Eduardo Santa Loboguerrero,
Ernesto Guevara de la Serna, Alberto Granado Jiménez en Bogotá.
Por: RICARDO BUSTAMANTE
RODRIGUEZ*
25 de julio
de 2004 Diario El Tiempo, Bogotá
Colombia era un país rural
donde la política giraba alrededor de la fría, brumosa y lejana Bogotá. Sus gentes
vestidas de negro, con la parsimonia de los que no tienen prisa, no tenían una
idea clara de la importancia de la provincia y como magistralmente lo dijo
posteriormente Álvaro Gómez Hurtado: Bogotá consiguió un amaneramiento
indispensable para singularizarse, para hacer sentir con humor sutil,
repentista y mordaz. No hay entre los tipismos colombianos uno más seguro que
el del cachaco . La manera de ser del bogotano fue imitada en las provincias
vecinas, donde ello era posible y contrastada en los distantes, donde no era
viable ninguna asimilación. El mando bogotano muchas veces aparecía sombrío.
Este aspecto adusto, favorecido por el clima, era el aparato formal de su
superioridad. Se mantuvo como dignidad enhiesta.
Un cubano de
casi dos metros ya nos había visitado casi imperceptiblemente, cuatro años
antes, para la IX Conferencia Panamericana, en calidad de líder estudiantil de
la Universidad de La Habana. Su nombre vino a ser conocido mundialmente once
años más tarde como Fidel Castro, desde entonces y hasta hoy presidente de
Cuba. Una vez con la fama a cuesta de rebelde, no tardaron los que buscaban
chivos expiatorios en señalarlo, más con maledicencia que con pruebas, como
organizador del 9 de abril y, por qué no, de ser uno de los intelectuales del
magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán.
Este cubano
vendría a influir en el personaje argentino que visitó a Colombia para los
meses de junio y julio de 1952: Ernesto Guevara de la Serna, estudiante de
medicina de la Universidad de Buenos Aires, nacido en Rosario el 14 de junio de
1928 y quien pasaría del vagabundeo raidista a ser conocido por su arrojo y su
temprana muerte en los montes bolivianos, como el Che Guevara. Tres ciudades
visitó en su paso por Colombia a fines de junio de 1952: Leticia, Bogotá y Cúcuta.
Venía con su amigo de infancia, Alberto Granado, y desde Buenos Aires, a bordo
de la llamada Poderosa II , motocicleta Norton de 500 centímetros, propiedad de
Granado, subían los Andes, pasando por Chile, Bolivia y Perú. Era de esperar
que la Poderosa no aguantara los agrestes picos andinos y terminara en el
desguazadero.
El primero
de mayo en Lima tuvieron como contertulio al doctor Hugo Pesce, científico
peruano, que mucho influyó en el Che. Salen de ahí para Pujalpa, para días más
tarde llegar en lancha a Iquitos y de esta, a bordo de una motonave llamada
Troqueli , el 8 de junio al municipio ribereño del Amazonas, San Pablo. En el
leprosorio presta por pocos días sus servicios como médico no graduado se
graduaría a las volandas en 1953 con aceptables calificaciones, ganándose el
aprecio de enfermos y personal asistencial. En una balsa con un nombre
pintoresco, Mambo Tango , suben por el Amazonas y llegan a Leticia, que no
sobrepasaba tres mil habitantes.
El autor, en
estadía en el puerto fronterizo, el 28 de noviembre de 2001, se dio a la tarea
de investigar el paso de Guevara y Granado: el profesor e historiador Alejandro
Cueva Ramírez nos recibió y proporcionó información. El paso de Guevara por
Leticia no se aleja mucho, de lo que deben vivir andariegos que carecen de
medios. Con tulas y morrales al hombro, comiendo a deshoras y cuando la bondad
de las gentes se apiadaba de ellos.
