Rebelión
26-06-2019
La crisis en la frontera sur
Pocos días después del nefasto
viernes 14 de junio, en Ojinaga, una lejana y pequeña población localizada en
la frontera norte entre Chihuahua y Texas, Andrés Manuel López Obrador (Amlo)
en su discurso seguía insistiendo en la justificación de su catastrófica
postura: “la crisis que acabamos de pasar con nuestros vecinos cuando nos
amenazaban con el cobro de impuestos a las mercancías que producimos [...] fue
una crisis pasajera, transitoria. No caímos en la trampa de la confrontación
porque no queremos pelearnos con el gobierno de Estados Unidos (EUA), mucho
menos nos vamos a pelear con su pueblo”. (La Jornada, 18.06.2019) Unos días
antes se había logrado el nefasto acuerdo que Trump le arrancó al gobierno de
México con sus descarados chantajes, convirtiendo a éste en su guardían
fronterizo no sólo en la frontera norte sino tres mil kilómetros al sur, o sea
también en la frontera sur con Guatemala y Belice. Pero Amlo sigue creyendo con
su pragmatismo chato que se trató de una “crisis pasajera” y que la confrontación
con el gobierno de Trump “era una trampa”, cuando fue una realidad mundialmente
conocida y que por tanto, según él, fue correcto “no pelear” o sea capitular.
Veamos como de ninguna forma se trata de una crisis “pasajera”, como la
“confrontación” seguirá dándose y como la capitulación ha sido peor que una
derrota. De ésta es posible recuperarse pero la capitulación es la expresión de
una incapacidad orgánica para luchar que no quedará impune.
La siembra de vida
Haciendo honor al acuerdo con el
gobierno de Trump, una semana exacta después de haberse realizado el acuerdo
con Trump, rápidamente el gobierno de Amlo se apresuró a poner en práctica una
política migratoria a tono con el sentido del acuerdo, sentido por completo
diferente al que había anunciado y ejercido hasta la crisis de junio. Se cambió
al jefe de Instituto Nacional de Migración (INM) quien fue sustituido por el ex
director penitenciario de uno de los reclusorios de la Ciudad de México. El
cambio se sintió de inmediato en la frontera de Chiapas con Guatemala: se
inició la detención de migrantes que en una semana se elevó a mil por día. Pero
el despliegue de 6 mil “guardias nacionales”, en realidad soldados y marinos
con un nuevo uniforme, policías federales y agentes del INM, impresionante como
ha sido, provocando incluso los aplausos del mismo Trump, está lejos de ser
suficiente para detener el proceso de migración hormiga que en esa frontera
sur, aunque tres veces más corta que la norte (poco más de mil kilómetros) es
mucho más porosa y difícil de vigilar pues se despliega en su mayor parte en
territorios de selva tropical que se extienden por una vasta zona que por
arriba de las “fronteras nacionales” se extiende por la Península de Yucatán,
los estados mexicanos de Tabasco y Chiapas y el grupo de países conocido como
“el triángulo violento centroamericano” Guatemala, El Salvador y una parte de
Honduras. O sea la región que habitan actualmente en forma mayoritaria las
poblaciones descendientes de la antigua civilización maya.
Presurosos como deben ser para
tener buenos resultados en el primer chequeo de las tareas de freno del flujo
migratorio que les ha impuesto Washington para los próximos 45 días, los
gobiernos de México y El Salvador realizaron su primera cumbre entre los
presidentes de ambos países el 20 de junio pasado. Amlo se reunió con Nayib
Bukele en Tapachula, la población fronteriza más grande de la frontera de
Chiapas con Guatemala. Para Amlo el convenio bilateral firmado con el
presidente salvadoreño “es un ejemplo de colaboración para el desarrollo y la
fraternidad universal”. Este giro retórico inusual en el discurso político
plano y superficial de Amlo expresa un sentimiento optimista sin mucho
fundamento pues en realidad lo conseguido es muy modesto todavía. Se trata en
realidad de un primer episodio del programa Sembrando Vida que tiene como
objetivo crear en El Salvador 20 mil empleos y que empieza con los 30 millones
de dólares que de inmediato se entregaron a Bukele para sembrar árboles en un
territorio de 50 mil hectáreas.
El triángulo de la violencia
Sin embargo la situación se
perfila mucho más compleja en el resto del “triángulo de la violencia”
centroamericano. Honduras y Guatemala se encuentran en una situación muy
diferente pues se trata de países en plena crisis social y turbulencia
política. Los objetivos para la “siembra de vida” en estos países se confrontan
a crisis mucho más agudas que la que atraviesa hoy El Salvador. Guatemala está
en plena campaña electoral enrumbada hacia la segunda vuelta electoral para el
mes de agosto entre la candidata que se perfila como la ganadora Sandra Torres
y el segundo lugar de las votaciones de la primera vuelta Alejandro Giamattei.
