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Bolívar
y Rodríguez
en la Constitución
de las nuevas Repúblicas
DR Pedro
Rodríguez Rojas - prodriguezrojas@hotmail.com
7. La Originalidad de
América
9.
Bibliografía Básica
14.
Sus Últimos Años
Hemos
querido abordar en este trabajo el pensamiento de nuestro Libertador Simón
Bolívar y su destacado Maestro Simón Rodríguez, referente a los principios
fundamentales bases para el surgimiento de las nuevas Repúblicas Americanas.
Esta revisión está guiada principalmente por el rescate de aquellas ideas, que
hoy en el debate de una nueva Constitución Nacional y el surgimiento de una
nueva república, tengan aun vigencia.
Venezuela y toda la América Latina ,
después de más de tres siglos de colonización, requería un proyecto para el
surgimiento de una nueva realidad económica, política y social. Sin embargo,
después de la independencia a pesar de la alta significación de la ruptura colonial
con respecto a España, a pesar de algunos cambios ocurridos en el plano
jurídico, la realidad económica, política y social pocas transformaciones
estructurales presenciaron: 1) La Propiedad Territorial :
La economía sigue siendo predominantemente agrícola y pecuaria, pero antiguos y
nuevos dueños seguían monopolizando la tierra. 2) La Mano de Obra:
Aun muchos años después de la independencia siguió existiendo esclavitud en
América Latina (En Venezuela fueron liberados en 1854; 33 años después de la Batalla de Carabobo), pero
aun siendo liberados permanecieron diversos mecanismos de esclavitud
disfrazada, puesto que los esclavos, ahora hombres libres pero sin tierra,
tuvieron que ir a trabajar la tierra pero ahora sin la obligación de los dueños
de garantizarle vivienda, salud, educación, a él y a su familia. Como sí lo era
en la esclavitud, donde el esclavo a igual que un animal debía ser protegido
por el dueño.
Sumado a esto, tenemos los endeudamientos hereditarios
de los trabajadores (asalariados) con el hacendado que imposibilitaban la
ruptura del trabajador con su trabajo y lo ataban a él y a sus descendientes a
una esclavitud disfrazada. 3) En lo Político: A pesar de reconocerse en
las mayorías de constituciones “la igualdad ante los ojos de Dios”, lo cierto
es que el poder político siguió concentrado en una elite, fundamentalmente la
de los antiguos blancos criollos, que para elegir y ser elegidos había que
contar con propiedades, títulos, saber leer y escribir que sólo eran propiedad
de muy pocos. 4) Social y Cultural: Como es lógico este marginamiento de
las mayorías de la propiedad territorial
y el poder político, manifestaban la polarización social entre quienes no
tenían nada y quienes lo tenían todo. Los pobres, los campesinos contaban con muy
pocos derechos civiles y un casi nulo derecho a la educación. 5) En el plano
de nuestras relaciones internacionales: si bien rompimos con España
entramos a una era de dependencia económica con las nuevas potencias mundiales,
en el siglo XIX con respecto a Inglaterra y en el siglo XX con los EEUU.
Con lo anteriormente señalado, no pretendemos
disminuir la importancia histórica de la gesta emancipatoria, pero es necesario
reconocer que en América esta fue fundamentalmente beneficiosa para una elite: la oligarquía
criolla, mucho de los cuales perseguían aumentar sus poderes y para nada le
convenían cambios estructurales en la sociedad americana. A ello se debió la
resistencia de parte de nuestros humildes pobladores en participar en esta
lucha que pocos beneficios le ofrecía y esto fue causa a su vez de los fracasos
iniciales de la independencia; igualmente la traición, la no solución a
problemas vitales para estas mayorías, como era la libertad, la igualdad y el
derecho a propiedad, produjeron durante buena parte del siglo XIX, revueltas,
motines y revoluciones, que nuevamente dieron pie a nuevas traiciones. La Guerra Federal
(1859 – 1864) es una manifestación de estas desigualdades sociales.