La apacible
Leticia recibe con su embrujo tropical a los argentinos. Sin un peso, tenían
que ganarse la vida, mientras esperan un avión militar primera paradoja en
Colombia para el futuro guerrillero que los transportara a Bogotá. Se dedicaron
al fútbol. Guevara hacía de portero, lo que hoy se conoce como portero líbero y
Granado de delantero, este con mucha facilidad para la gambeta, tanto que los
aficionados le dan el remoquete de Pedernerita, en alusión a Adolfo Pedernera,
jugador excepcional de la época del Dorado. Igualmente, se alojan segunda
paradoja en la guarnición de la policía, que es la que organiza el torneo
relámpago, e invitados por el policía Francisco Salamanca llegaron al acuerdo
de entrenar el equipo. El campeonato se llevó a cabo en la cancha popular, hoy
ocupada por una entidad estatal. Participaron cinco equipos, en partidos de
quince minutos cada tiempo, con decisión en penales en caso de empate. Para no
correr demasiado era asmático crónico, Che resolvió ser arquero. Su equipo
llegó a la final, empatado con otro equipo y la decisión fue en penales.
Posteriormente, desde Bogotá, le escribe a su señora madre, contándole
detalles.
Bogotá, 6 de
julio de 1952.
Querida
vieja:
Aquí estoy,
unos cuantos kilómetros más lejos y algún peso más pobre, preparándome a seguir
viaje rumbo a Venezuela. () En Leticia en principio nos trataron bien, nos
alojaron en la policía con casa y comida, etc., pero en cuanto a cuestiones de
pasajes no pudimos obtener más que un 50 por ciento de rebaja, por lo que hubo
que desembolsar 130 pesos colombianos más quince pesos por exceso de equipaje,
en total 1.500 pesos de los nuestros.
Lo que salvó
la situación fue que nos contrataron como entrenadores de un equipo de fútbol,
mientras esperábamos el avión que es quincenal. Al principio pensábamos
entrenar para no hacer papelones, pero como eran muy malos nos decidimos
también a jugar, con el brillante resultado de que el equipo considerado más
débil llegó al campeonato relámpago organizado, fue finalista y perdió el
desempate con penales. Alberto estaba inspirado con su figura parecida a
Pedernera, y sus pases milimétricos, se ganó el apodo de Pedernerita,
precisamente, y yo me atajé un penal que va a quedar para la historia de
Leticia. Toda la fiesta hubiera sido muy grata si no se les ocurre tocar el
himno colombiano al final y me agacho para limpiarme un poco la sangre de la rodilla
mientras lo ejecutaban, lo que provocó la reacción violentísima del comisario
(coronel) y agaché el copete. Un abrazo de tu hijo que te adora por los codos,
talones y fondillos (...) Chau.
Llega el
esperado avión y salen rumbo a Bogotá: después de un lindo viaje en avión que
se movió como coctelera llegamos a Bogotá...La llegada es para fines de junio y
es el mismo Guevara quien le cuenta a su madre las peripecias en la capital:
(...) El
primer día en Bogotá fue regularcito, conseguimos la comida en la ciudad
universitaria pero no alojamiento, porque esto está lleno de estudiantes
becados para seguir una serie de cursos que organiza la ONU... recién a la una
de la mañana nos dieron alojamiento en un hospital, entendiéndose por tal una
silla donde pasamos la noche. No es que estemos tan tirados como eso, pero un
raidista de la talla nuestra antes muere que pagar la burguesa comodidad de una
casa de pensión... yo no pensaba aceptar de ninguna manera pero Alberto sí, por
razones obvias, cuando por culpa del cuchillito de Roberto hermano del Che que
yo saqué en la calle para hacer un dibujo en el suelo tuvimos tal lío con la
policía que nos trató en una forma vejante, que hemos decidido salir cuando
antes para Venezuela, de modo que cuando reciban esta carta estaré por salir
ya. Si quieren tirarse el lance escriban a Cúcuta, departamento de Santander
del Norte, Colombia, o muy rápido a Bogotá. Mañana veré a Millonarios y Real
Madrid desde la más popular de las tribunas, ya que los compatriotas son más
difíciles de roer que ministros. Este país es el que tiene más suprimidas las
garantías individuales de todos los que hemos recorrido; la policía patrulla
las calles con fusil al hombro y exigen a cada rato el pasaporte, que no falta
quien lo lea al revés; es un clima tenso que hace adivinar una revuelta dentro
de poco tiempo. Los Llanos están en franca revuelta y el Ejército es impotente
para reprimirla, los conservadores pelean entre ellos, no se ponen de acuerdo y
el recuerdo del 9 de abril de 1948 pesa como plomo en todos los ánimos,
resumiendo, un clima asfixiante; si los colombianos quieren aguantarlos allá
ellos, nosotros nos rajamos cuanto antes.
