jueves, 12 de diciembre de 2019

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Historietas acerca de los Beatles en Cuba

11 diciembre 2019 | +


Dediqué un tuit a John Lennon por su asesinato en Nueva York el 8 de diciembre de 1980 y por el monumento a su memoria que se inauguró veinte años después, en la Habana, con la presencia de Fidel. Han aparecido en las redes respuestas irritadas, furiosas, a menudo insultantes, que esgrimen “testimonios” insostenibles, francamente mentirosos, sobre la supuesta represión que sufrieron en Cuba los jóvenes que se atrevían a escuchar la música de los Beatles. La mayoría de estos “testimoniantes ofendidos” tienen una cifra ínfima de seguidores. Obviamente son trolls.
Dicen que mi tuit “ofende a todo el que cumplió condena por oír música rock o de Los Beatles” y acusan (sin pudor alguno) a “la dictadura castrista” de (1) “meter presos a todos los rockeros”, (2) “perseguir y encarcelar a quienes escuchaban esa música en Cuba” y (3) “ser marcado por el sistema represivo del dictador solo por tener un disco de Los Beatles”. Aparte de esta sarta de desvergonzadas falsedades, añaden fábulas risibles sobre cómo había que esconderse, por ejemplo, debajo de la cama, para escuchar al cuarteto británico.
Publico a continuación un artículo que escribió Guille Vilar, inspirado en los 50 años del legendario Festival de Woodstock, donde narra además algunas experiencias personales vividas en su juventud rockera y beatlómana.


Guille desinfla en ese texto, con unas pocas anécdotas, con su lenguaje sencillo y directo y su honestidad a toda prueba, el panorama que quiere pintarnos un omnipresente clima aterrador en torno a Los Beatles y al rock.
Puede criticarse la falta de promoción o acaso una promoción insuficiente y errática de Los Beatles y de otras agrupaciones rockeras de vanguardia en Cuba. Pero no es posible derivar de estas pifias una historieta opresiva y caricaturesca fabricada a base de mentiras, donde la simple posesión de un disco podía llevarte a la cárcel.
El error esencial fue, a mi juicio, no diseñar una auténtica política para promover el rock de calidad, el más auténtico, el más subversivo y revolucionario, porque se expresaba en inglés, y propagar en cambio hasta la saciedad el pop venido de la España franquista por considerarlo menos “nocivo”.

Una valoración lo más ajustada posible a la verdad histórica

Reflexionar sobre los 50 años de la celebración del memorable Festival de Woodstock, es mucho más que circunscribirnos al hecho musical en sí mismo, pues su trascendencia social llega hasta nuestros días. Es cierto que estamos hablando de una generación de músicos marcados por un aliento de autenticidad reflejado no solo en su proyección profesional sino en su condición humana. Tal es el caso de figuras paradigmáticas como Jimi Hendrix, Janis Joplin o Crosby, Stills, Nash and Young, cuya obra, si todavía impacta en la actualidad, entonces, por aquellos tiempos, arrastraba a multitudes de jóvenes norteamericanos.
Hablamos de quienes apostaron por asumir el privilegio de vivir desde la multiplicidad de colores de la creación con la mayor honestidad posible. Hablamos de los jóvenes que fueron masacrados por la Guardia Nacional en la Universidad de Kent. Hablamos de los jóvenes que acompañaron a John y Yoko en sus manifestaciones contra la guerra de Vietnam.
Lamentablemente, recordar aquellos años cargados de pura vitalidad existencial en la historia contemporánea de los Estados Unidos, es solo un ejercicio de nostalgia, pues el establishment se ha encargado de dominar los mecanismos imprescindibles de la sociedad a favor de sus intereses mercantiles. Aunque siempre pueden aparecer músicos impresionantes, la tendencia actual de la música popular norteamericana está definida por el éxito de cada cual, por los índices de venta de sus discos en el mercado, independientemente de la ausencia de aquellos mensajes que movilizaron a millones de personas en los años setenta.

