jueves, 21 de noviembre de 2019

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6º envío. AGENTES CIA EN UN CONVENTO. La revista Crítica, propiedad del reconocido periodista boliviano, Juan José Capriles, en un reportaje, en 1967 denunció varios crímenes, cometidos por las autoridades y el envío de personas a los campos de concentración. Posteriormente, publicó que el Che Guevara, se encontraba en Bolivia.
Estas informaciones irritaron a Barrientos, quien manifestó a los periodistas, que esa revista era un libelo infamatorio, un pasquín sensacionalista e indecente, y su director un mentiroso, carente de moral y ética profesional que, para venderla, utilizó una falsa información, al levantar un cadáver de su tumba, porque “el Che Guevara estaba muerto desde hacía mucho tiempo”.
Juan José Capriles, al conocer sobre los combates guerrilleros en Ñacahuasú, se dirigió a Camiri, con el propósito de reportar lo que estaba sucediendo. En su reportaje, describió las condiciones espantosas, en que vivían los soldados bolivianos, con los pies llagados, cubiertos con trapos, sin alimentos, ni recursos médicos y aseguró que el Comandante Che Guevara, se encontraba en Bolivia.
Barrientos ordenó que lo detuvieran y que la edición de la revista fuera confiscada. Hecho prisionero, fue conducido a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde lo interrogaron y Barrientos, le dijo: “Esta vez has dicho la verdad, que ojalá fuera mentira, pero te va a costar más cara, que las mentiras que has dicho.” Lo enviaron detenido para La Paz, acusado de vincularse con el Che y de enlace guerrillero. Un agente de la CIA lo interrogó y la revista Crítica fue desmantelada y las propiedades robadas.
Con Juan José Capriles, sostuvimos varias entrevistas desde 1984, la última en La Paz, el 24 de abril del 2018, donde explicó: “He estado vinculado al periodismo, a la radio y televisión, desde hace más de 65 años. Nosotros como Revista Critica, en ese entonces semanario, hemos reflejado, que un presunto sacerdote dominico, nos pidió hablar a solas. Narró que los norteamericanos habían utilizado un edificio en la avenida Arce, donde está actualmente el Ministerio de Educación, como un convento, con falsos curas, que en realidad eran agentes de la CIA y habían creado un centro de esa agencia de espionaje.
“Comenzamos a indagar y lanzamos en una de las ediciones, que la CIA estaban utilizando, todos los instrumentos necesarios, para hacer que los bolivianos, tengan una especie de control político. Se desencadenó un tremendo escandalo; porque dijeron, que estábamos calumniando, inclusive, a la iglesia católica. Me llamó el Arzobispo, me preguntó qué había de verdad y le mostré la documentación, que me había entregado el supuesto sacerdote, que era agente de la CIA y había una central telefónica, donde se escuchaban las conversaciones de los políticos, sobre todo de oposición, y había carceletas.
“Benjamín Miguel, un famoso abogado católico, me dijo, que querían sustentar esta denuncia, con base a una especie de juicio interno, dentro de la iglesia católica. Yo le dije: “Me someto”. Y me sometí y se descubrió, que los nombrados sacerdotes, eran agentes de la CIA.
“La CIA, prometió que iba a hacer lo imposible para que yo saliera del panorama periodístico primero, y después del político. En parte lo lograron, porque comenzó una persecución muy grande y se debió a que Antonio Arguedas, que era agente de la CIA, ya estaba en el Ministerio de Gobierno, (Interior) sabía que, en 1953, por encargo del entonces ministro de Asuntos Campesinos, Ñuflo Chávez Ortiz, había recibido a Ernesto Guevara, cuando llegó en su primera visita a Bolivia y lógicamente, fuimos, me acuerdo perfectamente, un 15 de julio, a ver a los mineros, que, con antorchas y fusiles, estaban desfilando por las calles de La Paz.
“La CIA, sobre todo, indicaba que el Che había sido ejecutado en Cuba, y yo escribí, que estaba en Bolivia. También se refirieron a los agentes de la CIA, disfrazados con los hábitos de los curas dominicos. Se me apresó y me llevaron a unas oficinas de la CIA, a cargo de dos cubanos, cuyos nombres también han sido públicamente revelados, y me sometieron a una serie de interrogatorios, dejándome en una situación casi agónica.
“Barrientos solicitó que me presentaran ante él. Me lavaron lo que pudieron, y él aparentemente se molestó, y preguntó por qué habían utilizado tanta violencia conmigo y añadió: “Él tiene que revelar dónde está el Che Guevara”. Esa era la pregunta que más me hacían, los de la CIA. Barrientos dijo: “Ustedes ni sirven, yo voy a resolver este problema.” Habló a solas conmigo y expresó: “¿Para qué estas arruinando tu vida?” Yo le dije: “A mí me han traído preso y comenzado a torturar, sin que sepa el motivo.”
