lunes, 23 de marzo de 2020

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Pandemia: la Casa Blanca y el FMI los primeros infectados

Pandemia: la Casa Blanca y el FMI los primeros infectados

Atilio A. Boron
- Marzo 19, 2020

Guerras, crisis económicas, desastres naturales y pandemias son acontecimientos catastróficos que sacan lo peor y lo mejor de las personas –tanto de los dirigentes como del común de las gentes– y, también, de los actores e instituciones sociales. Es en esas circunstancias tan adversas como las bellas palabras se desvanecen en el aire y dan lugar a las acciones y comportamientos concretos. Días pasados y apenas conteniendo sus lágrimas el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, denunció ante las cámaras el gran engaño de la “solidaridad europea”. No existe tal cosa, dijo Vucic, es un cuento de niños, un papel mojado. Renglón seguido, agradeció la colaboración de la República Popular China. Y tenía razón en su queja. Desde Latinoamérica advertimos, hace mucho, que la Unión Europea era un mezquino tinglado diseñado para beneficiar, más que nada, a Alemania, a través de su control del Banco Central Europeo (BCE) y, con el Euro, someter a los países de la Eurozona a los caprichos –o los intereses– de Berlín. La titubeante reacción inicial del BCE, ante un pedido excepcional de ayuda de Italia, para enfrentar la pandemia que está devastando la Península, mostró –por unas horas– lo mismo que había denunciado el líder serbio. Un escandaloso “sálvese quien pueda”, que echa por tierra las edulcoradas retóricas sobre la “Europa de los ciudadanos”, la “Europa una y múltiple” y otras divagaciones por el estilo. Cuento de niños, como dijo Vucic.

Lo mismo, y más todavía, vale para la pandilla de hampones que se ha instalado en la Casa Blanca, de la mano de Donald Trump, quien ante un Irán fuertemente afectado por la pandemia lo único que se le ocurrió fue escalar las sanciones económicas en contra de Teherán. Tampoco dio muestras de reconsiderar su genocida política del bloqueo a Cuba y a Venezuela. Mientras Cuba, la solidaridad internacional hecha nación, auxilia a los viajeros británicos del Crucero Braemar boyando en el Caribe, Washington envía 30.000 soldados a Europa y sus ciudadanos, alentados por el ‘capo’ salen a enfrentar la epidemia ¡comprando armas de fuego! Nada más, para argumentar.



Fiel a sus patronos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) demostró, por enésima vez, que es uno de los focos de la podredumbre moral del planeta, que una vez que pase esta pandemia–, seguramente, tendrá sus días contados. En una decisión que lo hunde en las cloacas de la Historia, rechazó una solicitud de 5.000 millones de dólares elevada por el gobierno de Nicolás Maduro, apelando al Instrumento de Financiamiento Rápido (IFR), especialmente creado para socorrer a países afectados por el COVID19. La razón aludida para la denegación del pedido arrasa con cualquier atisbo de legalidad, porque dice, textualmente, «El compromiso del FMI con los países miembros se basa en el reconocimiento oficial del Gobierno por parte de la comunidad internacional, como se refleja en la membresía del FMI. No hay claridad sobre el reconocimiento, en este momento». Dos comentarios, sobre este miserable exabrupto: primero, todavía hoy, en el sitio web del FMI figura la República Bolivariana de Venezuela como país miembro. Por lo tanto, la claridad “sobre el reconocimiento” es total, enceguecedora. Claro que no alcanza para ocultar el hecho de que la ayuda se le niega a Caracas por razones rastreramente políticas. Segundo, ¿desde cuándo el reconocimiento de un gobierno depende de la opinión amorfa de la comunidad internacional y no de los órganos que la institucionalizan, como el sistema de Naciones Unidas? Venezuela es miembro de la ONU, es uno de los 51 países que fundaron la organización en 1945 e integra varias de sus comisiones especializadas. La famosa “comunidad internacional” mencionada para hostilizar a Venezuela por personajuchos como Trump, Piñera, Duque, Lenín Moreno y otros de su calaña, es una burda ficción, como Juan Guaidó, que no llega a sumar 50 países de los 193 que integran las Naciones Unidas.