Sí hacemos un rápido vuelo por nuestra historia,
observaremos, como a pesar, de los largos años transcurridos en gobiernos
dictatoriales, democracias representativas, discursos y reformas que
prometieron cambios en esta realidad se quedaron en la nada. Hoy la mayoría de
la tierra sigue estando en muy pocas manos; hoy a pesar de los avances en los
aspectos sociales y políticos, sólo una minoría usufructa el poder, el 80% de
la población se encuentra en estado de pobreza. No es casual que desde la época
colonial hasta nuestros días sólo un
selecto grupo representado por un 20% goza de un bienestar social mientras la
mayoría vive en la indigencia.
Pero así como muchos hombres de los que lucharon con
armas y los que lucharon con las ideas contra la colonización, lo hicieron sólo
pensando en sus intereses propios y traicionando a quienes les apoyaban,
igualmente hubo hombres que a conciencia luchaban por la formación de
Repúblicas Americanas estructuralmente diferentes. En este trabajo sólo nos
referiremos a Don Simón Rodríguez y a su
más importante alumno Simón Bolívar, pero en esta lucha, ayer y hoy no
estuvieron solos y hoy tampoco lo están.
¿Un Oligarca diferente?
Sobre
los ideales de Bolívar se han hecho toda una fantasía, de quienes se lo
imaginan desde niño alzando una espada y soñando con la libertad y la igualdad
social. Esto contradice cualquier explicación lógica, no sólo por el hecho de
pedirle a un niño que siendo parte de un legado familiar de esclavistas y
grandes propietarios de la tierra tenga ideas igualitarias, sino que como bien
se demuestra en los primeros escritos de Bolívar y más aún en los primeros años
de la contienda (1810 – 1814), el proyecto bélico estaba para él aun centrado
en la liberación de España y la lucha era fundamentalmente un problema entre
blancos.
La
derrota de la primera y segunda república (1812 y 1814 respectivamente) y la
movilización social producida por el ejército realista encabezado por Boves – que por primera vez despertaba el
interés por la guerra a la mayoría de la población, al ofrecer tierra y
libertad con respecto al esclavista y propietario de la tierra, es decir, el
blanco criollo- dieron pie a la preocupación por lo social por parte del
libertador. Así se manifiesta en los decretos de 1816 y 1817, en los que ofrece
tierra y libertad a los que acompañaron al ejército patriota. Pero más aun en
las propuestas de igualdad y justicia social, educación que propusiera ante el
Congreso de Angostura de 1819.
Sin
pretender “tirar por los cabellos” las ideas del Libertador, pues es necesario
reconocer la existencia de contextos históricos distintos, deseamos presentar a
continuación algunos principios que pudieran ser debatidos a la luz de dos
escenarios comunes: la constitución de las primeras repúblicas americanas y la
actual necesaria constitución de una nueva República Venezolana y el Proyecto
Integracionista Latinoamericano.
Es
sin duda en el discurso ante el Congreso de Angostura en 1819 donde Bolívar
mejor expuso las bases que a su parecer debían sustentar la Nueva República ,
así lo señala a los constituyentistas de entonces “...Siendo nuestras funciones
la creación de un cuerpo político y aún se podría decir la creación de una
sociedad entera...”(p.68).
Al
hacer su propuesta de Gobierno insiste en la necesidad de ser original, de
reconocer nuestras diferencias y que por lo tanto no debíamos imitar: “pero sea
lo que fuera, de este gobierno con respecto a la Nación Americana ,
debo decir, que ni remotamente ha entrado en mí idea, asimilar la situación y
naturaleza de dos Estados tan distintos como el Inglés Americano y el Americano
Español”. (p.73), ya que según su propia apreciación: “Nuestro pueblo no es el
europeo, ni el americano del norte, que más bien es un conjunto de África y de
América...” (p.76). “No olvidemos jamás que la existencia de un gobierno no
consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a
la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye”(p.81).