Barrientos me extendió un cheque, para que desmintiera esa información. “No quiero en este momento exteriorizar lo que sentí, porque posteriormente, me dieron la libertad, y yo dije: “Me quiere comprar con esto, y lo informé a la opinión pública”.
“Me visitó Antonio Arguedas, yo he sido amigo suyo, antes de que fuera ministro de Gobierno. Arguedas era un hombre tremendamente controversial. Por un lado, se decía ser comunista y por el otro un fiel servidor de Barrientos y agente de la CIA. Arguedas vino y me dijo: “Mira, tenemos algún parentesco (alguno de sus hermanos se había casado con una señora Capriles) yo no quiero arruinarte, porque más o menos, tengo las mismas ideas de izquierda, nacionalistas, que tienes tú. Pero cuéntanos por qué estás en este trajín.
“Le dije, solo como periodista, entonces me increpó, “Pero tú has estado en Ñacahuasú”. Respondí: “Sí. He estado para demostrar, que el Presidente, me ha estado calumniando, porque él dijo, que el Che estaba muerto y la misma CIA ratificaba esa información y yo tenía que demostrar la verdad; por eso fui”.
“Arguedas me interrogó: ¿Pero tú estás dentro del grupo guerrillero? Le dije: “Mira Antonio, me han atormentado con esa pregunta… pregunte usted a los cubanos gusanos de la CIA, que me han sometido a torturas. El término de gusanos, les queda muy bien, porque esos han sido, los que más han torturado a los bolivianos.” Esos son los que han hecho mayor daño, a todos los que pensábamos de manera diferente, sobre todo contra Barrientos, que, en términos generales, era un hombre totalmente sometido, no tenía ninguna otra capacidad, para quedarse en el poder, que ser un agente norteamericano.
“Me devolvieron a la DIC (Dirección de Investigación Criminal), de donde escapé y refugié en Radio Méndez, donde los propietarios, Alberto Méndez y Raúl Barragán, me dijeron que pueden destruir la radio, pero que no me entregue. Una de las actitudes más bonitas que he conocido en mi vida.
“Nos cortaron la luz, pero había un motor, y radio Méndez seguía transmitiendo. Nos cortaron el agua, y los vecinos nos mandaban agua. Me quedé unos días, pero posteriormente fueron a mi domicilio, engañaron a mi madre, con la historia, que yo quería ver a mis hijas. Las llevaron y me dijeron: “Si tú no te entregas, tendremos que violarlas”. Mis hijas tenían seis y siete años de edad.
“Los de radio Méndez, no querían que me entregara. Me acuerdo de Johny Villena y Miky Jiménez, pero me entregué, me llevaron de nuevo para la DIC, donde se presentó en una madrugada el coronel Hermógenes Ríos Ledesma y gracias a él, salí para el exilio en Uruguay.
“El exilio fue producto de una lealtad del coronel, quien estuvo conmigo en el destierro en San Pablo, Brasil, donde yo estaba exiliado, pero me había casado con Elena, sobrina del entonces gobernador Janio Cuadros, quien después fue presidente del Brasil. Cuando llegó Hermógenes, yo lo acogí y les conseguí un cargo dentro de la propia seguridad de Janio, y él era quien lo cuidaba.
“Él vino a verme, me confió, que le habían ordenado matarme, aplicando la ley de fuga. Me dijo: “Yo voy a ir con mi chofer y estando cerca de una Embajada de Uruguay, voy a comenzar a disparar.” Le pregunté: “¿Me vas a matar?” Respondió: “No. Yo me acuerdo lo que tú has hecho por mí.”
“Llegamos muy cerca de donde está la embajada de Japón, antes estaba la de Uruguay. Y me dijo: “Corre” ¡Corrí y sentí los disparos! No sé cómo pude subir unas paredes, que son muy altas, una especie de muro y al día siguiente me sentí acogido por los uruguayos.
“En Uruguay, era una tragedia vivir, porque había un Comisario Político de apellido Otero, que nos tenía la vida tremendamente angustiada. El general Alfredo Ovando, de visita a Montevideo, nos dijo: “Yo quiero cambiar la situación, estoy aburrido de las barbaridades que está haciendo Barrientos, y me pidió que regresara a Bolivia. Le respondí: “Pero si nos están buscando”. Pero me ofreció todas las garantías. Regresé y cuando Ovando tomó el poder, formé parte de su gobierno.
“Bolivia tiene que salir definitivamente de este sometimiento a fuerzas ocultas, que no son tan ocultas, que tienen nombres: El gobierno de Estados Unidos y la CIA. Pero el poderío de ellos en el plano económico, es inmenso y con ese poderío han creado mucha miseria y han comprado muchas conciencias, y lamentablemente, con la miseria crean algunos miserables.



capítulo del libro de Froilán González y Adys Cupull investigadores cubanos.