Por consiguiente, las razones profundas de esta denegatoria nada tienen que ver con lo que dijo el vocero del FMI y son las mismas que explican el absurdo préstamo de 56.000 millones de dólares concedidos al corrupto gobierno de Mauricio Macri y que fuera, mayoritariamente, utilizado para facilitar la fuga de capitales hacia las guaridas fiscales que Estados Unidos y sus socios europeos tienen diseminadas por todo el mundo. Espero, fervientemente, que la pandemia (que es económica, también) y el desastre del préstamo a Macri se conviertan en los dos lóbregos sepultureros de una institución como el FMI que, desde su creación en 1944, sumió a centenares de millones de personas en el hambre, la pobreza, la enfermedad y la muerte con sus recomendaciones y condicionalidades. Razones profundas, decíamos, que en última instancia remiten a algo muy simple: el FMI no es otra cosa que un dócil instrumento de la Casa Blanca y hace lo que el inquilino de turno le ordena. Quiere asfixiar a Venezuela y el Fondo hace sus deberes.

No faltarán quienes me achaquen que esta interpretación es producto de un alucinado antiimperialismo. Por eso, he tomado la costumbre de apelar, cada día más, a lo que dicen mis adversarios para defender mis puntos de vista y desarmar a la derecha semianalfabeta y reaccionaria que medra por estas latitudes. Leamos lo que escribió, hace poco más de veinte años, Zbigniew Brzezinski, en un texto clásico y uno de mis libros de cabecera: El Gran Tablero Mundial. La Supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, en relación al FMI y al Banco Mundial. Hablando de las alianzas e instituciones internacionales que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial dijo “Además, también debe incluirse como parte del sistema estadounidense la red global de organizaciones especializadas, particularmente las instituciones financieras internacionales. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se consideran representantes de los intereses ‘globales’ y de circunscripción global. En realidad, empero, son instituciones fuertemente dominadas por los Estados Unidos y sus orígenes se remontan a iniciativas estadounidenses, particularmente la Conferencia de Bretton Woods de 1944” (páginas 36 y 37).


¿Hace falta decir algo más? Brzezinski fue un furioso anticomunista y antimarxista. Pero, como gran estratega del Imperio, debía reconocer los datos de la realidad, de lo contrario sus consejos serían puras insensateces. Y lo que él dijo y escribió es inobjetable. Concluyo agregando mi confianza en que Cuba y Venezuela, sus pueblos y sus gobiernos, saldrán airosos de esta durísima prueba a la que se ven sometidos por la inmoralidad y prepotencia del dictador mundial, que se cree con derechos de decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer, pensar y decir, en este caso a través del FMI. No habrá que esperar mucho para que la Historia le propine una lección inolvidable, para él y sus lacayos regionales.

La pandemia, muestra del fracaso del mercado: Chomsky


Redacción 
Resultado de imagen de la jornada + méxico- 21 marzo 2020


Noam Chomsky durante una charla con medios sobre el proyecto cambio climático, en Casa Cortés, el 15 de Noviembre del 2017. Foto Marco Peláez

El intelectual estadunidense Noam Chomsky rechazó versiones de que el coronavirus se haya propagado, intencionalmente, con fines políticos, como se ha especulado en diversas partes del mundo. Sin embargo, sostuvo que el colapso de los sistemas de salud ante la crisis se debe a los gobiernos neoliberales de muchos países y culpó al presidente estadunidense Donald Trump de minimizar la situación y arriesgar la salud de millones de personas.

El diario italiano Il Manifesto contactó a Chomsky, quien permanece aislado en su hogar en Tucson y afirmó: “La situación es muy grave. No hay credibilidad en la afirmación de que el virus se propagó deliberadamente. La reacción de Estados Unidos ha sido terrible. Era casi imposible, incluso, hacer pruebas a las personas, así que no tenemos idea de cuántos casos hay realmente”.

Añadió: “En general, esta crisis es otro ejemplo importante del fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental. El Gobierno y las multinacionales farmacéuticas saben, desde hace años, que existe gran probabilidad de que se produzca una grave pandemia, pero como no es bueno para las ganancias prepararse para ello, nada se ha hecho”.

Agregó que el huracán Trump y su gobierno han minimizado la gravedad de la crisis, en una actitud que ha sido replicada y aumentada por los medios de comunicación, lo que ha ocasionado que muchas personas han dejado de tomar las precauciones básicas.

En cuanto a las condiciones generales de la pandemia, Chomsky indicó: “El asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación. Un ejemplo son las camas, que han sido suprimidas en nombre de la ‘eficiencia’.

