lunes, 24 de junio de 2019

ritmos de naturaleza y nuestro primer ecologista Manuel Belgrano Alexander Von Humboldt Memoria verde museo Che Guevara de Buenos Aires

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Queridos amigos:

Como ustedes saben, la nuestra es la única cultura en la historia en la que los ritmos de la naturaleza pueden pasar desapercibidos. En Buenos Aires casi no se ven los atardeceres y los porteños reconocen la caída del sol por el aumento de la luz eléctrica, la misma que nos impide saber en qué fase de la luna nos encontramos.

Hagan una prueba: pregúntenle a cualquier persona en qué dirección está el norte. La mayor parte se quedará pensando e indicará algo casi al azar.

Este escamoteo del medio natural al que pertenecemos no es inocente, sino que responde a una construcción cultural orientada por los mismos intereses que se benefician con la destrucción de la naturaleza.

Por eso, mi insistencia en recordar los ritmos naturales.

Agrego además que los argentinos recuerdan a Manuel Belgrano como el creador de su Bandera, pero suelen olvidar su rol como el primer ecologista del Río de la Plata. A esto contribuye la iconografía oficial, que lo suele representar como militar y a caballo, y con un uniforme de gala que tal vez no tuviera. Si no hubiese creado la bandera lo habrían olvidado; en vez de olvidarlo, lo distorsionaron.

De Belgrano nos interesa su esfuerzo por conservar los bosques y los suelos. Belgrano tenía la impronta de los fisiócratas y se enfrentaba a lo que hoy sería la doctrina monetarista. La economía de los reyes se basaba en el dinero y en los metales preciosos. Pero la economía de los pueblos tiene que estar basada en el cultivo de la tierra.

Podemos sospechar que la Primera Junta de Gobierno se lo sacó de encima mandándolo a la guerra para que no cuestionara los intereses de los comerciantes del Río de la Plata. Belgrano molestaba por sus ideas económicas.

A principios del siglo XIX, el famoso naturalista y explorador Alexander Von Humboldt, desarrolla la primera mirada ecologista moderna con una concepción integradora de la naturaleza. El pensamiento ecológico y ambiental de Humboldt fue tomado por Belgrano, pero también por Simón Bolívar en lo que ahora es Venezuela; en Colombia por Francisco José de Caldas y en Uruguay por José Artigas. Cuando Artigas intenta entregar las tierras a los pobres, a los negros y a los indios para que las trabajaran, está siguiendo esa misma concepción, tan opuesta a las que después diseñó los países en los que vivimos.

De estos temas trata la historia ambiental. Si la historia tradicional nos habla de los hombres famosos, la historia ambiental nos habla de los pueblos y de su relación con el medio natural que los sostiene.

Por esa razón comparto con ustedes el libro "Memoria Verde, historia ecológica de la Argentina" (mío, en coautoría con Dina Foguelman). Es una investigación e historia ambiental argentina, desde las terrazas de cultivo de los pueblos originarios hasta las centrales atómicas. Allí se analizan las diferentes fases de desarrollo de la historia del país y cómo cada una de ellas tiene un correlato en las condiciones ambientales rurales y urbanas.

Este libro es un clásico y ha sido el punto de partida para centenares de investigaciones sobre historia ambiental realizadas en todo el continente. Llega hasta la década de 1990 y estoy preparando una actualización hasta el presente.

En esta entrega ustedes reciben:

* Un texto tomado de la novela "Los hijos", del autor ítalo-norteamericano Gay Talese, en el que describe escenas de una playa durante la temporada fría.

* El enlace para descargar en forma gratuita el libro "Memoria Verde, historia ecológica de la Argentina". Pueden bajarlo de aquí:

https://drive.google.com/file/d/1uPT48fkwUeXO7EsbCWB0C9E27SpRelZ5/view?fbclid=IwAR2p2pCjggzITl1sjzzOcO_CcVdfPSO-xttoAUzlZBRD3QqmOFKD9EgSkCo <https://drive.google.com/file/d/1uPT48fkwUeXO7EsbCWB0C9E27SpRelZ5/view?fbclid=IwAR2p2pCjggzITl1sjzzOcO_CcVdfPSO-xttoAUzlZBRD3QqmOFKD9EgSkCo>

* La obra de arte que acompaña esta entrega es "Una mujer joven calentándose las manos con un brasero", del pintor holandés barroco Caesar Van Everdingen (1616-1678).

Quiero saludarlos en el comienzo del invierno (y del verano, para los amigos del Hemisferio Norte)

Un gran abrazo a todos.

Antonio Elio Brailovsky



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Caesar Van Everdingen, holandés: "Una mujer joven calentándose
las manos en un brasero"



"En invierno la playa estaba fría y solitaria, y la isla quedaba humedecida por las gélidas rociadas de las olas del océano que azotaban implacables los malecones, y las vigas cubiertas de algas que sustentaban las casas blancas situadas sobre las dunas crujían tan silenciosas como los cangrejos que reptaban a su lado".

"El paseo marítimo, que en verano era un lugar festivo de parejas bronceadas y globos infantiles, de melodías de tiovivo y luces de colores que giraban por la noche en la noria, en invierno quedaba ocupado por centenares de gaviotas que se posaban sobre la barandilla de hierro encarada al viento. Cuando no descansaban, se pavoneaban delante de las puertas cerradas de las tiendas ahora vacías, o describían círculos por el cielo, con una almeja en el pico que pronto dejarían caer sobre el paseo marítimo con un ruido de salpicadura".

"A mitad de invierno, el paseo esparcido de conchas era un inmenso cementerio de almejas, y, desde lejos, el suelo plano, alargado y elevado del paseo marítimo parecía un portaaviones varado que sufriera el ataque de unos bombarderos suicidas; y en extraña yuxtaposición, en medio de la niebla, detrás de las dunas, asomaban los restos oxidados de lo que antaño fuera una esbelta embarcación de cuatro mástiles que durante una galerna, en el invierno de 1901, había encallado en aquella pequeña isla del sur de Nueva Jersey llamada Ocean City".

"La embarcación de casco de acero, que exhibía una bandera británica y alardeaba de unos mástiles de cuarenta y cinco metros, navegaba con rumbo norte siguiendo la costa de Nueva Jersey en dirección a la ciudad de Nueva York, donde debía entregar un cargamento navideño valorado en un millón de dólares que había recogido cinco meses antes en Kobe, Japón. Pero en mitad de la noche, mientras gran parte de la tripulación se emborrachaba de ron y cerveza en un brindis prematuro por el final del largo viaje, se desató una terrible tormenta y destruyó las velas del barco, partió los mástiles y lo empujó a un banco de arena a menos de cien metros del paseo marítimo de Ocean City".

"Despertados por las bengalas de auxilio que centelleaban en la noche, los alarmados residentes de Ocean City —una comunidad conservadora fundada en 1879 por pastores metodistas y otros prohibicionistas que deseaban establecerse en una isla de abstinencia y decoro— corrieron para socorrer a los marineros, y pronto descubrieron que se hallaban un tanto maltrechos, pero por lo general ilesos, apestando a sudor, agua salada y alcohol".

"Después de haber acompañado a la orilla a los treinta y tres hombres de la tripulación, les dieron refugio y los alimentaron durante días bajo los auspicios de los abstemios ancianos y las esposas de los pastores de la localidad; y mientras los marineros expresaban su gratitud por dicha hospitalidad, en privado maldecían su destino por haber naufragado en una isla tan sobria y tranquila".

Gay Talese: "Los Hijos", Alfaguara, 2014.




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