Reconoce Bolívar los sueños de libertad, igualdad,
soberanía nacional, democracia, proscripción de las monarquías, las
distinciones, la nobleza, los fueros, los privilegios, la lucha por los
derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir, pero
que estos sueños chocaban con la ignorancia generalizada tanto de los
gobernantes que igualmente desconocían “el curso de los negocios públicos” y
que el pueblo estaba atado, “...al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía
y del vicio...”(p.69), la inexistencia
de un verdadero ciudadano culto y responsable debía ser altamente
considerada por los constituyentistas: “No seamos presuntuosos, legisladores;
seamos modestos en nuestras pretensiones. No es probable conseguir lo que no ha
logrado el genero humano: lo que no han alcanzado las más grandes y sabias
naciones: la libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos a
donde han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas”(p.88) “para
formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que
tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales, moderar
la voluntad general y limitar la autoridad pública...”(p.90) “dignaos conceder
a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente
moral...”(p.98).
Entre el Deseo y la
Realidad.
Desde
1812, en el manifiesto de Cartagena, Bolívar se había pronunciado en contra de
las “Repúblicas, ilusorias o aéreas”. Para Bolívar las democracias y el régimen
federalista eran abundantes en bondades pero débiles para las nuevas naciones
americanas:
“Que la historia nos sirva de guía en esta carrera,
Atenas la primera nos da el ejemplo más brillante de una democracia absoluta y
al instante, la misma Atenas, nos ofrece el ejemplo más melancólico de la
extrema debilidad de esta especie de Gobierno (...) cuán difícil es dirigir por
simple leyes a los hombres” (p.79).
Bolívar define lo que para él es la mejor forma de
gobierno “el sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma
de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política”(p.78) y sobre el federalismo indicó: “cuánto más admiro
la excelencia de la
Constitución Federal de Venezuela (1811), tanto más me
persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado”(p.73). Pero el
Libertador es enfático en la necesidad de las elecciones como mecanismo de
participación y cambio político, tanto así que en la propuesta de Constitución
para Bolivia en 1826, propuso un poder adicional al legislativo, judicial y
ejecutivo: el poder electoral: “las repetidas elecciones son esenciales en los
sistemas populares, por que nada es tan peligroso como dejar permanecer largo
tiempo en un mismo ciudadano el poder.
El pueblo se acostumbra a obedecer y él se acostumbra
a mandarlos...” (p.67). Sin embargo, en el propio Discurso de Angostura y
conciente que la democracia absoluta era peligrosa en las naciones incultas,
recomienda la
Senaduría Hereditaria constituida por hombres obligados a
formarse académicamente en la administración pública, puesto que para el “Todo
no se debe dejar al acato y a la aventura de las elecciones: “el pueblo se
engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por el arte...”.
Educación, Moral e Igualdad.
Para
el Libertador, a igual que su sabio Maestro Rodríguez, la formación de
ciudadanos debía ser tarea fundamental de las nuevas Repúblicas, para ello era
necesario una educación popular y la implantación de un poder moral,
lamentablemente sobre este último poco desarrollo hizo en sus planteamientos.:
“La educación popular debe ser el candidato
primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos
de una república, Moral y Luces son nuestras primeras necesidades” (p.91).
Pero para Bolívar no era suficiente la garantía de la
educación, para lograr ciudadanos era necesario tener hombres libres y por ello
ruega a los constituyentistas abolir definitivamente la esclavitud y compensar
con tierras a los que lucharon por la libertad: “yo abandono a vuestra soberana
decisión la reforma a la renovación de todos mis estatutos y decretos, pero yo
imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como
imploraría mi vida, y la vida de la República ” (p.95). Sobre el reparto de tierras
señala: “Que el Congreso ordene la distribución de los bienes nacionales,
conforme a la ley que a nombre de la República fue decretado a beneficio de los
militares venezolanos” (p.96).
Como bien sabemos la mayoría de estas propuestas no se
cumplieron, la esclavitud fue abolida en 1854, la educación gratuita fue
decretada en 1877, la propiedad territorial fue repartida entre los generales
patriotas, la participación política fue negada a las mayorías. Bolívar desde
1821 se avoca a su proyecto integracionista (para garantizar la permanencia de
las republicas) luego es mil veces traicionado, haciéndose imposible la
concreción de sus sueños.
