Crónica III
Galería 14 de Junio.
Por Mayad: corresponsal de Auca en Cayo Hueso
Durante cinco días poetas
de 90 países y de Cuba, recorrieron la ciudad de
La Habana obsequiando versos, poemas y prosas a los habaneros, por
los 500 años de la fundación de la ciudad capital.
Hoy no se despiden, porque dejan una
estela de pasión y amor en defensa de la humanidad que no olvidamos.
ISABEL CUELLO CROMBET fue invitada especial
de los anfitriones en la Galería 14 de Junio, de Cayo Hueso. Es centro
habanera, con raíces y ascendencia en el Oriente de Cuba. Pertenece
al Registro del Creador del Instituto Cubano del Libro, a la
Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes y al Consejo Técnico Asesor de
la Dirección de Cultura en el Municipio de Centro Habana.
Isabel
Cuello Crombet a
su lado Rosario Lizama, poeta mexicana, residente en Mérida,
Yucatán .
La invitada especial lee el poema: LOS MUCHACHOS DE ESGRIMA, prosa, relato en versos,
que conmovió a los presentes. En su obra, Isabel resumió uno
de los hechos más aborrecidos ocasionado por los terroristas contra el pueblo
cubano, crimen que hizo temblar la injusticia cuando lloró el pueblo: el
atentado contra la nave de Cubana de Aviación en Barbado, donde murieron los
jóvenes del equipo de Esgrima de nuestra Patria. El poema despertó
preguntas y opiniones contra los asesinos que aún viven en los Estados
Unidos.
Entre otras de sus prosas se encuentran “Algodonal,” “Disimular,
simular,” y “El hombre de la azotea.”
El poema de Isabel que
estremeció al auditorio.
LOS MUCHACHOS DE ESGRIMA
“A mis amigos
de adolescencia:
En el Club Vista Alegre hoy la gente toma cerveza y se
baña en la piscina,
pero antes hubo revuelo de jóvenes empecinados en
ganar.
Solíamos juntarnos antes del entrenamiento.
Erguíamos el pecho para
aparentar las tetas que permanecían sin brotar y hablábamos de menstruaciones
todavía inexistentes, mientras los varones anunciaban conquistas, o a veces,
solo el silencio, absortos ante las peripecias desde el trampolín.
El salto
desde la altura al agua quieta.
No conocía la muerte, hasta que mis amigos fueron por medallas.
A veces pienso que vendrían
tejiendo historias para contarlas en
el banco, frente a la piscina, cuando el
fuego de su nave inflamó las nubes.
¿Quién podría saberlo? Una bomba pulveriza todo. Te deja en un limbo,
ignorado por los clientes del hoy Club Vista Alegre.
¿Cómo se encuentra un culpable?
Lo descubrieron, entonces el hombre dijo:
sí, pusimos la bomba ¿y
qué?”
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