Salim Lamrani
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Frente a la pandemia mundial del Covid-19,
Cuba, la isla de la fraternidad, fiel a su tradición de solidaridad con todos
los pueblos del mundo, ha brindado su apoyo a los países necesitados de auxilio
médico. Gracias a su extraordinario capital humano altamente calificado, Cuba
ha podido responder a las solicitudes de ayuda procedentes de todos los
rincones del mundo, incluso de la Europa occidental. Los pueblos de Italia y de
Andorra expresan diariamente su gratitud a los pelotones de batas blancas que
han hecho suya la hermosa máxima martiana según la cual “ayudar a quien lo
necesita no solo es parte del deber sino también de la felicidad”.
¿Cómo no sentir gratitud hacia ese pequeño pueblo del Caribe, capaz de tanta
generosidad hacia los más vulnerables, mientras lucha diariamente en un
contexto geopolítico de extrema adversidad para preservar su derecho a la
independencia y a la dignidad? ¿Cómo no sentir admiración para con quienes se
colocan en primera fila en lejanas tierras para combatir la enfermedad poniendo
en riesgo la propia salud y reivindicando estetoscopio en mano que “Patria es
humanidad”? ¿Cómo no sentir respecto hacia esas mujeres y esos hombres
valientes que predican con actos concretos y no con discursos vacíos que otro
mundo menos injusto y más fraternal es posible?
Los pueblos del Sur, acostumbrados a recibir la mano fraterna de Cuba desde los
primeros días del advenimiento de “la Revolución de los humildes, por los
humildes y para los humildes” en 1959, saben que pueden contar con el apoyo
desinteresado de los hijos de Fidel Castro y José Martí en los momentos
difíciles que ponen a prueba los valores universales. Bien saben que la isla
siempre responde positivamente a los reclamos de los que sufren y que ofrece lo
que le exigen la consciencia y el corazón.
Los pueblos del Norte descubren con asombro que un pequeño país del Caribe,
constantemente vilipendiado y calumniado por los poderosos por haber cometido
el imperdonable pecado de proceder a una repartición más equitativa de las
riquezas nacionales, es el líder mundial de la solidaridad médica con una
presencia en más de cincuenta países. Descubren que a pesar del implacable
estado de sitio que imponen los Estados Unidos desde hace más de medio siglo, a
pesar de los recursos limitados y las dificultades inherentes a un país
subdesarrollado, Cuba es la primera potencia del mundo en términos de
solidaridad.
Los que albergan en el corazón el amor por los oprimidos, los que se preocupan
por la suerte de los pobres, los que creen que la felicidad sólo puede ser
colectiva, merecen el reconocimiento de la humanidad.