A
igual que Bolívar, Simón Rodríguez estuvo consciente que la Revolución Política
de la independencia era insuficiente para levantar las nuevas Repúblicas, para
ello insistió en la necesaria revolución económica que le diera las bases
materiales y la revolución educativa que sirviera de base cultural y moral. Así
lo expresa en su defensa a Bolívar en 1830, “La América Española
pedía dos revoluciones a un tiempo, la política y la económica”(p.16).
Rodríguez a igual que su discípulo, creía que América era el escenario ideal
para el régimen republicano pero había que asegurar previamente la educación
popular:
“yo deje a Europa – le dijo al General Francisco de
Paula Otero, desde Lima, 1832- por venir a encontrarme con Bolívar, no para que
me protegiese, sino para que hiciera valer mis ideas a favor de la causa. Estas
ideas, eran (y serán siempre) emprender una educación popular; para dar ser a la República imaginaria que
rueda en los libros y en los Congresos” (p.16-17).
Para Rodríguez no debía confundirse Educación Popular
con beneficencia, con lo que algunos gobernantes pretendían estar a bien con
Dios, “... Por popular entiéndase General, la educación de todos los dueños del
país”, como llamaría el Maestro al pueblo.
La
Originalidad de América
Pero
como sí los ideales ya señalados de ambos hombres no fueran suficientes para su
trascendencia histórica y su plena vigencia en la actualidad, debemos insistir
en los planteamientos de ambos de que América era distinta y que por lo tanto
su proyecto debía ser original. En este asunto fue persistente el pensamiento
del sabio y maestro: “La
América no debe imitar servilmente sino ser original”.
Crítico fuertemente a los legisladores que envilecidos pretenden trasladar
automáticamente modelos societales extraños a nuestras culturas: “Nada quieren
las nuevas Repúblicas, admitir que no traiga el pase de Oriente o del Norte –
imiten la originalidad ya que tratan de imitar todo...”(p.90).
Tanto
Bolívar como Rodríguez, tenían conciencia que las Nuevas Repúblicas estaban
amenazadas por su debilidad (territorial y económica) a ser presa fácil de
agresiones no solo de la vieja España sino de las nuevas potencias: Inglaterra
y los EEUU. Desde 1815 Bolívar en el Manifiesto
de Cartagena clama por la unidad de la América Meridional
o América la Nuestra ,
como la llamó, y desde 1819- con la
Campaña hacia el Sur del Continente, la constitución de
Colombia, los preparativos del Congreso de Panamá de 1826-este fue el centro de
su proyecto.
“Yo deseo más que otro alguno, ver formar en América
la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su
libertad y gloria”(p.54).
“Es
una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo, una sola nación con
un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un
origen, una lengua, una costumbre y una religión, debería, por consiguiente,
tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados (...) ¡Qué bello
sería que el istmo de Panamá, fuese para nosotros lo que el de Corinto para los
griegos!”.(p.61).
Pero así como ayer, el imperialismo, el falso
panamericanismo (unidad continental) han desvirtuado la integración latinoamericana, así como los propios
intereses de las oligarquías criollas afines a estos intereses transnacionales,
hoy la amenaza es mayor, ante un proceso – globalizador – neoliberal que es una
fase perfeccionada del imperialismo de ayer.
Bibliografía
Básica
Bolívar, Simón (1973). Siete Documentos Esenciales.
Ediciones de la
Presidencia de la República. Caracas.
Rodríguez, Simón (1988) “Inventamos o Erramos”. Monte Avila Editores,
Caracas.
ENLAS NUEVAS REPÚBLICAS AMERICANAS.
Pedro Rodríguez Rojas
I.- Introducción.
Todavía hay quienes ven a Simón Rodríguez sólo como
el maestro y amigo del Libertador, lo que ya lo hace merecedor de ocupar un
sitial honorífico en las paginas de nuestra historia, otros lo describen como
un hombre extravagante (y quizás un tanto alocado) que tenia un modo de
enseñar y de actuar muy distintos a los
que caracterizaba su época. A nuestro modo de ver esta percepción tradicional de la figura de
Simón Rodríguez desdibuja su propia personalidad, éste no sólo fue el maestro
del Libertador, ni un excéntrico más, fue un hombre con una clara concepción
del papel de la educación y la formación del nuevo ciudadano americano.