Coronavirus: El capitalismo al desnudo


Las deficientes medidas sólo se explican y tienen su raíz en el actual modelo económico, con ausencia de derechos sociales y en donde el lucro es la guía en la conducción del País. 

Dra. Paula Araya I. Encargada Área Salud Partido Comunista de Chile
- 20/03/2020 

Nos encontramos ante una crisis mundial, cuyo impacto ha planteado una serie de desafíos para los países del mundo, desde el cuestionamiento a la respuesta de los sistemas de salud para enfrentar el problema, hasta la fragilidad de la economía mundial: la epidemia del Coronavirus pone de manifiesto la perversión del sistema capitalista.

La actual pandemia de coronavirus señala, directamente, al neoliberalismo y sus consecuencias, el sometimiento de los intereses generales a los intereses privados en sectores como la salud y la calidad de vida de los pueblos ha sido la característica del período neoliberal, iniciado con la amplia privatización de sectores fundamentales para el bienestar de la población. Entre ellas, la ausencia de un sistema de salud que dé respuesta a las necesidades de la gente, en donde se evidencia la falta de políticas públicas de salud, el desmantelamiento del sistema público y la cruel privatización de los servicios sanitarios que, hoy, diferencian brutalmente una salud para ricos y otra para pobres.

En nuestro país, las consecuencias de esta crisis sanitaria amenazan con ser desastrosas, no sólo serán contagiados y muertos, sino también aún más precarización para la clase trabajadora y los sectores más golpeados por el neoliberalismo. Desde un análisis concreto, existen múltiples determinantes que permiten el desarrollo de esta epidemia con la velocidad y estragos que estamos evidenciando. La crisis medio ambiental, la calidad de vida, las condiciones laborales, la precaria situación de vivienda, el hacinamiento, la explotación laboral, la pobreza, la falta de acceso a los servicios de salud, la ausencia de políticas de prevención y promoción de salud, con un sistema público en crisis, una abandonada atención primaria de salud y un aumento sostenido de la privatización del sistema, son –sin duda– terreno fértil para el desarrollo de crisis sanitarias como la actual. Estas brutales deficiencias en los servicios de salud amenazan desde larga data a toda América Latina y, particularmente, a nuestro país, ejemplo de la salvaje instalación del neoliberalismo.

En Chile, luego de la rebelión popular de octubre/19, en donde la confianza en las autoridades gubernamentales prácticamente es inexistente, la situación es crítica. Nos encontramos ante un gobierno absolutamente incompetente, incapaz de haber tomado medidas drásticas en el momento oportuno, dejando a la población en total indefensión, aprovechando, además, de instrumentalizar políticamente la crisis sanitaria, con la intención de instalar su agenda de gobierno buscando profundizar aún más la desigualdad y la injusticia.

Las deficientes medidas sólo se explican y tienen su raíz en el actual modelo económico capitalista imperante, con ausencia de derechos sociales y en donde el lucro es la guía en la conducción del País.

Los trabajadores no pueden verse golpeados por esta crisis; por ello, desde una mirada sanitaria, es urgente e imprescindible la determinación de cuarentena inmediata, suspendiendo las actividades laborales y garantizando sólo aquellas actividades relacionadas con el abastecimiento de productos y servicios de primera necesidad. Así mismo, es imperante asegurar la protección sanitaria de todos los trabajadores y, particularmente, de aquellos que se ven enfrentados directamente en la lucha contra el virus.

Ante la evidencia de que las mayorías están en manos de una elite privilegiada, nos encontramos con la incapacidad de enfrentar la crisis sanitaria en donde lo que está en juego es la vida de seres humanos.

Pareciera que a la clase dominante poco le importa demostrar, abiertamente, su resistencia a tomar medidas en favor de la población, a pesar de que los distintos sectores sociales, sindicales y políticos exigen, hoy, de manera apremiante, definiciones en favor de la salud de nuestro pueblo, entendiendo que el Estado debe garantizar que todas las personas tengan acceso a la seguridad social en todos sus ámbitos, así como también medidas urgentes como el control inmediato de los precios de los productos para la vida diaria de las familias trabajadoras, y la condena absoluta a la usura y a la especulación. Parece ser que es necesario recordarle al Gobierno que el respeto a los derechos humanos no es un lujo, sino que debe ser el foco de las decisiones político-sanitarias que deben tomarse en beneficio de todas y todos los habitantes, particularmente en favor de los más vulnerables.