Tres presidente anteriores guatemaltecos han pasado por la cárcel acusados de
las peores prácticas de corrupción posible. En la primera vuelta se presentaron
cerca de veinte candidatos a la presidencia. Los escándalos de corrupción no
son los únicos. El crimen sigue carcomiendo todos los orificios del tejido
social. Guatemala es un país profundamente afectado por las consecuencias
nefastas de los años de horror vividos durante la dictadura militar más
mortífera de América Latina que ensangrentó al país desde los años sesenta
hasta prácticamente los años noventa.
Honduras, el tercer país del
“triángulo”, cumple este año una década de inestabilidad social y conflicto
político. La miseria, la violencia, la impunidad y la corrupción se han
enseñoreado de este país cuyo pueblo de 9 millones de habitantes ha demostrado
hasta la saciedad con sus luchas, su indómito espíritu de rebeldía que se
resiste a seguir siendo el prototipo de “república bananera” que el
imperialismo le impuso con su dominación. El golpe de estado contra Manuel
Zelaya promovido y apoyado por el gobierno de Barack Obama y su secretaria de estado
Hillary Clinton en 2009 ha sido la última intervención cruda imperialista que
detonó el largo periodo de insubordinación nacional contra la dictadura del
militar Juan Orlando Hernández surgida del golpe. Éste con su reelección
reciente ha conseguido mantener en ebullición la lucha contra su despotismo
corrupto.
Honduras es el país que se ha
convertido en el eslabón más vulnerable del “triángulo”, la fuente principal de
migrantes de las caravanas que salen de Tegucigalpa y San Pedro Zula dispuestas
a recorrer miles y miles de kilómetros en su deseo de huir de su miserable
condición de humillados y oprimidos en busca del “sueño americano”. Debiendo
enfrentar en su largo trayecto multitud de obstáculos: desde sed y hambre, la
violencia de las bandas que los explotan y la represión de las fuerzas
policiacas y militares centroamericanas y mexicanas hasta llegar finalmente a
enfrentar el muro fronterizo entre México y EUA y los campos de concentración
de la “border patrol”.
Aunque no estrictamente vinculado
a los planes antimigratorios de los gobiernos de México y EUA, en Centroamérica
no se puede pasar por alto la situación explosiva que atraviesa Nicaragua,
directa vecina del “triángulo violento”, con la decadencia y agonía de la
dictadura del binomio Ortega-Murillo. Situación que también es fuente de
migrantes no sólo hacia Costa Rica, sino hacia el norte. Un factor más que
complica y hace más profundo el atolladora centroamericano
El atolladero de la frontera sur
No será fácil que los buenos
propósitos del gobierno de Amlo puedan ser puestos en práctica por gobernantes
tan corruptos y autoritarios como los mencionados. Más bien la militarización
de facto que se ha impuesto a lo largo de la frontera sur de México con
Guatemala y Belice tiene las semillas de conflictos violentos de todo tipo. Es
una frontera que es directamente vecina de los territorios donde han surgido
los municipios (“los caracoles”) dominados por el EZLN. El EZLN no se ha
desarmado. Ha declarado una tregua pero no ha dejado las armas y aunque cercado
desde hace años, el cerco del ejército no ha violado abiertamente sus
territorios. Esta situación puede desaparecer con la militarización de facto
que implica el blindaje de la frontera sur para frenar el flujo migratorio. Las
consecuencias de estos posibles conflictos son enormes. Esta militarización de
la zona zapatista ha sido ya denunciada mundialmente por centenares de
intelectuales, personalidades y diversos personajes de todo el mundo
encabezados por Noam Chomsky, Boaventura De Souza, Hugo Blanco, Michael Löwy
seguidos por muchos otros tanto mexicanos como de otros países y organizaciones
democráticas y socialistas de todo el mundo.
A las profundidades de esta
caótica situación se ha adentrado Amlo y su gobierno aceptando la tarea que
Trump le ha dado de ser su asistente migratorio, ligándolo directamente a los
objetivos del intervencionismo y autoritarismo imperialista en la región,
nutriendo al mismo tiempo las conflictos internos nacionales.
Así, volviendo al principio de la
visión chata de Amlo según la cual el viernes 14 de junio el no presentar
“pelea” a Trump fue la manera más inteligente de enfrentarlo se puede apreciar
que hoy el gobierno mexicano es parte de un atolladero centroamericano (con
directas repercusiones nacionales) en que se hundirá más y más de la mano del
ogro rubio de Washington. Y como advirtió Porfirio Muñoz Ledo al gobierno de
Amlo, si Trump es reelegido, pues “ya valimos”.
Manuel Aguilar Mora es militante
de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Profesor de la Universidad Autónoma de
la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y
Letras al lado de José Revueltas. Fue fundador del Partido Revolucionario de
los Trabajadores (PRT). Autor de numerosos libros sobre la historia política y
social de México.