Sorprenden
los conceptos de Guevara sobre la situación de Colombia en esos momentos y hay
que resaltar que tres meses después sucede el incendio de las casas de Carlos
Lleras Restrepo y del ex presidente López Pumarejo. Estos se asilan en la
embajada de Venezuela, para luego salir a México. Ante el reclamo de Lleras al
Gobierno por la persecución, el designado Urdaneta le espetó una frase
memorable: viajan los desterrados por un gobierno perseguidor con pasaporte
diplomático? En 1953 asumiría el mando el General Rojas Pinilla. Esta época
turbulenta entre liberales y conservadores iba a ser el germen de la guerrilla actual.
Pero
volvamos al incidente de Guevara con la navajita, regalo de su hermano Roberto.
Este incidente nimio produjo en él una actitud defensiva. El otro viajero,
Granado, lo describe: Hicimos con Ernesto un mapa en el suelo. Dibujábamos con
un cuchillito pequeño. Acertó a pasar un agente de policía que observando la
vestimenta de ambos, muy deteriorada, buscó como pretexto el cuchillito y nos
pidió la documentación El agente no le creyó a Granado que era doctor y
exclamó: qué van a ser doctores ustedes! , y se los llevó. Tuvo entonces que
intervenir el consulado de Argentina, después de un proceso para recuperar el
cuchillo que Guevara se resistía a dejar en manos de la policía, pero a la
final fue devuelto.
En Bogotá
tuvieron alimentación y posada por cuenta de la Universidad Nacional, donde
llegaron preguntando por líderes universitarios que les hicieran conocer la
problemática del país. Testigo sin par es el abogado de la Nacional, escritor e
historiador, miembro de la Academia de Historia, Eduardo Santa Loboguerrero.
Sorprende en él su jovialidad y espontaneidad sin ningún atisbo de
desconfianza, al recibir a la persona que lo llamó para indagar sobre la
permanencia del Che en Bogotá. De 76 años bien llevados, este hombre alto,
delgado, es un consumado escritor y autor del libro La provincia perdida, libro
con dedicatoria que le regaló al Che y que se encuentra en el museo que en
homenaje a él se levanta en Santa Clara, Cuba.
Santa lo
describe: lo recuerdo como un joven muy pálido, de cierto color cetrino, con
ojos oscuros y penetrantes, abundante cabello, ni alto ni bajo de estatura, con
su bigote y su barba bastante despoblada, y con excelente sentido del humor que
le permitía hacer, de vez en cuando, alguna broma ingeniosa y a veces mordaz.
Detrás de aquellos ojos inquisitivos y profundos brillaba una inteligencia
aguda y rápida. Tenía el don de la palabra fácil, del argumento oportuno y
sólido de los recursos dialécticos para esclarecer cualquier confusión,
cualquier planteamiento, y señalar los caminos lógicos de una adecuada
discusión.
Sobre el
encuentro con Guevara, comenta: vivía en la Ciudad Universitaria. Ocupaba un
modesto cuarto en el tercer piso del edificio Santander que todavía existe en
las residencias universitarias, donde vivíamos buena parte de los estudiantes
de provincia. En las primeras horas de la tarde, de aquel día de julio de 1952,
alguno de mis compañeros residentes pasó por mi pieza para avisarme que dos
jóvenes argentinos querían hablar conmigo y que me estaban esperando en la
recepción. Bajé de inmediato, movido por la curiosidad de saber quiénes eran
aquellos inesperados visitantes. Se trataba en efecto de Ernesto Guevara y
Alberto Granado.
El rector de
la Nacional entonces, Julio Carrizosa Valenzuela, les da la autorización para
tomar los alimentos allí y autoriza su alojamiento en el Hospital San Juan de
Dios, atendido para la época por la Universidad. El 14 de julio salen los
peregrinos hacia Cúcuta y la impresión, por lo menos la de Granados, es
aceptable sobre esta ciudad hoy tan golpeada: ya quedaba atrás Bogotá, con sus
calles infectadas de policías, sus profesionales mojigatos y comercializados, y
sus estudiantes generosos y claros en su mayoría, pero atenazados por el miedo.
Qué falta hace otro Gaitán en la Colombia que hemos conocido! Cómo va a salir
adelante un pueblo que, artificialmente dividido en liberales y conservadores,
es enviado a matarse entre ellos, para el beneficio de los oligarcas que entre
ellos los desgobiernan y cuyo poder se alterna entre un partido y otro. Cúcuta
es un típico trampolín internacional. Uno se encuentra a cada paso con
individuos de todas las razas, y ocupados en todos los oficios imaginables.