Semejante añoranza, nos obliga a preguntarnos dónde está aquel espíritu de rebeldía en la sociedad norteamericana de estos tiempos, qué se ha hecho de aquella vocación indomable de miles de jóvenes que reclamaron sus plenos derechos como ciudadanos ante el inquilino de turno en la Casa Blanca, actitudes que hoy en día para nada le hubieran permitido a Donald Trump imponer a su libre albedrío la agresiva política de su gobierno, no solo contra el mundo sino hasta contra sus propios coterráneos. He aquí el valor de rememorar los 50 años del Festival de Woodstock en las peligrosas circunstancias que vive el mundo en estos momentos.
Pero como casi siempre que se toca el tema del rock, en cualquier contexto, sale a relucir cómo se manifestó dicha corriente musical en nuestro país durante la segunda mitad del siglo pasado, quisiera compartir con ustedes algunos puntos de vista sobre este polémico asunto.

Para comenzar, no quisiera extenderme demasiado sobre mis experiencias en los años sesenta con la música de Los Beatles. Quizás basta decir que yo era de esos jóvenes que montaba en la guagua con un “discreto” radio portátil Zenith con la emisora miamense WQAM sintonizada, y nunca nadie me llamó la atención por escuchar esa música. Tampoco me sentí “vigilado” en el puente del círculo Cubanaleco cuando compartía con decenas de jóvenes los éxitos del rock de aquellos tiempos que eran radiados por la WQAM.
Incluso, en el verano de 1965, cuando el viejo me trajo de Londres el disco Help, cuya canción homónima estaba en ese mismo momento en el número uno del hit parade de la WQAM, estábamos tan emocionados que con varios amigos fuimos a distintas tiendas capitalinas que vendían discos y pedimos que nos lo pusieran por el audio local y no llegó ninguna perseguidora para detenernos por el atrevimiento de poner una música prohibida en un lugar público.
No obstante, cada cual puede tener otras experiencias personales que quizás no fueron agradables, pues gente atravesada existe en todo momento.
En cuanto a la difusión del rock anglosajón en nuestros medios, solo pido no dejarse llevar por el rumor que llega a convertirse en leyenda y tratar de ser precisos en cuanto a fechas y concretar lo más posible cualquier anécdota.
Para los más jóvenes lectores, puede que les resulte difícil concebir el universo de la difusión de música en una emisora capitalina como Radio Progreso en los años sesenta. Si bien por aquella época estaban todavía lejanos los tiempos en que los graduados universitarios llegarían con sus conocimientos a insertarse en el sistema de la radio, tampoco se imaginen que había algún experimentado Juanito Camacho hablando de la historia del rock ni mucho menos. Como en la mayoría de los medios profesionales del país, hubo una fuerte emigración hacia los Estados Unidos de las personas de mayor experiencia en la radio y muchos de los que asumieron dichos puestos vacantes, no tenían la preparación intelectual adecuada, pero no había nadie más.
Tampoco podemos obviar que, por aquellos años, hacía muy poco tiempo de la invasión mercenaria a Playa Girón, al igual que de la Crisis de Octubre y de la lucha contra bandidos en el Escambray, por lo que es lógico que en el personal de la radio cubana existiera un fuerte sentimiento anti yanqui. Al propio tiempo, la presencia de Los Beatles en nuestra radio por aquel entonces, no podían verse como ahora desde la certeza de que son unos verdaderos mitos de la cultura universal. Para muchos adultos de aquellos años, en realidad Los Beatles no eran nada más que cuatro peludos, con los pantalones apretados, y que además cantaban en el idioma del enemigo.

No obstante, a pesar de tener esos elementos en su contra, de ninguna manera se podía ignorar el impacto de su música y, sin irnos muy atrás en el tiempo, recuerdo haber escuchado por el programa Nocturno de Radio Progreso canciones del disco Magical Mistery Tour de 1967 como Hello Godbye y The Fool on the Hill.
También recuerdo con gran emoción que después de haber escuchado en la WQAM el estreno mundial de Hey Jude, a la semana de este suceso ya se radiaba por Nocturno en el verano de 1968.
Así sucedió con otras canciones como While my Guitar Gentil Weeps del White Album, Something del disco Abbey Road o The Long and Winding Road del disco Let it Be, todas estrenadas en Nocturno al poco tiempo de haber salido al mercado. A la vez se radiaban canciones de contemporáneos de Los Beatles como The Grass Roots o The Turtles, además, por supuesto, de temas de los Rolling Stones entre otros. Por lo tanto, el tema de la censura del rock en Cuba, es una herida que permanece abierta; pero debemos de ser capaces de analizarla desde perspectivas diversas para llegar a una valoración lo más ajustada posible a la verdad histórica.
(Tomado de El vuelo del gato)