La obra de Don Simón Rodríguez (1771-1854) estuvo
marcado por su personalidad inquieta y
excéntrica, su continuo peregrinar, su impetuoso carácter, pero sobretodo por
su amplia capacidad de ver la realidad americana de su tiempo y de adelantarse
al mismo, una realidad y tiempo en el
que no fue comprendido su pensamiento. Sin la menor duda fue el maestro
Rodríguez el que más sintonía tuvo con el pensamiento bolivariano para la construcción de las nuevas repúblicas
y la constitución de la integración americana. Ambos, Bolívar y Rodríguez,
fueron unos incomprendidos, ambos fueron acusados de ambiciosos, excéntricos y
locos. El pensamiento de ambos sigue siendo
proyecto ambicionado por buena parte de los países latinoamericanos.
No fue universitario, pero su extensa cultura,
producto de sus viajes y estadías por todo el mundo, su férreo hábito de
lectura, lo llevo a convertirse en conocedor de varias lenguas, de diversas
disciplinas (ingeniería, agricultura, minería, biología, entre otras), muchas
de ellas aparentemente sin relación alguna pero que demostraban su percepción
del hombre como ser integral. Fue un profundo estudioso y seguidor del
pensamiento de Rousseau y de los socialistas utópicos, lo cual lo hizo
entender, adelantándose al propio
marxismo, que ningún cambio en el escenario político podía hacerse sin una
revolución económica. En 1828 señaló: “Una revolución política exige una
revolución económica”, “La
América española pedirían dos revoluciones a un tiempo, la
pública y la económica”. (p.53)
La educación popular fue su más grande proyecto pero
también el menos entendido, desde su primer ensayo presentado al cabildo de
Caracas (1794) hasta sus "Consejos
de Amigo” dados al Colegio de Latacungas en Ecuador (1851), insistió en
este proyecto de educación sin distinción de estratos sociales, credo y pensamiento que rompiera con la educación
clasista y anticuada de la época.
Simón Rodríguez nos dejó como herencia no sólo una
metodología de enseñanza: la de la educación para el trabajo, “aprender
haciendo”, la educación de adultos (Andragogía); el aula abierta (relación con
la naturaleza); la insistencia de que educar no es instruir (información) que
fueron un verdadero adelanto para la época, tanto así que no fueron entendidos y
que hoy son implementados, aún con limitaciones, en los sistemas educativos del
mundo, sino que también nos dejó la concepción de ver al hombre como un ser
integral; y en la educación popular el germen de la verdadera revolución social.
Simón Rodríguez nació en Caracas el 28 de octubre de 1771, hijo de Cayetano
Carreño y Rosalía Rodríguez. A la muerte
de su padre queda bajo la protección de un tío y bajo la tutela educativa de
Guillermo Pelgrom, quien al evidenciar sus capacidades lo propone ante el Cabildo de Caracas para
que regentara como docente en la escuela de primeras letras, en 1791. Al año
siguiente el Alférez Real Feliciano
Palacio Sojo le solicita se encargue de la educación de su nieto, un muchacho
de tan sólo 9 años llamado Simón Bolívar. En 1793 se casa con María de los
Santos Ronco.
El mismo joven que con algo más de veinte años
regentaba una escuela y daba clases particulares a las minorías, que como
Bolívar tenían posibilidades de educarse en la Venezuela Colonial ,
fue merecedor de una invitación al Cabildo de Caracas en 1794 para reflexionar
sobre el Estado de la
Enseñanza , en donde expone por primera vez públicamente lo
que sería parte de su ideario educativo.
Entre las ideas expuestas estuvieron las siguientes:
§
Educación para
todos los venezolanos sin distinción de clase, color y religión, en una
sociedad donde sólo los blancos podían educarse.
§
Formación para el
trabajo manual e intelectual. No era suficiente interpretar a los grandes
clásicos de la filosofía y las artes, sino también adiestrarse físicamente para
el trabajo manual.
§
La educación sin
distingo de sexo, niños y niñas debían ser educados por igual.
