerte una
frazada/ni hacerte el mejor puchero;/ya no regresarás,/ni tú, ni tus pobres
zapatos/llenos de kilómetros de polvo,/porque dejaron vacío tu pupitre/ y el de
tus cuarenta y dos hermanos./ Soy de las cuarenta y tres madres/ que no tenemos
dónde rezar,/lloramos en cualquier lugar/ bajo la luna de piedra blanca/bajo el
manto de la maldad que nos cubre/como una frazada oscura y trágica./Descansa
hijo mío,/algún día he de encontrarte.../ duerme, rezaré por ti,/ guardaré en
mi corazón todos los colores/que brillaron en tus ojos.
Debería estarte esperando alegre.../ tejiéndote una
frazada/en cambio, lloro por ti/ tejiendo mi mortaja/y aguardando con ansia que
llegue/la hora de volver a vernos.