En el actual contexto es necesario relevar la solidaridad en tiempos de pandemia, quedando demostrado, ante el desamparo por parte de las autoridades, que el pensamiento y trabajo colectivo ha sido un apoyo para afrontar la crisis, en cada barrio, en cada organización, en cada espacio comunitario. Así, también, ejemplo de solidaridad internacional ha sido Cuba que, a pesar del brutal bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos mantiene contra su pueblo, el gobierno cubano sigue dando muestras de solidaridad ejemplares para toda la humanidad.

La pandemia ha reflejado lo que constatamos, a lo largo de los años: estamos frente a un sistema en crisis, severamente enfermo, en un coma profundo y que, a pesar de los esfuerzos de reanimación, terminará por perecer.


Entrevista a Naomi Klein

Como la élite mundial tratará de beneficiarse de la pandemia


Entrevista realizada por Marie Solis
Traducción de Ramón Sánchez Tabarés
Sin Permiso: República y socialismo, también para el siglo XXI- 21/03/2020



La crisis es la ocasión para colar políticas impopulares

El coronavirus es, oficialmente, una pandemia mundial que, hasta ahora ha infectado diez veces más personas que el SARS de 2003. En EE.UU., escuelas, universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto, ciudades enteras harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas personas, sospechosas de estar infectadas por el virus en EE.UU: prosiguen su rutina cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas pagadas, dadas las deficiencias del sistema privatizado de salud norteamericano.

La mayoría de entre nosotros [los ciudadanos norteamericanos] no saben qué hacer ni a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha rechazado las recomendaciones de los centros de control y de prevención de enfermedades; y esos mensajes contradictorios han reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños causados por este virus tremendamente contagioso.

Son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial desplieguen programas políticos, que de otra forma, encontrarían gran oposición, si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es el proyecto que los políticos y los gobiernos persiguen, desde hace décadas, conocido con el nombre de Doctrina del Shock, término inventado por la activista y autora Naomi Klein, en un libro del mismo título, de 2007 [Además, entre otras obras, escribió No Logo].

La Historia es una crónica de shocks: los de las guerras, las catástrofes naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas consecuencias se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante “soluciones” calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y exacerban las desigualdades existentes.

Según Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno nacional; para responder al coronavirus, Trump ha propuesto un plan de estímulo de 700 millardos de dólares que incluye reducción de cargas sociales (que devastarán la Seguridad Social) y proporcionará una ayuda a las industrias faltas de oportunidades de negocio causadas por la pandemia: “No lo hacen porque crean que es el medio más eficaz para paliar el sufrimiento causado por la pandemia; formulan tales ideas porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha declarado Klein.

VICE ha preguntado a Klein sobre la forma como el shock del coronavirus cede su lugar en la cadena de acontecimientos que describió, hace ya más de diez años, en La doctrina del shock.

VICE: Empecemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe? ¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?
- La forma como defino el ‘capitalismo catástrofe’ es muy simple: describe la manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse directamente de las crisis, a gran escala. La especulación sobre las catástrofes y la guerra no es un concepto nuevo, pero se ha profundizado claramente con la administración Bush, a partir del 11 de setiembre, cuando el gobierno declaró este tipo de crisis de seguridad sin plazo y, simultáneamente, la privatizó y externalizó; esto incluyó el Estado de seguridad nacional en la privatización, así como la invasión y ocupación (privatizada) de Irak y Afganistán.

La ‘doctrina del shock’ es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a gran escala, para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos de crisis, la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En épocas de crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.

VICE: ¿De dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia en la política norteamericana?
- La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton Friedman al programa del New Deal. Este economista neoliberal creía que todo estaba equivocado con el New Deal, en Estados Unidos: para responder a la Gran Depresión y al Dust Bowl [tormenta de polvo] un gobierno mucho más activo surgió en el País, que se propuso resolver directamente la crisis económica en la época, creando empleos públicos y ofreciendo ayudas directas.

Si Vd. es un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los mercados quiebran, hay preparado un cambio progresivo que es mucho más orgánico que el tipo de políticas de desregulación que favorecen a las grandes empresas. La doctrina del shock se desarrolló como un medio de evitar que las crisis cedan el lugar a momentos orgánicos en los que surjan políticas progresistas. Las élites políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son la ocasión para hacer avanzar su lista de deseos de políticas impopulares, que polarizan aún más la riqueza, en este País y en todo el mundo.