§
La educación del
niño, no sólo a través de los conocimientos sino haciendo uso de los juegos y
entretenimientos.
§
Estudio de la
naturaleza humana. No solamente libros y religión sino conocer en contacto con
la realidad.
Estas ideas son demostración de un pensamiento
propio, que se adelantaba al menos un siglo en lo que sería el devenir de la
educación en el país; la educación gratuita y obligatoria establecida por
decreto del Presidente Guzmán Blanco, pero hecha “realidad a medias” sólo a
mitad del siglo XX.
Como
es lógico imaginárselo, el ambiente conservador y clasista de la época no
aceptó estas propuestas, quedando todo en halagos vacíos y muchos recelos, que
llevaron a Simón Rodríguez no sólo a
renunciar a la dirección de la escuela que regentaba sino a unirse a los
movimientos independentistas, con la firme
esperanza de que un país soberano aplicará sus consejos.
Al ser descubierto el movimiento conspirador
encabezado por Gual y España, con el cual Simón Rodríguez estaba altamente
comprometido, éste tuvo que huir del país para nunca más volver. Durante veintiséis
años recorrió buena parte del mundo, llegó a decir; “...yo no quiero parecerme
a los árboles que echan raíces en un lugar, sino al viento, al agua, al sol, y
a esas cosas que marchan sin cesar”.
Llegó primero a Jamaica, allí estuvo varios meses, aprende el ingles y para evitar la persecución española se
coloca el nombre de Samuel Robinsón, luego
continúa su viaje hacia los
Estados Unidos, en Baltimore, donde
trabaja en una imprenta. En 1801, se encuentra en Bayona –Francia, allí
enseña ingles y francés y conoce al
fraile dominico Fernando Teresa de Mier,
patriota y luchador mejicano, con quien luego se muda a París y levantan una
escuela.
En la capital de Francia se produciría el encuentro
con su alumno caraqueño, un joven recién enviudado que buscaba alivio a sus
penas. Preocupado el maestro por la situación de su pupilo lo invita a
acompañarlo a Italia. En 1805, frente al
Monte Sacro se produce el juramento de Bolívar ante su maestro en el que se
compromete a no descansar hasta ver liberada su patria, luego se separarían por
un lapso de veinte años, pero sin perder de vista el maestro los pasos
agigantados de su pupilo. De París se traslada nuevamente a Francia y de allí nuevamente a Italia, luego a
Alemania, Prusia, Polonia, y Rusia. En
1821 se encuentra nuevamente en Francia y en Inglaterra, en este país trabaja en un laboratorio de química
industrial y concurrió a juntas secretas de carácter socialista. En Londres tuvo la posibilidad de reunirse con el otro
educador venezolano y universal, Andrés Bello, quien allí vivía desde 1810.
Poco se conoce de este extenso
peregrinar del maestro Rodríguez, sólo
sabemos que dedicó su tiempo a dar clases, trabajando en distintos talleres
artesanales, aprendiendo distintos idiomas, alimentando su intelecto con la
lectura de Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu, pero también de los
socialistas utópicos de la época como el padre Efantin, Olindo Rodríguez, Pedro
Leroux, entre otros.
Al enterarse Rodríguez de los triunfos definitivos de Bolívar,
decide regresar a la América para poner sus ideas al servicio de la
constitución de las nuevas Repúblicas. Como le escribe a Francisco Paula Otero
en 1832: “...yo dejé Europa por venir a encontrarme con Bolívar, no para que me
protegiese, sino para que hiciera valer mis ideas a favor de la causa. Estas
ideas eran (y serán siempre) emprender la educación popular para dar ser a la
república imaginaria que rueda en los libros y en el Congreso”.
Al enterarse el Libertador de la llegada del viejo
maestro a Colombia y encontrarse él en Perú, le escribe una carta el 27 de
enero de 1824 donde le manifiesta el profundo respecto y amor que le profesaba:
“¡ Oh mi maestro!, ¡oh mi amigo!, ¡oh mi Robinson!.
Usted en Colombia. Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito...
sin duda, es usted el hombre más extraordinario del mundo (...)
“Usted formó mi corazón para la libertad, para la
justicia, para lo grande, lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me
señaló (...).