Pero siempre descontentos de donde vienen a donde están, y deseosos de
emprender vuelo hacia otros lugares que les sean más propicios, donde
seguramente se cansarán pronto, y donde nuevamente suspirarán por nuevos
horizontes. Esta ciudad tiene un clima algo cálido, pero agradable, que a su
vez ayuda a conformar las características de sus habitantes. Son alegres y
bullangueros. De todas las casas salen las estridencias de los radios, los
gritos y carcajadas de sus moradores. Las calles están llenas de vendedores de
refrescos, helados y golosinas que suelen llamar la atención de sus clientes
con cantos, pitos o palmadas. En fin, una ciudad típicamente tropical y que me
vuelve a reconciliar con Colombia. Por la mañana recorrimos los alrededores
llenos de mangos y cocoteros, y sus mercados, donde venden desde un aparato de
aire acondicionado hasta una hamaca de fibra de palma.
Por último
expresa Granado: algunos compradores llamados contrabandistas hormigas Remata
el 14 de julio, su impresión sobre el país: hoy, además de conmemorar la toma
de La Bastilla, esta fecha me hará recordar el día de mi salida de Colombia. No
la Colombia soñada por Bolívar, ni Gaitán, sino la de Laureano Gómez, que me ha
tratado bastante menos cariñosamente que los otros pueblos hermanos conocidos
hasta hoy.
Guevara no
se llevó buena impresión de Colombia, tan es así que en su último y decisivo
viaje por América en 1953, que lo llevaría a Guatemala y al encuentro con los
cubanos en México y su posterior embarque en el Gramma, el Che, al llegar a
Guayaquil en octubre del año mencionado, prefiere las incomodidades de un carguero
americano de la United Fruit que lo deposita, junto con su nuevo compañero
Gualo García, en Panamá. Durante los quince años que le quedan de vida no pisa
más al país y solo tiene un encuentro con un par de compatriotas, Lleras
Restrepo y Jaime García Parra, que en 1964, estando en Ginebra con ocasión de
la primera conferencia mundial de la Unctad, tienen la oportunidad de
encontrarse con el líder y ciudadano cubano por ley, quien encabezaba la
delegación de su país. Lleras comenta que la presencia del Che despertó no solo
viva curiosidad sino profunda simpatía entre la mayoría de los representantes
del tercer mundo. El ex presidente lo recuerda: Me impresionaron agradablemente
su trato cordial, la manera abierta y franca como se expresaba, la sinceridad de
sus convicciones. Sus ojos vivos, penetrantes, transparentaban por momentos un
humor jovial; pero ellos, como sus palabras, no reflejaban ningún sentimiento
desdeñoso o burlón. Nada en ese revolucionario verdadero, jefe entre los
primeros de una batalla victoriosa, era jactancioso o dogmático... no pasó de
revolucionario a autócrata...
Tita
Infante, su amiga entrañable en la Facultad de Medicina, lo definió a raíz de
su muerte: cálido para tallarlo en piedra. Demasiado grande para creerlo nuestro
La muerte, después de todo, como lo dijera Mario Benedetti, es la más absurda
de lo previsible.
*Abogado de
la Universidad Nacional.
Fuentes: Mi
hijo el Che. Planeta. 1981. Ernesto Guevara Lynch. Conversación en Bogotá con
Eduardo Santa. Junio 2004. Conversación en Leticia con Alejandro Cueva Ramírez.
28 de noviembre de 2001. Carta de Eduardo Santa al Director Museo Ernesto
Guevara en Santa Clara (Cuba). 1 de marzo de 1997. Periódico Folha de Sao
Paulo. 21 de septiembre de 1997. Entrevista del periodista Mario Magalhaes.
Conversación
telefónica con Alberto Granado el 1 de diciembre de 2001.Con el Che por
Sudamérica, Granado Jiménez Alberto. Editorial Letras Cubanas. 1989. Abella
Arturo, Laureano Gómez, Espasa 2000.Ernesto Guevara, el Che, flamante funcionario
de la reciente revolución cubana. Gael García como el Che y Rodrigo de La Serna
como Alberto Granado, en la película sobre el viaje del revolucionario por
Latinoamérica.