VICE: Actualmente, estamos confrontados con múltiples crisis: una pandemia, falta de infraestructuras para resolverla y hundimiento de la Bolsa. ¿Podría explicarnos cómo, cada uno de estos elementos, se inscribe en el esquema que Vd. ha descrito en la Doctrina del shock?
- El shock, en realidad, es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que maximice la confusión y minimice la protección. No creo que sea una conspiración; es justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump han gestionado, completamente mal, esta crisis. Hasta ahora, Trump ha tratado esta situación, no como una crisis de salud pública, sino como una crisis de percepción y un problema potencial para su reelección.

Es el peor de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de que Estados Unidos no dispone de un programa nacional de salud y que la protección de la que se benefician los trabajadores es muy mala: por ejemplo, la ley no establece prestaciones por enfermedad. Esta combinación de fuerzas ha provocado un choque máximo. Va a explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las crisis más extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática: la industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren consolidar todo esto.

VICE: ¿Cómo hemos visto esto antes?
- En La doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington, como la Heritage Foundation, se reunieron, creando una lista de soluciones ‘pro libre mercado’ para el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará el mismo tipo de reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo Katrina fue Mike Pence [la misma persona que preside, ahora, el dossier Coronavirus]. En 2008, ese movimiento se tradujo en el salvamento de los bancos, cuando los países les entregaron cheques en blanco que, finalmente, se elevaron a varios millardos de dólares; pero el coste real de esta situación tomó la forma de amplios programas de austeridad económica (reducciones ulteriores de servicios sociales). Así que no se trata, tan sólo, de lo que pase ahora, sino también de la forma como lo pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo que se debe.

VICE: Si nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse mutuamente?
- ‘Voy a cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de seguro privado de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su error, no es mi problema’: he aquí lo que una economía de vencedor mete en nuestros cerebros. Lo que revela en un momento de crisis, como ahora, es nuestra interrelación de unos con otros. Comprobamos, en tiempo real, que estamos mucho más interconectados de lo que nuestro brutal sistema económico nos permite creer.

Podemos pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados médicos, pero si la persona que prepara o suministra nuestros alimentos, o que envuelve las cajas, no tiene acceso a cuidados médicos y no puede permitirse los análisis, y aún menos quedarse en casa, porque no tiene prestación por enfermedad, no estaremos seguros. Si no nos cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos atrapados.

Las diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa, entonces nuestro impulso por la acumulación estará en riesgo. Piense esto y reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre la forma de compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más vulnerables.

Fuente:

Lo que no se ha dicho de la epidemia de coronavirus


Una profesora imparte clase en un aula preparada para evitar el contagio del coronavirus en Taipei (Taiwán). EFE/ David Chang
Una profesora imparte clase en un aula preparada para evitar el contagio del coronavirus, en Taipéi (Taiwán). EFE/ David Chang

Vicenç Navarro*
Logo Público- Marzo 3, 2020

Hay tres dimensiones de la propagación de la epidemia del Coronavirus (Covid-19), que apenas se han citado en los mayores medios de información y que tienen, sin embargo, una enorme importancia para poder prevenir y proteger a la población del gran daño que este tipo de fenómenos están causando.

Una de ellas es la creciente frecuencia de epidemias de virus. En un período relativamente corto, hemos sido testigos de varias epidemias, algunas con potencial para convertirse en pandemias: Ébola, SARS, MERS y, ahora, el Coronavirus. Este crecimiento en la frecuencia ha sido objeto de gran atención por parte de expertos en salud pública, que en parte predijeron la epidemia actual en el año 2018. Según uno de ellos, Peter Daszak, presidente de la EcoHealth Alliance de Nueva York, la causa de este incremento es el aumento del contacto de los seres humanos con animales (todos ellos portadores de virus), como resultado de muchos factores, entre los cuales se incluyen, según Daszak, desde la agresión ecológica a la naturaleza (con un incremento del acceso a lugares antes inhóspitos) hasta una mayor movilidad de personas y animales a nivel mundial. La relación personas-animales es clave, pues todas estas epidemias están causadas por virus cuyo hábitat normal es entre los animales. Todas estas epidemias han comenzado, pues, con virus que viven en animales y que se adaptan al ser humano. Otro factor que contribuye a ello ha sido el escaso desarrollo de las medidas higiénicas, tanto de los animales como de los seres humanos, lo cual explica que todas estas epidemias se iniciaran en países en vías de desarrollo.