De
Cartagena de Indias pasa a Bogotá, donde pone a funcionar la escuela taller
“Casa de Industria Pública”, luego ante el llamado de Bolívar se traslada a Perú. Después del fraternal encuentro,
Bolívar le explica al maestro que en Caracas y en Lima se estaba aplicando el método educativo
Lancasteriano, bajo el asesoramiento de José Lancaster quien se encontraba
asesorando al gobierno venezolano y poniendo en funcionamiento las primeras
escuelas normales. Para este docente ingles había una tesis que era que los alumnos más aventajados
debían enseñarle a los otros. Rodríguez estaba en desacuerdo con esa posición,
para él, era el maestro el que podía enseñar, y el alumno era siempre un
alumno. Esta fue la primera diferencia entre el maestro y el proyecto
bolivariano. Recién constituida la República
Boliviana , el Libertador nombra a Rodríguez como Director de Enseñanza Pública de ese país y cuya
presidencia era ejercida por Antonio José de Sucre.
Entre
otros asuntos, Simón Rodríguez acompañó a Bolívar en un proyecto para enfrentar el problema de la niñez
abandonada, sobre la cual meditaría años después en su ensayo
“El Libertador del Medio Día de
América y sus Compañeros de Armas, Defendidos
por un Amigo de la causa Social” (1828):
“Bolívar expidió un decreto para que se recogiesen
los niños pobres de ambos sexos... No en
casa de misericordia para hilar por cuenta del Estado... No en conventos a
rogar a Dios por sus bienhechores... No en hospicios a pasar sus primeros años
aprendiendo a servir para merecer la preferencia de ser vendidos a los que
buscan criados o esposas inocentes.”
“Los
niños se habían de recoger en casas cómodas y aseadas, con piezas destinadas a
talleres y estos surtidos de instrumentos y dirigidos por buenos maestros”.
P.56-57.
Su carácter, pero fundamentalmente su radicalidad
para defender sus ideas, le trajo inconvenientes, entre esos con el propio
mandatario boliviano, el Mariscal Sucre, quien lo acusó frente a Bolívar por
sus posiciones intransigentes y de tomar
decisiones sin consultar. Como un ejemplo de las reacciones adversas a sus
proyectos estuvo el cierre de la Escuela Moderna de Chuquisaca por parte del
Prefecto de la ciudad de apellido Calvo, sobre este particular Simón Rodríguez
hace sarcásticamente el siguiente señalamiento en comunicación que hace en 1834 a Francisco Paula Otero:
“Diciendo que
yo agotaba el tesoro para mantener putas
y ladrones, en lugar de ocuparme del lustre de la gente decente. Las putas y
los ladrones eran los hijos de los
dueños del país (el pueblo). Esto es a los cholitos y cholitas que ruedan por
las calles y que ahora serían más
decentes que los hijos e hijas del señor Calvo”.
En su ensayo de 1828 insiste nuevamente en
la educación popular y adversa a
aquellos que erigiéndose como sabios la rechazan:
“Los doctores americanos no advierten que
deben su ciencia a los indios y a los negros: Porque si los señores doctores
hubieran tenido que arar, sembrar, recoger, cargar y confeccionar lo que
han comido, vestido y jugado durante su
vida inútil... No sabrían tanto... Estarían en los campos y serían tan brutos
como sus esclavos...”(p. 61)
En 1826 abandona Chuquisaca,
trasladándose a Ororú donde se vincula amorosamente con una mujer indígena llamada
Manuela Gómez, con quien tendría su
único hijo llamado José. En 1828 se
encuentra en Arequipa donde pública el Prologo de Sociedades Americanas, que
luego publicaría completo en Lima en 1842. En 1833 se encuentra en Concepción
Chile, en un instituto literario, allí pública Luces y Virtudes Sociales,
producto del terremoto de 1835 se traslada a Santiago de Chile. En 1840 esta en
Valparaíso y en 1841, a
la edad de setenta años, se encuentra
nuevamente en Lima. Dos años
después se traslada a Ecuador y en 1844
se encuentra dando clases en el Colegio San Vicente de Latacungas.
