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La victoria en la batalla de Moscú disipó el mito de la invencibilidad
del Ejército alemán, contribuyó al auge del movimiento de resistencia y
fortaleció la coalición anti-Hitler. Después de la derrota en Stalingrado, Alemania pasó de una guerra
ofensiva a una defensiva. En la batalla de Kursk, las tropas soviéticas, finalmente,
socavaron el espíritu de lucha del Ejército de Hitler, y la batalla del Dniéper
abrió el camino a la liberación de Europa.
La guerra por la
verdad: Rusia hace frente a Occidente para proteger la victoria de la URSS
© Sputnik / Olga Lander
Estos días, el mundo
conmemora la derrota del nazismo: hace 75 años el Reich se rindió ante los
aliados. El rol clave en aquella guerra pertenece al pueblo de la Unión
Soviética, que pagó un precio muy alto para liberar a Europa de las amarras de
la ideología hitleriana. Sin embargo, hoy, algunos países tratan de reescribir
esta página de la Historia.
Para algunas naciones de
Occidente, el sacrificio de los soldados soviéticos y del pueblo de la URSS ya
no vale nada. Prefirieron olvidar las hazañas del Ejército Rojo,
porque persiguen sus propias metas. El objetivo es manchar la memoria, para
demonizar a la Unión Soviética y presentar la guerra entre ella y la Alemania
nazi como una lucha contra dos regímenes despóticos.
© Sputnik / Evgeny Khaldey
¿Pero, en qué consiste el
razonamiento de aquellos países y cuáles son?
En la vanguardia del
revisionismo histórico se encuentran los países bálticos: Letonia, Lituania y
Estonia. Cuando estas naciones fueron invadidas por la Alemania hitleriana, una
parte de la población colaboró activamente con los nazis. Algunos ciudadanos de
estos países, en aquella época, ingresaron en las unidades militares del Tercer
Reich como, por ejemplo, la Legión Letona de la Waffen-SS.
Hoy, los gobiernos de esos
tres países honran a los veteranos que lucharon del lado de la Alemania
hitleriana y los consideran héroes nacionales. Parece que, al acusar a la URSS
de desencadenar la Segunda Guerra Mundial, países como Letonia, Lituania y Estonia tratan de hacer
olvidar el aporte de algunos de sus ciudadanos al exterminio masivo de judíos y
otros crímenes de guerra.
Los gobiernos
de estos países prefieren hablar mucho de la culpa de la URSS, pero hacen caso
omiso a los crímenes de lesa humanidad de sus compatriotas, a los que
llaman héroes.
Cuando dicen que la URSS es
culpable de desatar la Segunda Guerra Mundial, a menudo se refieren al
tratado de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, conocido coloquialmente
como Pacto Ribbentrop-Molotov, firmado el 23 de agosto de 1939,
que tuvo un acuerdo adicional, secreto, sobre el reparto de algunos territorios
en Europa, incluida Polonia y los países bálticos.
Pero, aquí hay dos aspectos
que hay que tener en cuenta.
Primero, de eso de se habla
mucho; pero, de hecho, Moscú fue el último en firmar un tratado con la Alemania
nazi. En 1938, el Reino Unido, Francia, la Alemania nazi y la Italia fascista
firmaron los Acuerdos de Múnich. Como resultado, Londres y París permitieron
descuartizar Checoslovaquia en aras de su propia seguridad y paz con Berlín y
Roma. Asimismo, en esa época, Polonia entró en contacto con Adolf Hitler para conspirar contra Checoslovaquia.
¿Significa esto que el Reino
Unido, Francia y Polonia también son culpables, en cierta medida, de desatar la
Segunda Guerra Mundial? Esos países dejan este interrogante sin aclarar, porque
preferirían que esta página de su historia caiga en el olvido.
© AP Photo /
En segundo lugar, en el
acuerdo secreto del Pacto Ribbentrop-Molotov, la URSS estableció el control
sobre la parte este de lo que, en aquella época, se consideraba Polonia. Sin
embargo, en realidad esos territorios fueron poblados por los ucranianos y los
bielorrusos, dos pueblos que tuvieron sus propias repúblicas, como parte de la
URSS.
Al establecer su control
sobre la parte este de Polonia, Moscú reunificó a dos pueblos separados. La
Ucrania y la Bielorrusia occidentales pasaron a formar parte de las repúblicas
socialistas correspondientes.
Entretanto, los tres países bálticos también se convirtieron en
repúblicas socialistas. Es obvio que hubo algunos que estuvieron en contra —eso
es lo que enfatizan las autoridades de estos países, hoy en día—; pero,
también, hubo muchos que celebraron el ingreso a la URSS. Su opinión, hoy en día,
no se toma en consideración.