La respuesta predecible y errónea a la aparición de las epidemias


Ahora, bien, como indica el mismo Daszak en su artículo en The New York Times, Welcome to the age of pandemias (28 de febrero de 2020), una de las principales causas del crecimiento de tales epidemias ha sido que las sociedades no están preparadas para hacerles frente, como demuestra la manera en cómo se está respondiendo a cada una de estas epidemias. La respuesta más común es intentar encontrar fármacos o vacunas que puedan prevenir o curar tales enfermedades, una vez estas han aparecido (asumiendo, erróneamente, que se pueden producir en cuestión de días). Cuando por fin se desarrollan, la epidemia ya se ha convertido en pandemia. Lo que debería hacerse es producir tales vacunas antes, no después de que ya se hubiera propagado la enfermedad. Esto es lo que no ocurre, y ahí está el gran error. La falta de preparación para evitar que la epidemia tenga lugar. Lo que urge hacer es desarrollar vacunas frente a los posibles virus que ya existen en la fauna animal, para estar preparados tan pronto como aparezcan los primeros casos. Ello, junto con la necesaria mejora de los servicios preventivos, tanto en salud humana como animal, sería un elemento fundamental para prevenir tales epidemias. Todas ellas han comenzado, como ya he mencionado antes, en animales sujetos a unas condiciones escasamente higiénicas, hecho característico de los países en vías de desarrollo. Y, de nuevo, no es por casualidad que todas estas epidemias comiencen en estos países, los cuales sufren condiciones de gran pobreza. Estas medidas, juntamente con el desarrollo de nuevas vacunas preventivas y nuevos tratamientos, podrían terminar con tales epidemias. En realidad, hoy es conocido que sólo en los murciélagos hay aproximadamente 50 virus relacionados con el Coronavirus, algunos de los cuales podrían saltar a los seres humanos, y estos continúan siendo ignorados.

La parte más ignorada y más culpable de lo que ocurre: la falta de sensibilidad social de los fabricantes de fármacos y vacunas


Lo cual toca la tercera dimensión, ignorada en la descripción de tales epidemias: quién conduce y lidera la investigación farmacéutica y clínica hoy en el mundo. Los productores de tales sustancias (vacunas y fármacos) son las empresas farmacéuticas, en su mayoría radicadas en los países ricos, que tienen como objetivo principal optimizar sus beneficios, lo cual quiere decir que sólo producen vacunas o fármacos para enfermedades que les son rentables, según el criterio de lo que llaman "mercados". Y, por lo general, no se obtienen grandes beneficios de enfermedades que afectan a sectores de la población con poca capacidad de consumo, en países pobres. Es cierto que hoy, como estamos viendo, nadie se escapa de tales epidemias, pero para cuando llega el momento en el que se han expandido ya es tarde para desarrollar vacunas o fármacos. La previsión no es el punto fuerte de estas empresas, cuya rentabilidad tiene que ser inmediata para justificar tales inversiones. La indefensión de la población mundial está basada en el modus operandi de las empresas que controlan la producción de estos fármacos y vacunas. En realidad, la población debería concienciarse de que su salud y calidad de vida no pueden depender de empresas que, por definición, no tienen como principal objetivo mantener en buen estado esa salud y calidad de vida, sino que buscan ante todo, optimizar sus beneficios, característica del orden (o, mejor dicho, desorden) económico internacional, que se reproduce en los mayores bloques económicos hoy existentes en el mundo, un "orden" responsable tanto de la crisis climática como de la crisis epidémicas que, frecuentemente, ocurren y que afectan primordialmente a las clases populares, tanto de los países pobres como de los países ricos. Así de claro.

* Vicenç Navarro ha sido catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona. Actualmente es catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra (Barcelona, España).

Ha sido, también, profesor de Políticas Públicas en The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU), donde ha impartido docencia durante 48 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales patrocinado, conjuntamente, por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins University. Dirige, también, el Observatorio Social de España.

Es uno de los investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional en ciencias sociales.