En 1846 se encuentra en
Colombia radicándose en Tuquerres, hasta que en 1849 regresa nuevamente al colegio de Latacungas, en Ecuador, donde
nuevamente problemas personales, pero ya con ochenta años de edad a cuestas, lo hace retirarse ahora definitivamente de la docencia y
regresa con su familia a Perú. Antes de
salir, a lo que sería su último viaje, escribe su postrimera carta a uno de sus amigos, el General venezolano
Trinidad Morán, quien se había convertido en uno de los hombres más
importantes y controvertidos de la
actividad política peruana. En Guayaquil, el 26 de noviembre de 1853, le
escribe:
Amigo: Cuántos años hace que no
nos vemos?. Un francés me saca de aquí para llevarme a Lambayeque. Mañana
salgo embarcado como Noé en una balsa.
Escríbame a Lambayeque, y si puede
mándeme un socorro, por que estoy como
las putas en cuaresma, con capital y sin réditos. Preguntando por usted, unos
me dicen que esta en Lima y otros en Chile, el dador de ésta el señor Landarou,
es persona de confianza. Adiós amigo!. Deseo a usted como para mí, salud para
que no sienta que vive, distracción para que no piense en lo que es, y muerte
repentina para que no tenga el dolor de
despedirse de lo que ama, y de sí mismo para siempre.
Casualmente ambos,
Rodríguez y Morán, mueren en 1854, el primero el 28 de febrero en Amotape, a
los ochenta y dos años, y el segundo fue fusilado en Arequipa el tres de
diciembre, a los 58 años de edad, los restos mortales de estas dos personalidades fueron traslados
al Panteón Nacional en 1954. Lamentablemente muchos de los papeles no
publicados de Simón Rodríguez, que
reposaban en algunos archivos en Guayaquil, desaparecieron en un incendio en
1896.
Por todo lo
señalado, Simón Rodríguez fue un promotor y defensor del Estado educador, muy
adelantado para lo que sería luego el decreto de educación obligatoria y
gratuita de Guzmán Blanco (1870), pero más aun de su aplicación real. Hoy
cuando tanto se cuestiona a lo público y fundamentalmente al Estado, ante un
avasallante endiosamiento de las
supuestas bondades de la economía de mercado y ante una evidente crisis
educativa, se coloca en peligro la
existencia del propio Estado educador.
Otro elemento
vigente en el pensamiento de Simón Rodríguez fue su insistencia en romper con
las imitaciones de modelos, ni siquiera a los europeos a los que tanto admiró.
Tal como lo plantea en sus Luces y
Virtudes Sociales (1840); “La sabiduría de la Europa y la prosperidad de
los Estados Unidos, son dos enemigos de la libertad de pensar en América...” y
concretamente a los Estados Unidos los
simboliza como “...un hombre mostrando con una mano a los reyes el gorro
frígido de la libertad y con la otra levantando un garrote sobre un negro que
tiene arrodillado a sus pies.” En Sociedades
Americanas agrega:
“... la América no debía imitar servilmente sino ser
original,”(p.77). “...¿Las repúblicas coloniales no quieren admitir sino
aquello que traiga el pase de oriente o del norte?. Pues, imiten la
originalidad ya que tratan de imitar
todo”.(p.90) “...¿Dónde iremos a buscar modelos.?. La América española es
original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales
los medios de fundar unos y otros. O inventamos o erramos”.(p.151)
Estas ideas están, a nuestro modo de ver, hoy más
vigentes que nunca, en el contexto de un proceso de globalización,
protagonizado por un capitalismo salvaje, caracterizado por un excesivo
materialismo frente al cual pareciéramos no tener opciones ni alternativas
propias.
Bolívar,
Simón (1973). Siete Documentos Esenciales. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
Rodríguez, Simón (1988) “Inventamos o Erramos”.
Monte Ávila Editores, Caracas.
Dr Pedro Rodríguez
Rojas
Venezolano.
Sociólogo, historiador, doctor ciencias sociales. Coordinador área filosófica y
sociopolítica de la
Universidad Simón Rodriguez. Barquisimeto