Lección de historia europea
© Sputnik / Alexandr Ustinov
Europa trata de enseñarle a
Rusia su propia visión de historia, desde hace muchos años. Los políticos del
Continente Viejo ponen al comunismo y al nazismo al mismo nivel, y los tachan
de dos males absolutos. Nadie dice que el comunismo es ideal, pero ponerlo al
mismo nivel con la ideología nazi del odio es un sacrilegio imperdonable, especialmente
teniendo en cuenta que algunos países que hablan mal de la URSS, en realidad,
fueron cómplices de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
La Asamblea Parlamentaria de
la OSCE igualó, en 2009, el rol de la URSS y del Tercer Reich en el desatar de la Guerra;
mientras, un año después, el Parlamento Europeo también puso a la ideología
comunista y la del fascismo al mismo nivel, tachándolas de totalitarias. Lo
curioso, en este caso, es que países como Hungría, Croacia, Rumanía y otros,
que hoy son miembros de esas organizaciones, en aquella época colaboraron con
la Alemania de Hitler.
No obstante,
ninguna organización ha criticado ni ha aprobado alguna resolución en cuanto al
papel de esos países en la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera se presta
atención al elogio de los veteranos de la Waffen-SS, por los gobiernos de los
países bálticos.
De ahí, se puede concluir
que el revisionismo histórico está dirigido, exclusivamente, contra Rusia,
porque hasta el día de hoy Moscú se niega a ceder ante la presión de Occidente.
Reescribir la Historia e imponer su propia versión son dos herramientas que
sirven para privar a Rusia de su legado y su memoria y tienen como meta doblegar
el espíritu de su pueblo, hoy. Pero, estos intentos son en vano.
© Sputnik / Timofey Melnik
El caso de Estados Unidos,
también, es notable, porque Washington trata de reescribir la Historia, pero de
una manera un poco diferente. Los estadounidenses suelen exagerar el papel de
su país en la victoria sobre el nazismo y casi no hablan del enorme costo que
pagó el pueblo de la URSS.
Es importante recordar que
los aliados occidentales, incluido EEUU, reabrieron el frente occidental
sólo en junio de 1944, con el desembarco en Normandía, cuando ya estaba
claro que Berlín perdería, con toda probabilidad. Antes de eso, la URSS, de
hecho, luchó sola contra el nazismo y dejó en el altar de la victoria las
vidas de 27 millones de sus ciudadanos. Pero, EEUU prefiere menospreciar el rol
del pueblo soviético.
Un ejemplo ilustrativo sería
la presentación que publicó el Departamento de Defensa de EEUU, en vísperas del Día de la Victoria en Europa. Si bien la
presentación contiene la foto del monumento al Día del Elba —cuando las fuerzas
soviéticas y las fuerzas estadounidenses se reunieron, por primera vez, en el
territorio de la Alemania nazi—, esta carece de alguna mención a aquel evento
importante.
© Sputnik / Y.Ivanov
Además, la presentación
carece de información acerca de la lucha de la Unión Soviética contra la
Alemania nazi, pese a que fue clave en la Segunda Guerra Mundial y, en gran
medida, determinó su desenlace. En su lugar, el portal web describe el
papel de Estados Unidos en el conflicto armado, después del desembarco de
Normandía. Asimismo, la presentación subraya que la guerra comenzó en 1939,
cuando "Alemania y la Unión Soviética invadieron Polonia".
Como, correctamente, dijo el
presidente ruso, Vladímir Putin, los intentos de acusar a la Unión Soviética de
preparar y desatar la Segunda Guerra Mundial son un sinsentido.
"¿Quién
atacó a quién el 22 de junio de 1941? ¿Nosotros atacamos a Alemania, o Alemania
nos atacó? ¡Qué tontería!", dijo Putin en la película de Andréi Kondrashov
La guerra por la memoria.
El mandatario ruso advirtió
que no existe ninguna justificación posible para aquellos que intentan
reescribir la Historia. Y es verdad.
Lo más importante que puede
hacer Rusia, hoy, para honrar a sus héroes, es seguir resistiendo al revisionismo. En
las condiciones actuales, Moscú tiene que combatir enérgicamente contra los
intentos de reevaluar el rol de la URSS en la Guerra y preservar la memoria
sobre la proeza de su pueblo. Si no lo hace, los partidarios del revisionismo,
tarde o temprano, lograrán imponer su propia versión tergiversada de aquellos
eventos.